María Teresa Andruetto: "La escritura es una pelea con las formas".
El cierre del ciclo 2015 de Encuentros con escritores de literatura infantil y juvenil no podía pedir más. María Teresa Andruetto fue la protagonista de la última charla con Mario Méndez. La autora habló de su formación en la letras, de sus aspiraciones, de su práctica como escritora joven y su publicación tardía, de la conexión entre los libros y el público lector. Libro de arena publica la primera parte de la entrevista a María Teresa Andruetto en La Nube, el 5 de noviembre
de 2015. La segunda parte saldrá el viernes próximo.
Mateo Niro: Buen lunes. ¿Cómo les va? Hoy tenemos una presentación un poco excepcional respecto de los otros encuentros, porque como muchos de ustedes saben es el último encuentro de este ciclo 2015; queremos hacer especiales agradecimientos, sobre todo y contarles lo que estamos pensando para el año que viene. Agradecerles a todos ustedes que vinieron a este encuentro que organizamos junto con La Nube, desde el Programa Bibliotecas para Armar. Este es un Programa que está cumpliendo once años en el Gobierno de la Ciudad, y cuyo objetivo es la promoción de la lectura a través de las llamadas bibliotecas comunitarias, que son bibliotecas próximas. Estos encuentros tienen un poco esa cosa rara de personas que no estamos bien, porque encontrarnos todos los lunes para charlar de literatura (hay personas que vienen desde lejos), es porque estamos un poco locos. Es lógico que los maridos y las esposas desconfíen si uno dice que viene a lo de Pablo Medina a hablar de literatura infantil (Risas). Pero efectivamente estamos acá. No hemos dicho una cosa por otra a nuestras familias así que estamos cumpliendo. Agradecerle a Pablo, que está cumpliendo cuarenta años de trabajo con La Nube que es también nuestra casa. (Aplausos). En estos años hemos atravesado distintas etapas. Algunas cosas lindas, otras no tan lindas y siempre las compartimos con Pablo, así que estamos contentos. También agradecerles a los que nos acompañaron en otras actividades del Programa Bibliotecas para Armar. Actividades que hicimos en comedores comunitarios, en clubes deportivos, clubes sociales, hospitales, complejos penitenciarios, etc. Por supuesto, agradecerle a María Teresa que hoy nos acompaña. Era un viejo anhelo que teníamos con Mario, así que terminar este ciclo con María Teresa es como una manera más que soñada de encontrarnos. (Aplausos). Por supuesto agradecerle, y también voy a pedir un aplauso para Mario, que hizo esto durante tantos años. Ustedes saben que ya salió un primer libro de estos diálogos, que lo llamamos Entrelíneas. Y estamos además, con este broche de María Teresa, pensando en un nuevo Entrelíneas, así que tanto los que vienen desde hace mucho, como los que se acercaron hace menos tiempo, van a tener la posibilidad de conocer estos diálogos. Es una manera de haber participado sin haber participado. Como dijimos en otra oportunidad, creo que cuando se abrió este ciclo, para nosotros este es un año muy especial, porque una compañera muy querida y muy talentosa, Gabriela Halpern, lamentablemente falleció. Nosotros le estamos eternamente agradecidos a ella, y quizá, por esas cosas que pasan cuando uno quiere tanto a una persona, y tiene la desgracia de que no está más, muchas de las cosas que hacemos, se las dedicamos a ella. Así que arrancamos este último encuentro. Gracias, María Teresa.
María
Teresa Andruetto: Yo también, muy agradecida. Mario me invitó
muchas veces. No pude venir antes porque tienen que juntarse un par de cosas
que me traigan aquí, así que eso fue lo que terminamos haciendo. Gracias al
equipo. Un conmovido encuentro con Pablo Medina, de quien no hace falta decir
lo que representa para la literatura infantil en la Argentina. Para la
historia, la conservación de los libros en este lugar. La mitad de nuestra
historia como género, como zona de la literatura, como espacio cultural, hecho
con su esfuerzo, cargado sobre sus espaldas, es algo que creo que la cultura
argentina nunca va a terminar de agradecerle. Sé que ahora están en un convenio
con la Universidad de San Martín, pero este ha sido un esfuerzo individual
durante décadas y décadas. Desde que andaba por ahí con los libros,
exponiéndolos. Gracias a ustedes por estar aquí esta tarde, venirse hasta acá…
Mario
Méndez: Gracias
a vos. Como hablamos con varios de los autores y autoras del interior, no es
fácil, por falta de recursos, entonces encontramos la vuelta y este año tuvimos
a Liliana Bodoc, que también es del interior, y el año pasado a Sandra Siemens
y a Laura Escudero. Así, de a poco vamos juntando las voces de la gente de las
provincias. Yo mismo no soy de Buenos Aires.
MTA:
El
problema son los provincianos que se quedaron en su tierra.
MM:
Claro.
Los que no quieren venir. Bueno, vamos a empezar entonces. Todos los encuentros
empiezan con una breve biografía, una parte formal que leo rápidamente, y a
partir de ahí vamos charlando. María Teresa Andruetto es, profesora y
licenciada en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Córdoba. Donde
recibiste el doctorado honoris causa, ¿no?
MTA:
En
realidad no es un doctorado honoris causa, sino un premio que se llama Cultura
Cuatrocientos Años. Como la Universidad cumplió cuatrocientos años el año
pasado (es la más antigua del país; primero fue un Colegio Mayor de los
jesuitas y después se convirtió en universidad pública), desde entonces en
adelante ha otorgado premios, en algunos casos a personas de otros lugares que
han pasado por Córdoba, y en otros, a los cordobeses. Es algo que se valora, y
me ha conmovido mucho.
MM: Se nota. En este libro, La cultura, otra revolución, de FCE, en el artículo que se llama “Mi casa”, está tu discurso de aceptación, y es muy emotivo.
MTA:
Sí,
porque yo soy primera generación de universitarios en mi familia, y formo parte
de esa generación que accedió a esa universidad pública y gratuita desde los
pueblos de la provincia a la ciudad por primera vez en la vida familiar.
MM:
Publicó
las novelas Tama (que es una de las
pocas que no conseguí)…
MTA:
Claro.
Al que la quiera, se la puedo mandar por un PDF. Tama fue la primera novela que publiqué, y tuvo una edición de premio, cuando ganó el
premio Luis de Tejeda en el ’93, en una edición pequeña. En 2003 la reedité en
Alción de Córdoba, que se agotó. Y ya no quise reeditarla. Con eso he tenido un
conflicto, porque incluso me parece que no tenía tanto sentido, porque decidí
que algunos fragmentos de esa novela entraran en Los Manchados. Fragmentos de descripción del Tama original.
MM:
¿Es
un pueblo que existe?
MTA:
En
realidad es un pueblo imaginario. Cuando la escribí imaginaba la zona de
Famatina que conocí mucho. Pero después me enteré de algo muy curioso, calculo
que son los juegos que hace el inconsciente. Existía en La Rioja un pueblo
llamado Tama que conocí finalmente el año pasado. Es un pueblo de los llanos,
la zona del Chacho Peñaloza. Cerca de Olta, donde lo mataron. Después, alguien
me dijo que en ese nombre estaban mis iniciales, así que no sé qué cosas han
jugado ahí, pero al comienzo creí que imaginaba algo. Lo que pasa es que la
imaginación tiene un vuelo bajo. Nunca se aleja del todo de la realidad.
MM:
Y
también has escrito de la obra que vamos haciendo entre todos.
MTA:
Sí,
la literatura es eso para mí. Si uno se sale de lo que es un libro, un autor, y
demás, a la literatura de un país la vamos haciendo entre todos. Entre lo que
leemos, conservamos, editamos, dejamos de leer, hay todo un movimiento que está
hecho no solamente por quien escribe y quien edita sino también por quien lee,
quien enseña, quien convierte en canónicos ciertos textos. Y de ese modo se va
construyendo ese gran tejido social a través del cual una sociedad se imagina a
sí misma, se piensa a sí misma. A mí me parece que eso es la literatura, más
allá de las particularidades, más allá de que una obra nos guste más o menos.
MM: En Hacia una literatura sin adjetivos empezás diciendo por qué uno va a buscar un diccionario, la guía o la cartelera de espectáculos. Y por qué vamos a la literatura. A buscar las raíces…
MTA:
Sí,
y el conocimiento de uno mismo, porque es ese lugar de lo humano. Es muy
interesante el juego que hay entre lo propio y lo ajeno… Hay una poeta
italiana, Patrizia Cavalli, que tiene un libro que se llama L'io singolare proprio mio, algo así como El yo más propiamente mío… A mí me
parece que hay una tensión muy interesante ente lo más propiamente propio de un
escritor y lo social. Y entonces, ¿qué va a buscar uno a los libros de
literatura? No va a buscar información… Va a buscar algo acerca de la condición
humana, acerca de uno mismo. Va a hacer una especie de camino hacia uno mismo.
Hacia ciertos caminos de uno mismo que otro posible en la ficción le revela. La
ficción, siendo como es, nos permite acceder a zonas de verdad que el documento
no nos facilita. Hay un más allá de lo literal, hay un más allá del documento,
hay un más allá de la información, pienso yo. Porque si no, no existiría la
literatura. Todos los pueblos la tienen. Donde hay una comunidad, hay
literatura oral, escrita… ¿Por qué la humanidad necesitó siempre de eso? Cuando
yo era estudiante, en mis años de Universidad, la pregunta era “¿para qué sirve
la literatura?”. Y es una pregunta que no cesa, porque cada dos por tres nos
preguntamos para qué todo esto. Para qué se escriben tantos libros, se publican
y demás. Sin embargo, todas las sociedades tienen literatura. Tienen SU
literatura. Entonces, me parece que hay algo de lo humano que una sociedad
tiene, que necesita de esas ficciones para mirarse a sí misma en montones de
situaciones hipotéticas.
MM:
Y
personalmente, para buscarse a uno mismo también.
MTA:
Claro.
Como dice Clarice Lispector acerca de la escritura, creo, que “es el largo
camino hacia la propia cosa”. Y eso es complejo, porque lo que uno llama lo
propio y parece que está tan a mano, en realidad está muy lejos. Hay que hacer
un largo camino para encontrar esa propia cosa.
MM:
También
sostenés por ahí que los escritores son todos diferentes y que hay un valor en
ese “ser diferente”.
MTA:
Sí.
A mí me parece que lo más difícil para un escritor es encontrar esa voz
personal, que vendría a ser eso de acercarse a la propia cosa, acercarse a eso
más propiamente propio en lo cual refracta lo social, la experiencia, refractan
los otros, ¿no? Lo social pasado por ese prisma personal. A mí me parece que
ese camino es lo más difícil. Además, cada uno lee de distintas maneras, pero
para mí, un buen libro es un libro diferente, un libro que por su
particularidad, no se olvida. Porque también hay mucho que es moda, inercia,
especulación con lo que va a funcionar… Todo eso existe en el mundo de los
escritores, como existe en todos los mundos. Y entonces hay muchas cosas que
son copias de otras cosas, o escrituras que son copias de otras escrituras del
propio escritor. Variantes mínimas en las que se ve que no hay una búsqueda
personal. Yo diría que a veces prefiero un libro que no esté del todo pulido y
elegante pero que transmita esa particularidad, a un libro que esté correcto,
armado pero que no logre armar una fisura en eso que cuenta. Porque las palabras
son el vehículo, pero lo que nos conmueve cuando leemos, lo que hace que nos
preguntemos cosas, es cuando en esas palabras que leemos se abre una grieta y
aparece algo que a mi juicio es algo del orden de lo verdadero. No porque sea
verdadero lo que se cuenta, que generalmente es ficcional, sino porque uno
puede percibir como lector, que es verdadero el camino que el otro recorrió
para decirlo.
MM:
No
es poco. Viste que nos vamos cruzando… Leí un reglón y medio de la biografía.
(Risas). Bueno, después de Tama, Stefano, que es quizá una de tus obras
más conocidas y creo que, también, de las que más te representa, vos me dirás…
MTA:
Puede
ser. Yo creo que hay como dos grandes líneas en mi escritura. Una zona que está
marcada por lo migratorio, por la llanura, que es el lugar desde el que yo
vengo. Ahí pondría a Stefano, Lengua Madre, Kodak, La niña, el corazón y
la casa, me parece que son de esa línea. Y hay otra línea que se alimenta
de una cosa más andina, más del Noroeste, más de una zona que conocí mucho,
transité mucho, donde conocí a mucha gente y también tuve muchas lecturas de la
literatura latinoamericana marcada por eso. Entrarían, a mi juicio, Tama, Los Manchados, algunos de los cuentos de Cacería tal vez… Seguro que “Cuervos
sobre una chiva”, en esos relatos yo tenía ese mundo en la cabeza.
MM:
¿“Cuervos sobre una chiva” se lo habías dado a Mil Mamuts,
o estoy equivocado?
MTA:
¡Sí!
Para quienes no saben, Mil Mamuts era
una preciosa revista de cuentos, muy interesante. El cuento es un género
espectacular. Y yo era la distribuidora en Córdoba. Colocaba la revista en un
par de librerías buenas y les escribía un correo a los escritores cordobeses
para avisarles que ya estaba la revista en las librerías. Hermosa revista.
Estaban Franco Vaccarini, Salvador Biedma
Alejandro Larre…
MM: Por un lado, Mil mamuts tomó un poco la posta de Puro cuento, pero era cuento latinoamericano. A Franco Vaccarini lo conocen, ya estuvo acá. Y Alejandro y Salvador ahora van a poner una librería, por Belgrano: Colastiné. Después va a haber que hacerles promoción. Continúo. Todo movimiento es cacería…
MTA:
Que
después se convierte en Cacería, con
cuentos nuevos.
MM:
Los
libros de poesía Palabras al rescoldo,
Pavese y otros poemas y Kodak, que lo mencionaste. El lunes
pasado estuvimos leyendo algunos poemas de allí. Hermosos. Tradujiste Ruta de Colisión (Ediciones del
copista), y uno que acá no está, de
Marina Colasanti…
MTA:
Uno
que editó Calibroscopio, Un amigo
para siempre. Es que Marina es una escritora delicadísima. Y tengo un par
de cuentos de ella que traduje, porque en realidad me quedaron las
traducciones. Me fui haciendo amiga de Marina en estos años. Todo empezó porque
la conocí haciendo la cola en el baño del Congreso de IBBY en Bogotá. (Risas).
Yo había recibido una revista de poesía, en la que había unos poemas de ella, y
me preguntaba si sería la misma Marina que escribía para niños. Me encantaron,
porque eran unos poemas eróticos que no tenían nada que ver con toda esta otra
parte de ella. Yo la había leído pero no tenía relación con ella. Cuando la vi
me acerqué, y le dije que había leído sus poemas y que a mí gustaría conseguir
el libro. Entonces ella me dijo que me lo mandaba. Me lo mandó y empecé a
traducirlo, en principio, para mí. Entonces le escribí una carta diciéndole lo
que había sido la experiencia. Yo estaba donde vivo ahora, pero en esa época
era nuestro lugar de fin de semana y estuve con esos poemas durante todo el
verano, fue muy lindo. Le escribí una carta y ella me instó a que los ofreciera
a algún lugar. Yo no me animaba, porque no soy traductora ni tengo gran
conocimiento de la lengua portuguesa. Tengo sí, un conocimiento muy fuerte de
lo poético. Trabajaba con diccionario y un poco de portugués que conozco. Y ella, que habla muy bien castellano,
me dijo que los revisaba. Los miró, conversamos mucho sobre los poemas, y se los
ofrecí a un editor cordobés que tenía una colección muy bonita, pequeña. Ella
estuvo muy contenta con eso, el libro tuvo su momento y el año pasado tuve una
alegría muy grande, sé que ella también, porque el libro entró en la Colección
Gelman, a todas las escuelas secundarias, así que todo el país está leyendo esos
poemas. Y después traduje unos cuentos, porque quería sacarla en una colección
de inclasificables en Del Eclipse, una colección que dirigí durante un breve
tiempo, pero murió Rosario Charquero, la directora de la editorial, eso se
suspendió y me quedé con las traducciones. Tendría que ofrecérselas a alguna
editorial.
MM:
Alguno
se va a interesar. Continúo. Has publicado diversos libros para chicos y
jóvenes. Entre ellos, El anillo encantado,
del que estuvimos leyendo algunos cuentos. Huellas
en la arena, La mujer vampiro,
Benjamino, que también tiene que ver con esto de la llanura y la
inmigración. Además es un cuento tradicional…
MTA:
Es
un cuento tradicional reformulado, reescrito, digamos. Tiene que ver con los
relatos que me contaba mi abuela.
MM:
Después
está en La niña, el corazón y la casa…
MTA:
Sí,
eso lo he hecho en varias cosas mías que están recicladas con otra función. Por
ejemplo hay un episodio que está en un poema que se llama “Extravío”, está
también en Lengua Madre, y sobre ese
episodio también escribí una columna informativa. A veces hay algunas cosas que
cambian la forma, porque siempre me pareció que la escritura es eso, una pelea
con las formas. Se cambia la forma y no el asunto.
MM:
Ese
es un buen título. Sigo. Historia de Nato
y el caballo que volaba. Ese no lo conseguí…
MTA:
No
te perdés mucho… (Risas). Es un libro que hice en coautoría con Perla Suez. Y
por encargo, en ese momento, para un proyecto que dirigía Carlos Silveyra en editorial Aique. Era una novela que acompañaba a
un manual. Iban tres libros: el manual, un libro de actividades y la novela.
Hace unos años me ofrecieron reeditarlo y dije que no. Porque es algo que
escribí a demanda, hace mucho tiempo, yo empezaba, y está escrito, a mi juicio,
con la cabeza. Por eso quizá no tengo tantos libros. Porque cuando uno ya tiene
oficio, (y yo lo tengo), puede organizar una historia y otra y otra, pero lo
que no siempre puede es tener la carga de deseo suficiente para escribir. Es
como si uno dijera que puede hacer el amor porque ya conoce cómo se hace, sabe
lo que es una cama, una habitación, un compañero, un movimiento u otro, pero lo
que uno no puede hacer siempre es enamorarse. Y con la escritura pasa un poco
eso. Hay una carga de deseo que sucede en el proceso de escritura, que en
algunos casos me sucede y en otros no. A veces pasa tiempo sin que eso llegue.
Incluso a veces parece que sucede y en el camino algo se enfría. Yo soy muy
fiel a eso que siento cuando escribo. No lo digo desde un lugar de autoridad,
solo que es eso la escritura, para mí.
MTA:
Claro.
Una escritura racional. Pongo este elemento, este otro, lo armo… Eso puedo
hacerlo. Lo hice en ese momento, hace más de veinte años, con el oficio de hoy
podría hacerlo mucho más, pero no es lo que quiero.
MM:
Bien,
y voy terminando con la biografía, has obtenido muchos premios muy importantes.
Por ejemplo el de la Internationale Jugendbibliothek…
MTA:
Sí,
los White Ravens, que se eligen todos los años. Y un Especial White Raven que
sacó Stefano. Es a la manera del
Banco del Libro de Caracas, de Fundalectura, de ALIJA… como un cuadro de honor.
MM:
Con
ALIJA varios destacados…
MTA:
Casi
todos mis libros han estado en los listados de ALIJA.
MM:
La
fundación SM te dio el Premio Iberoamericano.
MTA:
Sí,
un premio grande. Ese premio permitió que fuera leída fuera de Argentina. Hasta
entonces, casi nada mío había salido. Salvo en el caso de alguna persona que
hubiera comprado los libros acá. Ese premio me sacó a Latinoamérica.
MM:
Y
después de eso, el Andersen. Sos la única escritora hispanoamericana en haberlo
recibido. Estamos todos orgullosos…
MTA:
Ya
pasó un tiempo, ya festejamos mucho…
MM:
Pero
es un festejo que no cesa, porque realmente es muy importante.
MTA:
Estoy
muy contenta, sí. Nunca imaginé esto y ha sido algo realmente fuerte.
MM:
Ya
dejo la biografía y empezamos a hablar de todo un poco. Ya que mencioné el
premio, estos dos sobre todo, el Iberoamericano y el Andersen ¿cambiaron en
algo tu modo de pararte frente a la industria editorial o frente a la lectura?
MTA:
No,
eso no. Incluso, después del Andersen yo no publiqué nada. Solamente Trece modos de mirar a un niño, pero era anterior al premio,
ya lo tenía la editorial desde antes. Si yo hubiera cambiado mi criterio,
hubiera pensado: “Aprovecho esto, escribo, presento”: esa puerta está muy
abierta, pero no. Me volví a una novela que tenía empezada, que es Los Manchados, que me produjo, además,
mucha reparación: me traía serenidad meterme en la novela para correr un poco
esa especie de revolución que había sucedido en mí a partir del premio. Lo que
sí cambió fue la cantidad de lectores y el lugar de los lectores. Hay más traducciones.
Hay libros míos en China, hay algo en esloveno, La niña… en turco, se publicaron varios libros en Italia, en
Brasil, en México, en Colombia… Varias de esas cosas no las hubiera tenido de
otra manera. Igual, el mundo editorial es complejo, porque por más premio que
una tenga, no todo lo que leen los lectores aquí es legible en otro lugar. En
cuanto a las traducciones, hay lenguas como el italiano o el portugués, en las
que puedo entender, pero con la traducción al chino, lo único que tengo son
unas preguntas que me hacía la traductora, por las que me daba cuenta de que
comprendía de qué se trataba el cuento, pero por ejemplo, El incendio en chino… Yo no puedo entender qué les interesó porque
es un libro raro, incluso acá, pero en China calculo que entré porque se trata
de una colección de Premios Andersen, habré entrado por esa razón, más allá de
la escritura misma. Distinto es en Italia, distinto es en Brasil, o en la
edición eslovena, donde está por salir una edición preciosa de El país de Juan (N de la R: este libro ya salió publicado) ahí sí hay
alguna conjunción entre los intereses de los lectores, los de la editorial y la
obra. Tampoco se trata de algo automático, por más que uno gane un premio y se
trate de un premio muy grande y que a mí me honra mucho, tampoco eso se vuelve
como un resorte que inmediatamente acomoda todo. Yo creo que los libros van al
encuentro de su público. A mí como autora nunca me ha sido fácil encontrarme con
los lectores, los he ido ganando, tengo muchos lectores muy fieles, muy
entrañables, pero han ido creciendo uno a uno. Ahora, después de un premio
grande, sale un libro y hay lectores, pero si no, desde que empecé a publicar
hasta que me di cuenta de que tenía un cuerpo de lectores pasaron como diez
años. Me refiero a un volumen significativo.
Incluso en algunos lugares, por ejemplo, las editoriales españolas… En
España han salido libros míos. Salió Stefano,
salió Solgo, pero los editores
consideran que son libros un poco complejos para el lector medio español. Todo
tiene sus sutilezas para un escritor de mi perfil. Espero que no suene soberbio,
pero yo me considero un tipo de autor cuya obra se asienta principalmente en el
lenguaje, eso tiene su complejidad para un lector medio.
MM: Eso me hace
pensar en cosas que me han contado algunos autores que visitaron escuelas, en
España: pareciera que en general tienen un nivel un poco más bajo.
MTA:
Sí.
Por ejemplo, en España. El País de Juan
circula bien. Como en un nivel generalmente más bajo del que circula aquí. Pero
un libro como Stefano es para un
lector que está en el borde… Bueno, aquí también…
MM:
Vos
hacés un elogio de la dificultad.
MTA:
Así
me va. (Risas). Lo que pasa es que lo que uno escribe, piensa y comparte va en
consonancia con eso. Yo también me pongo en dificultades a la hora de escribir.
MM:
En
esta serie de novelas para adultos, Los
Manchados, Lengua madre, y La mujer
en cuestión, hay una búsqueda formal.
MTA:
Sí.
Siempre me interesa mucho eso, Los planteos que me hago a la hora de escribir,
rara vez son temáticos. Son formales. Y hasta que no tengo ese lugar por el que
entrar a lo formal, aunque tenga un asunto, que generalmente es una escena que
me motivó a escribir, hasta que no tengo un encuadre, quién narra, desde dónde,
que son las cosas que a mí me preocupan, no escribo. En el trabajo con las
formas, lo otro, el asunto, se abre
paso.
MTA:
La
Universidad me dio una matriz de lectura que de otro modo, tal vez no hubiera tenido.
Yo cumplí diecisiete años cuando ya había ingresado a la facultad. Y a los
veinte ya estaba recibida y había hecho el profesorado y la licenciatura en
Letras. Apuré un poco la salida de la facultad, porque ya se veía la inminencia
del golpe de estado, terminé en agosto del ’75. Yo no entré a Letras para ser
escritora. De hecho la carrera no está planteada para eso, sino para
investigación, para la docencia, y cuando ingresé, mi aspiración de máxima era
la de ser docente en la Universidad. Ese era mi norte con esa carrera. Escribir
en cambio era algo mío, personal, íntimo. Por ejemplo, Había una vez o los cuentos de El
anillo encantado, o de Huellas en la
arena, son cuentos que han ido a parar a distintos libros, pero que yo
escribí en los años ochenta, cuando no me imaginaba ni remotamente que alguna
vez iba a publicar. No estaba en mis expectativas la publicación, porque ni yo
pertenecía a ese mundo, ni había un mundo editorial en Córdoba que me
permitiera publicar. Durante muchos años tampoco ofrecí nada, era una escritura
para mí misma, como quien va al cine. Eran épocas muy difíciles. Yo tenía una
hermana que estaba muy grave, estaba separada, tenía dos niñas pequeñitas,
entonces si terminaba de trabajar fuera de casa y de hacer las cosas de la
casa, a la noche, me servía algo rico y me ponía a escribir, pero como una
gratificación para mí. Muchos años después empecé a ofrecer lo que tenía,
empecé con Tama, a mandarla a
concursos. Yo escribía desde muy joven pero más o menos desde los veinte años
de una manera sostenida, pero mi primer libro salió a mis cuarenta años. Son
muchos años y siempre sorprende que el deseo se haya sostenido sin un estímulo
del afuera, porque cuando una escribe necesita esa vuelta del otro. Ya sea una
edición, ya sea la escucha. Tampoco daba a leer mis cosas, recién más tarde
empecé a necesitarlo y mucho después logré editar. Y después de eso, iban a
pasar todavía más o menos diez años hasta que tuviera lectores. Le debo mucho a
Canela, que fue mi primera editora. Si yo les digo cómo salió El anillo encantado, que es el primer
libro que salió para jóvenes… le mandé a ella por correo postal, un cuento. Yo
no tenía teléfono en esa época. Ella estaba empezando la colección Los
Bolsillitos. Entonces me dijo que le había gustado. El cuento después salió en Huellas en la arena, se llama “No es
fácil encontrar una piedra”. Le mandé ese cuento y ella me dijo que le había
gustado mucho y me preguntó si tenía otros, entonces le mandé dos o tres más
para que eligiera. Ella me preguntó si tenía más, y así le fui mandando otros y
se fue haciendo El anillo encantado.
Cosas que tenía. Tampoco eran cuentos que hubiera escrito pensando en lectores
chicos, o jóvenes. Nada de eso. Y ahí ella decide armar el primer Pan Flauta
Negro, ahora está en Pan Flauta de color verde, pensado para lectores desde los once años. El otro, era para más de
catorce, creo, era de color negro y decía “Jóvenes Lectores”. Que ya no esté el
Pan Flauta negro, quiere decir que los lectores chicos leen cosas que antes
leían los más grandes. Eso, creo que habla de un crecimiento lector en el
conjunto de la sociedad argentina. Volviendo a tu pregunta, yo era muy lectora,
voraz, y sin sistema de lectura. La Universidad me dio una matriz de lectura, me
enseñó a leer en contexto. Nunca más leí un libro “suelto”, sin saber el autor,
le edición, a qué tradición pertenece, con quiénes lo ligo. Leo un libro y a
ese escritor lo relaciono con otros anteriores, posteriores, de la misma época…
leo cada libro en ese gran tejido social que es para mí la literatura en una
lengua. O en un país, por lo menos. Lo que sí he hecho, mucho porque me
interesa el ensayo y en principio por razones laborales, porque con eso me
ganaba el pan, fue dar talleres de animación a la escritura. En muchos casos,
venía a mis talleres gente que escribía y que quería revisar sus cuentos, sus
libros de poemas, y eso sí me obligó a ver cómo se manejaban los recursos
técnicos, fue un autoaprendizaje. Estaba leyendo hace unos días, los maravillosos
Diarios, de Piglia, y hay un momento
en el que él toma una cátedra, y dice: “Estoy aprendiendo hoy lo que les voy a
enseñar mañana”. Un profesor es eso. Alguien que aprende hoy lo que mañana va a
enseñar. Uno estudia para poder enseñarle al otro. Creo que nunca se aprende
tanto como cuando se enseña.
MM:
Y
los cuentos de El anillo encantado, ¿estaban
probados? ¿Vos no se los habías leído a ningún joven?
MTA:
No.
Canela decidió que fuera así. No se los había leído a jóvenes, ni a viejos ni a
nadie. Después empecé a compartir cosas, pero ni al día de hoy comparto lo que
escribo con chicos o con jóvenes. Necesito lectores, eso sí, un par de
lectores, pero son siempre lectores adultos, aunque se trate de libros para
chicos. Nunca he ido a una escuela “a probar “cuentos. Podría hacerlo, pero
nunca lo hice. Se los he dado a dos amigas mías que escriben, con las que nos
leemos, a alguna persona del entorno familiar. Alguna vez, a alguna persona por
fuera, pero siempre adultos.
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