Crónicas marcianas, el libro de mi adolescencia


En enero vamos a dedicarnos a recorrer los libros que nos marcaron como lectores jóvenes. Los primeros, los más importantes. En este caso, Mario Méndez cuenta lo que le pasó cuando en la escuela secundaria le indicaron Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury, como lectura obligatoria.


Por Mario Méndez

Sabido es que el hito que dio en construir el concepto de “literatura juvenil” fue la novela El guardián en el centeno (o El cazador oculto, título que me gusta más) de Salinger. Antes de esa categoría, los libros, en todo caso, eran para niños o para adultos, sin intermedios. En la lejana adolescencia de mi generación no tuvimos la oportunidad de leer esos libros que, tiempo después de Salinger, comenzaron a publicarse casi exclusivamente para el público juvenil, como lo son, hoy en día en la Argentina, los títulos de la colección Zona libre, de Norma, los de Gran Angular, de SM o los de Alandar, de Edelvives, por ejemplo. Por el contrario, los lectores de mi generación pasamos de la lectura de infancia (en mi caso historietas como Patoruzú o Condorito, o las adaptaciones de la colección Billiken, de clásicos, como Moby Dick, Robinson Crusoe o El quijote, a la lectura de historietas (El Tony, Skorpio, más tarde Fierro) y la de novelas y cuentos que se publicaban para adultos.

Así es que si me preguntan qué libro de literatura juvenil me marcó como lector, debo decir que ninguno. El libro que me consolidó como lector, a los 14 años, cuando era alumno de segundo año del Nacional Mariano Moreno de Mar del Plata no era un libro para jóvenes, sino una colección de relatos muy inquietantes que, en la colección de Minotauro, traía como un bonus track del que los jóvenes lectores prácticamente pasábamos de largo, el magnífico prólogo de Jorge Luis Borges. Me refiero, ya lo anuncié en el título, a Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury, libro que leímos como lectura obligatoria del curso (temo que pocos de mis compañeros lo disfrutaron tanto como yo, lamentablemente) y que me deslumbró desde el prólogo hasta el último de los cuentos.

Las poéticas naves que circulan por la arena del planeta rojo, los terrores psicológicos, la soledad de los últimos colonizadores, la venganza de los lectores de libros prohibidos  (en “Usher II”, quizás el cuento que más disfruté de la colección, y eso ya es mucho decir, porque podría hablar, de memoria, de la ridícula, aterradora Genevieve, de “Los pueblos silenciosos”, de los hombres de “La tercera expedición”, de “El marciano” y de “El picnic de un millón de años”, por nombrar solo algunos) están todavía vivos en mi memoria, mucho más que la cara, y los nombres de la mayoría de mis compañeros y docentes, entre ellos el de la lánguida profesora de Castellano que nos mandó a leer y luego comentar este libro, y cuyo nombre querría recordar, como para hacerle el agradecido homenaje que merece.



Crónicas marcianas
Ray Bradbury
Minotauro, 1968.

Comentarios

  1. También fue de lectura obligatoria para mí en 2do año. Teníamos una materia que se llamaba Lectura Comprensiva. Lo leíamos en clase, en voz alta y luego comentábamos. Es un libro al que vuelvo con cierta frecuencia a través de los años.
    (Laura)

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