Chanti: “En la escuela la historieta es como una puerta de entrada a la lectura”
En esta primera parte de la entrevista a Chanti, gran historietista, recorrimos sus inicios, sus primeras lecturas, algunas de sus obras, la llegada de sus libros a la escuela (donde hoy a la historieta se la considera una aliada para entrar a la lectura) y, entre otros temas, su actualidad del trabajo en la pandemia. Fue una gratísima, disfrutable charla.
Mario Méndez: Buenas tardes, ¿cómo están? La mayoría de las personas que están acá, participan todos los lunes del Laboratorio de análisis y producción de LIJ. Este mes le dedicamos nuestros trabajos un poco a la literatura maravillosa y mucho a tu obra, Chanti, así que es un gusto tenerte acá para entrevistarte y hacerte preguntas.
Chanti: Bueno, muchas gracias.
MM: Decíamos hace un rato, que esta es la ventajita de la virtualidad, que nos permite traer a un historietista consagrado, que venía normalmente a la Feria desde Mendoza. Estás allá, ¿no?
CH: Sí, sí.
MM: Normalmente empezamos con una biografía, a grandes rasgos. Chanti es un historietista con una enorme trayectoria. Escribe y publica desde los dieciséis años, todo un logro realmente. Su primera publicación fue Mate y Bombilla. A partir de eso no se ha detenido nunca. Y ha publicado algunos libros, el más famoso de ellos, creo, Mayor y menor, que se han publicado en Europa y en varios países de Latinoamérica. Y muchos otros como Las aventuras de Facu y Café con Leche, Pico Pichón, La saga de lo distintos, como La historietería, como las historias de la maestra De Lirantes, ha obtenido premios muy importantes. Entre otros reconocimientos fue reconocido por la Camara de Senadores y Diputados de su provincia por su contribución a la cultura y al arte. Esa es una síntesis de la biografía, muy rica, de nuestro entrevistado de hoy. Y vamos a empezar a hacer las preguntas de rigor. La primera que se me ocurre es ¿cómo es esto de verse publicado a los dieciséis años, siendo un adolescente?
CH: A los dieciséis participé de un concurso literario, que hacía una pequeña editorial, acá en Mendoza, muy humilde. Ellos tenían una fotocopiadora, y hacían duplicaciones. Y con eso armaban libritos. Y decidieron armar libritos de todos los géneros: cuentos policiales, cuentos de terror… y había cuentos infantiles. Ahí participé y gané el de cuentos infantiles ilustrados. Después, cuando los conocí, descubrieron que a mí me gustaba más la historieta, y me publicaron dos libritos de historietas. Eso fue a los diecisiete y a los dieciocho. Después entré a Diseño gráfico, y a los veintiún años empecé a publicar en el diario de San Juan. Antes había tenido algunas colaboraciones en diarios de acá, de mi provincia. Pero en San Juan empecé a trabajar de manera profesional. Continuamente, con una historieta, y me pagaban. Porque las colaboraciones que hacía al diario eran por el deseo de verme publicado, que es lo que desea todo historietista o ilustrador.
MM: Una vez escuché en una entrevista que te hicieron unos chicos, en la que les explicabas que te metiste a estudiar Diseño porque no había la posibilidad de estudiar para ser historietista. ¿También intervenís en el diseño de tus libros?
CH: Tal cual. En realidad, me ayudó mucho el Diseño. Yo no sabía qué seguir después de la secundaria, porque tampoco tenía profesionales de la historieta, acá, en Mendoza, a quien pudiera consultarles. Y no estaban las escuelas y talleres que hay en Buenos Aires, de reconocidos humoristas, como la de Garaycochea. Como que estaba muy perdido. Me anoté en Artes Plásticas y Diseño, y terminé decidiéndome por Diseño, porque tenía más amigos que en Artes Plásticas. Hice toda la carrera, y la verdad es que me ayudó mucho, porque mientras iba intentando publicar por todos lados, iba aprendiendo un montón de cosas que en definitiva son comunicación visual. El Diseño y la historieta, las ilustraciones, se trata de lo mismo, de comunicarse visualmente. Todo eso me ayudó en el tema de trabajar en medios gráficos. A mí me causaba gracia que, por ejemplo, trabajaba en algún diario, y los diseñadores del diario decían: “¡Uy, por fin un ilustrador que sabe lo que le estamos pidiendo!”. Porque siempre eran como muy bohemios, y les entregaban otras cosas que ellos no les habían pedido. En todos mis libros he diseñado la tapa. Éste libro “Quiero ser Yo”, que me publicó Comiks Debris, de la colección Toing!, es un libro que publiqué el año pasado. La tapa está diseñada por mí, la tipografía, igual que en Facu y Café con Leche… Lo vemos, por supuesto. Hay un diseñador en la editorial y lo vemos con la editora. Y en base a eso, decidimos. Pero generalmente, yo hago la propuesta y después vamos ajustando. Sobre eso, el diseñador me propone, a veces hay algún cambio de color. En esta, Misión mascota, también, la tapa y la tipografía son mías, en Criaturas, también, A pesar de que lo vimos también con la editora, a ver cuál imagen podía ser mejor (por ahí presento dos o tres propuestas), son todos diseños míos. Me ha ayudado a eso, a componer, diagramar, elegir tipografías, todo ese tema.
MM: Es una ventaja muy grande, incluso para los editores, me imagino, trabajar con un diseñador.
CH: Claro, claro.
MM: Hace un ratito me decías que está por salir el número tres de Pico Pichón…
CH: Exacto, el número tres. Está planeado para septiembre. Y ahora, en agosto, sale el número ocho de Facu y Café con Leche. Así que este año van a salir varios libros. Y para fin de año tenemos pensado, a ver si alcanzamos, a sacar Mayor y Menor dieciocho. Este año salió el diecisiete, y estamos pensando en el dieciocho para fin de año.
MM: Qué bueno. Sos uno de los pocos, de los que yo sepa, que en la pandemia no detuvo la producción, ni la publicación. Tres libros, y quizá más, en este año pandémico. ¿Te afectó o no?
CH: Sí me afectó. El año pasado, por ejemplo, se atrasaron los libros. Igual estoy súper agradecido porque he seguido trabajando, siguieron saliendo, pero, por ejemplo, Pico Pichón y Facu y Café con Leche estaban planeados para el año pasado. Pico Pichón iba a salir el año pasado. Y otro, que finalmente va a salir ahora, en agosto, es La saga de los distintos. El número dos. Se atrasaron un poco las cosas y me afectó en temas de presentaciones, viajes, charlas, en todo eso. Pero por suerte no me puedo quejar, porque tengo la fortuna de poder trabajar desde mi casa. Viendo la realidad, no pienso en quejarme, porque la verdad es que sería injusto, con todo lo que se está viviendo.
MM: Seguro. Pero además, supongo yo, que por el hecho de que tus libros no circulan solamente por la escuela, que no sean libros recomendados hace que continúe la publicación con un ritmo bastante normal ¿no?
CH: Claro, sí. Tal cual. Y encima, los chicos, que son tan fieles como lectores, los piden. Sale un libro y ya están esperando el otro y ya están pidiendo. Y yo voy comunicándole a la editorial para que lo saquemos, y empujando para que salga. La verdad es que siguen saliendo, más allá de lo que se ha parado también el tema de la escuela, que siempre es de gran ayuda, porque es uno de los grandes espacios difusores de muchos libros.
MM: Eso me da pie para una pregunta bastante reiterada con los historietistas. Hay una cosa a veces con la escuela, de que la historieta no es literatura, que se lee demasiado rápido… A veces, Marcelo Danza, editor de Comiks Debris y librero antes, en El libro de arena, contaba que muchos papás le decían: “No, no, algo para leer”. Como si la historieta no fuera para leer. Pero vos tenés mucha llegada a la escuela, ¿verdad?
CH: La verdad que sí. Y eso no lo he escuchado tanto ahora. Lo escuchaba en mi época, en la que era muy mal vista la historieta, me la combatieron mucho en la educación. Si vos llevabas una historieta a la escuela te la sacaban, como si ahora te sacaran un teléfono celular, digamos. Yo ahora no he escuchado esa versión, sino todo lo contrario. Que los docentes están muy agradecidos, porque la historieta es como la puerta de entrada a la lectura. Y me lo dicen también los padres. Muchos chicos aprenden a leer con historietas. Con Mayor y menor, Facu y Café con Leche, son sus primeras lecturas. Y además de empezar con esas historietas, muchas veces les han devuelto el gusto por la lectura. Chicos que no leían mucho, de repente se enganchan con la historieta, toman el ritmo de leer y después se largan a otras cosas. Ahora están muy contentos. Los hace leer mucho a los chicos la historieta.
MM: Qué bueno. Así que la escuela lo toma como un aliado…
CH: Totalmente, un aliado. Exacto.
MM: A los que escriben literatura se les suele preguntar cuál es la diferencia entre la literatura infantil y la literatura para adultos. A los que producen historieta para niños y para adultos, ¿también se les hace esta pregunta? ¿Vos ves alguna diferencia en tu forma de encarar el trabajo?
CH: Nunca me habían hecho esa pregunta. Creo que no se hacen mucho esa pregunta, porque me parece que los que hacen historietas para adultos están muy enfrascados en eso, y los que hacemos para chicos en esto otro. A pesar de que hay autores que hacen para chicos y para grandes. Algunas de mis historietas, yo digo que son para todo público. Yo sí veo una diferencia, en cuanto a los temas que se tocan, quizá también al vocabulario que uno usa… A mí me gusta pensar en el receptor cuando hago la historieta. Y eso no me limita, sino que me abre más posibilidades. Me pasó con Facu y Café con Leche y Pico Pichón, que salían en la revista La Valijita, que era para chicos de preescolar, muy chiquitos. Entonces empecé a ahondar en ese mundo, en qué cosas podían interesarles. Empecé a pensar qué cosas son comunes para ellos, para su mundo. Salen muchos temas: el tema del diente, del Ratón Pérez, el tobogán, el miedo al tobogán cuando es muy grande, la calesita, el globo… cuando te comprabas un globo que se te soltaba y se iba para el cielo… ¿adónde va ese globo? Empecé a pensar en un montón de temas, en los que no me había puesto a pensar cuando hacía una historieta para chicos un poco más grandes. Mayor y menor es más para todo público, pero trato de cuidar que tengo un mayor público infantil. No digo ciertas cosas. No quiero decir mucho porque me pareció ver que había un chico en el público. Hace unos días, una bibliotecaria me dijo que le había arruinado algo a su hija. Justo fui a una charla de bibliotecarios y docentes, conté algo y le eché a perder una ilusión, vamos a decir. Así que mejor no digo nada. Pero me cuido en algunas cosas porque sé que me están leyendo chicos.
MM: Igual, te atrevés con cosas difíciles, sobre todo en Mayor y menor. Cosas duras, que conocemos muy bien los que tuvimos hermanos o tenemos más de un hijo. Yo tengo dos hijas de veintipico de años, y el otro día les leí una parte de Mayor y menor, un poco para burlarlas, porque todavía siguen peleándose. Hay una sobre la que no sé si habrás tenido alguna respuesta. Cuando el abuelo paterno le dice a Nacho que él prefiere al Tobi, es durísimo. Ningún otro personaje lo dice, pero el abuelo sí: “Yo lo quiero más al Tobi, pero vos estás segundo”. Qué decisión esa…
CH: En esa historieta no recuerdo… Por ahí pasa alguna cosa, porque ha tratado temas en los que hago guiños para los adultos. He tratado el tema de la muerte que es bravo, pero lo traté desde el punto de vista de una experiencia que tuve con mi sobrino, desde el punto de vista de un niño. El niño no piensa mucho en la muerte y cree que somos un poco eternos. La muerte está más cercana para un abuelo, pero nunca se plantea que sus padres se van a morir. Me pasó eso con mi ahijado, que fue el primer sobrino que tuvimos. Él vive en Buenos Aires. Una vez yo le había llevado un regalo, y dije: “Se muere el Juan cuando vea lo que le traje”. Y se puso a llorar, porque creyó que se iba a morir cuando le mostrara. Y después, hablando con él le decía que no era que iba a morirse ahora, sino mucho más grande. “¿Me voy a morir?” Se empezó a asustar. Y le dije que yo iba a morirme antes. Le decía cosas para consolarlo, pero la iba embarrando cada vez más.
MM: Era de terror…
CG: Claro. Él dijo: “Te vas a morir”. El problema de los chicos, cuando son muy chicos, es que no manejan mucho el tiempo. Él no sabía cuánto tiempo iba a pasar hasta que yo me muriera. No sabía cómo arreglarla, después. Y eso lo grafiqué en una historieta de Mayor y Menor. Por ahí se plantean temas un poco ríspidos, pero siempre desde el punto de vista de los chicos, de cómo lo sienten los chicos.
MM: Hay otra con la que me reí mucho, y que me pareció también bastante dura es con la de la amiga de la mamá, que es soltera y no tiene pibes, y está el nene, creo que Tobi, cantándole “un elefante se balanceaba”, cuando llegaba a los veinticinco elefantes ella no puede soportarlo más, y no sabe cómo sostener la sonrisa… Esa lectura es para los grandes.
CH: Claro. Y en esa historieta hablo de la edad, que los chicos tampoco la manejan mucho. En una, en la que está la amiga de la madre, le dice: “¿Tenés veinticinco? Sos tan vieja?” Y ella tenía como cuarenta. Me pasó también con mi sobrino. Me dio mucha risa. Hace varios años, yo tenía treinta y uno, y ellos se fueron a vivir a Brasil varios años, como cinco. Él tendría siete cuando se van y volvió con once, doce años. Y dice: “Pero en la televisión siguen pasando los mismos programas. Está Tinelli, está Susana Giménez, ¿cuántos años tiene esa vieja? ¿Treinta?” (Risas). Y yo tenía treinta y uno. Y le dije que no, que era mucho más grande que yo. Pero me causó mucha gracia, que para él treinta era muchísimo. Para él era como gente muy grande. Eso nos pasaba también cuando éramos chicos, que uno iba a primer grado y el de séptimo era viejo ya. Y en la secundaria se notaba más, diecisiete o dieciocho años. Y después van pasando los años y uno ve que no era tan terrible.
MM: Es cierto. “La vieja de quinto grado”, por ahí tenía veinticuatro años.
CH: Yo me sorprendo ahora, cuando pienso en la edad que tendrían los profesores. Eran mucho más jóvenes que yo ahora. Uno los veía como viejos, y habrán tenido treinta, cuarenta, como mucho.
MM: Impresionante. Y eso que contaste antes de las otras, de Pico Pichón y Facu y Café con Leche, de la investigación de las temáticas de los primeros grados, ¿con quién la hiciste? ¿Con maestras jardineras?
CH: NO, no. Mirá, por un lado, es como que tengo una afinidad natural con los chicos. Y al tener muchos sobrinos, cuando salgo con ellos o incluso cuando voy a dar charlas en escuelas. Es como que solo se me prende un radar y escucho. Y me queda en la cabeza grabado qué es lo que les gusta, por dónde va. O cuando hay un ida y vuelta con los chicos, yo les pregunto sobre algún libro y ellos me cuentan. O qué les llama la atención. Me queda grabado. Y también un poco de recuerdos. Tengo muy presentes mi infancia, mi adolescencia, como que me acuerdo mucho de lo que sentía y lo que leía. Yo era un lector voraz de historieta cuando era chico, pero también era muy crítico. Me molestaba mucho cuando había un guión que subestimaba al receptor. Por ejemplo, no me gustaban los dibujos animados del tipo Tom & Jerry, donde siempre era lo mismo, donde siempre perdía Tom, y me encantaba un dibujo como La Pantera Rosa, donde no sabías qué iba a pasar con el personaje en cada capítulo. Por eso, cuando ya fui profesional, traté de no caer en eso. Nunca me gustaron los superhéroes por eso. No leía superhéroes cuando era chico. No me gustaba el que siempre ganaba. Era como que ya sabías el final antes de empezar a leerlo. Yo sé que ahora el mundo de los superhéroes es más elaborado, más complejo. Pero me quedó eso, que nunca me convenció del todo. Siempre traté de hacer historias en las que no hubiera buenos y malos, que sea más diversa, menos blanco y negro. Donde no hubiera uno más bueno que todos. Por ejemplo, en Mayor y menor me encanta saber que cada niño puede tener su personaje favorito. No hay uno mejor que otro, tienen sus defectos, sus virtudes… Los chicos pueden sentir más empatía con uno o con otro.
MM: ¿Qué leías? El Tony o esas cosas, no, porque estaban llenas de superhéroes, o más o menos…
CH: Pero esa la leí más de adolescente. La Skorpio, compraba mi papá, y me encantaba. Alvar Mayor, todo lo de Breccia, El eternauta me fascinó, me encantó, porque era algo ambientado en la Argentina y encima una buena historia, muy atrapante. Y a mí siempre me gustó el tema de la ficción. A pesar de que mi historieta más famosa sea Mayor y menor, que es muy cotidiana y realista, a mí me gusta, siempre me gustó mucho, la fantasía. Y cuando era chico, de humor, por ejemplo, mi papá compraba la Hortensia, que no podia faltar con una mamá cordobesa. Y le encantaba el Inodoro Pereyra, compraba los libritos y entonces lo conocí a Fontanarrosa. Pero tambien nos compraban todo tipo de revistas de historietas para chicos. Desde las Patoruzú, las nacionales, Capicúa, Piantadino, Afanancio, las que leíamos en la Billiken o en la Anteojito. Me encantaba Pelopincho y Cachirula, que era algo que nunca sabías cómo podía terminar, era algo sorprendente. Mac Perro, a pesar de que no fue de mi época, fue un poco antes, yo lo conocí porque me regalaron unas revistas viejas, de Billiken. El suplemento de Mac Perro, para mí es el mejor suplemento infantil de historietas que ha habido. Me encantaba cómo estaba dibujado, los personajes, todo muy, muy lindo. Las de Disney también leíamos, pero la que más me gustó, me encantó, fue la revista Spirou, que era de historietas, franco-belga. Es un personaje muy conocido en Francia, Bélgica, y en toda Europa. Es la contracara de Tintín. Hay dos escuelas de dibujo. Por un lado, la de Tintín y por otro la de Spirou, que es más del estilo Asterix, los personajes son más expresivos. Esa revista trae un montón de autores, y eran historietas muy buenas, como Asterix. Donde había guiones muy bien hechos, muy interesantes y había mucho humor. Los personajes estaban bien desarrollados, y me fascinó, me volví loco por esa revista. Te estoy hablando de cuando tenía siete, ocho años. Empecé a leerla y era chiquito. Por eso te digo que me daba cuenta cuándo era una historia que tenía algo detrás, que estaba bien dibujada. Me encantó, y las empecé a coleccionar, hasta que no llegaron más. Era una revista española, que traducía la de Francia y Bélgica. La versión de la revista Spirou traducida al español. Llegó hasta cierto número y dejó de venir. Y yo me quedé con unas ganas de que llegara el próximo, porque había historietas con “continuará”… Y me quedó la historia en la mitad. Me quería matar. Y pasaron treinta y pico de años, fui a España y ahora las recopilan en libros. Pude comprar la historieta que me había quedado a la mitad y continuarla. Fue muy raro poder volver a leer esa historieta, poder terminarla. Quizá influido por esa clase de historietas es que el tipo de historietas que hago, son historietas más largas, no son chistes de tres viñetas, como tiras. O personajes que se terminan en una página. A pesar de que Mayor y menor se publica en una revista página por página, todo es una historia que se va desarrollando, los personajes van creciendo, hay temas que duran varios números de la revista… es todo una historia. Siempre me gustó hacer una historia larga, con los personajes, que se van desarrollando. Lo que me ha hecho escribir historias cortas es el formato revista. Por ejemplo en Facu y Café con leche o Pico Pichón, que son episodios de cuatro páginas, que era lo que se podía publicar en La Valijita. Cuando tuve la oportunidad de hacer un libro desde cero, como fue La saga de los distintos, hice una historia larga. Lo que ahora llaman “novela gráfica”. Que en realidad es una historieta larga, que empieza y termina.
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