Cosa de gauchos
Amalgama de identidades, crisol de razas, mezcla lingüística y cultural, esa es nuestra tierra, la patria de gauchos de distinto origen, con distinto acento, aunque con iguales cargas de sueños y anhelos. Los gauchos judíos, de Alberto Gerchunoff, de prosa exquisita y delicada es la elección de hoy para la Antología personal.
Por Alvar Torales
Yo he conocido, en la Patagonia, verdaderos gauchos ingleses,
es decir, hombres de campo, vestidos de bombachas y pañuelo al cuello, con una
barba rubia y ojos intensamente azules, saboreando un mate amargo. Hablaban un
español con claro acento sajón y fuertemente impregnado de palabras camperas.
Eran inmigrantes. También conocí "gallegos", italianos y hasta
"rusos" en Buenos Aires con todas las características del nativo de esta
ciudad, es decir, su cultura, sus gustos, sus hábitos, su habla, sus pasiones.
Parecía que ellos y sus ancestros habían vivido siempre en esta ciudad. ¿Se
habían mimetizado? No, eran también inmigrantes. O sea gente que vino de otras
latitudes, de otras realidades, vaya a saber en busca de qué, quizás de paz, de
mejores condiciones económicas, de esperanza o de lo que fuera. Tal vez este
sea el paso crucial, fundamental, que debe dar el inmigrante para no morir de saudade en el intento, es decir, olvido
sin olvidar, desarraigo sin dejar las raíces para poder meterse en la nueva
vida, en el alma de una sociedad que debe dejar de ser extraña para empezar a
ser propia.
El paradigma de esta simbiosis bien puede ser Alberto
Gerchunoff; judío de ley, argentino apasionado y entrerriano de corazón. Era
muy niño aún cuando con su familia emprendieron el épico viaje desde su
Lituania natal, y la calificación de épico no es caprichosa, considero que es
equiparable con la epopeya de los navegantes de fines del siglo XV o de los
primeros astronautas. Se largaban al otro lado del mundo, verdaderamente a lo
desconocido y la única brújula era la promesa de alguien que les aseguraba que
iban a estar mejor. Lo único que sabían era que los esperaba otra cultura, otra
lengua, otra religión, otro alfabeto, otras costumbres, otra gente. Todo otro.
Y lo que no sabían, pero tal vez imaginaban: la burla, el desprecio, la
desconfianza, la hostilidad.
Alberto Gerchunoff no solo vivió estas vicisitudes, sino que
las plasmó maravillosamente en el libro Los gauchos judíos donde
narra, en veintiún hermosos relatos, los diversos acontecimientos que se
suceden en la vida de colonos judíos, provenientes de la Europa nororiental en
la Provincia de Entre Ríos.
En estos episodios, que comienzan naturalmente con uno
llamado Génesis y acaban con una seria advertencia del autor por el creciente
antisemitismo en la Argentina, Gerchunoff va presentando, como en una secuencia
fílmica, protagonistas y hechos, tales como el poeta que entrelaza relatos
bíblicos con narraciones gauchescas, otros de amor, como la fuga de Miriam con
el criollo Rogelio Míguez, bodas frustradas, otras consumadas, divorcios,
violencia, la perplejidad de la colonia ante las fiestas patrias, el
estoicismo frente a la plaga y el peculiar y pragmático médico, quizás el alter
ego del propio Gerchunoff, ya que es considerado como el "más criollo de
los judíos" y un "buen judío" por unos y otros.
No tengo autoridad académica, ni de ninguna otra, para
ejercer crítica literaria o hacer recomendaciones, pero me atrevo a sugerir
que, si alguien tiene el prejuicio de que es solo un autor del secundario,
relea o lea a Alberto Gerchunoff. Se va a encontrar con un escritor de una
prosa exquisita y delicada.
Los gauchos judíos
Alberto Gernuchoff
Buenos Aires, Capítulo, 1968
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