El secreto de sus óleos. Sobre “Aquel cuadro”, de Elsa Bornemann

El pasado 24 de mayo se cumplieron diez años de la muerte de Elsa Bornemann, una de las autoras más importantes de la LIJ argentina. En Libro de arena la recordamos con esta nota de Julio Mendoza, sobre su relato "Aquel cuadro", publicado en ¡Socorro!, un clásico de la literatura de terror dirigida al público infantil.



Por Julio Mendoza

Hace tiempo, durante los cortes de luz de los tempranos noventas, lo que comenzó como una suerte de revancha sádica de mi hermana hacia nosotros, sus hermanitos menores, se fue convirtiendo en ritual: leer a la luz de las velas los cuentos de ¡Socorro!, de Elsa Bornemann.

La imagen amigable de Frankenstein en la tapa era engañosa. En un principio no me parecía una lectura apropiada para los más chicos. Me indignaba pensar que esas historias hubieran sido pensadas para niños y más aún en lo perverso que era que mi hermana nos las leyera. Recién hoy veo la advertencia en su primera página: “Se recomienda para lectores a partir de los 11 años”.

Los cortes de luz se hicieron más frecuentes al igual que el ritual de lectura. Esa mirada sobre el libro fue cambiando y con los años me di cuenta de que la lectura de ¡Socorro! fue determinante para disfrutar del horror en general: en el cine, la pintura o la música.

Las historias podían transcurrir en el lugar más lejano del planeta, o a la vuelta de la esquina. Pero lo maligno estaba siempre vinculado a lo que nos es próximo o cercano: las personas o los objetos del entorno de los protagonistas.

Uno de los cuentos que en un principio capturó mi atención fue “Aquel cuadro”, quizás por mi interés precoz por las Artes, o simplemente por el miedo a que los objetos inanimados cobren vida repentinamente.

“Aquel cuadro” es la historia de Hilario, un joven que después de la muerte de su madre, descubre en un placard un cuadro pintado por ella cuando era niña. El óleo, que retrataba a la casa de la familia vecina, guardaba un secreto que su madre se había llevado a la tumba. De alguna manera la pintura cobra vida y comienza a enviarle señales a Hilario para que descubra su secreto.

El secreto que guarda la pintura es la identidad del autor del crimen de la familia vecina de su madre. Bornemann elige una pieza de arte infantil como un testigo “vivo” de los crímenes del pasado, y que  nos  los revela,  pero es ignorado por el mundo adulto. El miedo de la madre y del propio Hilario, nos hace pensar en los casos de abusos en los que los victimarios a pesar del paso de los años siguen siendo una amenaza para quien revele los crímenes  que se mantienen en secreto.

También es inevitable relacionarlo con la última dictadura militar, cercana todavía a la publicación del libro. Hay cierta atmósfera de pesimismo y una insistencia particular en el destino de sus protagonistas, que se presenta casi como un leitmotiv de época: la desaparición de personas.

“Aquel cuadro” es uno de los cuentos que se destaca de una antología fabulosa que sirvió como introducción al género del terror a una nueva generación de niños y niñas que a fines de los 80 estaba creciendo ya alejándose del “terror real” que significó la última dictadura militar.


¡Socorro!
Elsa Bornemann
Editorial REI, 1988.


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