Pequeño lanzallamas
Ser niño es más que
difícil. Es muy difícil. Todo queda muy arriba, las varas son todas
indefectiblemente muy altas. Y aun si contamos con la suerte de no estar solos
el camino está lleno de obstáculos. Los libros, junto con quienes nos los
acercan son parte del combustible para emprender la ruta. Libro de arena festeja cada oportunidad en que se
encuentra con los lectores y sus fanatismos.
Por Sabrina Ferragut*
Fanático
de los dragones, dinosaurios, monstruos alados del tipo que sea, seres míticos
o imposibles, mi nene, Joaquín, de apenas cuatro años, y aun sin hermanitos,
tiene muñecos, móviles, títeres, almohadones y posters que los evocan. Imágenes
desperdigadas por todo ese cuarto que todavía le queda enorme reviven cada
paso, cada aspecto, cada posible acontecimiento que los tenga por protagonistas
de ese que es su mundo. Como no podía ser de otro modo, en casa alimentamos esa
furiosa pasión acopiando todo el material encontrado sobre la materia, para
transformar toda esa energía incendiaria en alguna actividad más tranquila y
apacible. Así es como libros de cuentos, leyendas, historietas y revistas,
también las de dibujar y colorear, entran en la biblioteca. Combatir los
dragones ya se había puesto imposible cuando decidimos unirnos a ellos de una
manera que no solo fuera dibujar, imaginar y jugar a ser dragón, o a actuar de
dragón correteando por toda la casa aterrados ante la inminente muerte por
incineración. La lectura se instaló ahora en nuestro beneficio, ¡uf!, ¡por
suerte! Y por suerte encontramos un universo de textos para servirnos en
nuestra cruzada. El favorito de nuestro pequeño dragón lanzallamas es Pequeño dragón aprende a volar, ¿o qué
creen?
"-Lo
primero, para aprender a volar solo –dijo la mamá dragona-, es prestarle
atención a tu corazón de dragón. Allí vas a encontrar la valentía.
-Lo
segundo, para aprender a volar solo –dijo el papá dragón-, es prestarle
atención a tus alas de dragón. Allí vas a encontrar la fuerza.
-Lo
tercero, para aprender a volar solo –volvió a decir la mamá dragona-, es
prestarle atención a tu cola de dragón. Allí vas a encontrar el equilibrio.
Pero pequeño
dragón no estaba muy convencido. Cuando miraba para abajo, veía un precipicio
profundísimo.
-Tengo
ganas de hacer pis –dijo para ganar un poco de tiempo.
Los papas esperaron que hiciera pis, pero
cuando volvió, pequeño dragón dijo que quería agua; después, que había mucho
viento, después, que tenía frío; después, que no veía bien con el sol de
frente.
-¿No
será que tenes miedo dragoncito’ – dijo la mamá
(… y la
historia continúa cuando por fin él se decide a pedirle un ser menos pesado y más leve, una mariposa,
su amiga, que le enseñe lo que mejor sabe hacer, volar)
-Durante
los días siguientes, pequeño dragón, acompañado por su amiga, jugó a saltar
desde piedras cada vez más altas. Hasta que, en uno de los saltos, tuvo que dar
un aletazo. Y ¡Oh maravilla dragonesca! Después dio otro, y otro más.
-Estás
volando solo, pequeño dragón!
(…)
-Es que
descubrí que lo cuarto que hace falta para volar solo es tener ganas…"
Así es
la vida de todo dragón. Escucha y sigue atento el consejo de sus padres, tiene
miedo de pegar el salto aunque quiere crecer, se vale de sus amigos para
lograrlo y volver feliz a compartir su logro, porque aparte de todo, lo que se
necesita para crecer es desear crecer. ¿Qué? ¿¡No me van a decir que la vida de
un dragón no es igual a la de todo niño!?
Pequeño
dragón aprende a volar
Graciela Pérez Aguilar
Buenos Aires, Edelvives, 2011
*Sabrina Ferragut: vive en Parque Chas, trabaja
en un emprendimiento familiar, aunque su verdadera pasión es la pintura, a la
que le dedica gran parte de su tiempo libre.
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