La memoria y la escuela
Para que la
memoria histórica esté siempre viva la literatura tiende una mano y hace
ficción duras verdades tan difíciles de contar como imprescindibles. Adelantándose
al 24 de marzo en que se conmemora el día Nacional de la Memoria
por la Verdad y la Justicia, Libro de arena publica una nota de Mario Méndez
especialmente pensada para mantener el recuerdo y la reflexión siempre
encendidos.
Por Mario Méndez
Como cada 24 de marzo, desde hace algunos
años, se conmemora en el país el día
Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. En las escuelas se recordará
ese día con un acto (en la escuela de mi hija Violeta, será con un sabor más
especial que nunca para mí, porque la eligieron abanderada), y se trabajará en
las aulas, muy probablemente, con textos literarios que tienen que ver con esos
años negros de la última dictadura cívico militar, la más cruel de todas, y las
historias de resistencia, de persecuciones, de guerra, de exilio y de dolor que
vienen aparejadas. Libros hay muchos, y muy buenos. Desde el imprescindible El mar y la serpiente, de Paula Bombara,
hasta el último que leí, que toca de cerca este tema (y otros más, como debe
ser en una buena novela), Piedra, papel y
tijera, de Inés Garland, pasando por Origami
de Eduardo González, El año de la vaca, de Márgara Averbach, El secreto del gorrión, de Mario Lillo, Nunca estuve en la guerra, de Franco Vaccarini, Nadar de pie, de Sandra Comino, Rompecabezas, de María Fernanda
Maquieira, Manuela en el umbral, de
Mercedes Pérez Sabbi, La soga, de
Esteban Valentino o el Quien soy. Relatos sobre identidad, nietos y
reencuentros, en el que Paula Bombara, María Teresa Andruetto, Iris Rivera
y yo tomamos cuatro casos reales de apropiaciones de nietos que luego fueron
recuperados, y los ficcionalizamos para que fueran leídos por niños y jóvenes.
Estos, y otros tantos, son libros que les
sirven a los docentes para acercar a sus alumnos, y discutir con ellos,
historias de nuestra Historia reciente, enmarcadas en buena literatura. Creo
que es más que celebrable que se opte por las novelas y cuentos para poner en
cuestión un tema que todavía, y por mucho tiempo (esperemos que para siempre)
estará vivo en nuestra memoria patria. Por eso, para sumarnos desde este blog,
vaya un recuerdo a un cuento que no escribió un argentino, sino un chileno,
Antonio Skármeta. Se llama “La composición” y les dejamos este fragmento, el
que da pie a la composición que escribirá Pedro. Desde luego, los invitamos a
que lo lean completo, porque el cuento es de una belleza conmovedora.
“La maestra
dijo:
-De pie, niños
y bien derechitos.
Los niños se
levantaron. El militar sonreía con sus bigotes de cepillo de dientes bajo los
lentes negros.
-Bien -dijo el
militar-. Saquen sus cuadernos... saquen lápiz… ¡Anotar! Título de la
composición: ‘Lo que hace mi familia por las noches´. ¿Comprendido? Es decir,
lo que hacen ustedes y sus padres desde que llegan de la escuela y del trabajo.
Los amigos que vienen. Lo que conversan. Lo que comentan cuando ven la
televisión. Cualquier cosa que a ustedes se les ocurra libremente con toda
libertad.”
Excelente reflexión y recomendaciones de lecturas, por más libertad en las palabras y el la vida de las personas, libertad en toda su expresión.
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