La poesía de Raúl Gustavo Aguirre
Cerramos este mes dedicado a la poesía de la Ciudad de Buenos Aires, con poemas de Raúl Gustavo Aguirre. Nacido en Buenos Aires en 1927, tradujo a Rimbaud y Apollinaire. Fue director de la revista Poesía Buenos Aires, que editó treinta números a lo largo de diez años, y en la que se publicó a la llamada "Generación del cincuenta". Autor de una importante obra poética, en Libro de arena lo recordamos con algunos de los poemas de Señales de vida. En enero pasado se cumplieron cuarenta años de su muerte.
Por último
Haber dejado una moneda de fuego en la mano de otro,
haber atado cientos de hilos de amor y resplandor,
haber perdido algo
al salir de la casa vacía.
Haber estado, haber acompañado,
haber estado complicado con el viento que siempre tiene razón,
con la tierra y el agua y con la hierba que siempre tienen razón.
No haber cumplido años lejos de sí mismo,
no importa si de rodillas o en medio del pantano pero cerca de sí,
o entre asuntos pendientes o torcidos desde el comienzo,
pero masticados con tus dientes.
No importa ser un objeto más o menos clasificable despreciable por los que deciden,
no importa ser superado, masacrado, tergiversado, desmentido,
con todo eso se hace la verdad.
No importa ser interrumpido
si estás al pie del árbol gigante en el día sin fin,
al pie del árbol de piedras preciosas del sueño que sólo pertenece a los hombres,
y si has podido hablar con esas piedras
y acompañar hasta su casa a alguien
en un momento duro de la noche (y vivía tan lejos).
No importa que no haya solución para nadie ni perdón para nadie,
si al fin estás solo en las salinas de la madrugada
haciendo todo lo posible para que salga el sol,
para que esos rostros querido
s no se hundan en los rápidos de la nada
que acecha a tanta maravilla.
El golpe
Antes de que ocurriera
todo era más simple.
Antes de que ocurriera
vivir era más fácil
el sol era más limpio.
Antes de que ocurriera
el caracol subía la pared.
Cuánto dolor en la pared.
Cuánto dolor en todas partes.
Antes de que ocurriera
yo no sabía nada.
Juego de naipes
Todos teníamos adentro
el sol
la sombra
un sol distinto para cada uno
una sombra idéntica
todos teníamos razón
cartas que dar qur recibir
la mesa no wra grande
la casa era de todos.
Ella vino
Ella vino y tras ella
vino todo el dolor
luciérnagas y ruinas
sálvame dijo existe
mi secreto es grave
en mi cuerpo hay amor
viñas de madrugada
corales del olvido
en sus ojos temibles
su cuello azul como el fondo del mar.
Los poemas perteneces a Señales de vida (1963), y fueron seleccionados y publicados por Daniel Freidemberg para La poesía del cincuenta. E. Bayley, R.G. Aguirre, C. Fernández Moreno y otros, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1981.
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