LOS CUENTOS DE HADAS SON OBRAS DE ARTE

Para repasar algunos de los cuentos de hadas más famosos de todos los tiempos, y reflexionar sobre ellos, Olga B. Kennedy, compañera del Laboratorio de Análisis y Producción de LIJ, realizó una exhaustiva lectura de dos viejos libros: Cuentos de Hadas infantiles y Cuentos de Hadas de Grimm, editados por editorial Molino en 1940 y 1941. El trabajo da cuenta de varias versiones, planta una postura clara y, sobre todo, nos produce muchas ganas de volver a leer estos cuentos inmortales.




Por Olga B. Kennedy*


Hace un tiempo, llegaron a mis manos dos antiguos libros: Cuentos de Hadas infantiles y Cuentos de Hadas de Grimm, editados por editorial Molino, con sede en Barcelona y Buenos Aires. Las ediciones son de 1940 y 1941, con ilustraciones de dibujantes destacados de la época, como Freixas y Bocquet. El primero es considerado uno de los pioneros de la historieta en España, el segundo ostenta el honor de haber ilustrado el primer Drácula de Stoker editado en lengua española. Un dato curioso de ambos es que no poseen índice de las obras que contienen ni prólogo alguno. Son ediciones de tapa dura, forradas en papel marmolado y lomo y esquineros de cuerina. Han sabido soportar el paso del tiempo y aunque sus hojas luzcan amarillentas la impresión permanece firme y clara. Los miro y me pregunto ¿qué poderosa fascinación ejercen los cuentos maravillosos, de hadas o duendes sobre todos los niños, que, aunque datan de cientos de años atrás, siempre terminan sumergidos en la aventura, aunque no sepan de cortes, de doncellas, reyes o hadas? Alguna vez leí sobre el efecto tranquilizante que ejercen las frases: “Érase una vez”, “Hace muchos años” “Cierta vez…”, etc. En ellas no se especifica época o lugar y eso las vuelve lejanas e imprecisas. No nos hablan de hechos tangibles ni de lugares reales, entonces podemos soportar el relato que nos cuenta de malvadas brujas que hechizan a ingenuas princesas y feroces animales que se alimentan de una dulce viejecita o siniestras madrastras confinando a la hija del rey a una lejana torre o mandan a matar a la princesa Blancanieves. Los clásicos pasan a ser parte de nuestras vidas, aún si nunca nos han leído la historia. ¿Quién no sabe los nombres de los niños que, abandonados en el bosque, sembraron miguitas para señalar y poder volver al camino?, o el de la niña de caperuza roja que desobedece la orden de su madre y toma por otro sendero para llevar comida a su abuelita y termina devorada por un lobo feroz? Sigo pasando paginas y trato de adaptar vista y oídos a una versión en un español antiguo, con giros y expresiones casi en desuso en nuestros tiempos, pero acepto tomar en cuenta que solo será un camino un poco más enrevesado para internarme en el maravilloso mundo de las hadas como tantas veces y disfrutar las versiones más conocidas. En la lista de cuentos franceses encuentro algunos de Charles Perrault como: “Las Hadas”, “El gato con botas”, “Riquete el del copete” y “La princesita avispada”. Para mi sorpresa esta edición no incluye a “Caperucita Roja”. Todos llevan al final una moraleja, como “enseñanza moral” y “para destacar valores”. De estas notas puedo decir muchas cosas en cuanto a diferencias de género, una moral femenina y otra masculina, pero trato de contextualizarlas y ubicarlas ochenta años atrás, quizás en ese momento algún editor también habrá aggiornado y modificado antiguas ediciones. Los tiempos cambian, pero las historias con las que crecimos siguen intactas, evolucionando con nosotros, pero con su raíz de historia maravillosa y mágica que todo niño necesita para enriquecer su mundo imaginario, y todo adulto que no olvida al niño que fue, seguirá disfrutando siempre que tenga en sus manos alguno de los clásicos cuentos.

Charles Perrault hizo para Francia las primeras recopilaciones de las narraciones populares tan en boga entre burgueses y aristócratas de la corte de Luis XIV y los transformó, ya que las versiones orales eran mucho más brutales. Nacieron con la pretensión de entretener e inculcar ciertos valores y mostraban las acciones del bien y el mal, transmitidos de boca a oreja durante muchos años. Su primera colección fue Cuentos de antaño, luego subtitulada “Los cuentos de mamá ganso” (representó a la niñera que les relataba versiones atemperadas de esas historias a los niños).

En el siglo XVIII, los cuentos de hadas fueron olvidados por los intelectuales del “siglo de las luces” y hubo que esperar a la mitad del siglo XIX para que resurgieran en ballet, óperas y más tarde, sobre su final, en cortos y largometrajes.

Siguiendo con el libro de cuentos franceses, descubro a tres autoras. La primera: Madame d’Aulnoy, Condesa (1651-1705), su obra más conocida es “El pájaro azul”. Figuran, además: “Las desdichas de Graciocilla”, “La bella de los cabellos de oro” y “El príncipe duende”. Se dice que su salón literario en Paris era visitado por aristócratas y príncipes. A diferencia de los hermanos Grimm sus cuentos eran relatados de manera coloquial, tal como se hubieran contado en el salón. En la mayoría de sus cuentos figuran protagonistas femeninas activas.

Las siguientes narraciones pertenecen a la Condesa de Murat, escritora e intelectual francesa (1670-1716) que participó de la moda de los cuentos de hadas con un lenguaje menos sencillo que Perrault. Sus textos tienen largos pasajes descriptivos. Fue activa miembro de la corte de Luis XIV. El cuento que figura en el libro es “El anillo prodigioso”. Por último, los textos de Jeane Marie de Beaumont, periodista y escritora francesa (1711-1776), reconocida por ser la autora de la versión más difundida de “La bella y la bestia”, eliminando de ella toda connotación escabrosa, con la intención de dirigirla a sus alumnos. De ella, encuentro en mi viejo libro títulos como: “El príncipe de las malas pasiones” y “La bella y el monstruo”. Paso ahora a leer el segundo libro, que es el de Cuentos de Hadas de Grimm. En él descubro una versión de “Caperucita Roja” en la que el lobo engaña a la niña, se come a su abuela, luego a Caperucita y el cazador lo ultima a él. Sin el giro de rescatar del vientre del lobo a la viejecita y su nieta y llenarlo luego de piedras (versión que me fue contada en mi niñez y que, al fin y al cabo, resultaba mucho más cruenta e irreal). Al ser historias surgidas y contadas de manera oral durante cientos de años existen innumerables versiones de cada una de ellas, e incluso las traducciones también hicieron lo suyo y las “enriquecieron”. El ejemplar contiene clásicos como: “El sastrecillo valiente”, “Blancanieves”, “El gigante de los tres cabellos de oro”, “El lobo y las siete cabritas”, “Los tres sastres”, “El pequeño granjero”, “Juanita la lista” y una versión de “La Cenicienta” muy particular, en la que no existe el hada buena, ni las calabazas se convierten en carrozas y los ratones en cocheros. Si bien Cenicienta es huérfana de madre y luego del segundo matrimonio de su padre llegan a su casa una madrastra y dos hermanastras que la tienen a su servicio y la obligan a hacer todo tipo de trabajo, lo mágico o maravilloso se da a través del recuerdo de su mamá muerta y las visitas a su tumba a llevarle flores y una rama de árbol de avellanas que le entrega como regalo su padre, a la cual ella planta en la sepultura y “mágicamente” se convierte en un bello árbol. La niña asiste cada día a ese lugar y expresa en voz alta sus deseos y el avellano deja caer desde lo alto aquello que pide. Al llegar la fiesta de tres días del Rey de la comarca con el fin de elegir esposa para su hijo, el príncipe, Cenicienta tiene que ocuparse de embellecer a sus hermanastras y es burlada una y otra vez por no poder asistir a la fiesta. Llegado el momento ante su pedido sus deseos serán concedidos por un pájaro blanco que aparece en las ramas de su mágico árbol, quien la provee de ropa y los medios para asistir a la fiesta por los tres días. Llegadas las doce, Cenicienta siempre escapa del lugar y pese a que el príncipe la sigue nunca logra dar con ella, hasta que en la última noche pierde su zapatito “de oro” y allí el relato vuelve al camino más o menos conocido de las jóvenes del reino probándose el zapatito, con el agregado de que la madrastra pide a sus propias hijas que se corten los dedos para poder entrar en el calzado (pedido sangriento al que responden ambas), pero el príncipe descubre que ha sido engañado y entonces le prueba el zapatito a la única jovencita que queda en la casa y a la que le calza perfecto. Ella es Cenicienta.

En una entrevista al psicoanalista austríaco Bruno Bettelheim, autor del libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas, este cuenta que es imposible leer todos ellos. Los alemanes llevan a cabo desde 1920 una recopilación y van por el volumen 741. Una sola investigadora ha reunido 324 versiones de Cenicienta.

Los hermanos Grimm: Jacob (1785-1863) y Wilhelm (1786-1859) fueron dos filólogos y escritores alemanes y de los más conocidos coleccionistas de cuentos. Popularizaron relatos orales tradicionales de la antigua Alemania. Cuentos de la infancia y del hogar fue publicado en dos tomos en 1812 y 1815. La colección fue ampliada en 1857 y se conoce popularmente como Cuentos de hadas de los hermanos Grimm. En sus inicios nunca se consideraron como escritores para niños sino folkloristas patrióticos que intentaban recuperar la cultura local ante la invasión napoleónica que avanzaba en la supresión de las tradiciones alemanas. Los ejemplares manuscritos de Cuentos de hadas para la infancia y el hogar, propiedad de la biblioteca de la Universidad de Kassel (República Federal Alemana) fueron incluidos en el Programa Memoria del Mundo de la Unesco en 2005.

Después de leer mis dos libros concluyo en que pese al paso del tiempo los cuentos de hadas siguen vigentes, que si queremos modificar lo que les criticamos no tenemos más que crear nuestras propias historias, pero no podemos negar la importancia de los temas que tratan y que no son otros que los que siempre estuvieron en la vida misma: la maldad, la bondad, los miedos, las derrotas, los éxitos, etc., y que ellos, con un velo de fantasía nos ayudan a buscar en nuestro propio yo. Perder de vista esto y pretender censurar es (en mi humilde opinión) subestimar a los niños.

Para terminar: una cita de Bruno Bettelheim, quien estudió profundamente el tema: “Los cuentos de hadas son obras de arte, si no, no agradarían a los niños. Simplemente entreteniéndolos y seduciéndolos, estos revelan verdades esenciales sobre la especie humana y sobre sí mismos”.


* Olga Kennedy participa desde hace años del taller literario coordinado por la Prof. Ana Tripi en la Biblioteca Popular Bartolomé Mitre de caseros, Prov. de Buenos Aires donde integró la C. D. de la biblioteca.

Participó con sus escritos de tres antologías publicadas por el taller y una de sus obras fue seleccionada por ACATREF para formar parte de un libro homenaje a Ernesto Sábato en 2014. También formó parte de otras tres antologías auspiciadas por la Municipalidad de Tres de Febrero.








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