Presentación de Poesía Reunida, de María Teresa Andruetto

El viernes 8 de noviembre de 2019 se presentó Poesía Reunida de María Teresa Andruetto, publicada por Ediciones en Danza. 
En el encuentro, Jorge Monteleone leyó parte del prólogo del libro -un acercamiento profundo a la obra de la autora. La noche culminó con la lectura que hizo la propia Andruetto, de tres poemas que hasta ese momento estaban inéditos.



Javier Cófreces: Muy buenas noches. Como lo que voy a decir ahora ocurrió mientras estábamos ingresando, creo que todos vamos a estar contentos sabiendo que Lula está libre. (APLAUSOS) Bueno, mi nombre es Javier Cófreces, soy uno de los irresponsables de Ediciones en Danza, y les doy la bienvenida al Centro Cultural Nuestra América. Realmente, estamos muy agradecidos a los compañeros de este Centro Cultural, que desde hace un año nos brindan estas magníficas instalaciones para que hagamos nuestros actos, y los de otros sellos de poesía; de modo que nuestro agradecimiento más enérgico y sincero. Justamente quiero comentarles, para los que quieran quedarse luego de esta presentación, que aquí hacen comida muy rica, con muchísimo cariño, precios razonables. Así que todos los que quieran quedarse después a comer algo pueden hacerlo, en este mismo lugar.
Antes de comentarles algunas cosas, yo querría leer unas líneas de la contratapa de este libro, que es, como se decía antiguamente, y forzadamente, una prieta síntesis: Poesía reunida recopila la obra poética publicada hasta el momento de una de las escritoras argentinas más reconocidas y premiadas de la literatura nacional, María Teresa Andruetto. También incluye una serie de poemas inéditos escritos entre 2018 y 2019. La autora, cuyo trabajo destacara en los diversos géneros que transitó, literatura infantil, narrativa y ensayo, escribió seis libros de poesía, publicados entre 1993 y 2017: Palabras al rescoldo (1993), Pavese y otros poemas (1998), Kodak (2001), Beatriz (2005), Sueño americano (2008) y Cleofé (2017), todos ellos incluidos en Poesía reunida. El profesor Jorge Monteleone escribió el ensayo preliminar de esta obra luminosa.
Y creo que se trata de una obra luminosa, porque yo les voy a contar apenas algunos detalles de lo que fue trabajar con María Teresa. Por supuesto, lo primero en que nos pusimos de acuerdo cuando resolvimos este libro, fue en que Jorge Monteleone fuera quien escribiera el Prólogo.

María Teresa Andruetto: Antes de saber qué diría Jorge.

JC: Era imposible no editar tu libro. Pero a Jorge se le encargó un Prólogo, y escribió un ensayo. De unas poquitas páginas con las que nos hubiésemos conformado, escribió veinte o veinticinco páginas acerca de la obra literaria de María Teresa, y realmente es un trabajo fantástico. Lo más importante es que la autora estuvo de acuerdo en todo lo que dijo (Risas). A mí me pareció fantástico y a la autora también. Así que se decidió que este libro comenzara con ese ensayo preliminar de Jorge. En 2017 estaba la posibilidad de armar una antología con poemas de María Teresa. Yo conocía algunos de sus libros, en especial Sueño americano, o Pavese…, y esa antología finalmente no se hizo. Y ahí… bueno, ¿vieron cuando se dice: “quedé caliente como un pancho”? (Risas)… Yo dije: “No puede ser. La editorial tiene que publicar un libro de María Teresa”. Y así fue como empezamos a trabajar en las Obras Completas. Afortunadamente, en el sello, que ya está por cumplir veinte años, tenemos toda una serie de Poesías Completas. En 2011 publicamos la Poesía Completa de Jorge Leónidas Escudero, en 2013 publicamos las Obras Completas de Juan Antonio Vasco, y en 2015 las Poesías Completas de Macky Corbalán. Afortunadamente, esos libros han tenido recorridos fantásticos. Los libros de Escudero y de Juan Antonio Vasco integraron la colección Juan Gelman. Por lo tanto son libros que están en doce mil colegios argentinos, gracias a la “década perdida”, de acuerdo a como se la llama. Esos libros están en las bibliotecas de todos los colegios.
Y el libro de Macky, una gran poeta patagónica, luchadora feminista, es un libro que también está circulando por todo el país a través de diferentes ferias. Y estamos seguros de que el libro de María Teresa va a circular por todo el país. Si bien yo conocía fragmentariamente la obra poética de María Teresa, no la conocía como persona. Y en estos dos años en los que estuvimos trabajando juntos para la producción de esta obra, descubrí que además de ser una tremenda escritora, es una de esas personas que uno conoce muy de tanto en tanto. Tiene una cantidad de propiedades humanas que no abundan. De modo que haber hecho este trabajo con ella es una tremenda satisfacción, una tremenda felicidad.
Con todos los libros que publicamos en el sello, (y son cerca de trescientos), estamos intentando compartir la poesía que nos entusiasma a nosotros. Y tener la sensación de que esa lectura va a ser una lectura entusiasta, fervorosa. Siempre es una expectativa, y uno piensa en que ojalá que eso se cumpla. Pero en el caso de una persona como María Teresa, había una intención de compensarla a ella, que quedara conforme. Yo sé que los lectores van a estar conformes con la obra literaria tremenda de María Teresa, pero saber que ella está conforme, era algo que me preocupaba. Y realmente nos dijo que está contenta y entusiasmada, por lo tanto creo que nuestro trabajo está cumplido. Después de que lean el libro se van a dar cuenta de que valió la pena el esfuerzo. Muchísimas gracias por acompañarnos.

(APLAUSOS)

Jorge Monteleone: Bueno, muchas gracias a los dos por este privilegio. Yo me puse muy contento cuando me enteré de esa elección, de esa oportunidad, porque es una oportunidad escribir sobre este libro, que es maravilloso. Léanlo, porque es un libro para atesorar. Yo había leído mucho ya de María Teresa a lo largo de los años. Pero ahora pude leer el conjunto, y tiene una profunda potencia, una coherencia y una profundidad extraordinarias. Además, también celebro esa patriada constante de Javier por la poesía, que lleva muchos años y que aparece como detrás de los libros. Si no existiera esa potencia creadora de la editorial, la poesía no tendría esa potencia creadora que ahora tiene. Como la tiene este libro maravilloso. Así que les estoy muy agradecido por la oportunidad de poder escribir sobre este libro. Como le decía a María Teresa, para mí el ensayo sobre poesía es una forma de la poesía bajo otros medios, como decían los románticos alemanes. Es una resonancia, la poesía también tiene que estar allí. Voy a leer algunos fragmentos de lo que escribí. El texto se llama “Hablar de mujeres”:
Cerca de edificios de colores marfiles y azules, con techos de tres puntas entre flores gigantes de formas ojivales. Bajo arcos decorados con mosaicos de filigranada geometría, había una muchacha serena y blanca de ojos muy abiertos, que se llevaba la mano al corazón. La atravesaba el comienzo de un cuento infantil de María Teresa Andruetto, un relato milenario que comenzaba de nuevo, sobre una mujer. Decía: “Había una vez, en un país lejano, una mujer hermosa que entretenía al gran Visir contándole historias. La mujer se llamaba Scheherezade y las historias que contaba eran extrañas y misteriosas. Una de ellas comenzaba así:”
Los dos puntos se abrían a otro comienzo al pasar la página, donde había una población cercada por un sendero oblongo, con casa de techos redondeados, púrpuras y blancos, bajo un cielo vagamente rosa, que agitaban árboles como plumas de pavos reales. Y donde una muchacha con un vestido rojo y un manto, miraba de soslayo con una mano en el corazón, mientras el cuento de María Teresa Andruetto decía, después de los dos puntos: “Había una vez, en un país hermoso, una mujer extraña que contaba historias. La mujer de llamaba Anú, y las historias que contaba eran misteriosas y lejanas. Una de ellas comenzaba así: “
Los dos puntos se abrían a un nuevo comienzo al pasar la página, donde había un cielo rojo y naranja, sobre el que se perfilaban castillos negros de techos puntiagudos, como minas de lápices de grafito junto a un río azul. Y en la orilla de enfrente se alzaban castillos rosas, y palmeras con hojas verticales, como pinceles para acuarelas; entretanto, bajo oscuras arcadas y lienzos de encaje, una muchacha con un vestido oscuro con círculos bordados blancos, miraba fijamente al lector con una mano en el corazón, Mientras el cuento de María Teresa Andruetto seguía diciendo, después de los dos puntos: “Había una vez en un país extraño, una mujer lejana que contaba historias. La mujer se llamaba Saläh y las historias que contaba eran misteriosas, tan misteriosas como ella, De entre todas las historias que contaba Saläh, había una que era su preferida. Comenzaba así:
Así se entrelaza indefinidamente el cuento Había una vez. Que habla de mujeres: Scheherezade, y Anú, y Saläh, y luego Ghuta, y Shura y otra vez Scheherezade, como un tejido de relatos: “Y así fue que esperando morir, ella contó más de mil cuentos. Y en esos cuentos vivió para siempre”, se lee. De una a otra mujer todo recomienza, como un ritmo que no cesa, gira sobre sí y vuelve a empezar. María Teresa lo sabe. Como lo supieron tantos otros. Como lo sabía Walter Benjamin, cuando escribió en “El narrador” que la musa de la narración sería una mujer infatigable y divina (Mnemosyne) que anuda la red que forman todas las historias reunidas. Una se enlaza a la otra, como los cuentos de Las mil y una noches, En el alma de cada uno de ellos hay una Scheherezade, que con cada pasaje de sus historias se acuerda de otra historia.
El hilo del relato se encarna en una figura de mujer como la del cuento de María Teresa, que comienza una y otra vez con aquellas muchachas. La escritura poética de María Teresa se forma menos en la lengua materna que en aquello que llamó hermosamente “la lengua madre”. La lengua madre es una lengua maternal, es decir, originaria, porque en ella se articula cierta voz esencial, remota y a la vez presente, de una mujer plural en la que se entretejen todos los relatos, todas las memorias.
La metáfora del hilado, del hilo remoto que conforma esa trama no es ajena al estado de un texto. Esa urdimbre textual, se devana en torno de una mujer, y ese es uno de los centros de sentido de toda la obra artística de María Teresa. En su escritura la mujer “se hace un sitio”. Y toda su obra, como este libro maravilloso, hace lugar al hablar de las mujeres: las familiares y las desconocidas, las abuelas, y las madres, y las hijas y las nietas, las víctimas y las cuestionadas, las olvidadas y las ausentes, las estridentes y las notables, las muertas y las vivas. La poesía de María Teresa es su escritura de mayor concentración, el núcleo de su obra donde busca aquel ideal de su poética: “ir hacia cierto orden secreto, un orden propio, momentáneo y único”. Y esa poesía gira a menudo en torno de un nombre femenino, de una voz de mujer, de una elección de género. Lo que se descubre de aquel orden secreto es propio, intransferible, pero a la vez comunitario y social. A través de capas y capas de experiencias y de recuerdos, (…) aparece el habla de las mujeres como las guardianas y a la vez las hacedoras de los hechos cifrados en relatos, en objetos, en espacios, en recuerdos, en vagas huellas que buscan sus palabras.


La poeta entona ese ritmo con una paciencia artesanal, recóndita y amorosa. La entonación que se le da a una anécdota, a un vocablo o incluso a un gesto, donde se resume una totalidad o una serie, un ademán cualquiera, como los de aquellos gestos ínfinitos que se remontan en el tiempo, cuando, como se lee en la novela Lengua Madre:” repite gestos de su madre y de su abuela, gestos que le llegan no sabe ella desde dónde, acaso desde cientos de mujeres que vivieron antes”. Así, esencialmente, su poesía habla del habla de las mujeres anónimas (la extranjera; una niña y su madre; las amigas de la abuela:” la impura, la enferma, la aislada de todos”; las mujeres solas, “donne sole”, como las de Pavese. O bien, sobre todo, la poeta inscribe nombres de mujeres: el primer texto de este conjunto se llama Rosa, y como la rosa del epígrafe de Gertude Stein, (a rose is a rose, is a rose), el nombre repetido obra como un arquetipo mitológico, y a la vez como una diversidad. Cada Rosa nombrada es única y es todas en una serie sin fin. Cada una de ellas podría estar padeciendo una violencia, o tener “una voz ahogada en la boca que da vueltas”, o “la cicatriz en la boca/ último asilo en la noche/ el corazón dando vueltas/ como un perro”; cada una podría sentir terror y temblor, y ser arrasada por el miedo y la vergüenza. Y todas las Rosas son, a la vez, la singularidad y la serie, Rosa la Roja y Rosa la Santa, la Rosa de Lorca y la Rosa de Sandro, la Rosa de Susques y la Rosa de Lima, la Rosa rosina y la Rosa de Siena. Y como si ese nombre del principio fundara una serie retrospectiva, se suceden en su poesía todos los nombres de mujer. Teresa, sin duda. Y también Patti, Beatriz, Eva, Melina, Julieta, Griselda, Ramonita, Erminda, Elizabeta, Tula. Todas aquellas que nombra “como un mantra, dice, Francisca, Petrona, Arcadia, Laureana, Gregoria, Gioconda, Juana”. Y, en fin, Cleofé: la señorita Cleofé, la madre, “mi madre”,la única, la que duplica en su voz doble la lengua maternal, matricial, material. María Cleofé Boglio.

Un ritmo es un tono, la voz es un ritmo, pero también una alternancia de voces. La poesía de María Teresa está atravesada por esa alternancia. Sin embargo no es un contrapunto, en el que cada voz establece una réplica, sino un diálogo, pero en el sentido etimológico de la palabra: (…) una palabra entre, a través de dos (…)  de esa misma raíz viene dialecto, “manera de hablar”. La que habla en la poesía de María Teresa casi siempre lo hace a través de otra, y es atravesada por otra. La apoteosis de este mundo se encuentra en este libro, Cleofé, y en la sección “Conversaciones con mi madre”,. una singular obra maestra. La voz de la hija y la voz de la madre se con-funden en la tipografía del poema. Que distingue dos voces. Que dicen “yo”, pero una sola música de dos personas se fusiona amorosamente cuando una se desplaza a la otra en esa dádiva intercambiable: “Lo mejor para vos, hija/Y para vos, mamá”; “Me quedo aquí, mamá, con tus manos/en las mías. Para las tuyas todo,/ hija, nada para las mías”;“¿Quien sos? /La Tere/ ¿Qué Tere? La Tere tuya.” Hasta llegar al último poema llamado Cleofé, que dice: “No sé quién soy/no tengo nombre”, allí donde sólo se halla la voz de la madre, para que acaso persista la voz y el nombre de la hija, superpuesta en presencia tácita. (…) Para la poesía de María Teresa, la lengua materna es, entonces, aquella que va olvidando a la madre, para dar lugar a la lengua madre, en cuyo vacío se abre una matriz engendradora de todas las voces de las mujeres que atraviesan aquel yo en el diálogismo de su poesía, en el hablar a través de otra, y en el previo acto de prestar oído a su decir.  Escribe: “Yo sólo quería prestar oído/a tu corazón,/ y así estuvimos las dos”.
(…)
En el poema “Non fiction, María Teresa escribió que las placas fotográficas estampadas por la luz son “Mapas detallados de lo real, para apresar/ una verdad, en la que un resto de magia/ permanece”. Los poemas son, entonces, imágenes de la experiencia vivida, lo que resta en la luz del sentido, en los signos, lo que puede conservarse de los hechos reales. Porque solo la imagen poética garantiza el incremento de lo real, y también su melancolía, allói donde alguien miró. Por eso los extraordinarios poemas de la infancia en el libro Kodak, tienen el aire brillante de las imágenes satinadas de las fotografías familiares: quieren para sí la fuerza de un mito personal. Pero son también un réquiem, y una redención. Y giran en torno de otra mujer: la “fallecida joven” de las fotografías, la que no está, y atraviesa otra vez el poema como otra interlocutora: Ana Andruetto, hermana de la poeta, que murió de cáncer y a cuya memoria está dedicado el libro.
(…)
María Teresa halló en la literatura de Cesare Pavese la redención del réquiem. El ritmo de la poesía racconto,- el poema relato-, y la teoría del mito como un retorno. Pero también la muerte, porque su voz y su imagen se unían a la del padre en el Piamonte, en Torino, al finalizar la guerra en la ciudad destruida. Y dice María Teresa: “…decir Pavese es también nombrar la muerte, los muertos que heredamos, la propia muerte, su presencia constante en la memoria”. La poeta tuvo que encontrar el modo de conjurar aquella mirada mortuoria, cuando asume la genealogía familiar, que es también la lengua madre cruzada por los ritmos hondos del dialecto piamontés, el que trae consigo los relatos de lo que nunca se vio.
En el encuentro con la literatura de Pavese hay una anécdota de gran fuerza estética, y a la vez de intenso contenido simbólico. El padre de la poeta, Romualdo Andruetto, fue desertor del ejército fascista, y luego partisano en Ghío, para emigrar a la Argentina después de la guerra, en 1948. Cuando su hija María Teresa descubrió a Pavese, le dijo a su papá que había leído a un escritor piamontés de ese nombre, “que parece que hablara de nosotros”. Increíblemente, su papá recordaba haberlo visto: “Yo lo conocí, me lo presentó Lucia Neiroti, una prima mía pariente del beato Neiroti, ése al que le nació un lirio en el pecho, y medio pariente de los
Pavese. Fue en Torino, cuando terminó la guerra, lo vimos venir con dos perros dálmatas, a la altura de la caserma…”. Ese recuerdo conforma las “Dos versiones de un poema a Pavese”, y también el prefacio del libro.  Ese prefacio corresponde a la memoria del padre. Pero luego la voz paterna es referida con las mismas palabras con las que se nombra a aquel tío que llegaba de las islas del sur, al su pueblo natal de Le Langue, en el gran poema de Pavese, “Los mares del sur”, donde se reconoce la voz antigua de los antepasados. María Teresa dice: “Cada vez que leo a Pavese vuelven los perros, la ciudad devastada, los partisanos de Ghío, la guerra, mi padre  que  recuerda, la  voz  que  un  día  tuvo  el  padre  de  mi  padre  y cada uno de los muertos de la sangre”. (…)
En el ritornello, todo el ritmo del verso es una vuelta, un regreso. Y lo que vuelve en Pavese, dice la poeta, es aquello que se escuchó en la niñez y que entonces no se podía contar. (…)
Pero nunca debe olvidarse que el ritornello de la memoria, cuenta con el don de la lengua madre. La poeta dice una vez que al leerle a su mamá los poemas de Pavese, con el recuerdo de su padre en Torino, al ver al poeta atravesando la calle con dos perros dálmatas, María Cleofé la corrige: “No es así, me dijo, no fue en Torino, fue en Roma y trae el álbum de fotos y me muestra una  fotografía  en  blanco  y  negro  donde  se  ve  a  mi  padre  joven  y  a  su  prima  vestida  de oscuro, con el fondo de la plaza San Pedro. Fue esta tarde, dice señalando la foto. ¿Cómo sabés que fue esa tarde?, pregunto. Porque ese día que le contaste que habías descubierto a Pavese, cuando te volviste a Córdoba buscó la foto y me dijo todo.
(…)
La enmienda de la madre, es una reescritura del inicio, la variante de la novela familiar. Esta lengua madre está hecha del piamontés desaprendido, en el ritmo extranjero del español de la provincia, y en la intimidad de la lengua de las otras –“la lengua en que se hablan las mujeres cuando nadie las escucha para corregirlas, como dice el epígrafe de Heléne Cixous. (…)
María Teresa produce una reversión del futuro: la muerte no vendrá, como en el poema de Pavese, para tener tus ojos: la muerte ya ha venido y está en la ausencia de los ojos deshechos, que un día captaron la apoteosis del final de la guerra antes de emigrar a la Argentina (…) La hija asume el poema futuro cuando se apropia de la lengua madre, cuyas palabras no son cenizas sino, como dice ella “palabras al rescoldo”. Es decir, lenguaje a la lumbre del hogar aAllí mismo donde una mujer brinda el alimento, vocablo nutricio, matricial, originario. Alimento y palabra. En otro poema, el padre también habla para ausentarse de nuevo, para manifestar su incapacidad trémula en ese espacio. Dice el padre: “NO puedo hacer nada,/ si no está aquí tu madre,/es cuestión  de mujeres,/ los hijos, la casa. Son cuestiones del hombre/no saber hacer nada. Un día serás grande/tendrás un marido sabrás lo que pasa. Los poemas de María Teresa, en cambio saben hacer, ejercitan en el recetario lírico el nombre elemental de la materia: lo maternal es material. (…)  La vida es sustantiva, el nombre, sensorial, el decir, goloso. Ya lo decía Cavour: “¡Habla como comes!”. (…)
Retorno, capa tras capa, al origen desplazado. Metáfora de la postergación de la muerte, la vida se dice en las fantasías del uso. El orden de un libro es un modelo del tiempo poético. Andruetto decidió presentar todos sus libros, desde los últimos hasta los primeros, inversamente al orden cronológico de su composición. Su modelo temporal en miniatura es el que ofrece el poema “Genealogía”,  donde se juntan las ganas de vivir con la vida, y cada momento vital, y luego el que estaba antes, y después el que estaba antes, y así siguiendo hasta dar con una fotografía que amoneda el mito de la sentencia materna: la madre de la madre, de la madre, de la madre, hasta ver a aquella mujer algo borrosa y delgada con ojos mitológicos de profundidad animal, como los ojos de una diosa. Así, la poesía de María Teresa Andruetto regresa al origen de todos los relatos donde debe hallarse la voz de Scheherezade, el habla de una mujer que burla la muerte con belleza, que conjura la violencia, y celebra, y alimenta, la que urde la trama de todas las historias, y cuenta cada día, y canta los días. Gracias.
APLAUSOS

MTA: Me conmueve tanto…es increíble. Increíble. Ese prólogo me conmueve tanto, me asombra… todo. Bueno, antes de una lectura, quiero agradecer, primero, a todos ustedes. Tanta gente aquí, como si fuera en mi casa, como si fuera en Córdoba. Muchas gracias a todos. A quienes trabajan en este lugar, al equipo que allá está, tras la barra… Por su generosidad, a Javier. Ha sido tan lindo el proceso de edición de este libro, tan pero tan lindo, tan fluido, tan fácil, tan sencillo, tan generoso de su parte, tan impulsando él todo…
Un agradecimiento especial para Ediciones en Danza. Fuertemente a él, a Isabel y a Alejandra. A Constanza, a Guillermo… a todas las personas que trabajan en la editorial. La verdad, una delicia la edición, el modo en el que sucedió todo, la elección de la tapa, la idea de hacer los poemas desde el hoy hacia el ayer, y la invitación a Jorge. Él sabe… bueno, Javier también sabe lo que me conmovió el prólogo.


Primero, que hubiera aceptado hacerlo, y después, que fuera lo que escribió, un prólogo extraordinario, excelso, profundo, que no dejó nada sin leer; comparó la poesía con todo lo otro que he escrito… Muy conmovida, muy honrada, muy agradecida con lo que hizo. Él sabe también cuánto valoro y admiro lo que hace desde antes. Y que haya puesto esa mirada suya en mis poemas es algo que valoro mucho. Otro agradecimiento es para Natalia Roca, que no está acá, una fotógrafa de Córdoba que me permitió el uso de la foto de tapa. Es una foto que ella hizo para un almanaque del año 2012 en el que participé. Doce mujeres en un almanaque, a favor del aborto legal, seguro, libre y gratuito. (APLAUSOS) Participamos doce mujeres; estaba Sonia Torres que era la mayor de todas, hasta una actriz de poco más de veinte años. Cada una en un mes. Yo, en diciembre. Había una Abuela de Plaza de Mayo, una cantante, una luchadora por los derechos humanos, etcétera. Natalia me regaló la posibilidad de que usemos esta foto. Me parecía que engañaba un poco, porque desde el 2012 a ahora… estoy más joven, pero bueno, ahí estamos; muy contenta, con mi biblioteca detrás. Les agradezco a todos ustedes por estar acá, por compartir conmigo esta alegría. Me siento como quien celebra un cumpleaños. Y voy a leer ahora un poema, porque después vamos a tomar algo, no quiero cansar. Pienso que tal vez tendría que leer inéditos, de la serie Rosa. Voy a empezar por ahí. Rosa tiene el epígrafe ese que leyó Jorge, de Gertrude Stein: “Rose is a rose, is a rose, is a rose

1
Una mujer pequeña/una buena esposa/ una voz ahogada en la boca/ que da vueltas.

Por si alguien manda.

Olvidarlo todo/encontrar a la niña guarra/a su corazón desnudo/
maldita suerte de nadie/ Como un mundo perdido/ el temor/ el tem-
blor/ la estúpida risa/ dócil la cerviz

Por si alguien manda.

2
Ayúdame rosa blanca/ que no se atrevan rosa del huerto/ Ayúdame a ponerme de pie

Desde el suelo.

Árboles/ piedras,/ ayuden a este corazón/ ayúdalo madre mía que no hay agujero donde esconder el miedo.

En los torrentes del cielo

Como una mujer que soporta/ las cosas ancladas/ el asilo en la noche sin puerta/ la luz que empezó a hacerse tierna.

Olvidada de todo, durmiendo
 Reza/ la buena niña de los cuentos/ su terror/ su temblor/ su piel de loza/ su lirio de agua

Dígalo todo mi niña

Que yo robaré las cañas/ le inventaré un son/ niña guarra./ Vuelve la vida  temblar/ como un barco./ Una mujer baja del pedestal/ no se vuelve/ a mirar nada/ era una flor de abismo

Y nos animamos.

Saltemos juntas/ ahora/ por la puerta o la ventana/ con ardor en la frente/  y en la boca una granada.

3
Que nadie se atreva a decirle nada/
a mi rosa sola/ rosa del huerto donde esconder el miedo.
Ella soporta la lluvia/ los árboles/ las piedras/ y los tormentos del suelo.

 Rosa  mía del huerto/ no hay agujero donde esconder el miedo/
ni hay alegría para seguir viviendo./ Yo quisiera estar de pie/
como una mujer que se levanta del tedio/
pero esta casa no tiene aleros,/ ni tiene torrentes el cielo/
 están las cosas ancladas y todo llueve hacia adentro/
la cicatriz en la boca/ último asilo en la noche/
y el corazón dando vueltas/ como un perro.

Cómo olvidar/ el cuerpo y la vergüenza/ cómo rezarle a la niña/
hasta que la luz se haga tierna/Era una flor de abismo y la encerra-
ron/ saltemos juntas /ahora/ rosa de nadie/ con los dormidos del suelo/
 y los de estómago lleno./No debieras hacer nada/ nada que no hayas
hecho/ nada madre de espuma/niña de piedra y de agua/
toda de carne o de barro.

Vuélvase a su sitio/ dicen en la calle/ pero ya ni se vuelve/ hija/ Una mujer que baja del pedestal/ no mira atrás/ anda sobre la tierra/ y eso da miedo/ su piel como un cuchillo/ o como un barco.

4
Rosa

Rosa Rosina/ Rosa Josefa/ Rosa de Lorca/ madre soltera/ Rosa primera

Roja rosa de Stein

Como blanca diosa/ como flor hermosa/ su lluvia de pétalos/ sus ojos oscuros/ su nombre de pobre

América y rosas

Ay Rosa rosina/ ay Rosa Josefa/ ay rosa de sangre/ ay rosa de Siena/ el rojo en las venas/ Que viva la rosa/ espinosa/ mugrosa/ la delicada rosa/ la aparatosa

Rosa la Roja
Vieja/ puerca/ coja/ nuestra Rosa/ en la quebrada/ desolada/ pisoteada rosa/ que desbroza/ a todas las rosas

Rosario

Perfuma espinosa/ la rosa mística/ la torre ebúrnea/ el ronroneo/ la rosquita de pan/ rodocrosita/ toda reina/ toda renga/ rosa sola/ torrentosa/ de Lima/ de Susques/ de Lorca

5

Dejá de cantarle a la Rosa/
che/
hacé que florezca

APLAUSOS


Versos de hospital
                                                                                                                                
Un amigo estuvo internado/ por una operación extraña/ por primera vez me asomé al mundo de los enfermeros, dice/ a la crueldad de los hospitales.

También yo ingresé a emergencia hospitalaria/con un palpitar menguado/ Así dijeron los médicos/y me pusieron en la zurda/una pequeña máquina.

Mundo de los enfermeros.

Recuerdo al que me cuidaba/ No quería orinar ante sus ojos/ ni que viera el pelo de mi pubis/
pero él dijo/ Es mi trabajo, madre, y me lavó las partes con merthiolate/ El muchacho empezaba a ser hombre/ los ojos achinados como rajas/ Vine a Córdoba a estudiar/ dijo/era de un ´pueblo de Salta/ es mi trabajo, madre/ no podía levantarme.

Crueldad de los hospitales.

Yo en una cama/ otra mujer en la otra cama/ amigas por esos días/ Él le dijo al poner la chata/ hay sangre, ¿está menstruando?/ A ella le dio vergüenza/ se me adelantó la regla…perdóname/ No se preocupe/ dijo el muchacho.

No se preocupe, madre.

De azul hielo en la noche/ el televisor encendido/ y nosotras en un barco/ a merced de aquel muchacho/ que limpiaba nuestra sangre/ y nuestras babas.
Así es nuestro trabajo/ dijo/ y nosotras/ coloradas de vergüenza/
diciendo y diciendo/
Gracias   



Genealogía

Tengo una foto del casamiento de mis padres,
él con traje oscuro y el pelo peinado a la gomina. Ella
de trajecito claro y una boina (con un moño grande, a cuadros)
la sonrisa perfecta, los ojos bajos, una cartera pequeña
en una mano (la otra mano enlazada a la mano de mi padre).
Con los ojos renegridos y las cejas grandes, a él parecen
molestarle los reflejos del sol en esa tarde. Sé que es abril
que están frente a la plaza, la sombra de sus cuerpos
se estira en el mosaico, hacia la tapia.

Ella lleva debajo una blusa blanca. Antes
de esa tarde, vendió una cadena de oro de su abuela
para hacerse el anillo de bodas. Si te gusta el oro,
no soy hombre para vos, dijo mi padre.

Antes, mi padre le dio un echarpe de su madre, de color azul
y grana. Si nos dejamos lo quiero de regreso, es un recuerdo
de la madre de mi madre.

Antes, un hombre golpeó la puerta de la casa de mi abuela,
allá en el pueblo, buscando a una amiga de su madre
y se encontró con mi madre.

Antes, ese hombre que venía de otro mundo
le pidió a mi madre que fuera a la ciudad para conocerla,
pero mi madre le dijo que una buena chica no se movía
de su casa.

Antes mi madre juró y juró que no se casaría con nadie.
Era hermosa como una potranca en la llanura y enseñaba
a leer con un peinado de trenzas recogidas.

Antes su madre se inclinó a fregar junto al arroyo
para alimentar a los hijos y al marido, y antes de eso
se le enfermó el marido. Era un hombre flaco como un pájaro
que no podía oler la sopa de porotos, ni la flor del paraíso,
ni el heno que enfardaba ni las hojas satinadas
de los plátanos. Íbamos a verlos los domingos, mi madre
nos llevaba; hablaban piamontés en una casa oscura,
con piso de ladrillos y un patio con glicinas.

Antes los padres de mi madre emparvaban alfalfa
en Campo Yucat y antes la madre de mi madre
tuvo a su primer hijo cuando era apenas una niña.

Antes, su madre casó a la hija casi niña con un hombre
bueno, el más bueno que encontré, decía,
sin preguntarle a esa niña nada.

Antes la madre de la madre de mi madre viajó con su hija
pequeña en la bodega de un barco y después atravesó los campos
como una peregrina, detrás de una máquina de trilla;
y antes escapó de su pueblo con su hija, para que no la casaran
con un hermano del marido.

Antes, en un lugar llamado Casas Viejas, se le  murió el marido
y ella se ató un cilicio en la cintura. Cuando yo era niña,
aún vivía, aferrada a un misal y un relicario con pelos
de Santa Cecilia. Era poco agraciada la madre de mi abuela,
la cara angulosa, los ojos hundidos, la boca, pero alguna vez
fue joven y robusta, un animal para el trabajo
cuando conoció al marido.

Antes ella no tuvo padre y juró que si tenía hijos
los hijos tendrían otra vida. Y antes fregó los suelos
de una iglesia y fregando conoció los libros. Los evangelios,
la Filotea, La vida de Santa Cecilia ( y se escondió en el pecho
tal vez robada, esa reliquia, unos pelos de la santa
en una cajita)

Antes fue campesina y ayudó a su madre a cuidar dos vacas
que tenían y antes su madre arrancó raíces
de entre las piedras, para alimentarla. 

Encontré una foto de esa mujer, una foto borrosa,
amarillenta. Dijo mi madre que le dijeron
que la sacó el cura de Casas Viejas. Es una foto de una campesina
joven, ya con la espalda curva, una mujer muy flaca,
con la quijada hacia adelante, husmeando como un perro
y los ojos, ay los ojos, tan despiertos, como una rata
o una ardilla, ojos alertas como los de una perdiz
o los de un tero.


Gracias.

(APLAUSOS)

 
Gracias a todos, muchísimas.

Centro Cultural Nuestra América: Bueno, gracias a todos. Muchas gracias a Javier y a María Teresa por habernos elegido. Este año nos quedan dos o tres presentaciones más de Ediciones en Danza, pero para nosotros esta era especial y creo que para la editorial también. Así que queremos agradecerles por habernos elegido; este es el primer año de nuestro centro cultural. Fue un año muy difícil, que empezó necesitando de mucho cariño, de muchos compañeros y de mucho amor. Pudimos sacarlo adelante entre todos, y está cada vez mejor, en una primavera que no para de florecer, que tiene poesía, que tiene el cariño que para nosotros es fundamental. Claramente, el trabajo que hicimos juntos está floreciendo, muchas gracias.


Poesía reunida
María Teresa Andruetto
Ediciones en Danza, 2019.

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