Guarda cuentos
La primera infancia
es una de las etapas más importantes de la vida: junto a la atención y cuidado
de los mayores se sientan las bases de nuestro desarrollo cognoscitivo, social
y emocional, y en términos de lenguaje aprendemos a comunicarnos y a decir nuestros
primeros arrullos, nuestras primeras palabras. En la actualidad, la familia, en
primer lugar, pero también el Estado, junto a sus instituciones públicas y
privadas, son los primeros responsables del cuidado y educación de los niños.
En esta oportunidad nos acercamos a conversar con Sandra Otero, directora del
Centro de Primera Infancia (CPI) “Años Felices por Siempre”, del barrio de Balvanera,
que, además de impulsar el desarrollo saludable de niños y niñas de 45 días
hasta 5 años, lleva adelante un proyecto de biblioteca para toda la familia.
Por María Laura Migliarino
Los
Centros de Primera Infancia son gestiones asociadas que involucran al Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires, a través de su Ministerio de Desarrollo Social, y
a Organizaciones No Gubernamentales (sociedades civiles, fundaciones,
sociedades de fomento), que albergan niños en situación de riesgo por su alto
grado de vulnerabilidad social. En la actualidad, nos cuenta Sandra, esta
vulnerabilidad no puede ser entendida solamente como la ausencia de recursos
económicos, hoy en día encontramos muchísimos casos de abuso, violencia de
género, abandono, que dejan expuestos a una gran cantidad de niños que tienen
resuelto su plato de comida diario pero no sus necesidades afectivas. Cuando hablamos
de vulnerabilidad también nos referimos a una clase media que ha quedado fuera
del sistema, que no accede a una vacante pública y no puede pagar la cuota de
un colegio privado. En los márgenes de este panorama tan complejo comienzan a
tomar impulso estas instituciones de gestión mixta que abren sus puertas de
lunes a viernes, entre las 8 y las 16 hs., para ofrecer el desayuno, el
almuerzo, la merienda, donde se entregan viandas y donde, fundamentalmente, los
chicos van a encontrar un lugar de contención, acompañamiento, sostén y también
un ámbito educativo acorde a sus necesidades.
Cada
Centro cuenta con un equipo técnico propio y cada sala incluye una docente
titulada y una auxiliar. Sin embargo, el proceso educativo que se materializa
en una serie de habilidades y valores, que producen cambios intelectuales,
emocionales y sociales en el individuo, se realiza más allá del aula. “Todas
somos educadoras aunque no todas docentes. Para nuestra institución todos los
saberes que podamos aportar desde nuestra experiencia, y que no sean
perjudiciales para los niños y las niñas, son valorados. Le damos entidad a
toda esa práctica que surge con el estar, el vivir, con el formar parte de una
comunidad que, en muchas ocasiones, nos brinda una nueva mirada para resolver
temas complejos que atraviesan nuestras familias. Nosotros necesitamos
educadoras sociales, comunitarias, con un perfil social importante, con una
sensibilidad especial. Pero con eso se nace, no se puede inventar. Una
educadora puede no ser docente pero una docente no puede no ser una educadora.”
En
la conversación surge claramente la idea de que en los CPI, o por lo menos en
este CPI, se presentan problemáticas que exceden el plano educativo y la
institución intenta hacerle frente poniendo en valor todos sus recursos. Sandra
recuerda que en los inicios uno de los problemas más importantes que tenían era
que muchas familias se encontraban indocumentadas. Esto provocaba la
imposibilidad de acceder al trabajo, a la vivienda, a una buena alimentación
que, en un segundo plano, se notaba en el bajo rendimiento escolar de los niños.
En relación a ello la primera medida fue romper la cadena y ayudar a cada uno a
obtener su DNI. Luego, con el correr del tiempo, se pudo comenzar a pensar en otras
iniciativas tan importantes como significativas: el comedor, la biblioteca, las
clases abiertas y los talleres para todo el núcleo familiar.“Trabajamos para
optimizar lo que tenemos, ofreciendo igualdad de enseñanza porque
lamentablemente la igualdad de oportunidades es algo que sólo puede sostenerse
desde el discurso”.
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Analía
Moreno Gurrea, psicopedagoga y encargada del espacio, nos cuenta al respecto que
año a año veían un retraso en el desarrollo del lenguaje de los chicos que no
estaba vinculado con patologías muy severas pero que existía. Todo sucedía más
lentamente y veían que por parte de la familia faltaba estímulo para hablarles,
anticiparles lo que iba a pasar, contarles una película, un cuento. La
biblioteca entonces se pensó como una línea de trabajo para favorecer el
desarrollo del lenguaje. Porque además notaban que en las casas podía haber de
todo: juguetes, tablets, teléfonos, pero nada de libros. “Comenzamos con
actividades puntuales y luego empezamos con algo permanente para cubrir las
necesidades de las familias de poder acceder a los libros: la biblioteca”.
Guarda cuentos se armó a fines del año 2015 con
el apoyo de instituciones y terceros que donaron libros para toda la familia. Posee
un catálogo donde los textos para chicos están agrupados por edades y los de
adultos por temáticas, que les permite además hacer préstamos domiciliarios.
“Cuando
vienen a una reunión algunas familias se llevan libros, a otras les cuesta un
poco más, y lo que sucede hasta ahora es que siempre se llevan libros para los
chicos. Como si los libros de grandes no fueran para ellos. El trabajo de
concientización es un tema pendiente que venimos trabajando en las reuniones y
en las salitas. A los chicos les encantan los libros, aunque no los tengan en
la casa. Les gusta leer, que les lean, hacer actividades posteriores en
relación a una lectura, y eso en las salas lo venimos trabajando hace mucho.
Hay un apartado en la biblioteca que son los cuentos que confeccionan los
propios chicos de 3 y 4 años. Historias que comienzan en el jardín, se terminan
en la casa y después quedan en la biblioteca.”
Analía
también nos contó que el nombre se lo puso el grupo de chicos que egresó el año
pasado como un legado para los que vinieran después. Una huella de lectura que
se transmite de generación en generación, en donde lo vivencial juega un rol
fundamental en la educación emocional de niños que han perdido mucho a pesar de
su corta edad. Como lo expresa Yolanda Reyes, escritora y educadora colombiana,
todo ser humano es desde el comienzo de la vida un sujeto de lenguaje que
necesita ser leído, descifrado y envuelto en una red de significaciones. El
estímulo emocional y cultural que brinda el lenguaje es muy importante en los
primeros años de vida. Se trata de hacer del otro un interlocutor, alguien que
se construye a partir del lenguaje. Y como dirían las entrevistadas, de lo que
se trata aquí es de levantar la apuesta y crear desafíos para recrear lo
existente. Frente a la violencia, la ausencia y el abuso: la palabra, los
libros y la lectura. Toda una comunidad educativa con un único objetivo: establecer
lazos emocionales significativos y duraderos junto a los niños y sus familias.
Centro
de Primera Infancia “Años Felices por Siempre”
Balvanera
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