Explico algunas cosas

A ochenta años de la Guerra Civil Española, Libro de arena sigue compartiendo escritos de los intelectuales, que como Pablo Neruda, formularon sus reflexiones y críticas, y promovieron publicaciones que incluyeron las voces de otros escritores y poetas como parte de un movimiento artístico, cultural y político, que hoy recordamos.


La Guerra Civil Española tuvo una enorme repercusión política y estética entre los intelectuales latinoamericanos. Muchos de ellos vivieron en España durante el gobierno de la República, y desarrollaron allí parte de su actividad cultural.
Un caso destacado es el de Pablo Neruda, que estaba radicado en España como cónsul de Chile. Neruda editó la revista de poesía Caballo Verde, de la que llegaron a salir cinco números. En ella publicaron, entre otros, Rafael Alberti,  Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez,  Luis Cernuda,  Vicente Aleixandre y Jorge Guillén.
El número seis, dedicado al poeta uruguayo Herrera y Reissig, debía salir el 19 de julio de 1936, y desde luego, jamás vio la calle.
Por su apoyo decidido al gobierno de la República Española, el gobierno chileno retiró a Neruda de su cargo, y le quitó apoyo político. A raíz de esto, el poeta partió hacia París, junto con Rafael Alberti y María Teresa León.
Antes de abandonar España, llegó a dejar impreso España en el corazón (incluido en Tercera Residencia). En ese libro se publica su poema “Explico algunas cosas”, verdadero manifiesto estético con el que Neruda anuncia a sus lectores sobre el giro político que tomará su literatura en el futuro.
Con la publicación de este poema, Libro de Arena continúa la conmemoración de los ochenta años de la Guerra Civil Española.



EXPLICO ALGUNAS COSAS
PREGUNTARÉIS: dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.
Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.
Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
                                      Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
                                                        Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
                               Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
                                                   Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
                        pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.
Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.
Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!
Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!
Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.
Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Cincuenta años sin J.R.R. Tolkien: cómo lo cuidó un sacerdote español y qué tiene que ver la Patagonia con “El señor de los anillos”

El crimen casi perfecto, de Roberto Arlt, Ilustrado por Decur

La lectura del tiempo