Liliana Bodoc: "Cuando los ilustradores son buenos, muchas veces proponen contenido."
La musicalidad, la cadencia, la empatía, los recursos estilísticos del lenguaje delinean y seleccionan de alguna manera al lector. Esa elección de narrar para alguien va configurando el relato. La segunda parte de la entrevista a Liliana Bodoc continúa la discusión acerca del estatuto de la literatura infantil y juvenil. La autora habló sobre su relación con los discursos de otros y la necesidad de anclar en ellos el propio, de contar desde lo que otros contaron; del peso en su vida de los grandes relatos religiosos; se refirió a la importancia del trabajo de los ilustradores y también a su producción para público adulto. En el final leyó el principio de Tiempo de Dragones.
Mario Méndez: Ya que pasamos por la literatura juvenil, vos también has escrito literatura para niños y literatura para adultos. ¿Cómo surge? ¿Surge de una idea previa? ¿Surge a medida que vas escribiendo y te vas dando cuenta hacia dónde va? ¿O qué?
Mario Méndez: Ya que pasamos por la literatura juvenil, vos también has escrito literatura para niños y literatura para adultos. ¿Cómo surge? ¿Surge de una idea previa? ¿Surge a medida que vas escribiendo y te vas dando cuenta hacia dónde va? ¿O qué?
Liliana Bodoc: En general tomo la decisión antes. Aparece una idea, y junto con esa idea me aparece la persona a la que se la quiero contar. Porque intuitivamente (no de una manera ordenada u organizada), hay una selección en el lenguaje, en los recursos, en el tipo de narrador, en los recursos técnicos de la escritura. Hay un espacio del lenguaje al que apelo en un caso o en el otro. Nunca tiene que ver con el menosprecio, nunca tiene que ver con no elegir palabras difíciles, o elegir diminutivos. No. Sí tiene que ver con algunas maneras de decir, palabras que se seleccionan por la musicalidad, por la cadencia, por la empatía… No sé, tipos de narradores, puntos de vista, temporalidades… En general lo decido antes. No es que empecé a escribir la historia de El perro del peregrino, y se me ocurrió que iba para jóvenes. En general esas cosas van las dos juntas.
MM: Ahora vamos a volver a El perro del peregrino, que me encantó. Pero en infantil y juvenil, con la historia, El espejo africano y El rastro de la canela: ¿Cómo es tu relación con la narrativa histórica? ¿Sos lectora de literatura histórica? ¿Te gusta? ¿No te gusta? ¿Cómo la encarás?
LB: La verdad es que no soy lectora de literatura histórica, ni tampoco de historia. Algunos textos que tienen que ver con la vida cotidiana, sí. Todo eso me gusta mucho. La vida cotidiana, la intrahistoria. Divulgación, en todo caso, no historia “dura”. Pero lo que me está pasando cada vez más (en El perro del peregrino, en los Dragones) es que sola no puedo. No puedo sin agarrarme de algún lugar. No importa que después no respete la realidad, o pretenda que estos son hechos reales. Solo me siento segura escribiendo cuando estoy poniendo los pies adonde los pusieron otros. Cada vez me cuesta más y me interesa menos, trabajar desde lo que se me ocurrió a mí. Me parece que lo que se me ocurrió a mí es una pelotudez importantísima. (Risas). ¿Por qué los otros van a querer leer “lo que se te ocurrió a vos”? Me parece tan chirle lo que se me ocurrió a mí. Sí lo que se me ocurrió a mí a partir de Jesús. Ahí, bárbaro. Está Jesús atrás. Hay un respaldo, que tiene que ver con que cada vez siento más la necesidad de sentirme cadena. Encadenada a otras voces, a otros saberes, a otros que hicieron antes. La soledad me pone muy triste, me deja muy indefensa, muy insegura. Estoy necesitando cada vez más, contar ahí donde contaron otros.
MM: ¿Con todo este recorrido todavía hay inseguridad?
LB: Cada vez más. Cada vez más con que tienen que estar acá. Quiénes están acá para eso. Quiénes son mis abuelos, mis padres, quiénes se sientan conmigo. Porque sinceramente, yo solita, ya no tengo gran cosa que contar.
MM: También hay mucha humildad…
LB: No, es que me pasa de verdad. Me pasó cuando me tiré a cosas que se conocen como que tienen más que ver con la imaginación. Yo creo que este es un don que se trabaja, se ejercita… Cuántas veces me parece necesario decirle a nuestros pibes que es claramente un músculo. No es algo que está dado. Es un músculo que se trabaja y se trabaja para que esté cada vez mejor. Y yo la siento funcionar más cuando la pongo al servicio de algo previo. Por ejemplo, la historia.
MM:
Ahora
sí vamos con El perro del peregrino.
Sorprendente, sobre todo el punto de vista. Para los que no estuvieron el lunes
pasado, y no lo leyeron, es una especie de “Evangelio según el perro”. Gran
parte del devenir de la historia de Jesús desde el punto de vista del perro que
lo acompaña. Eso, para contradecirte, porque lo que pensás no es ninguna
pavada. ¿De dónde salió?
LB:
Empiezo
por la figura de Jesús que para mí es profundísimamente conmovedora. En una
época me había hecho musulmana…A mí los dos fundamentalismos me van a tirar a
matar. Como un acto de amor constante, el amor es un método. Hasta el final. La
actitud crística a mí me parece maravillosa. Y me emociono todas las Pascuas
cuando pasan la misma película de Zeffirelli. Todas las Pascuas lloro cuando
dice: “Estaré con vosotros hasta el fin del tiempo”. Lloro. Pero ¿cómo contaba
eso? Honestamente, no encontraba la manera. En un momento pensé en contar desde
un discípulo, pero había algo por lo que no me atrevía. Y un día, viendo una
persona de la calle que andaba con un perro, dije: “ahí está”. Si Jesús era un
hombre de la calle. Andaba por la calle todo el tiempo, y seguramente compartía
el pan. ¿Cómo no iba a tener perros atrás? Eso fue lo primero que pensé. Miren
cómo son los procesos de escritura. Se van a reír y yo se los voy a contar,
porque me parece que tiene que ver con la escritura y con la técnica de la
escritura. En ese momento me di cuenta de que ahí estaba. Pero pegada a la
realidad que había visto, que era un señor con muchos perros, yo pensé en Jesús
con muchos perros. Quise hacer hablar a cinco perros. Eran cinco al principio.
(Risas). ¡El despelote que se armó! (Risas). Mi primer garabato en un cuaderno
no era “la manada de Jesús”, pero era algo así. La cosa era que había que hacer
hablar o pensar a cinco perros. Diferenciarlos. Desde el punto de vista
narrativo era insostenible. Era un
disparate, cinco perros hablando. Además era transformarla en la historia de
los perros que peleaban entre ellos. Pero después de eso, ¿por qué el perro?
Porque fue una cosa técnica. El único que amaba de Jesús sin importarle de
quién fuera hijo. El único que no le pedía que resucitara. El único que no le
pedía que hiciera milagros. El único que lo amaba porque era su padre. Entonces
dije: “Es ese”. Cualquier otro narrador hubiera tenido la duda de si era o no
era hijo de Dios. Seguro. El perro, no. No importaba de quién fuera hijo. Ahí
me animé. Porque si no, me iba a ir de cabeza a ese problema y no quería.
MM:
Su
padre y su salvador. Es muy hermosa esa escena. Eso que decías de la
metodología del amor. Él mismo se ve hipócrita si no actúa, y si no salva a por
lo menos uno solo de los perros que están ahogando. Es muy bello este libro.
¿Está circulando en los colegios?
LB: No lo
sé a ciencia cierta. Es un libro que cuando salió estuvo un poco parado, no
estuvo a la venta, así que no sé decirte. Sé que en algunos colegios, sobre
todo católicos, pero no solo, lo piden.
MM: ¿Tuviste algún encuentro con lectores?
LB:
Todavía
no. Me dan muchas ganas.
LB: Yo
creo que, así como hace un rato les contaba lo de la muerte, desde muy temprano
hubo en mí un interés por qué decisión religiosa tomar. Crecí en una familia
tremendamente dividida en esta materia. Papá y mamá eran polos opuestos. Papá,
militante del ateísmo, a rajatabla. Debo decir en su favor que envejeció siendo
ateo, lo cual no es nada fácil. Y ya cercano a su muerte dijo: “Creo menos que
nunca”. (Risas). Eso lo hace, a mis
ojos, muy respetable. Y mi mamá, lo contrario. Muy religiosa. Hice la comunión
a escondidas, porque mi papá no quería. Mi mamá me llevó a escondidas, me
vistió de blanco, me llevó a la iglesia… Todo eso me puso a pensar en Dios. Y
en un momento llegó una persona maravillosa, que me hizo creer que eso era el
Islam. Y no, era esa persona. Me hice musulmana, me dieron un nombre musulmán.
Después me di cuenta de que era insostenible para mí, desde muchos lugares. Nadie
me obligó a cubrirme el pelo. Sí a no tomar vino y eso era algo… (Risas). Pero
lo que me pasaba, era que Mahoma para mí era algo ininteligible. A Cristo lo
escucho hablar y entiendo todo. Entiendo cuando dijo que el que camina una sola
legua sin amor, camina amortajado en su propio funeral. Puedo entender. Me
parte el alma. Lo que dijo Mahoma, no puedo entenderlo. Es muy distante de
nosotros, o de mí, por lo menos. Ahí no tengo ninguna noción. De alguna manera
dejé aquello, y seguí igual… boyando.
MM:
¿Pero
creés en Dios fuertemente?
LB: Sí,
creo, creo. A ver… ya a esta altura del partido no me importa si existe. Esa es
la cosa. No me importa si existe o no. Me importa que yo necesito creer. Y se
acabó. No me bombardeen con argumentos. Capaz que no existe el chabón, pero yo
necesito creer. (Risas). Me parece que no hay tanta vuelta más que darle a la
cosa.
MM:
Está
muy bien. Es parecido a lo de tu viejo, pero al revés. (Risas). Una de las
dudas interesantes del lunes pasado, es Cuando
San Pedro viajó en tren, que es para niños pequeños. Y nos quedamos con la
duda (tengo que contarlo por la gente que no estuvo) de esta decisión tuya de
poner en el medio una historieta, en el
que ocurre la historia del rechazo de este chico que viene se San Pedro hasta
la integración con los otros pibes de la escuela. Y decidiste no contarlo vos.
Se la diste a Valeria Docampo para que la contara ella. ¿Por qué?
LB:
Les
voy a contar cómo fue. Yo escribí este texto, y se lo di a Laura Leibiker,
editora de SM en ese momento. Y la verdad es que no fue decisión mía. Laura me
dijo que con Valeria habían pensado en completar el texto, en contarles a los
chicos en imágenes ese período. Porque hay un salto temporal muy grande. Me
propusieron esta idea de contar rápidamente en algunas imágenes como de foto en
sepia, lo que le había pasado al personaje en ese tiempo. A mí me pareció una
linda idea, pero la verdad es que no fue mía. Ella me dijo que si no me parecía
bien la idea, lo contara yo. Y me parecía que no. Que el texto era ese. No me
dieron ganas de escribir más. Pero de ninguna manera me molestó que lo
completaran con imágenes. Al contrario.
MM:
Teníamos
dudas. Lo enriquece. Por otro lado, no lo hace un libro álbum, para nada.
Simplemente, hay una parte que está contada gráficamente. Estábamos convencidos
de que era tu idea.
LB:
No.
De hecho, ese trébol que el protagonista lleva en la mano, también fue idea de
Valeria. Vieron que no se habla de esa ramita que lleva y que ella se la puso
en la mano. Hay una ramita verde con la que viaja, que se le ocurrió a ella. La
verdad es que los ilustradores, cuando son buenos, muchas veces proponen
contenido. La ilustración completa con contenido.
MM:
Esa
era otra pregunta, los ilustradores. Has trabajado con muchos. Por ejemplo acá,
el bellísimo diseño de Eugenia Nobati de La
mejor luna, ahora estás con Ciruelo… ¿Cómo es tu relación con esa parte de
los libros infantiles que es la ilustración?
LB:
Alguna
vez me encantaría hacer un libro álbum. Me parece que hay cosas maravillosas en
eso de contar a dúo imagen y palabra. Me parece una experiencia extraordinaria.
Hay libros álbumes maravillosos. Lo más parecido es esto, que como decís vos,
no es un libro álbum. Tampoco lo es La
mejor luna. Pero en general (excepto las tapas) me han tocado ilustradores
que han hecho propuestas de contenido. Y eso es algo que se agradece mucho
porque es como sumarle. En los dos casos me gustó mucho.
MM: Bueno, ahora pasamos a la literatura para adultos. Presagio de Carnaval. Un libro que a los que lo leímos acá nos gustó muchísimo. Hubo muchos comentarios el lunes pasado. Y seguramente en los que no estaban hay mucho asentimiento en el aire. Un héroe absolutamente inesperado en la literatura local.
LB:
Sabino
Coque. Sí. Yo no soy mendocina pero viví toda la vida en Mendoza, en donde la
presencia de la comunidad boliviana es muy fuerte, sobre todo en la cosecha. Ya
no tanto, pero lo fue años atrás de manera que era bastante frecuente ver a la
gente que llegaba para cosechar, la manera en la que se la trataba, la manera
en la que vivían… Es una presencia que en mi provincia al menos es bastante
fuerte. De ahí y de sentirme muy cerca humanamente, ideológicamente… pero
humanamente muy cerca de los más abandonados.
MM:
Sí.
Incluso abandonado por la literatura. ¿Y qué repercusiones o intercambio con
los lectores tuviste con esto?
LB:
En
este caso, sí, estuve varias veces con lectores. Con lectores de escuelas
secundarias. Muchísimas veces en escuelas a las que van chicos de la comunidad
boliviana, con lo cual, para mí era una devolución muy fuerte. Porque una a
veces teme ser hasta irrespetuosa sin
quererlo, hablando de sus costumbres. Pero la verdad es que mayoritariamente,
las devoluciones que me llegaron fueron muy amorosas. A través de los propios
chicos o a veces de sus maestras, diciéndome que se habían conmovido, que
habían atravesado muy bien la lectura. Chicos de la comunidad boliviana, y no.
Pero en general he tenido buenas repercusiones en cuanto a la lectura de Presagio.
MM:
Una
cosa de oficio, me ha tocado trabajar como editor con vos. Con este recorrido
uno esperaría que no aceptaras pedidos. Sin embargo trabajás con los pedidos
que te hacen de las editoriales. ¿Cómo hacés?
LB:
En
general he trabajado con cuentos, que es lo que trabajé con vos y es una
hermosa experiencia. No sé qué pasaría con una novela, pero yo creo que hay
algo del pedido que tiene que ver con que te resuene o no te resuene. Me parece
que esa cosa de enojarse frente al pedido, viene de no recordar que la Capilla
Sixtina fue hecha a pedido. La última cena fue hecha a pedido. La cosa pasa por
cuando el pedido no te convoca por ninguna parte. Me ha pasado. “Che, Liliana,
¿una novela de terror?”. En primer lugar, además, lo intenté. Y no le da miedo
a nadie. (Risas). No tengo manera de encontrar el registro del terror. Hacerlo
de cualquier manera, poniendo un bicho acá, un zombie allá, me parece que iría
contra mi alma de escritora. Cuando llegó tu propuesta, me encantó, porque
además era muy abierta. Cuando resuena, resuena. En algún lugar, a veces la
propuesta está verbalizada, y a veces la propuesta te la hacen desde la tele, o
te la hace un chico que te pregunta algo, te la hace tu historia personal…
Asistente: No
sé si te servirá como consuelo pero te cuento que las escenas de Drimus a mí me
ponen la piel de gallina. (Risas).
MM:
¿En
qué proyectos andás?
LB:
Bueno,
obviamente estoy escribiendo lo de los dragones, que ese es un trabajo que se
va haciendo con tiempo. En ese entretanto, entre el que salió y el otro en el
que me voy a poner ahora de cabeza, que es la segunda parte, van a salir dos
libritos de cuentos que van a ser cuatro en algún momento, porque tienen que
ver con los Elementos. Ahora salen Ondina y Salamandra, el agua y el fuego. Son
libros para niños de doce o trece años, en los que me permití y tuve ganas de
jugar mucho con los géneros. No solo con el elemento, sino con el género.
Entonces en cada libro hay cuento fantástico, hay cuento realista, en uno hay
una ópera, hay sonetos, hay romances, hay género epistolar. Me dieron ganas de
trabajar con los géneros. Otra vez el cauce, otra vez vuelvo a lo que está
atrás. Los géneros a mí me dan mucha confianza. No en vano han sobrevivido.
Están absolutamente fogueados, están probados, son maravillosos. Y acá, el
género de la tragedia clásica me encantó trabajarlo.
MM:
El
policial no lo has trabajado…
LB:
No,
no creo que pueda tampoco. No es que no me guste. Me parece que no tengo esa
cabeza. Nunca lo pensé, no sé si me animaría. Acá hay varios géneros, pero nada
de policial.
LB:
Hoy
estaba terminando de leer La chica pájaro,
de Paula Bombara. Absolutamente recomendable.
MM:
Leés
literatura infantil y juvenil…
LB:
Leo,
leo. Históricamente, creo que tienen que ver con el recorrido que hizo mucha
gente de mi edad. Mucha literatura latinoamericana que llegó por los carriles
de la política, de la familia… Mutis, Jorge Amado, Cortázar, Roberto Arlt…
Mucha poesía. Marco esto porque siempre fui una gran lectora de poesía y porque
la poesía me enseña mucho, pero mucho para escribir. Mucha lectura de poesía, y
después, cuando ingresé a la facultad, cosa que como vos bien leíste recién
sucedió bastante tarde en mi vida, yo no entré a los dieciocho años porque
había abandonado la escuela secundaria, bueno… ahí me llegaron clásicos, me
llegó la literatura europea, que conocía poco y mal. Y ya mucho después, me
llegó la lectura no literaria. Vuelvo a la Antropología, a la Sociología,
alguna Filosofía que no pude decodificar, a la Mística, a Castaneda, que me lo
enseñó mi hijo… Esas lecturas no estrictamente literarias que a mí me
enriquecen mucho para escribir. A veces, más que la lectura literaria. La
lectura literaria una la saborea. El otro día decía en el Taller, que uno
quiere hacer facturas, y entonces va y compra las mejores medialunas de las
mejores panaderías de Buenos Aires. Compra la cosa hecha, prueba las
medialunas, aprende algo de esas medialunas que está comiendo. Unas son más
grasosas, a otras les pusieron almíbar, pero hay que ir a comprar la harina
también. Y me parece que la factura es la literatura. Y uno aprende. Pero a mí
me gusta ir un poquito más allá. Leer textos no literarios a mí me sirve mucho
para escribir.
MM:
Qué
buena la idea de la harina…Bueno… hay mucha poesía en tu prosa. Incluso una de
las cosas que más nos sorprendió a todos los lectores con la saga, es que hasta
hay una sintaxis nueva. Vos, para contar una historia nueva, armás una manera
de escribir completamente original, que no sé cómo salió, cómo la practicaste,
como la trabajaste… Contanos un poco…
LB:
Puedo
contar porque tengo registro. En un punto tiene que ver con la necesidad de
crear un mundo otro, una obra de fantasía, un corpus fantástico. Muchas veces,
el corpus fantástico se crea, no solamente porque uno les ponga nombres raros a
los personajes, o lo haga transcurrir en un lugar inexistente. Me parece que lo
fantástico también hay que gestarlo desde la lengua. Me parece que eso tiene
que ver con buscarle a lo fantástico la índole más profunda. Y siempre pongo el
ejemplo del primer personaje que habla que es Vieja Kush. El primer discurso
directo, porque ahí fue donde me paré. Vieja Kush tenía que decir que estaba
por empezar a llover. Y esa fue una decisión primaria. Porque si yo escribía:
“Está por empezar a llover” o “Pronto va a empezar a llover”, La Saga de los Confines arrancaba por
otro lado. Y va a ser otra. Otra música, otra sintaxis. Entonces le dí vuelta y
le dí vuelta. Pero le dí vuelta también leyendo a Netzhualcoyotl. Leyendo a los
poetas originarios, aztecas en este caso. O a la traducción que se hizo de
ellos, en realidad, lo cual da por resultado una sintaxis muy particular. “Será
mañana que empezarán las aguas”. Esa frase fue como la que me dio toda La Saga de los Confines. El sonsonete de
esa frase. La música, la cadencia, la manera de posicionarse frente a la
realidad, menos autoritaria que “Mañana va a empezar a llover”. “Será mañana
que empezarán las aguas”, me sonó mucho más hermanado a la naturaleza que “yo
digo que mañana va a empezar a llover”. A partir de ahí fui tirando el hilo del
carretel.
MM:
Seguramente
vas a tener que firmar mucho. Una de las cosas que no te dije es que
normalmente les pedimos a los invitados o invitadas que lean algo. ¿Te gustaría
leernos algo?
LB:
Pero
por supuesto. Haber sabido les traía uno inédito, pero no lo traje. Voy a leer
el principio de Tiempo de Dragones.
Este es como el comienzo. Toda la saga de Tiempo de Dragones tiene que ver con
la construcción de una profecía falsa. Un grupo de monjes condenados a muerte,
saben que lo único que pueden hacer por su mundo, un mundo que desaparece, es
fraguar una profecía y echarla a andar para ver qué pasa. Voy a leerles un
pedacito:
El Comienzo
Las profecías
comienzan en el aliento de los dioses y toman forma en la palabra de los
sabios. Primero es inspiración divina. Después, la gigantesca tarea de nuestros
maestros versados en el arte de interpretar las señales, proyectar líneas entre
la tierra y los astros, sumar las luces, restar las sombras. Y, así, conjeturar
lo venidero. Lentos procesos que las generaciones reescriben o reinterpretan.
Pero una
profecía nació de la imprudencia y la osadía de diecisiete monjes borrachos. Y
condenados a muerte. Aquel artificio ocurrió en Terentigani, año 870 del
Calendario Quinto, con la rapidez del vino azucarado.
El monasterio
respondía a la forma del espíritu: muros gruesos, ventanas pequeñas y altas,
silencio y penumbra. Por lo mismo, estaba emplazado sobre un monte. Fue esa
ubicación, y ninguna otra cosa, lo que otorgó a los Diecisiete monjes una noche
más.
-Ya ha
oscurecido. ¡No subirán hoy!-dijo uno de ellos.
¿Importan
sus nombres? Importarán alguna vez.
Mientras
tanto, disimulados por la bruma de los siglos, sus nombres les otorgarán voz y
rostro.
Nebún,
el loco.
Taneri,
el más joven.
Eldere,
el más viejo.
Licom,
el tacaño.
Taluta,
el silencioso.
Neprietenus,
el antipático.
Doar,
el justo.
Pono,
con la estatura de un niño.
Curajos,
el valiente.
Ligrator,
el que más trabajaba.
Lenas,
el que más dormía.
Lamas,
el rengo.
Doru,
el agraciado.
Picioare,
el de largas piernas.
Clopot,
el campanero.
Cernealá,
el de hermosa letra.
Tugrad,
siempre sonriente.
Para intentar
huir, los monjes tendrían que haber abandonado a Eldere, inutilizado por su
mala vejez. Y a Nebún, por insensato. Aun así escapar hubiera sido improbable
pues el cerco implacable de los soldados de Skuba Dratewka rodeaba la base del
monte en espera de la madrugada.
Habían dispuesto
la mesa con todo lo que almacenaba la despensa y que, hasta esa noche, habría
alcanzado para un mes. Vaciaron en jarras hasta la última gota de vino de las
ánforas, seguros de que era mejor que la cabeza estuviese adormilada cuando una
hoja viniera a separarla del cuerpo.
Eran las once de
una noche infame.
Los monjes
quisieron permanecer juntos, por eso llevaron hasta la amplia sala al anciano y
al loco. Juntos, diecisiete monjes condenados a una muerte brutal por oponerse
a la expansión de los Dratewka, por aliarse con los Tzarús, por bendecir en sus
rezos a los dragones.
(Aplausos)
MM:
Liliana,
muchísimas gracias. Un placer enorme, realmente. La gran alegría del día.
LB:
Quiero
agradecerles muy especialmente. La Nube es un lugar maravilloso que habrá que
defender más que nunca. Y agradecerles las lecturas y la escucha y el cariño y
los aplausos por supuesto y las sonrisas. Yo digo que más allá de cualquier
cosa, y de cualquier pensamiento, y de cualquier esperanza o desesperanza que
nos generen los días que nos toca vivir, más allá de eso tenemos que
empecinarnos como una tribu. Yo estoy con eso, estoy jodiendo mucho con eso
porque me parece que por ahí pasa la cosa; la debilidad o la fortaleza.
Recordarnos aldea, recordarnos tribu. Para todo. Para lo que venga para bien y
para mal. Gracias. Gracias de verdad.
Comentarios
Publicar un comentario