Buenos Aires celebra el medio siglo de "Cien años de soledad"
Con una
oferta inagotable de muestras, ciclos literarios, instalaciones y ediciones
especiales, Buenos Aires celebrará desde esta semana y hasta fines de julio los
cincuenta años de "Cien años de soledad", la novela icónica del
colombiano Gabriel García Márquez que se publicó en toda Latinoamérica y España
gracias a la apuesta de riesgo que realizó una editorial argentina bajo la tutela
del mítico editor Francisco "Paco" Porrúa.
A la luz
de las múltiples influencias y derivaciones que provocó su aparición en una
escena literaria dominada por las referencias indigenistas y los vínculos
hieráticos entre ficción y realidad, resulta difícil no imaginar un destino de
grandeza para la saga de los Buendía, que lleva vendidos más de 50 millones de
ejemplares y es por lejos la novela más popular de América Latina.
El
panorama no era tan nítido sin embargo en 1967, el año en que Porrúa -que se
desempeñaba como asesor en Editorial Sudamericana- decidió apostar por García
Márquez, que por entonces había publicado tres obras con buenas críticas pero
ventas mínimas y sobrevivía escribiendo guiones de cine en México, al mismo
tiempo que Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar entregaban al
mercado editorial los primeros títulos de lo que luego sería conocido como el
"boom latinoamericano".
"Estoy,
en efecto, trabajando en mi quinto libro, 'Cien años de soledad'. Es una novela
muy larga y muy compleja en la cual tengo fincadas mis mejores ilusiones. Según
mis cálculos, los originales tendrán unas 700 cartillas, de las cuales tengo
listas 400. A pesar de las dificultades con que trabajo en este libro que he
planeado durante unos 15 años, estoy haciendo esfuerzos para terminarlo a más
tardar en marzo", le había escrito el colombiano al editor en una misiva
fechada el 30 de octubre de 1965.
"Cien
años de soledad" se publicó finalmente el 5 de junio de 1967 con una
tirada inicial de ocho mil ejemplares que se agotó en quince días y salió con
una portada provisoria -la imagen de un barco en medio de la selva, hoy
transformada en un emblema- ya que la tapa que deseaba el escritor no llegó a
tiempo desde Colombia.
"Fue
una audacia apostar por García Márquez en aquel momento, pero creo que todos
los editores cuando publican un primer libro de un autor desconocido son
audaces. Por algo Porrúa fue un editor mítico, porque apostó y ganó varias
veces eligiendo autores desconocidos y perseverando en publicarlos aunque de la
primera vez no se vendieran... pero este no fue el caso de 'Cien años de
soledad'", destaca Gloria Rodrigué, que tenía apenas 16 cuando comenzó a
trabajar en Editorial Sudamericana, el sello fundado por su abuelo.
"No
había pasado ni un mes y tuvimos que reeditarla", evoca la editora, que
dejó el sello en 2005 y tuvo la oportunidad de conocer al Premio Nobel de
Literatura 1982: "Era una persona afable y simpática y era apasionante
escuchar los cuentos de su niñez y su vida en Colombia. La última vez que hablé
por teléfono con él fue luego de la publicación de 'Historia de mis putas
tristes' y recuerdo que él estaba muy sorprendido de que su libro se estuviera
vendiendo en las librerías de Buenos Aires", recuerda.
Han
pasado cincuenta años desde ese hito fundante de la renovación literaria del
continente y se multiplican las interpretaciones en torno a los aportes de
"Cien años de soledad", algunas de sesgo crítico como las de McOndo
-el colectivo que hace unos años fundaron escritores como Rodrigo Fresán o
Alberto Fuguet contra la tradición del realismo mágico- aunque la mayoría dedicadas
a exaltar los aciertos de este texto, en especial su innovación de la
estructura de la novela y la inauguración de una perspectiva poscolonial en la
narrativa latinoamericana.
"Creo
que su mayor hallazgo es el estilo (no una 'escritura', como se insiste) muy
decantado, adiestrado por las buenas lecturas de García Márquez y su veteranía,
a los cuarenta años, de periodista. Una síntesis de la mitología americana
contada con extrema gracia y buen vocabulario, con los aportes antropológicos
que la época exigía", señala a Télam el editor Luis Chitarroni.
¿Qué
posición ocupa "Cien años de soledad" en la literatura a cincuenta
años de su aparición? "Un lugar ambiguo. La envidia literaria de muchos
contemporáneos y la frivolidad aburridísima de las modas sucesivas (idénticas
a sí mismas desde hace por lo menos cuarenta de los últimos cincuenta años),
con sus critículos rapaces y sus 'transgresores' de vidriera se encargaron de
incomodarla en el sentido más etimológico", apunta quien hoy está a cargo
del sello La Bestia Equilátera.
Acaso
como parte de esa ambigüedad que señala Chitarroni, en sintonía con el
aniversario de la publicación a partir de esta semana tendrá lugar en la
Argentina -a tono con una agenda compartida con otras regiones del continente-
un extenso repertorio de tributos que volverán sobre los alcances de la novela
y permitirán su circulación a través de nuevas ediciones.
El grupo
Penguin Random House, que hace algunos años absorbió a la editorial
Sudamericana, acaba de lanzar dos ediciones conmemorativas: una lleva la tapa
original de Iris Pagano y la otra es una versión limitada confeccionada en
cartoné y lomo de tela que lleva ilustraciones de la artista chilena Luisa
Rivera y una tipografía especialmente diseñada por Gonzalo García, hijo de
García Márquez.
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