María Inés Falconi: "Me divierto mucho cuando escribo, me río."
En la primera entrega de la entrevista a María Inés Falconi, realizada en la Nube, como parte del ciclo "Encuentros con escritores de literatura infantil y juvenil", la autora habló de su doble vocación, por la literatura y por el teatro. En la charla coordinada por Mario Méndez, contó que su apasionado interés por el teatro infantil la ha llevado ha formar parte de una asociación (ATINA), que busca hacer conocer las obras de calidad que se realizan en Argentina y requieren aún de un gran trabajo de difusión, que es el actual desafío. También habló acerca de la especificidad de la producción literaria y dramatúrgica infantil, como un campo de desarrollo propio que tiene en el centro al destinatario, que no puede desconocerse. Además, se explayó sobre sus obras, su trabajo de investigación a la hora de escribir y su especial gusto por los márgenes de la historia. Libro de arena publicará la segunda parte de la charla el viernes próximo.
Mateo
Niro:
En este día tan particular, se está cumpliendo un sueño que teníamos con Mario
y con todo el Programa Bibliotecas para Armar, y La Nube: que viniera María Inés Falconi a acompañarnos
en este ciclo ya clásico. Quería comentarles algo además, que es la publicación
de un libro con las primeras entrevistas de este ciclo, en el que se habla de
la literatura infantil y juvenil con sus protagonistas. Escritores, lectores
bibliotecarios y maestros. Y la posibilidad de que se publique un segundo. El
otro sueño que teníamos era… ¿qué hacíamos con Mario? Porque Mario no puede
quedar afuera. Entonces, el lunes que viene, ya que María Inés nos dio el gusto
de adelantar su visita acá, por un viaje que tenía, vamos a cumplir otro sueño
anhelado que es que el escritor Mario Méndez va a ser entrevistado por cuatro
amigos escritores, Paula Bombara, Sandra Comino Sebastián Vargas y Andrea
Ferrari. Así como no tiene problemas para hablar de los demás, es medio tímido
para hablar de sí mismo, así que les vamos a pedir que, desde acá hasta el
lunes, además de lo que hayan leído sobre Mario, si quieren incentivar la
lectura de sus libros pueden hacerlo. Bueno, arrancamos con esta entrevista. Si
hay algún inconveniente climatológico o técnico vemos de irnos mudando.
Bienvenida María Inés.
María
Inés Falconi: Gracias por la invitación, a todos.
Mario
Méndez: Gracias,
Mateo. Bueno, bienvenida María Inés. Un agradecimiento doble. Por un lado, le
decía a María Inés más temprano, este ciclo empezó hace unos años con gente que
no podía decir que no. Eran amigos, y yo les decía que vinieran y venían. Poco
a poco fui animándome a invitar gente
con la que todavía no somos amigos, somos conocidos, nos hemos visto alguna vez
en algún brindis de Alfaguara o en la Feria. Que hayas venido tiene ese valor
agregado. Y el segundo agradecimiento y no menor, es que hayas cambiado la
fecha. María Inés se va nada menos que a Estocolmo. Bueno… voy a empezar por
ahí… Vos sos una autora que viene del teatro, y vas a Estocolmo invitada por
una asociación internacional de teatro. Contanos un poco…
MIF: Además de
escribir literatura escribo teatro, y además tengo una extraña vocación para
meterme en líos. Y entonces organizo cosas, y de tanto involucrarme, creamos
acá con mucha gente que hace teatro para
niños, una asociación, con la que organizamos actividades para promover, mejorar el teatro para niños. Después
nos conectamos con la Asociación Internacional, yo participé activamente, y
sigo participando en eso, y organizamos actividades, no sólo locales sino
internacionales, de intercambio con otros países. Es como mi cara oculta, la de
estar en la organización de mucha cuestión formativa en relación al teatro. Más
que a la literatura.
MM:
La
institución se llama ATINA…
MIF: ATINA se
llama la de acá y ASSITEJ la internacional.
MM: Es lindo, y
además poder ir a Estocolmo.
MIF: Sí, está
buenísimo. Además, yo soy una convencida de que el intercambio genera cambio.
Siempre. La posibilidad de hacer junto con el otro, de escucharlo, de ver cómo
el otro lo hace… Uno aprende. Ve dónde está ubicado.
MM:
Y
en términos generales, ¿cómo está ubicado el teatro para niños y para jóvenes
en la Argentina con respecto al mundo?
MIF: El teatro
para niños en la Argentina tiene un problemón, que es que el mundo no lo
conoce. Ese es uno de nuestros objetivos. La verdad es que hay muy poco apoyo
de los gobiernos para que las compañías
puedan salir y participar de festivales que se hacen. O para giras. La
gente no sale y los de afuera no lo conocen. Cuando tienen la posibilidad de
verlo quedan muy asombrados. Pese a que nosotros decimos que hay que
profundizar más y que falta desarrollo, es muy vital el teatro argentino. El
actor argentino es muy espontáneo, se comunica muy bien con el público. Es un
teatro muy creativo con muy poca producción. Eso sorprende mucho. Sigue siendo,
casi, una actividad amateur. La gente trabaja, vive de eso, pero sigue
haciéndolo “por amor al arte”.
MM:
Justo
el otro día surgía esta discusión con un grupo de escritores amigos. La
discusión entre “amateurismo” y “profesionalismo”. Hasta dónde uno se
profesionaliza, y hasta dónde sigue siendo amateur en el corazón. ¿Y pasa en el
teatro para niños y jóvenes lo que en la literatura infantil pasa mucho, que es
esta suerte de especialización, o es más de actores, directores…?
MIF:
Hay
especializaciones marcadas. Ahora hay una discusión en la que hay personas que
dicen que no hay teatro para niños y para adultos, que sólo hay teatro. Yo digo
que esa es una posición vergonzante. Dicen eso porque les da vergüenza decir
que hacen teatro para niños. Prefieren adoptar el genérico de “teatro”. Pero el
teatro para niños, igual que la literatura para niños, piensa en el
destinatario. Es un teatro escrito y definido por quién va a ser ese público. Y
no es lo mismo, como no es lo mismo escribir literatura pensando en lo que el
chico puede entender, en la etapa que está atravesando, en lo que le interesa,
lo que lo divierte, lo que lo emociona.
MM:
¿Y
los actores también?
MIF:
Los
actores son más mercenarios. Pueden hacer ambas cosas. Está apareciendo una
generación nueva de actores y directores jóvenes que por decisión quieren hacer
teatro para niños. Y eso me parece fantástico, porque no es que, como no tienen
nada para hacer hacen una obra para chicos. Nosotros insistimos mucho en
teatro, en algo que la literatura todavía no adoptó. Nosotros no decimos teatro
infantil, sino teatro para niños. Porque el “infantil”, condiciona a la palabra
“teatro”. Como si fuera un teatro inconsistente. Por eso insistimos mucho, en
que es para niños o para jóvenes o para adolescentes. No usamos los términos
“infantil” y “juvenil” que se usan en literatura.
MM:
Ahí
en lo juvenil hay una línea, en la literatura, muy difícil, de cuál es la literatura
para niños y cuál la juvenil. ¿En el teatro es más fácil esa diferencia?
MIF:
Me
parece que es lo mismo, pero lo que pasa es que es muy difícil atraer al teatro
a los adolescentes.
MM:
A
la lectura también. Contamos con el apoyo muy fuerte del colegio.
MIF:
Sí.
No pasa lo mismo con el teatro. Cuando el profesor de secundaria decide ir al
teatro va a ver unos bodrios horribles, o clásicos… un Shakespeare mal hecho
que hace que los chicos odien el teatro. Lo que no hacen los chicos generalmente
es ir ellos espontáneamente. A veces hay propuestas que los atraen. Pero los
mueve más la música o los recitales; son
más su grupo de pertenencia.
MM:
Por
otro lado, vos hacés docencia en teatro con grupos de adolescentes, de jóvenes.
MIF:
Sí.
Durante muchos años tuve talleres de expresión teatral para niños y para
adolescentes. Ahora ya no estoy dando más. Pero trabajé con eso como veinte
años. Me gustó mucho trabajar con ellos, fue muy divertido, y además me
alimentaba todo el tiempo, porque era un contacto todas las semanas, de manera
permanente con chicos y jóvenes.
MM:
Eso
rejuvenece…
MIF:
Sí,
pero además, cuando preguntan cómo hace uno para escribir… Surge del contacto
cotidiano.
MM:
Sí.
Leyendo Caídos del mapa, leyendo la
saga de Fin de semana en el paraíso,
leyendo C@ro dice…, pensé que
seguramente habías tenido hijos que habían pasado por la adolescencia, o algún
tipo de contacto permanente con adolescentes.
MIF:
También.
MM: Entre paréntesis, esta es una anécdota linda. Recién estábamos acá al lado, en Gargantúa, antes de que llegara el grupo de teatro, y yo estaba leyendo el final de Fin de semana en el paraíso, y me venía riendo solo. Es algo raro de ver y es divertido. Y viene un pibe de unos veinte años, muy suelto, muy interesante, y me dice: “Disculpame, ¿qué estás leyendo que te estás riendo así?”. Se lo mostré, y le dije que era literatura juvenil. Me preguntó si podía leerlo él. Le dije “Ya ves, lo estoy leyendo yo…” (Risas). Entonces mira el libro y me dice: “¡Ah, es de mi profesora!” (Risas). Me anotó el nombre, y era alumno de María Inés. Y un rato después llegó el grupito de acá al lado que hace la escuela de teatro. Y viene un chiquito también muy desenvuelto, pero este tenía diez años, mira el montón de libros que yo tenía arriba de la mesa, y se fija en El secreto del tanque de agua. Y le dice a la mamá, que andaba por ahí: ¡Mirá, mirá, el que leí en el colegio!” Le pregunté si le había gustado y me dijo: “Sí, me interesó mucho”. Vamos a empezar por ese lado. El secreto del tanque de agua. Esta vez no tuvimos tiempo de trabajar con los libros el lunes anterior, espero que algunos los conozcan. Varios me dicen que sí. Bien. El secreto del tanque de agua es una novela histórica. Una de las que surgieron a pedido para el Bicentenario…
MIF:
En
realidad, yo había escrito cuentos históricos que sí me habían pedido. A mí me
gusta mucho la parte no oficial de la historia. Investigar, encontrar cartas,
cosas que están fuera de la historia del Billiken. Me había entusiasmado tanto
con esos cuentos, que fui a la editorial, y les propuse armar una antología de
relatos de historia de distintos personajes y distintos momentos. Les pareció
bárbaro. Y no sé por qué, un día se me ocurrió que en lugar de cuentos fuera
una novela entera ubicada en algún lugar de la historia. Pensé en 1880, antes
de 1810… La cuestión es que me fui a la editorial, y se los propuse. Entonces
me dijeron que si iba a hacer una novela histórica, por qué no la ubicaba en
1810, ya que estaban lanzando la colección del Bicentenario. Esto fue en 2008.
Yo ni me había dado cuenta de que venía el 2010. Así que empecé a centrar la
idea en lo que había pasado en ese momento. Fue un semi pedido.
MM:
Investigaste
mucho.
MIF:
Sí,
leí muchísimo. Me tomé como seis meses para leer.
MM:
Y
te interesó. ¿Conocías? ¿Eras lectora de Historia?
MIF:
No
particularmente. Pero yo trabajo en la Universidad Popular de Belgrano, en
Núñez, que tiene una biblioteca que muchas veces estuvo conectada con La Nube.
Es un lugar que tiene las cosas más extrañas que uno pueda imaginar. Fui a la
biblioteca y dije que necesitaba cosas de historia de 1810, y desde las
réplicas de La Gaceta de ese año, hasta libros de todo tipo, de cartas, de
anécdotas… Tenían de todo, así que me fui con todo el librerío a mi casa, y
empecé a buscar los datos que podían llegar a servirme. Hice un gran listado de
datos posibles a utilizar. Por ejemplo, en el libro está la historia de la
india que a los chicos les llama mucho la atención, y puse una india por algo que
había leído por ahí. Que los indios que vivían en la zona de Buenos Aires y
después quedaban en los alrededores, seguían existiendo. Y lo que hacían era ir
por las casas pidiendo limosna y comida. En general los sacaban corriendo. Pero
además, tenían sus propios dioses y sus propios gualichos. Están mencionados en
los libros. De ahí surgió la idea de que la india podía ser el nexo el día para
que las aguas se abran. Esos son datos que aparecen en crónicas.
MM:
Si
no lo leyeron, léanlo. Es realmente muy bueno. Además los próceres discuten
como cualquier militante. Ubíquenlos donde quieran. En la unidad básica, en el
comité, en la célula, pero discuten como uno se imagina la discusión política.
Sin decirlo, está claro el conservadurismo de Cornelio Saavedra, el jacobinismo
de Mariano Moreno… No lo decís, pero está. Otra de las cosas que se ven es la
investigación sobre la cosa cotidiana. Lo que se comía, el chocolate, el mate…
MIF:
Sí.
Uno a veces empieza con eso y se mete en unos líos, porque… ¿Cómo eran los
baños? ¿Había? ¿No había? ¿Eran letrinas? ¿En qué parte de la casa estaban?
¿Había casas que no tenían? Y a veces, tratar de buscar ese dato me lleva más
tiempo, porque me agarra como una obsesión. No quiero poner cualquier cosa.
Prefiero sacarlo, o no mencionarlo, si no tengo la certeza de que era de esa
manera. La descripción de cómo eran las casas… en un momento me agarró una
desesperación… porque me pregunté cómo hablaban. Porque no hay ningún registro
de si usaban el voseo, el tuteo, las formas verbales. Ahí se me ocurrió leer a
Fray Mocho, que tiene unos cuentos muy de época, para ir encontrando algún
sonido que pudiera adaptar. La verdad es que no sé si hablaban como yo los hago
hablar.
MM:
Hay
una escritora amiga, Laura Ávila, que escribe mucha narrativa histórica, y que
insiste con que acá no se tuteaba. Se hablaban de vos, y ya se usaba el “che”.
La historia de Lucas y Rocío, es que son dos chicos del 2010, dos hermanos que
se pelean todo el tiempo, y Rocío, que es divina pero es insoportable. Lo
maneja, lo extorsiona… cae en el tanque, y a partir de ese recurso del viaje en
el tiempo se da toda esta historia en el pasado. Incluso es curiosa la
extensión, porque si bien es para chicos de a partir de diez años, es una de
las más largas.
MIF:
Porque
tenía que llegar al 25 de mayo. (Risas). Se me fue complicando. Viste que
empezás la historia y se te va complicando, aparece una cosa que abriste y que
la tenés que cerrar. Yo hice el viaje en el tiempo. Esa fue mi sensación. Yo
estaba en esa Plaza, y salía a entregar esos panfletos, y lo veía a Belgrano.
Fue muy lindo jugar con esos personajes.
MM:
¿Ese
momento en el que están los que sacan los bandos del virrey y los queman es un
dato histórico real?
MIF:
Sí.
Y que French era un petardista mal. Cuando fue el Cabildo del 22 de mayo, salió
a quemar todo, para que la gente se asustara y no fuera a la reunión. Salió con
antorchas a quemar medio Buenos Aires.
MM:
Bueno,
yo en mi novela lo hice disfrazarse de mujer para sacar a un preso de la cárcel.
Porque era el único posible. ¿Sobrevivió El
secreto del tanque de agua al boom del Bicentenario?
MIF:
Sí,
absolutamente. Se sigue vendiendo un montón. Y hay una segunda parte, que es París ida y vuelta, con los mismos personajes.
Había un pedido de los chicos que me decían que querían saber cómo seguía.
Entonces caen en París, conocen a las nietas de San Martín, y a la hija, de
casualidad, porque están de compras por ahí, y terminan en la casa de San
Martín viejo. Y cuando quieren volverse, la pifian y terminan en San Lorenzo,
con las nietas de San Martín que ven a su propio abuelo en la batalla. Lo
cuento porque es emocionante pensar ese vínculo.
MM:
Esa
no la conocía, no la leí.
MIF:
No,
salió el año pasado o el anterior.
MM:No la leí, pero
la leeré. Te iba a preguntar, porque en el final dejás abierto que van a verse
con el negro otra vez.
MIF:
Es
que a mí misma me daba lástima que se terminara y no se supiera qué más pasaba.
(Risas).
MM:
No
quiero estropear la novela, pero ellos se hacen muy amigos de un esclavo negro,
con esa cosa que me parece que es real, y es que había una esclavitud que era
bastante laxa, que había un buen trato, por lo menos con los domésticos. Y este
pibe, que es el hijo de la tía Francisca, es el que los acompaña en el final
cuando vuelven. Me imagino que despedirte de alguien que se va en el tiempo es
despedirse para siempre, ¿no? y le dice a la madre, que no se preocupe, que uno
día los va a encontrar.
“-¿Y vos sabés dónde
fueron?
-Agua en el tiempo -contestó
Nazareno-. Agua que viene y va.
-Agua es lo que se
necesita en esta cocina. Dejate de decir zonceras y traete dos baldes ya mismo
-gritó la tía Francisca.
Nazareno salió
corriendo.
-No, si a éste hay que
tenerlo cortito -comentó la tía Francisca-, si no, se le da por pensar
tonterías y cualquier día de estos se tira en el aljibe”.
Después, cuando los
pibes vuelven:
“Nazareno la escuchó de
lejos. Sí, cualquier día de estos, cuando la india lo dijera”.
Acá yo me imaginé una segunda parte, no sabía
que había salido. Entonces no es él el que se tira…
MIF:
Sí,
se tira y les aparece en el tanque de la casa. Los chicos están con ese negro
de 1810 en la casa de la abuela en el 2010, y tienen que inventar una situación
para justificar eso. Entonces le dicen
que es un compañerito cubano (risas) y
que no entiende mucho las cosas. Porque el pibe ve la electricidad, le
televisión… ese juego de los avances que es tan divertido, hasta que él decide volver y los otros dos
también caen sin querer en el tanque y van a
París.
MM:
¿Nazareno
también va a París y al combate de San Lorenzo?
MIF:
Sí,
están todos ahí. Y él se enamora de la nieta de San Martín. De la mayor.
MM:
Ya
lo voy a pedir. Lo quiero leer. ¿Te divertís escribiendo? Porque tus libros son
muy divertidos.
MIF:
Sí,
me divierto mucho, me río. Si no me divierto, freno, porque algo está pasando.
Creo que la actitud del que escribe es la misma que tiene el que lee. Le pasan
las mismas cosas, y cuando siento que me estoy aburriendo me doy cuenta de que
hay algo que tengo que revisar, porque se está haciendo pesado.
MM:
Eso
se nota claramente en lo que tengo más fresco que es la saga de Fin de semana en El Paraíso. Se va
convirtiendo en una comedia de enredos y es muy divertido. Muy gracioso. Después
tiene otra cosa, que debe ser porque venís del teatro, que es el diálogo ácido
del tipo de las sitcom. Los pibes son
muy ácidos entre ellos, siempre está el chiste punzante.
MIF:
Los
chicos hacen mucho eso. Tiene esa rapidez. Y yo soy muy dialoguista porque
vengo del teatro. A veces soy demasiado dialoguista. Yo podría escribir toda la
novela sin describir nada. Estoy habituada
eso. Me acuerdo de que cuando era chica, y venía la parte de la
descripción, la salteaba porque me aburría. Me iba donde pasaba algo (risas) y
eso lo tengo muy fresco.
MM:
Hay
libros que no son legibles o entretenidos hoy, por el exceso de descripciones.
MIF:
También
hay gente que describe como los dioses. Lo que pasa es que también hay
traducciones españolas pesadas, con un lenguaje denso.
MM:
Sí.
También está el asunto de las adaptaciones. Vino Lidia Blanco acá, y ella dijo
que está muy en contra de las adaptaciones. ¿Vos que pensás?
MIF:
Nunca
me puse a pensar… (Risas).
MM:
Bueno,
acá tenés la oportunidad.
MIF:
En
teatro, necesariamente se adapta mucho. Si querés hacer Shakespeare, no podés
hacer el original, de ninguna manera en la actualidad, porque la gente no tiene
ese ritmo. O desde la puesta en escena, donde desde algún lugar hay una nueva
visión del texto. Y si trabajás para jóvenes mucho más, porque tenés que hacer
algo que no pierda el espíritu original pero que sea accesible, porque si no,
es imposible. Eso es muy común en teatro, y hay mucha adaptación. En teatro
para niños es más lo que se adapta que lo que se crea de manera original.
MM:
Vos
lo hiciste con Shakespeare en cinco oportunidades…
MIF:
Sí.
Y alguna más. Hice una del Quijote, y
algunas que no están publicadas pero que sí se pusieron en escena. A mí me
gusta mucho trabajar eso en el teatro. Es otra cosa. Una cosa son mis obras
originales, y otra es adaptar. Son como dos trabajos distintos. No se me
ocurriría adaptar en literatura. Porque a mí no me surge la necesidad, como sí
me surge la de contar algo original. Pero no veo mal las adaptaciones. Para mí,
la adaptación es como una puerta que vos les abrís a los chicos hacia el
original. Si pueden leer la adaptación que está adecuada a ellos y se
interesan, es probable que después lleguen al original. No es para que se
queden con la adaptación.
MM:
Sí,
yo también creo que es válido, por eso participé de adaptaciones. Creo que es
válido, que es una puerta de entrada. Pero por ejemplo, De cómo Romeo se transó a Julieta, ¿qué dirías? ¿Es una adaptación
o es una versión libre?
MIF:
Es
una versión libre. Son chicos de quinto año de una escuela secundaria, de las
dos divisiones, que tienen que preparar Romeo
y Julieta. Las dos divisiones se odian, se reproduce todo Romeo y Julieta en la situación de la escuela, y a eso se le suma que están
preparando la obra, con lo cual se van mezclando los ensayos con el texto de la tragedia, y lo que a ellos les está
pasando.
MM:
Tenés
varias de Shakespeare. Jamle, Demasiado para nada, Tita Andrónica, y Ruido en una noche de verano.
Pero creo que ésta es la que más ha circulado.
MIF:
Sí,
a los chicos el título les encanta.
MM:
Es
muy atractiva.
MIF:
Además,
Romeo y Julieta es una obra mucho más
conocida que las demás. Jamle es una
obra que a mí me gusta mucho, pero que para los chicos es más difícil, porque
es una adaptación gauchesca y con mucho humor. Hay tres peones en el campo a
los que se les aparece un espíritu todas las noches. Están muy asustados hasta
que el espíritu decide hablarles y les dice que
es el padre de Jamle, y que no puede irse, que está enredado acá alrededor, y
no se va porque quiere que alguien cuente la verdadera historia alguna vez porque
cuando el hijo iba a contarla, el tarado se murió. (Risas). Y hace una
negociación. Les dice que cuenten la historia, que él no va a volver a
aparecer, les da el libro, la obra de teatro, y les dice que va a venir a
controlarlos. Y los tres peones, que no entienden nada de nada, y que a duras
penas saben leer, empiezan a preparar la representación de Hamlet. Y son tres. Entonces traen al espantapájaros y le hacen
hacer un personaje. La gallina es otro personaje. Cuando lo hicimos en teatro
teníamos una gallina de verdad. Ellos duplican los personajes, en lugar de
espadas tienen boleadoras. Hay una readaptación de la misma historia de Hamlet,
y, por supuesto, en la pelea final, se terminan
muriendo todos, los revientan a bolazos, y el pobre tipo se queda de
nuevo sin la posibilidad de que alguien cuente su historia.
MIF:
No,
es una obra más cerrada que Romeo y
Julieta, que cuando los chicos la leen, acceden mejor a este texto que al
otro. Se mezcla Hamlet con lo
gauchesco y es una ensalada.
MM:
Sí,
pero está buenísimo. Lo que ocurre es que con Romeo y Julieta hay como un fervor previo. Todo el mundo, aunque no
la haya leído, sabe quiénes son Romeo y
Julieta.
MIF:
Totalmente.
MM:
¿Y
las otras? ¿Tita Andrónica, por
ejemplo?
MIF:
Tita Andrónica a mí me
gusta mucho porque tiene mucho humor negro. Es una obra sanguinaria, terrible,
también se muere, le cortan los brazos, las piernas. Y de acuerdo a cómo la
tomes es una gran tragedia o es una gran obra de humor negro, porque no para
nunca. Se mueren, se mueren, se mueren. Estas obras las adapté siempre para
trabajar con los grupos de adolescentes (salvo Hamlet) que eran muy numerosos. Y a esta le puse Tita Andrónica, porque eran todas
mujeres. Entonces pasamos todos los personajes de masculino a femenino, para la
versión.
MM:
Eso
es como escribir a pedido.
MIF:
Sí.
Exactamente.
MM:
¿Lo
hacés todavía, si te piden para libros de texto, cuentos y esas cosas?
MIF:
A
veces, pero poco. Llega un momento en el que uno tiene oficio. Te dicen que
escribas un cuento sobre la botella de agua caída y algo se te va a ocurrir. Pero
no es lindo. Es muy mecánico, uno está escribiendo sobre algo que no lo
apasiona, prefiero escribir sobre lo que se me ocurre.
MM:
Ya
vamos a llegar a Caídos del mapa.
Pero hay una versatilidad importante. Acá tengo cuatro libros pero hay más,
para primeros lectores, para niños pequeñitos. Uno podría pensar que tu
“especialización” son los lectores adolescentes, pero estos, por ejemplo, A mi abuela no le gusta mi gato, es muy bueno, y es para chicos
muy chiquitos.
MIF:
A
mí me gusta variar. Por eso paso también del teatro a la narrativa. Yo te
escribo una obra de teatro, pero después te escribo una novela. Si escribo dos
obras de teatro seguidas quizá me aburro. Esta movilidad me gusta. Escribir un
cuento para primeros lectores es completamente distinto a escribir una novela,
tiene otra estructura, otro lenguaje, otra dinámica. Estos cuentos siempre
surgen de algo más inmediato.
MM:
¿Y
este cómo surge?
MIF:
Este
surge porque a mi nieto se le perdió el gato.
MM:
¿Y
a vos no te gustaba? ¿Era un gato de porquería? (Risas).
MIF:
o,
esa es la parte novelada. Pero sufrió mucho, porque un día el gato se fue, y no
volvía, no volvía, y él estaba realmente muy traumatizado con el asunto del
gato. Y como un mes y pico después, íbamos bajando la escalera de mi casa y me
dice: “¿Sabés que se fue mi gata?” “Sí, ya sé.” “Es que ¿sabés qué pasa abuela?
A los gatos les gusta perderse”. Me mató, porque era la explicación que él
había armado para ese dolor que tenía, para consolarse. De ahí surgió este
cuento, en el que la frase está.
MM:
Es
una historia muy simpática, que relata, incluso sutilmente, a vuelo de pájaro,
porque es para chicos chiquitos, las tiranteces entre la mamá adulta y la
abuela que va a la casa a decir que cómo dejan que el gato suba a la cama del
nene. Esas cosas que las madres no pueden dejar de decir. Y la abuela habla
siempre de ese gato de porquería, pero cuando el gato se pierde es la heroína.
MIF:
Y
además la ilustradora hizo esa ilustración con la moto…
MM:
¿Cómo
fue esa historia con Lavezzi?
MIF:
No
aparece en ningún lado lo de la moto, fue una idea de ella, es buenísima.
MM:
Lo
voy a mostrar porque además los dibujos son muy bellos. En ningún momento María
Inés habla de una moto de la abuela. Podría haber sido. Una abuela que viene en
motoneta es un encanto de personaje. Pero no. Y cuando sale a buscarlo el día
que se perdió, viene con el casco, deja la motoneta estacionada, es muy
divertida… Y después sale a buscarlo. Y sale a las chapas con la motoneta, que
es algo que uno no espera, y funciona. Es una abuela que es un poco una vieja
hincha bolas con el gato, y cómo le cambia todo por el nieto. Están durmiendo y
los levanta porque hay que ir a buscar al gato. ¿Trabajaste con María Lavezzi
antes?
MIF:
No,
ella recibió el texto, hizo los dibujos que, por supuesto vi antes de que se
editara, y estaban muy lindos.
MM:
Es
encantador lo que hizo. Cuando el dibujo realmente suma…
MIF:
Sí,
totalmente.
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