Sesenta años de la muerte de Javier Heraud

Hoy se cumplen sesenta años de la muerte del poeta peruano Javier Heraud. Después de estudiar Letras en la Pontificia Universidad Católica del Perú, y de trabajar como profesor de inglés, castellano y literatura, Heraud ingresó a la Universidad de San Marcos para estudiar Derecho. Fue involucrándose cada vez más en las luchas sociales de su país. En 1961 viajó a Moscú, Conoció también China y Cuba. En 1963 se unió a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional. Murió en un enfrentamiento armado, a los 21 años. Además de la militancia política, Heraud escribió y publicó poesía. Recibió premios literarios en 1960 y 1961. Libro de arena lo recuerda con algunos poemas de El río, su primer libro, publicado en 1960.




Mi casa


1


Mi cuarto es una


manzana,


con sus


libros,


con su


cáscara,


con su cama


tierna para


la noche dura.


Mi cuarto es el


de todos


es decir,


con su


lamparín que


me permite reír


al lado de Vallejo,


que me permite ver


la luz eterna de


Neruda.


Mi cuarto, en


fin,


es una


manzana,


con sus libros,


sus papeles,


conmigo,


con su


corazón.


2


Por mi ventana nace


el sol casi todas


las mañanas.


Y en mi cara,


en mis manos,


en el dulce


clamor de la luz pura,


abro mis ojos entre la


noche muerta,


entre la tierna


esperanza de


quedar vivo un


día más,


un nuevo día,


para


abrir los


ojos ante la


luz eterna.



Unas cosas


Mariposas, árboles


calles angostas y


venideras, ¡cómo decirles


que a la hora del crespúsculo


sus ramas vivideras volverán


a crujir en la tormenta!


Si en la noche


remontaran


el más ancho río,


¡cómo negarles su candor


sangriento,


su pecho claro


esclarecido!


Mariposas, árboles en la


tormenta, en el río claro


merced vuestras alas al


ruidoso viento


que entre los dos saldrá


la madrugada.




El deseo


Quisiera descansar


todo un año,


y volver mis ojos


al mar,


y contemplar el río


crecer y crecer


como un cauce,


como una enorme

herida abierta


en mi pecho.


Levantarme,


sentarme,


recostarme en


las vertientes


o


en las orillas


de los mares,


recostarme en


las crecientes,


acomodarme


suavemente en


las aguas


o


en


los


manantiales.




Recuento del año


Una vez terminado


el año,


procedo a recoger


mis cosas nuevas,


procedo a reclamar


papeles viejos,


hago al compás


de charlas amistosas


el recuento del año,


el recuento de mis


365 días pasados:


todo se fue


rápidamente,


no hubo tiempo


para la cosecha,


ni para


sembrar el trigo


en los maizales.


Los días volaron


raudamente,


estuve sentado,


leyendo,


o alguna vez


escribiendo


hasta la noche.


No tuve miedo


de la muerte,


no pude sembrar


el amor como


quería,


recogí algunas


frutas caídas


y supuse que


al final moriría


alguna tarde


entre pájaros


y árboles.


No estoy muerto.


Sin embargo,


entre tarde y tarde


cuando vibran


los soplos


del silencio,


abro mi corazón


al conjuro


del viento


y la palabra,


y construyo


casas,


tierras,


mares,


nuevos albores,


nuevas tristezas,


y callo al final


      (como siempre


      recordando y


      recordando).



Epílogo


Solo soy


un hombre triste


que agota sus palabras.



El río

Javier Heraud

Editorial Peisa, 2011.




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