Manuel Rud y Lulú Kirschembaum: “Uno de los principios de Limonero es escaparle a las clasificaciones”

En esta primera parte del encuentro con los editores de la muy premiada y reconocida editorial Limonero, joven, pequeña, pero poderosa, hablamos de los orígenes del proyecto, del trabajo de los dos socios y amigos editores, de las características del libro ilustrado, de las posibilidades de salir de la Argentina y llegar al mundo, de las complicaciones que esto trae y de muchas otras cosas, todas, por cierto, muy interesantes.

Mario Méndez: Buenas tardes. Acá estamos, en una de las últimas entrevistas del ciclo del Paseo por las editoriales, porque me pasa como con los autores, ya casi no me quedan editores para entrevistar. Una alegría tener acá a Lulú y a Manuel, de Limonero, una editorial que tiene fans cruzando el océano, como dijo Elena Rodríguez, de Detalleres, de Bilbao, que es arquitecta, y que se vino acá a escuchar la entrevista. Y hoy pensaba… no sé si recuerdan una de las viñetas de Mafalda en la que Susanita se pregunta cómo será irrumpir en la vida de un hombre. Y me parece que Limonero hizo eso, irrumpió. Apareció y se instaló fuertemente en el mundo de la LIJ en sólo ocho o nueve años. Han hecho un camino impresionante, con premios internacionales enormes, como el de Bolonia a la mejor editorial de América Latina y el Caribe, con muchos premios Destacados, con premios de la fundación Cuatrogatos… ¿Cómo pensaron esta irrupción tan fuerte, chicos?

Manuel Rud: Bueno… primero, gracias por la invitación, Mario. Es un placer estar acá. Y gracias a las y los asistentes. ¿Cómo pensamos esto? Fue una irrupción quizá para el mercado y el rubro, pero para nosotros en nuestra cabeza y en nuestro deseo ya estaba hacía rato la idea de darle forma a una editorial. Nosotros empezamos en 2014, pero trabajamos en el rubro editorial hace mucho más tiempo, haciendo servicio editorial, desarrollo de contenidos también para infancias, pero eran libros de texto. Entonces, durante veinte años vimos pasar ante nuestros ojos mucha literatura para chicos. Y eso nos fue generando el gusto por otra literatura. Vimos pasar mucha literatura escolar, dirigida a transmitir contenidos. Los dos somos licenciados en Letras, entonces venimos con una formación lectora y académica relativa al libro. Pero en tantos años de trabajo con libros de texto fue germinando un gusto por la literatura ilustrada de calidad y que le escapa un poquito a la prescripción, al libro como un instrumento para traer un mensaje o una idea o un conocimiento. Durante años le fuimos dando forma a este deseo, y en 2014, como decís vos, irrumpimos. Y lo hicimos, después de intentos de entrarle por algún lado a esto, lo hicimos en 2015, tratando de pisar fuerte, con cuatro libros, mayormente traducciones, tratando de hacer una especie de inauguración, de hacer un gesto de visibilidad. Y creo que funcionó. Y ahora seguimos. Ya hace casi diez años de eso.

Lulú Kirschembaum: Tenemos que hacer la fiesta de los diez años. No lo pensamos. Irrumpimos. Todo lo que cuenta Manu es así, pero yo creo que hubo una cosa como de impulso, que sigue teniendo nuestro sello y nuestro catálogo, que no está tan pensado. Ni para dónde va, ni el ritmo de publicación… Como que ahora lo vamos ordenando un poco más, pero sí hubo una cosa basada en el deseo de publicar libros que nos interesaran, que nos gustaran, y que queríamos que existieran. Después el proyecto fue cobrando sentido a medida que avanzábamos e íbamos publicando.

MM: No me acuerdo, me puedo estar equivocando, pero en la Feria del Libro, cuando hicieron esta irrupción que decíamos, fuimos vecinos, con Amauta y otras editoriales chiquitas en el stand colectivo de la CAL ¿no? Ustedes empezaron ahí… Y tenían dos títulos o algo así

LK: Fue ahí. Eran cuatro. Lanzamos con cuatro.

MM: Eran comprados en el exterior. ¿O no?

LK: No. Eran traducciones y un libro propio. Primero, ese amor por el libro ilustrado nos llevó a Bolonia en 2014. Una cosa un poco ambiciosa para ver qué existía en el mundo del libro ilustrado. Ahí nos volvimos un poco locos, porque vimos editoriales de todo el mundo, un montón de material, un montón de cosas, fue muy estimulante. En esa Feria pudimos elegir tres libros: uno francés, uno portugués y uno ucraniano, para largar con eso y con un poema muy lindo de Laura Wittner, que fue nuestro libro propio, con ilustraciones de Carlos Junowicz, que se llama Eso no se hace. Esos fueron nuestros primeros cuatro títulos.

MR: Y hay algo de los primeros pasos en eso de elegir ser editores de traducción, porque hay algo más simple, de elegir libros que ya existen. Cuando uno decide publicar un libro que tiene que crear, en el que hay un autor y un ilustrador, pero tiene que producir esa alquimia de algo que no existe todavía, es muy estimulante y gozoso, pero es más riesgoso. Nosotros empezamos por un camino un poquito más sencillo: elegir libros que ya existían, publicados por otras editoriales en otras lenguas, en otro territorio. Fue un camino un poco gradual, ahora ya somos editores maduros, ya llegamos a la “adultez” del editor, y elegimos nuestro catálogo teniendo en cuenta otras cosas, y tomamos más riesgos. Pero esos primeros pasos los dimos sobre seguro.

LK: Está el tema de cómo dialoga el autor de las ilustraciones con el autor del texto, pero hay otras cosas, como elegir papel, cosas de las cuales al principio uno no se da cuenta. La variedad de papeles, gramajes… es un tema el del papel, hoy, pero me refiero a un momento anterior, en el que uno tiene un montón de opciones… Si el papel es blanco, uno tiene que elegir el mejor para un libro. Eso, cuando arrancás por traducciones, es más fácil, porque hay alguien que ya tomó esa decisión y ves que funciona.

MM: ¿Ustedes llegaron a Bolonia con una idea previa? ¿O fueron a ver con qué se encontraban y qué les gustaba, y qué compraban?

MR: A mí me gusta la visión romántica de Lu, de que fue un impulso, pero la verdad es que llegamos a Bolonia sin nada publicado, pero con mucha conciencia y un relevamiento bastante exhaustivo de las editoriales que conocíamos y nos gustaban. También de la mano de colegas, editores argentinos que estaban ahí, y a quienes contactamos para ver cómo se procede en esto de fundar a la editorial. En esto de decirle a un autor extranjero que sos de una editorial argentina, y si te pregunta por tu catálogo decir que no tenés catálogo todavía pero que te gustan sus libros. Fue un impulso, pero fue un proceso que llevamos adelante con racionalidad, con seriedad. Conocíamos editoriales locales, nos veníamos informando, entonces había un pequeño plan. Fue impulsivo pero planificado.

MM: Volviendo a Mafalda, me acuerdo de que les pregunta a los padres si ellos tienen planificada o improvisan su educación, y los dos dicen a la vez dos cosas diferentes. Mafalda sirve para todo. Dos cosas que voy enganchando. Primero: son licenciados en Letras. Todos acá sabemos que Letras no es un ámbito generoso con la literatura infantil y juvenil. Por ahí está cambiando lentamente, por ahí nos vamos haciendo lugar a los codazos. ¿Cómo es que ustedes, licenciados en Letras, se interesan por la literatura infantil y juvenil? Incluso por la muy ilustrada.

MR: Creo que es cierto lo que decís. Me parece que la academia en general deja de lado no sólo la literatura infantil, sino un montón de géneros (la literatura policial, la historieta) que la academia descarta de su canon. No fue ahí que, por lo menos en mi caso, nació el interés por la literatura ilustrada, pero sí en la infancia. En mis primeros pasos lectores. Mafalda, ya que la trajiste, es de esas primeras lecturas de infancia, de primera adolescencia. No tanto el libro álbum, que es un género relativamente nuevo. Hace poco se entiende qué es un libro álbum. Pero fue en la infancia cuando nació ese interés personal. Después la carrera nos forjó en un camino lector más académico, y después, como te dije, nuestro trabajo, viendo pasar un montón de literatura para chicos que no nos gusta, nos empujó por oposición a hacer una cosa bien dirigida al goce lector, y no a la “literatura con mensaje”. Por supuesto que la carrera de Letras te forma en un montón de sentidos, pero no en ese sentido. Me parece que hay que desandar un poco el camino académico para ser editor, o simplemente cultor de la literatura infantil. Porque eso no está en la carrera. Definitivamente. No recuerdo haber leído ni una página de literatura infantil. Es extraño que el canon no incluya gente como María Elena Walsh, con una producción literaria realmente increíble. Se va por otro carril. Y fue mi caso.

MM: ¿Y vos Lulú?

LK: Está bueno porque ahí hay como una cosa personal distinta. Nosotros trabajamos juntos, escritorio con escritorio desde hace muchos años; desde el año 2000. Diez años de Limonero y veinticinco trabajando juntos. Y yo sinceramente no creo que el interés haya surgido de la carrera de Letras, sino de una dinámica de trabajo, en la que de una forma bastante sincronizada los dos sentimos que el trabajo de servicios editoriales que hacíamos y hacemos de manera muy eficiente no alcanzaba, necesitábamos como algo más. Y definitivamente creo que la literatura instrumental no despertaba, por lo menos en mí, un interés genuino; había algo ahí que se quedaba corto. También abriendo un poco el debate quizá un poco remanido, de qué es literatura infantil, y qué no, te puedo decir que yo como lectora, y por mi interés en las artes plásticas y en lo que sea, entraba a una librería, iba a ver el sector infantil, y descubría cosas que como lectora me interesaban y me gustaban.

MR: Como lectora generalista, incluso, adulta. Creo que a los dos nos pasaba eso. El libro infantil desde siempre nos llamó la atención. Como lectores, simplemente, sin edad.

LK: Exacto. Y cuando se abrió este mundo de los libros ilustrados, en alguna oportunidad de viajar que teníamos por nuestro otro trabajo, descubrir que ahí había un mundo de libros que podían ser traducidos, y que se podían difundir. Y eso, como lectora, me interesaba, me atrapaba y me gustaba. Me parecía un género súper interesante; no tenía tan claro el recorrido, el “hasta dónde llegar”. Pero sí me parece que partimos un poco de ahí.

MR: Me parece que, para los dos, trabajar como editores en un área relacionada con la industria editorial, pero no ser editor, es un poquito frustrante. Como que sentís “yo tengo que tener mi propio camino acá” y no trabajar para otros. No elegir contenido para otros, no elegir literatura para que otros la publiquen. Sino hacer esto, como un logro casi personal: proponerle al mundo un catálogo de lecturas. Algo que habíamos hecho durante muchos años, pero desde una trastienda. Queríamos tomar esa visión y llevarla adelante con nuestro propio gusto.

LK: En ese sentido, ser licenciados en Letras nos llevó primero a tener unos preceptos muy rígidos. Como “vamos a hacer libros que sí o sí tengan texto”, porque somos licenciados en Letras. Después publicamos libros mudos, por suerte.

MR: Fuimos aprendiendo.

LK: Claro, por suerte.

MR: Además cuestiones técnicas de la ilustración y cosas acerca de la manufactura de los libros. Esas son todas cosas que aprendimos en el camino. Sabíamos qué eran la concordancia, la consistencia, las marcas de corrección, todo eso lo teníamos súper entrenado, pero el camino de ser el editor nos enseñó cosas que todavía seguimos aprendiendo. A los golpes, pero seguimos aprendiendo.

LK: Y por suerte, porque es la posibilidad de este proyecto de seguir vivo. Porque así surgió, como un deseo fuerte de aportar algo, y creo que así puede seguir creciendo. Podemos ir por otros lados, buscar otras líneas. A veces de manera más consciente y estratégica, y a veces creo que por impulso. Por suerte ahí nos vamos acompañando, y complementando, y dialogando de una manera que hace que el de Limonero sea un trabajo en equipo fuerte. Y eso le aporta mucho al catálogo.

MM: Muy bien. Acá en el chat Debby se adelanta a una pregunta. ¿Dónde trabajaban antes juntos? Porque ustedes lo dijeron, hace más de veinte años que vienen trabajando juntos. Algo se dijo…

MR: Nosotros somos directores editoriales de la compañía que desarrolla contenido para editoriales que editan libros de aula, básicamente, manuales y libros de texto, para la comunidad hispanoparlante de los Estados Unidos. La compañía se llama DITEC.

LK: Y freelanceamos para otra compañía. Primero dábamos clases de español como segunda lengua. Hay un recorrido ahí, y después trabajamos para una textera. Trabajamos con esta gente de México desde el 2008, vendiendo ese servicio a grandes publicadoras de los Estados Unidos.

MR: Y seguimos haciendo eso, y un poco es la condición de posibilidad (o era) de Limonero: tener otro trabajo. Porque una editorial es un emprendimiento no siempre ganancioso, no fácil de sostener en términos económicos. Tenemos que tener otro trabajo.





MM: Además un trabajo que los empujó a buscar, salirse del “mensaje” y del contenido para el aula. Hace un momento decían que ustedes decidieron dar “un catálogo al mundo”. Y eso es verdad, y no es muy común en el mundo de nuestra 

LIJ. Porque vivimos muy lejos, porque la situación económica y las condiciones son difíciles. Pero ustedes en seguida intentaron salir. Empezaron en Bolonia, e intentaron, y lo van logrando, llegar al exterior. ¿Cuál es la magia?

LK: Me parece que hay una manera muy concreta de llegar al exterior: distribuir los mismos libros en español en diferentes lugares de habla hispana. No sé si eso no tiene que ver con que venimos trabajando mucho para Estados Unidos, y es una cosa medio imperialista…

MR: Imperialista al revés…

LK: Y ahora, hace poco se abrió la otra emisión para conquistar el mundo, que es vender los libros propios a otras lenguas. Hoy estábamos hablando en el equipo de un libro precioso de Micaela Chirif y Amanda Mijangos, del que nos están pidiendo derechos para el suahili. Ahí es como que se te hincha el pecho de orgullo y decís “Es esto también”. Expandirse por todos lados.

MR: Sí, básicamente, apoyando lo que dice Lulu, son dos caminos. Uno es la venta de libros físicos, que tiene los límites de la lengua. Uno puede venderlos donde se habla español. Y más allá de nuestra lengua, lo que uno puede hacer es vender los derechos de lo que uno hizo, a otras lenguas. Entonces ahí empieza a jugar también la decisión de eso que decíamos hace un rato: el editor maduro, “adulto”, que tiene más libros y proyectos propios que traducciones. Entonces eso implica poder jugar más en el mercado de derechos, y poder salir a vender derechos para distintas lenguas y distintos territorios. Y después está la invaluable decisión… no es invaluable, es costosa, de participar en “vidrieras internacionales” como las Ferias. Para nosotros, la Feria de Boloña, es como La Meca, el lugar al que todo editor de literatura ilustrada debería ir en algún momento. Pero también hay Ferias comerciales, o como la de Frankfurt, o la de Guadalajara. Esos pasos para nosotros resultan más importantes. En el sentido de que no solo se vea nuestro trabajo, sino que ahí se concentra el mundo: ilustradores, editores, agentes, autores, colegas, de todo el mundo. Para nosotros es muy importante participar en las Ferias. Y es difícil también, porque tiene un costo alto. No solo por tener un stand, uno puede ir solamente de visita, pero hay que viajar, alojarse, y demás.

LK: Hay muchos programas de apoyo. A medida que uno va metiéndose consigue la manera de ser invitado. Hay todo un mundo ahí, conociendo la literatura mundial y dando a conocer lo que uno hace.

MM: Acá la compañera Elena dice que a España llegan, pero que es difícil conseguirlos. Y tenemos otra sorpresa. Después de que nos sorprendieron con los derechos de Micaela, una porta peruana, al suahili nada menos, esas lenguas que no son imperialistas precisamente, acá Rossy Merino nos saluda desde África, con mucho interés por conocer el trabajo de Manuel y Lulu. ¡Bienvenida, Rossy! Si querés, escribilo, o date audio y contanos de dónde venís a escucharlos.

Rossy Merino: Buenas noches acá, creo que buenas tardes allá. Estoy viviendo en un país del noroccidente de África, que se llama Malí. Soy, como le acabo de decir a una amiga, “aprendiz de escritora” y estoy produciendo material para niños. Por eso mi interés de conocer el trabajo de la editorial. Tengo escrito ya algo propio, anécdotas del tiempo que llevo viviendo acá, que ya son doce años. Tengo uno ya escrito, y otro que ya quisiera empezar a escribir. Pero no es algo fácil, porque demanda tiempo y concentración.

MM: Bueno, supongo que Manuel y Lulu coincidirán conmigo en que es un enorme placer y un orgullo que se conecten desde Bilbao o desde África, además de nuestros compañeros de la Argentina, a escuchar la entrevista.

LK: Sí, sí. Muchas gracias. Respecto de lo que decía Elena de España, para nosotros es re importante estar en España por muchos motivos, de lo más diversos. Y ahora de hecho estamos con el proyecto de tratar de poner un pie más fuerte allí. Está bien que lo cuente, ¿no?

MR: Sí, sí. Estamos con esa idea. Es que es muy difícil, en este contexto, (esto para la gente que tiene información del mundo editorial y la que no, también), es un momento muy difícil especialmente para mover libros. El hecho de mandar libros de acá para allá se ha transformado en una cosa económica y ecológicamente difícil. Entonces, para una editorial pequeña como nosotros, parece ser la única opción tener una filial, o un núcleo, o una sede de producción, distribución y difusión en España. Si no, es muy difícil, básicamente por cuestiones económicas, exportar libros más allá del océano, por los costos, y los procesos fiscales, aduaneros, que hacen que la cosa sea complicada. Nuestro proyecto de este año es, quizás hacia fin de año, poder tener ahí una pata más consistente. Pero bueno, está todo en preparación todavía.

Elena Rodríguez: Yo quiero decir que la semana pasada estuve justo trabajando en Barcelona, y fui a Casa Anita. Ahí encontré libros de Limonero, porque en Bilbao se consiguen algunos de los libros, pero los menos. Yo voy por ahí, buscando, pero la verdad es que creo que aquí tendrían una salida muy importante, porque cada vez se busca más por aquí el álbum. Y el otro día me encontré con Julieta.

LK: ¡Qué bueno! Julieta es la persona que nos está apoyando desde Barcelona. Recién cuando hablaba de España pensaba en esa diferencia entre la planificación y el impulso. Y pensaba en por qué Manu lo cuenta tanto como planificación y yo como impulso. Y más allá de nuestras características personales es porque pienso que sí hay un momento en el que hay que dar un salto, y es una apuesta medio irreflexiva, porque sí estudiamos, vimos, nos contaron cómo era en España, el sistema que no es de consignación sino de devolución del catalán… Y es verdad que nos informamos mucho, pero en un momento ya la información y la planificación…

MR: Hay que dar el paso.

LK: Es ahora. Probemos y es ahora, porque si no, no se sostiene.

ER: Si vienen por aquí nos movemos.

LK: Dale. Ahí vamos. Aparte, se come muy rico en Bilbao. Así que vamos todos los presentes.

MM: Qué bueno todo. Elena habló del álbum. Y vos, Manuel, hace un ratito también dijiste esta cosa novedosa del álbum. Y vienen de trabajar contenidos para libro de texto, que está reglado casi por la edad. El álbum, no. ¿Cómo se trabaja eso? Porque es difícil a veces pensar si los libros (los de Limonero y de tantas otras editoriales) son para chicos. ¿Son literatura infantil? No exclusivamente. Elena dice que no, y ella no es una niña. ¿Qué dicen ustedes?

MR: Yo creo que uno de los principios de la editorial es ese: es escaparle a las clasificaciones. También el proyecto editorial está dirigido hacia ahí, hacia confundir lectores, básicamente. Pensando en esto, en que un libro para niños que un adulto lee y le parece aburrido es un mal libro. Un libro para niños que un adulto lee y le parece convocante es un buen libro. Esas fronteras nosotros apuntamos a borrarlas un poco, en cada título que publicamos. Y nos cuesta, porque está muy bien, hay todo un trabajo de prescripción, y de definición etaria, cognitiva, incluso, pero nuestro objetivo, y la función de nuestra editorial, me parece, es un poco tratar de confundir esos límites, pensar en un lector mucho más amplio que el infantil. Sabemos que en ese sentido hay mucho por hacer, y que hay muchas editoriales que están en un camino medio parecido: buscar el lector. Y que ese lector no sea necesariamente un niño, y que después haya procesos distintos para los libros. Los libros no son lo mismo para un chico que para un grande, para cada lector es un libro distinto. Entonces nuestra idea es que se puedan leer en distintos niveles, en distintas capas de esa cebolla. Buscamos esa potencialidad.

LK: De una manera un poco ambiciosa; por eso la insistencia en la tapa dura. Que un mismo lector pueda leerlo a lo largo de su vida.

MR: Nos preguntan mucho para qué edad es un determinado libro. Y nosotros tenemos que mordernos los labios antes de decir nada, porque no nos gusta. Eso, nos gustaría que los libros fueran para todas las edades. Entendemos que el aula es un lugar que tiene un protocolo de lectura que pide eso: determinadas temáticas, complejidad verbal, complejidad gráfica… ciertos “cajones”. Pero bueno, nuestro sello está pensado para borrar esos cajones.

MM: Debby está levantando la mano. ¿Qué querés decir, Debby?

Debby: Buenas noches. Yo estoy en una biblioteca popular, hace más de diez años. Soy narradora de cuentos, y lamentablemente hay que ponerles edades a los libros, por una cuestión que tiene más que ver con nuestros compañeros. Somos poquitos los que sabemos de literatura aquí, tres o cuatro. Pero cuando viene un nene con su mamá o con su abuela mi respuesta es: “Según el camino lector. Ése es el libro adecuado para ese nene”. Se quedan bastante asombrados con mi respuesta…

MR: Estamos de acuerdo; es una buena respuesta. Me parece genial. Por ahí no las ayuda tanto a la abuela o a la mamá. Está complicado a la hora de hacer un regalo.

Debby: Por ahí eligen un libro demasiado sencillo, y yo sé que su nene lee mucho, y les digo que con ese libro se va a aburrir.

LK: No era de Limonero, quiero pensar… (risas).

Debby: ¡No! Por supuesto que no.

MM: Bien. Recién mencionaban, Lulu y Manuel, que llegaron a Bolonia, y a la Feria del Libro de Buenos Aires, y demás, con los colegas. El mundo de la edición del libro infantil, creo, ustedes me dirán si opinan lo mismo, es bastante colaborativo. Más que una competencia hay una sana convivencia. ¿Ustedes cómo lo ven?

LK: Absolutamente, la verdad es que es un gremio súper solidario. Nos compartieron información de todo tipo desde el primer momento, y la siguen compartiendo, y la verdad es que nosotros también hacemos lo mismo. Es un placer poder compartir información, porque cada libro es único. Incluso el mismo autor… vos ves un autor publicado por diferentes editoriales y te das cuenta de que son proyectos que van con esa línea editorial y no con otra. A veces es más fácil entender por qué y a veces, no. Pero coincido en que es un gremio muy solidario con la información, a nosotros siempre nos han ayudado y procuramos hacer lo mismo con las editoriales que empiezan.

MM: Acá dice Rossy que está viajando desde Mali a Barcelona en diez días, y pregunta a quién puede contactar allá.

MR: Voy a tipear una dirección de e- mail en el chat.

ER: También hay una librería muy chula, la Sendak, que tiene una selección muy cuidada y donde está Limonero.

MM: El nombre del autor de Dónde viven los monstruos

ER: Así es. No lleva mucho tiempo, pero la verdad es que funciona muy bien.

MM: Ya el nombre de la librería ya marca un camino. El lunes pasado inauguré una pequeña sección de las preguntas, que mientras dure este camino por las editoriales voy a transitar, y que tiene que ver con la solidaridad y el trabajo conjunto del gremio de los editores. En la entrega de los premios Destacados, espontáneamente, Judith de Calibroscopio, Carla de Iamiqué, Raquel, de Pequeño Editor, hablaron de los problemas serios que estamos teniendo los editores y que están teniendo sobre todo las editoriales de libros ilustrados. Por el cartoné, por el papel ilustración… cuéntenlo ustedes.

MR: Bueno, es como nuestro tema más recurrente. Estamos varias horas del día hablando de esto, entre nosotros y con un montón de gente fuera del mundo del libro, para que se entiendan las dificultades que viene transitando el sector, y específicamente el género de la literatura ilustrada en Argentina, que tiene que ver con los precios del papel para hacer nuestros libros, que es papel y materiales básicamente importados, que no se producen en el país: papel obra pesada, papel ilustración, cartulina, cartón… tienen precios abusivos y completamente fuera de mercado, mucho más caros que en el exterior. Y lo que contabas, en la presentación de los Destacados de ALIJA, los editores y editoras, sin ninguna pre producción previa, hablaron de que esos libros que estaban ganando un premio tan importante y que eran reconocidos por colegas, mediadores y lectores, podían correr la suerte de no poder reimprimirse en la forma en la que fueron concebidos. Entonces estamos todos un poco alborotados y tratando de mostrarle a todo el mundo que algo tiene que cambiar para que nuestros catálogos sobrevivan cómo fueron pensados. Y no tratar de estar haciendo malabares, de imprimir un libro que estaba en obra pesada de 150 gramos, en 110, el que estaba en papel ilustración hacerlo en obra, que la tapa no sea dura y sea blanda para poder seguir dándole forma a nuestro catálogo, y seguir adelante con nuestros proyectos editoriales. Está bastante seria la situación, y es básicamente por una cuestión de especulación económica. Hay algunas empresas que tienen la potestad de importar papel, y acá lo venden mucho más caro, cerca de cuatro o cinco veces más caro que al precio que tiene en otros países. Y nosotros no tenemos la posibilidad de acceder a ese papel de otra manera, así que es una situación medio límite y difícil. Nuestro primer paso fue levantar la mano y avisar. A los medios, a los colegas (que lo saben), a los mediadores, bibliotecarios, docentes, lectores y estamentos gubernamentales e institucionales que puedan hacer algo ahí. Las herramientas ya son más técnicas, la Cámara del Libro está haciendo una gestión al respecto, desde hace rato, y motivados por esta alerta que nosotros levantamos. Es una situación bien difícil. Directamente, creo que están en riesgo catálogos completos, y por supuesto la posibilidad de reeditar libros que son súper reconocidos, no sólo aquí sino en el mundo.

Debby: Es que básicamente son dos monopolios, ¿no?

MR: Claro. Las papeleras oligopólicas producen papel obra liviano para libros de ficción. Pero no estamos hablando específicamente de ellos en el reclamo, sino de los importadores de papel. Que también tienen por supuesto, relación con estas empresas, que también son muy pocos, que también detentan la capacidad de importar y que básicamente, ponen el precio que quieren. No sólo el precio, también tienen unas conductas relativas al stock y a la disponibilidad de papel que hace que hoy haya y mañana, no; que lo tengan, pero no lo digan. Es una situación bien difícil, y típica de especulación comercial. Creo que todo el sector está pidiendo una intervención y una regulación por parte del Estado en esta situación que es bien difícil.

LK: Sobre todo para sostener la producción del libro y que no se convierta en un artículo de lujo. Nosotros hacemos tiradas de tres mil ejemplares, para poder imprimir en tapa dura, lograr un precio accesible, para que llegue a la mayor cantidad de lugares posible, y eso también nos impulsa a exportar nuestros libros. Todo en ese sentido tiene una lógica. No es arbitraria la decisión de imprimir tres mil.

MM: ¿Y la solución posible de imprimir afuera? ¿Lo hacen? ¿Lo pensaron?

MR: La discusión sobre el precio local del papel está atada a la cuestión de la pregunta sobre la posibilidad de imprimir en China, por ejemplo. Pero eso tampoco es tan fácil, porque hay bloqueos naturales a la importación de libros. Y eso tiene que ver con cuestiones macroeconómicas, con las que no nos queremos meter tanto, y que son decisiones a mayor escala. Nosotros estamos pidiendo que ese papel que está disponible acá, tenga precio internacional. Y también para apoyar a la industria gráfica, que es importante. Nosotros queremos imprimir acá, preferimos imprimir acá, con imprentas nacionales. Además, tenemos nuestros proveedores. Pero si no hay papel para hacerlo es difícil. Imprimir afuera es una opción, pero en este momento está bloqueada porque las importaciones están en cuestión, por una cuestión cambiaria.

LK: Lo hemos hecho en casos muy específicos, en los que la manufactura acá era inaccesible, como El ascensor, que tiene un librito atrás, o Mi pequeño, porque no conseguíamos el papel que queríamos para que se sintiera el trazo del lápiz en el papel que queríamos conseguir. O sea que tuvimos esa experiencia, pero como dice Manu, el espíritu es apoyar la industria local, imprimir acá todo lo que se pueda. Y además ahora, por esas decisiones macroeconómicas, no es una alternativa imprimir en China.

MM: ¿Y han tenido respuestas oficiales? Más allá de nuestras cartas y de las gestiones de la Cámara, ¿ha habido alguna respuesta ministerial?

MR: No tengo información. Nuestro trabajo fue delegar esto en la Cámara Argentina del Libro, que es la que tiene la muñeca técnica sobre con quiénes sentarse a hablar. Creo que hay reuniones en la Secretaría de Comercio, y esperemos tener una pronta respuesta. No creo que sea fácil, tampoco. Pero nosotros tomamos el rol de visibilizar este asunto y pasarle la posta a la Cámara del Libro, que es nuestro gremio natural, y que las discusiones más técnicas pasen por esa vía institucional que es la Cámara, con distintos estamentos del Estado. Creo que hay reuniones en la Secretaría de Comercio y todavía no tenemos noticias. Es bastante reciente la carta, y su difusión. Esperemos tenerlas pronto.



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