Presentación de Poesía Reunida, de María Teresa Andruetto
El viernes 8 de noviembre de 2019 se presentó Poesía Reunida de María Teresa Andruetto, publicada por Ediciones en Danza.
En el encuentro, Jorge Monteleone leyó parte del prólogo del libro -un acercamiento profundo a la obra de la autora. La noche culminó con la lectura que hizo la propia Andruetto, de tres poemas que hasta ese momento estaban inéditos.
Javier Cófreces:
Muy buenas noches. Como lo que voy a decir ahora ocurrió mientras estábamos
ingresando, creo que todos vamos a estar contentos sabiendo que Lula está
libre. (APLAUSOS) Bueno, mi nombre es Javier Cófreces, soy uno de los
irresponsables de Ediciones en Danza, y les doy la bienvenida al
Centro Cultural Nuestra América. Realmente, estamos muy agradecidos a los
compañeros de este Centro Cultural, que desde hace un año nos brindan estas
magníficas instalaciones para que hagamos nuestros actos, y los de otros sellos
de poesía; de modo que nuestro agradecimiento más enérgico y sincero.
Justamente quiero comentarles, para los que quieran quedarse luego de esta
presentación, que aquí hacen comida muy rica, con muchísimo cariño, precios
razonables. Así que todos los que quieran quedarse después a comer algo pueden
hacerlo, en este mismo lugar.
Antes de
comentarles algunas cosas, yo querría leer unas líneas de la contratapa de este
libro, que es, como se decía antiguamente, y forzadamente, una prieta síntesis:
Poesía reunida recopila la obra poética
publicada hasta el momento de una de las escritoras argentinas más reconocidas
y premiadas de la literatura nacional, María Teresa Andruetto. También
incluye una serie de poemas inéditos escritos entre 2018 y 2019. La autora,
cuyo trabajo destacara en los diversos géneros que transitó, literatura
infantil, narrativa y ensayo, escribió seis libros de poesía, publicados
entre 1993 y 2017: Palabras al rescoldo (1993), Pavese y otros poemas (1998),
Kodak (2001), Beatriz (2005), Sueño americano (2008) y Cleofé (2017), todos
ellos incluidos en Poesía reunida. El profesor Jorge Monteleone escribió el
ensayo preliminar de esta obra luminosa.
Y creo que se
trata de una obra luminosa, porque yo les voy a contar apenas algunos detalles
de lo que fue trabajar con María Teresa. Por supuesto, lo primero en que nos
pusimos de acuerdo cuando resolvimos este libro, fue en que Jorge Monteleone
fuera quien escribiera el Prólogo.
María Teresa
Andruetto: Antes de saber qué diría Jorge.
JC: Era imposible
no editar tu libro. Pero a Jorge se le encargó un Prólogo, y escribió un
ensayo. De unas poquitas páginas con las que nos hubiésemos conformado,
escribió veinte o veinticinco páginas acerca de la obra literaria de María
Teresa, y realmente es un trabajo fantástico. Lo más importante es que la
autora estuvo de acuerdo en todo lo que dijo (Risas). A mí me pareció
fantástico y a la autora también. Así que se decidió que este libro comenzara
con ese ensayo preliminar de Jorge. En 2017 estaba la posibilidad de armar una
antología con poemas de María Teresa. Yo conocía algunos de sus libros, en
especial Sueño americano, o Pavese…, y esa antología finalmente no
se hizo. Y ahí… bueno, ¿vieron cuando se dice: “quedé caliente como un pancho”? (Risas)… Yo dije: “No puede ser. La
editorial tiene que publicar un libro de María Teresa”. Y así fue como
empezamos a trabajar en las Obras Completas. Afortunadamente, en el sello, que
ya está por cumplir veinte años, tenemos toda una serie de Poesías Completas.
En 2011 publicamos la Poesía Completa
de Jorge Leónidas Escudero, en 2013 publicamos las Obras Completas de Juan Antonio Vasco, y en 2015 las Poesías Completas de Macky Corbalán.
Afortunadamente, esos libros han tenido recorridos fantásticos. Los libros de
Escudero y de Juan Antonio Vasco integraron la colección Juan Gelman. Por lo
tanto son libros que están en doce mil colegios argentinos, gracias a la
“década perdida”, de acuerdo a como se la llama. Esos libros están en las
bibliotecas de todos los colegios.
Y el libro de
Macky, una gran poeta patagónica, luchadora feminista, es un libro que también
está circulando por todo el país a través de diferentes ferias. Y estamos
seguros de que el libro de María Teresa va a circular por todo el país. Si bien
yo conocía fragmentariamente la obra poética de María Teresa, no la conocía
como persona. Y en estos dos años en los que estuvimos trabajando juntos para
la producción de esta obra, descubrí que además de ser una tremenda escritora,
es una de esas personas que uno conoce muy de tanto en tanto. Tiene una
cantidad de propiedades humanas que no abundan. De modo que haber hecho este
trabajo con ella es una tremenda satisfacción, una tremenda felicidad.
Con todos los
libros que publicamos en el sello, (y son cerca de trescientos), estamos
intentando compartir la poesía que nos entusiasma a nosotros. Y tener la
sensación de que esa lectura va a ser una lectura entusiasta, fervorosa.
Siempre es una expectativa, y uno piensa en que ojalá que eso se cumpla. Pero
en el caso de una persona como María Teresa, había una intención de compensarla
a ella, que quedara conforme. Yo sé que los lectores van a estar conformes con
la obra literaria tremenda de María Teresa, pero saber que ella está conforme,
era algo que me preocupaba. Y realmente nos dijo que está contenta y
entusiasmada, por lo tanto creo que nuestro trabajo está cumplido. Después de
que lean el libro se van a dar cuenta de que valió la pena el esfuerzo.
Muchísimas gracias por acompañarnos.
(APLAUSOS)
Jorge Monteleone:
Bueno, muchas gracias a los dos por este privilegio. Yo me puse muy contento
cuando me enteré de esa elección, de esa oportunidad, porque es una oportunidad
escribir sobre este libro, que es maravilloso. Léanlo, porque es un libro para
atesorar. Yo había leído mucho ya de María Teresa a lo largo de los años. Pero
ahora pude leer el conjunto, y tiene una profunda potencia, una coherencia y
una profundidad extraordinarias. Además, también celebro esa patriada constante
de Javier por la poesía, que lleva muchos años y que aparece como detrás de los
libros. Si no existiera esa potencia creadora de la editorial, la poesía no
tendría esa potencia creadora que ahora tiene. Como la tiene este libro
maravilloso. Así que les estoy muy agradecido por la oportunidad de poder
escribir sobre este libro. Como le decía a María Teresa, para mí el ensayo
sobre poesía es una forma de la poesía bajo otros medios, como decían los
románticos alemanes. Es una resonancia, la poesía también tiene que estar allí.
Voy a leer algunos fragmentos de lo que escribí. El texto se llama “Hablar de mujeres”:
Cerca de
edificios de colores marfiles y azules, con techos de tres puntas entre flores
gigantes de formas ojivales. Bajo arcos decorados con mosaicos de filigranada
geometría, había una muchacha serena y blanca de ojos muy abiertos, que se
llevaba la mano al corazón. La atravesaba el comienzo de un cuento infantil de
María Teresa Andruetto, un relato milenario que comenzaba de nuevo, sobre una
mujer. Decía: “Había una vez, en un país lejano, una mujer hermosa que
entretenía al gran Visir contándole historias. La mujer se llamaba Scheherezade
y las historias que contaba eran extrañas y misteriosas. Una de ellas comenzaba
así:”
Los dos puntos se
abrían a otro comienzo al pasar la página, donde había una población cercada
por un sendero oblongo, con casa de techos redondeados, púrpuras y blancos,
bajo un cielo vagamente rosa, que agitaban árboles como plumas de pavos reales.
Y donde una muchacha con un vestido rojo y un manto, miraba de soslayo con una
mano en el corazón, mientras el cuento de María Teresa Andruetto decía, después
de los dos puntos: “Había una vez, en un país hermoso, una mujer extraña que
contaba historias. La mujer de llamaba Anú, y las historias que contaba eran
misteriosas y lejanas. Una de ellas comenzaba así: “
Los dos puntos se
abrían a un nuevo comienzo al pasar la página, donde había un cielo rojo y
naranja, sobre el que se perfilaban castillos negros de techos puntiagudos,
como minas de lápices de grafito junto a un río azul. Y en la orilla de
enfrente se alzaban castillos rosas, y palmeras con hojas verticales, como
pinceles para acuarelas; entretanto, bajo oscuras arcadas y lienzos de encaje,
una muchacha con un vestido oscuro con círculos bordados blancos, miraba
fijamente al lector con una mano en el corazón, Mientras el cuento de María
Teresa Andruetto seguía diciendo, después de los dos puntos: “Había una vez en
un país extraño, una mujer lejana que contaba historias. La mujer se llamaba
Saläh y las historias que contaba eran misteriosas, tan misteriosas como ella,
De entre todas las historias que contaba Saläh, había una que era su preferida.
Comenzaba así:
Así se entrelaza
indefinidamente el cuento Había una vez.
Que habla de mujeres: Scheherezade, y Anú, y Saläh, y luego Ghuta, y Shura y
otra vez Scheherezade, como un tejido de relatos: “Y así fue que esperando
morir, ella contó más de mil cuentos. Y en esos cuentos vivió para siempre”, se
lee. De una a otra mujer todo recomienza, como un ritmo que no cesa, gira sobre
sí y vuelve a empezar. María Teresa lo sabe. Como lo supieron tantos otros.
Como lo sabía Walter Benjamin, cuando escribió en “El narrador” que la musa de
la narración sería una mujer infatigable y divina (Mnemosyne) que anuda la red
que forman todas las historias reunidas. Una se enlaza a la otra, como los
cuentos de Las mil y una noches, En
el alma de cada uno de ellos hay una Scheherezade, que con cada pasaje de sus
historias se acuerda de otra historia.
El hilo del
relato se encarna en una figura de mujer como la del cuento de María Teresa,
que comienza una y otra vez con aquellas muchachas. La escritura poética de
María Teresa se forma menos en la lengua materna que en aquello que llamó
hermosamente “la lengua madre”. La lengua madre es una lengua maternal, es
decir, originaria, porque en ella se articula cierta voz esencial, remota y a
la vez presente, de una mujer plural en la que se entretejen todos los relatos,
todas las memorias.
La metáfora del
hilado, del hilo remoto que conforma esa trama no es ajena al estado de un texto. Esa urdimbre textual, se devana
en torno de una mujer, y ese es uno de los centros de sentido de toda la obra
artística de María Teresa. En su escritura la mujer “se hace un sitio”. Y toda
su obra, como este libro maravilloso, hace lugar al hablar de las mujeres: las
familiares y las desconocidas, las abuelas, y las madres, y las hijas y las
nietas, las víctimas y las cuestionadas, las olvidadas y las ausentes, las
estridentes y las notables, las muertas y las vivas. La poesía de María Teresa
es su escritura de mayor concentración, el núcleo de su obra donde busca aquel
ideal de su poética: “ir hacia cierto
orden secreto, un orden propio, momentáneo y único”. Y esa poesía gira a menudo en torno de un nombre femenino,
de una voz de mujer, de una elección de género. Lo que se descubre de aquel
orden secreto es propio, intransferible, pero a la vez comunitario y social. A
través de capas y capas de experiencias y de recuerdos, (…) aparece el habla de
las mujeres como las guardianas y a la vez las hacedoras de los hechos cifrados
en relatos, en objetos, en espacios, en recuerdos, en vagas huellas que buscan
sus palabras.
La poeta entona
ese ritmo con una paciencia artesanal, recóndita y amorosa. La entonación que
se le da a una anécdota, a un vocablo o incluso a un gesto, donde se resume una
totalidad o una serie, un ademán cualquiera, como los de aquellos gestos
ínfinitos que se remontan en el tiempo, cuando, como se lee en la novela Lengua Madre:” repite gestos de su madre
y de su abuela, gestos que le llegan no sabe ella desde dónde, acaso desde
cientos de mujeres que vivieron antes”. Así, esencialmente, su poesía habla del
habla de las mujeres anónimas (la extranjera; una niña y su madre; las amigas
de la abuela:” la impura, la enferma, la aislada de todos”; las mujeres solas, “donne sole”, como las de Pavese. O
bien, sobre todo, la poeta inscribe nombres de mujeres: el primer texto de este
conjunto se llama Rosa, y como la
rosa del epígrafe de Gertude Stein, (a
rose is a rose, is a rose), el nombre repetido obra como un arquetipo
mitológico, y a la vez como una diversidad. Cada Rosa nombrada es única y es
todas en una serie sin fin. Cada una de ellas podría estar padeciendo una
violencia, o tener “una voz ahogada en la boca que da vueltas”, o “la cicatriz
en la boca/ último asilo en la noche/ el corazón dando vueltas/ como un perro”;
cada una podría sentir terror y temblor, y ser arrasada por el miedo y la
vergüenza. Y todas las Rosas son, a la vez, la singularidad y la serie, Rosa la
Roja y Rosa la Santa, la Rosa de Lorca y la Rosa de Sandro, la Rosa de Susques
y la Rosa de Lima, la Rosa rosina y la Rosa de Siena. Y como si ese nombre del
principio fundara una serie retrospectiva, se suceden en su poesía todos los
nombres de mujer. Teresa, sin duda. Y también Patti, Beatriz, Eva, Melina,
Julieta, Griselda, Ramonita, Erminda, Elizabeta, Tula. Todas aquellas que
nombra “como un mantra, dice, Francisca, Petrona, Arcadia, Laureana, Gregoria,
Gioconda, Juana”. Y, en fin, Cleofé: la señorita Cleofé, la madre, “mi madre”,la
única, la que duplica en su voz doble la lengua maternal, matricial, material.
María Cleofé Boglio.
Un ritmo es un
tono, la voz es un ritmo, pero también una alternancia de voces. La poesía de
María Teresa está atravesada por esa alternancia. Sin embargo no es un
contrapunto, en el que cada voz establece una réplica, sino un diálogo, pero en
el sentido etimológico de la palabra: (…) una palabra entre, a través de dos
(…) de esa misma raíz viene dialecto, “manera de hablar”. La que
habla en la poesía de María Teresa casi siempre lo hace a través de otra, y es
atravesada por otra. La apoteosis de este mundo se encuentra en este libro, Cleofé, y en la sección “Conversaciones
con mi madre”,. una singular obra maestra. La voz de la hija y la voz de la
madre se con-funden en la tipografía del poema. Que distingue dos voces. Que
dicen “yo”, pero una sola música de dos personas se fusiona amorosamente cuando
una se desplaza a la otra en esa dádiva intercambiable: “Lo mejor para vos, hija/Y
para vos, mamá”; “Me quedo aquí, mamá, con tus manos/en las mías. Para las tuyas todo,/ hija, nada para las
mías”;“¿Quien sos? /La Tere/
¿Qué Tere? La Tere tuya.” Hasta llegar al último poema llamado Cleofé, que dice: “No sé quién soy/no
tengo nombre”, allí donde sólo se
halla la voz de la madre, para que acaso persista la voz y el nombre de la
hija, superpuesta en presencia tácita. (…) Para la poesía de María Teresa, la
lengua materna es, entonces, aquella que va olvidando a la madre, para dar
lugar a la lengua madre, en cuyo vacío se abre una matriz engendradora
de todas las voces de las mujeres que atraviesan aquel yo en el diálogismo de
su poesía, en el hablar a través de otra, y en el previo acto de prestar
oído a su decir. Escribe: “Yo sólo
quería prestar oído/a tu corazón,/ y así estuvimos las dos”.
(…)
En el poema “Non fiction”, María Teresa escribió que las placas
fotográficas estampadas por la luz son “Mapas detallados de lo real, para
apresar/ una verdad, en la que un resto de magia/ permanece”. Los poemas son, entonces,
imágenes de la experiencia vivida, lo que resta en la luz del sentido, en los
signos, lo que puede conservarse de los hechos reales. Porque solo la imagen
poética garantiza el incremento de lo real, y también su melancolía, allói
donde alguien miró. Por eso los extraordinarios poemas de la infancia en el
libro Kodak, tienen el aire brillante de las imágenes satinadas de las
fotografías familiares: quieren para sí la fuerza de un mito personal. Pero son
también un réquiem, y una redención. Y giran en torno de otra mujer: la “fallecida
joven” de las fotografías, la que no está, y atraviesa otra vez el poema como
otra interlocutora: Ana Andruetto, hermana de la poeta, que murió de cáncer y a
cuya memoria está dedicado el libro.
(…)
María Teresa halló en la literatura de Cesare Pavese la redención del
réquiem. El ritmo de la poesía racconto,- el poema relato-, y la teoría
del mito como un retorno. Pero también la muerte, porque su voz y su imagen se
unían a la del padre en el Piamonte, en Torino, al finalizar la guerra en la
ciudad destruida. Y dice María Teresa: “…decir Pavese es también nombrar la
muerte, los muertos que heredamos, la propia muerte, su presencia constante en
la memoria”. La poeta tuvo que encontrar el modo de conjurar aquella mirada mortuoria,
cuando asume la genealogía familiar, que es también la lengua madre cruzada por
los ritmos hondos del dialecto piamontés, el que trae consigo los relatos de lo
que nunca se vio.
En el encuentro con la literatura de Pavese hay una anécdota de gran
fuerza estética, y a la vez de intenso contenido simbólico. El padre de la
poeta, Romualdo Andruetto, fue desertor del ejército fascista, y luego
partisano en Ghío, para emigrar a la Argentina después de la guerra, en 1948.
Cuando su hija María Teresa descubrió a Pavese, le dijo a su papá que había
leído a un escritor piamontés de ese nombre, “que parece que hablara de
nosotros”. Increíblemente, su papá recordaba haberlo visto: “Yo lo conocí, me lo
presentó Lucia Neiroti, una prima mía pariente del beato Neiroti, ése al que le
nació un lirio en el pecho, y medio pariente de los
Pavese. Fue en Torino, cuando terminó la guerra, lo vimos venir con dos
perros dálmatas, a la altura de la caserma…”. Ese recuerdo conforma las
“Dos versiones de un poema a Pavese”, y también el prefacio del libro. Ese prefacio corresponde a la memoria del
padre. Pero luego la voz paterna es referida con las mismas palabras con las
que se nombra a aquel tío que llegaba de las islas del sur, al su pueblo natal
de Le Langue, en el gran poema de Pavese, “Los mares del sur”, donde se
reconoce la voz antigua de los antepasados. María Teresa dice: “Cada vez que
leo a Pavese vuelven los perros, la ciudad devastada, los partisanos de Ghío,
la guerra, mi padre que recuerda, la voz
que un día tuvo el
padre de mi
padre y cada uno de los muertos
de la sangre”. (…)
En el ritornello, todo el ritmo del verso es una vuelta, un
regreso. Y lo que vuelve en Pavese, dice la poeta, es aquello que se escuchó en
la niñez y que entonces no se podía contar. (…)
Pero nunca debe olvidarse que el ritornello de la memoria,
cuenta con el don de la lengua madre. La poeta dice una vez que al leerle a su
mamá los poemas de Pavese, con el recuerdo de su padre en Torino, al ver
al poeta atravesando la calle con dos perros dálmatas, María Cleofé la corrige:
“No es así, me dijo, no fue en Torino, fue en Roma y trae el álbum de fotos y
me muestra una fotografía en
blanco y negro
donde se ve
a mi padre
joven y a
su prima vestida
de oscuro, con el fondo de la plaza San Pedro. Fue esta tarde, dice
señalando la foto. ¿Cómo sabés que fue esa tarde?, pregunto. Porque ese día que
le contaste que habías descubierto a Pavese, cuando te volviste a Córdoba buscó
la foto y me dijo todo”.
(…)
La enmienda de la madre, es una reescritura del inicio, la variante de
la novela familiar. Esta lengua madre está hecha del piamontés desaprendido, en
el ritmo extranjero del español de la provincia, y en la intimidad de la lengua
de las otras –“la lengua en que se hablan las mujeres cuando nadie las escucha
para corregirlas, como dice el epígrafe de Heléne Cixous. (…)
María Teresa produce una
reversión del futuro: la muerte no vendrá, como en el poema de Pavese, para
tener tus ojos: la muerte ya ha venido y está en la ausencia de los ojos
deshechos, que un día captaron la apoteosis del final de la guerra antes de
emigrar a la Argentina (…) La hija asume el poema futuro cuando se apropia de
la lengua madre, cuyas palabras no son cenizas sino, como dice ella “palabras
al rescoldo”. Es decir, lenguaje a la lumbre del hogar aAllí mismo donde una
mujer brinda el alimento, vocablo nutricio, matricial, originario. Alimento y
palabra. En otro poema, el padre también habla para ausentarse de nuevo, para
manifestar su incapacidad trémula en ese espacio. Dice el padre: “NO puedo
hacer nada,/ si no está aquí tu madre,/es cuestión de mujeres,/ los hijos, la casa. Son
cuestiones del hombre/no saber hacer nada. Un día serás grande/tendrás un
marido sabrás lo que pasa. Los poemas de María Teresa, en cambio saben
hacer, ejercitan en el recetario lírico el nombre elemental de la materia:
lo maternal es material. (…) La vida es
sustantiva, el nombre, sensorial, el decir, goloso. Ya lo decía Cavour: “¡Habla
como comes!”. (…)
Retorno, capa tras capa, al
origen desplazado. Metáfora de la postergación de la muerte, la vida se dice en
las fantasías del uso. El orden de un libro es un modelo del tiempo poético.
Andruetto decidió presentar todos sus libros, desde los últimos hasta los
primeros, inversamente al orden cronológico de su composición. Su modelo
temporal en miniatura es el que ofrece el poema “Genealogía”, donde se juntan las ganas de vivir con la
vida, y cada momento vital, y luego el que estaba antes, y después el que
estaba antes, y así siguiendo hasta dar con una fotografía que amoneda el mito
de la sentencia materna: la madre de la madre, de la madre, de la madre, hasta
ver a aquella mujer algo borrosa y delgada con ojos mitológicos de profundidad
animal, como los ojos de una diosa. Así, la poesía de María Teresa Andruetto
regresa al origen de todos los relatos donde debe hallarse la voz de Scheherezade,
el habla de una mujer que burla la muerte con belleza, que conjura la violencia,
y celebra, y alimenta, la que urde la trama de todas las historias, y cuenta
cada día, y canta los días. Gracias.
APLAUSOS
MTA: Me conmueve tanto…es increíble. Increíble. Ese prólogo me conmueve
tanto, me asombra… todo. Bueno, antes de una lectura, quiero agradecer,
primero, a todos ustedes. Tanta gente aquí, como si fuera en mi casa, como si
fuera en Córdoba. Muchas gracias a todos. A quienes trabajan en este lugar, al
equipo que allá está, tras la barra… Por su generosidad, a Javier. Ha sido tan
lindo el proceso de edición de este libro, tan pero tan lindo, tan fluido, tan
fácil, tan sencillo, tan generoso de su parte, tan impulsando él todo…
Un agradecimiento especial para Ediciones en Danza. Fuertemente a él, a
Isabel y a Alejandra. A Constanza, a Guillermo… a todas las personas que
trabajan en la editorial. La verdad, una delicia la edición, el modo en el que
sucedió todo, la elección de la tapa, la idea de hacer los poemas desde el hoy
hacia el ayer, y la invitación a Jorge. Él sabe… bueno, Javier también sabe lo
que me conmovió el prólogo.
Primero, que hubiera aceptado hacerlo, y después, que fuera lo que
escribió, un prólogo extraordinario, excelso, profundo, que no dejó nada sin
leer; comparó la poesía con todo lo otro que he escrito… Muy conmovida, muy
honrada, muy agradecida con lo que hizo. Él sabe también cuánto valoro y admiro
lo que hace desde antes. Y que haya puesto esa mirada suya en mis poemas es
algo que valoro mucho. Otro agradecimiento es para Natalia Roca, que no está
acá, una fotógrafa de Córdoba que me permitió el uso de la foto de tapa. Es una
foto que ella hizo para un almanaque del año 2012 en el que participé. Doce
mujeres en un almanaque, a favor del aborto legal, seguro, libre y gratuito.
(APLAUSOS) Participamos doce mujeres; estaba Sonia Torres que era la mayor de
todas, hasta una actriz de poco más de veinte años. Cada una en un mes. Yo, en
diciembre. Había una Abuela de Plaza de Mayo, una cantante, una luchadora por
los derechos humanos, etcétera. Natalia me regaló la posibilidad de que usemos
esta foto. Me parecía que engañaba un poco, porque desde el 2012 a ahora… estoy
más joven, pero bueno, ahí estamos; muy contenta, con mi biblioteca detrás. Les
agradezco a todos ustedes por estar acá, por compartir conmigo esta alegría. Me
siento como quien celebra un cumpleaños. Y voy a leer ahora un poema, porque
después vamos a tomar algo, no quiero cansar. Pienso que tal vez tendría que
leer inéditos, de la serie Rosa. Voy a empezar por ahí. Rosa tiene el
epígrafe ese que leyó Jorge, de Gertrude Stein: “Rose is a rose, is a
rose, is a rose”
1
Una mujer pequeña/una buena esposa/ una voz ahogada en la boca/ que da
vueltas.
Por si
alguien manda.
Olvidarlo todo/encontrar a la niña guarra/a su corazón desnudo/
maldita suerte de nadie/ Como un mundo perdido/ el temor/ el tem-
blor/ la estúpida risa/ dócil la cerviz
Por si
alguien manda.
2
Ayúdame rosa blanca/ que no se atrevan rosa del huerto/ Ayúdame a
ponerme de pie
Desde el
suelo.
Árboles/ piedras,/ ayuden a este corazón/ ayúdalo madre mía que no hay
agujero donde esconder el miedo.
En los
torrentes del cielo
Como una mujer que soporta/ las cosas ancladas/ el asilo en la noche
sin puerta/ la luz que empezó a hacerse tierna.
Olvidada
de todo, durmiendo
Reza/ la buena niña de los
cuentos/ su terror/ su temblor/ su piel de loza/ su lirio de agua
Dígalo
todo mi niña
Que yo robaré las cañas/ le inventaré un son/ niña guarra./ Vuelve la vida temblar/ como un barco./ Una mujer baja del
pedestal/ no se vuelve/ a mirar nada/ era una flor de abismo
Y nos
animamos.
Saltemos juntas/ ahora/ por la puerta o la ventana/ con ardor en la
frente/ y en la boca una granada.
3
Que nadie se atreva a decirle nada/
a mi rosa sola/ rosa del huerto donde esconder el miedo.
Ella soporta la lluvia/ los árboles/ las piedras/ y los tormentos del suelo.
Rosa mía del huerto/ no hay agujero donde esconder
el miedo/
ni hay alegría para seguir viviendo./ Yo quisiera estar de pie/
como una mujer que se levanta del tedio/
pero esta casa no tiene aleros,/ ni tiene torrentes el cielo/
están las cosas ancladas y todo
llueve hacia adentro/
la cicatriz en la boca/ último asilo en la noche/
y el corazón dando vueltas/ como un perro.
Cómo olvidar/ el cuerpo y la vergüenza/ cómo rezarle a la niña/
hasta que la luz se haga tierna/Era una flor de abismo y la encerra-
ron/ saltemos juntas /ahora/ rosa de nadie/ con los dormidos del suelo/
y los de estómago lleno./No
debieras hacer nada/ nada que no hayas
hecho/ nada madre de espuma/niña de piedra y de agua/
toda de carne o de barro.
Vuélvase a su sitio/ dicen en la calle/ pero ya ni se vuelve/ hija/ Una
mujer que baja del pedestal/ no mira atrás/ anda sobre la tierra/ y eso da
miedo/ su piel como un cuchillo/ o como un barco.
4
Rosa
Rosa Rosina/ Rosa Josefa/ Rosa de Lorca/ madre soltera/ Rosa primera
Roja rosa
de Stein
Como blanca diosa/ como flor hermosa/ su lluvia de pétalos/ sus ojos
oscuros/ su nombre de pobre
América y
rosas
Ay Rosa rosina/ ay Rosa Josefa/ ay rosa de sangre/ ay rosa de Siena/ el
rojo en las venas/ Que viva la rosa/ espinosa/ mugrosa/ la delicada rosa/ la
aparatosa
Rosa la
Roja
Vieja/ puerca/ coja/ nuestra Rosa/ en la quebrada/ desolada/ pisoteada
rosa/ que desbroza/ a todas las rosas
Rosario
Perfuma espinosa/ la rosa mística/ la torre ebúrnea/ el ronroneo/ la
rosquita de pan/ rodocrosita/ toda reina/ toda renga/ rosa sola/ torrentosa/ de
Lima/ de Susques/ de Lorca
5
Dejá de
cantarle a la Rosa/
che/
hacé que
florezca
APLAUSOS
Versos de hospital
Un amigo estuvo internado/ por una operación extraña/ por primera
vez me asomé al mundo de los enfermeros, dice/ a la crueldad de
los hospitales.
También yo ingresé a emergencia hospitalaria/con un palpitar menguado/ Así
dijeron los médicos/y me pusieron en la zurda/una pequeña máquina.
Mundo de
los enfermeros.
Recuerdo al que me cuidaba/ No quería orinar ante sus ojos/ ni que viera
el pelo de mi pubis/
pero él dijo/ Es mi trabajo, madre, y me lavó las partes con
merthiolate/ El muchacho empezaba a ser hombre/ los ojos achinados como rajas/ Vine
a Córdoba a estudiar/ dijo/era de un ´pueblo de Salta/ es mi trabajo,
madre/ no podía levantarme.
Crueldad
de los hospitales.
Yo en una cama/ otra mujer en la otra cama/ amigas por esos días/ Él le
dijo al poner la chata/ hay sangre, ¿está menstruando?/ A ella le dio
vergüenza/ se me adelantó la regla…perdóname/ No se preocupe/ dijo
el muchacho.
No se
preocupe, madre.
De azul hielo en la noche/ el televisor encendido/ y nosotras en un
barco/ a merced de aquel muchacho/ que limpiaba nuestra sangre/ y nuestras
babas.
Así es
nuestro trabajo/ dijo/ y nosotras/
coloradas de vergüenza/
diciendo y diciendo/
Gracias
Genealogía
Tengo una foto del casamiento de mis padres,
él con traje oscuro y el pelo peinado a la gomina.
Ella
de trajecito claro y una boina (con un moño
grande, a cuadros)
la sonrisa perfecta, los ojos bajos, una cartera
pequeña
en una mano (la otra mano enlazada a la mano de
mi padre).
Con los ojos renegridos y las cejas grandes, a él
parecen
molestarle los reflejos del sol en esa tarde. Sé
que es abril
que están frente a la plaza, la sombra de sus
cuerpos
se estira en el mosaico, hacia la tapia.
Ella lleva debajo una blusa blanca. Antes
de esa tarde, vendió una cadena de oro de su abuela
para hacerse el anillo de bodas. Si te gusta el
oro,
no
soy hombre para vos, dijo mi
padre.
Antes, mi padre le dio un echarpe de su madre, de
color azul
y grana. Si nos dejamos lo quiero de regreso, es
un recuerdo
de
la madre de mi madre.
Antes, un hombre golpeó la puerta de la casa de mi
abuela,
allá en el pueblo, buscando a una amiga de su madre
y se encontró con mi madre.
Antes, ese hombre que venía de otro mundo
le pidió a mi madre que fuera a la ciudad para
conocerla,
pero mi madre le dijo que una buena chica no se
movía
de su casa.
Antes mi madre juró y juró que no se casaría con
nadie.
Era hermosa como una potranca en la llanura y
enseñaba
a leer con un peinado de trenzas recogidas.
Antes su madre se inclinó a fregar junto al arroyo
para alimentar a los hijos y al marido, y antes de
eso
se le enfermó el marido. Era un hombre flaco como
un pájaro
que no podía oler la sopa de porotos, ni la flor
del paraíso,
ni el heno que enfardaba ni las hojas satinadas
de los plátanos. Íbamos a verlos los domingos, mi
madre
nos llevaba; hablaban piamontés en una casa oscura,
con piso de ladrillos y un patio con glicinas.
Antes los padres de mi madre emparvaban alfalfa
en Campo Yucat y antes la madre de mi madre
tuvo a su primer hijo cuando era apenas una niña.
Antes, su madre casó a la hija casi niña con un
hombre
bueno, el más bueno que encontré, decía,
sin preguntarle a esa niña nada.
Antes la madre de la madre de mi madre viajó con su
hija
pequeña en la bodega de un barco y después atravesó
los campos
como una peregrina, detrás de una máquina de
trilla;
y antes escapó de su pueblo con su hija, para que
no la casaran
con un hermano del marido.
Antes, en un lugar llamado Casas Viejas, se le murió el marido
y ella se ató un cilicio en la cintura. Cuando yo era
niña,
aún vivía, aferrada a un misal y un relicario con
pelos
de Santa Cecilia. Era poco agraciada la madre de mi
abuela,
la cara angulosa, los ojos hundidos, la boca, pero
alguna vez
fue joven y robusta, un animal para el trabajo
cuando conoció al marido.
Antes ella no tuvo padre y juró que si tenía hijos
los hijos tendrían otra vida. Y antes fregó los
suelos
de una iglesia y fregando conoció los libros. Los
evangelios,
la Filotea, La vida de Santa Cecilia ( y se
escondió en el pecho
tal
vez robada, esa reliquia, unos pelos de la santa
en
una cajita)
Antes fue campesina y ayudó a su madre a cuidar dos
vacas
que tenían y antes su madre arrancó raíces
de entre las piedras, para alimentarla.
Encontré una foto de esa mujer, una foto borrosa,
amarillenta. Dijo mi madre que le dijeron
que la sacó el cura de Casas Viejas. Es una foto de
una campesina
joven, ya con la espalda curva, una mujer muy
flaca,
con la quijada hacia adelante, husmeando como un
perro
y los ojos, ay los ojos, tan despiertos,
como una rata
o una ardilla, ojos alertas como los de una perdiz
o los de un tero.
Gracias.
(APLAUSOS)
Gracias a todos, muchísimas.
Centro Cultural Nuestra América: Bueno, gracias a
todos. Muchas gracias a Javier y a María Teresa por habernos elegido. Este año
nos quedan dos o tres presentaciones más de Ediciones en Danza, pero para
nosotros esta era especial y creo que para la editorial también. Así que
queremos agradecerles por habernos elegido; este es el primer año de nuestro centro
cultural. Fue un año muy difícil, que empezó necesitando de mucho cariño, de
muchos compañeros y de mucho amor. Pudimos sacarlo adelante entre todos, y está
cada vez mejor, en una primavera que no para de florecer, que tiene poesía, que
tiene el cariño que para nosotros es fundamental. Claramente, el trabajo que
hicimos juntos está floreciendo, muchas gracias.
Poesía reunida
María Teresa Andruetto
Ediciones en Danza, 2019.
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