Literatura para niños: diálogos a puertas abiertas


Por María Luján Picabea 

“Uno de los campos de la cultura que mayor crecimiento y profesionalización experimentó en estas últimas décadas de la democracia argentina fue el de la literatura infantil y juvenil”. La sentencia, de Mateo Niro abre el prólogo de Entrelíneas (Amauta /Cabiria) en el que se compilan 20 conversaciones con autores de literatura infantil y juvenil de la Argentina y resulta un verdadero paseo por los libros que han velado por los sueños de muchas infancias.
La clave de las entrevistas, a cargo del también escritor y autor de muchos títulos de literatura para niños Mario Méndez, es que todas han sido abiertas. Cada una de ellas tuvo lugar en el marco del programa de promoción de la lectura Bibliotecas para armar, del Ministerio de Cultura porteño, del que participaron docentes, bibliotecarios y padres que, con la guía de Méndez, discutieron las obras de cada escritor previa a la vista del mismo, lo que favorece el dinamismo de las charlas.
En una de ellas Márgara Averbach, autora de Jirafa azul, rinoceronte verde y Las cosas, el gato y yo , entre otras, dispara uno de los secretos a voces del despegue comercial de los libros para chicos: “Vos convencés a un maestro y él te vende el libro. Al adulto lo tenés que convencer uno por uno. A menos que sea un desgraciado estudiante de Letras (risas)”. Así las cosas.
Todos dicen lo suyo y cada entrevista es distinta porque permite al lector colarse en los escritorios de Jorge Accame, Adela Basch, Paula Bombara, Liliana Cinetto, Pablo de Santis, Angeles Durini, Andrea Ferrari, Eduardo Abel Giménez, Didi Grau, Lucía Laragione, Ricardo Mariño, Silvia Schujer, Sergio Olguín, Graciela Repún, Antonia Santa Ana, Fernando Sorrentino, Verónica Sukaczer, Franco Vaccarini, Esteban Valentino, Carlos Schlaen y Averbach; mirar con ellos a través de las gafas de cristal de la imaginación y andar hacia atrás, para recuperar las primeras lecturas, las voces que les legaron los primeros cuentos.
“Empecé a escribir cuando tenía 8 años, enamorándome de un compañero de colegio. Los años siguientes me enamoraba de otros distintos cada vez y así seguía escribiendo poemas de amor”, cuenta Adela Basch, autora, dramaturga, poeta y editora, creadora del sello Abran cancha que –dice– “es un homenaje al primer libro que escribí. Y también es un mensaje”.
“No recuerdo la llegada de los libros porque estuvieron siempre. La música y la literatura siempre estuvieron en mi casa y los libros para mí fueron como un gran refugio, yo ahí podía volar, ahí adentro era todo magnífico”, evoca Paula Bombara, autora de El mar y la serpiente.
Pablo de Santis, que participó del guión de la súper producción que llevó El inventor de juegos al cine, cuenta que piensa a través de imágenes: “En general voy trabajando un poco como cuando uno hace garabatos en un papel mientras habla por teléfono. La cosa es dar vuelta alrededor de algo a ver qué puede salir, pensando en las posibilidades narrativas de una idea”.
Sergio Olguín repasa el argumento de su exitosa novela El equipo de los sueños , que transcurre en la villa, y bromea: “Fiorito lo conocí, en ese momento, más bien por fuera, del mismo modo que el personaje de la novela. Yo nunca me animé a hablarle a la chica rubia esa que entraba a la villa, o sea que ahí empieza la parte literaria. Eso es mentira. Por eso me dediqué a la literatura, porque nunca le hablé. Si le hubiera hablado nunca me hubiera dedicado a escribir”.
Pasajes como esos y muchos otros bien valen el libro que, además, es una reflexión colectiva sobre aquello a lo que llamamos literatura infantil.


Fuente: Clarín

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