Sebastián Vargas, Eugenia Nobati: "Me gusta pensar que todos somos inmigrantes."
El contrapunto ideal de la edición de un libro lo protagonizan los autores del texto y la imagen que lo acompaña, en una charla doble de Mario Méndez con Sebastián Vargas, el escritor y Eugenia Nobati, la ilustradora. La entrevista, que formó parte de los encuentros de "Literatura de inmigración", se dio a propósito de la presentación de la novela Son tumikes. Libro de arena publica la conversación con los autores, que tuvo lugar el lunes 30 de mayo, en La Nube. La segunda parte saldrá el viernes próximo.
Mario Méndez: Buenas
tardes. ¿Cómo están? Bienvenidos una vez más. Acá seguimos con este ciclo de
encuentros dedicados a la literatura y la inmigración. Ya hay varios que han
venido los otros lunes y hay algunas caras nuevas. Hoy tenemos al autor
Sebastián Vargas, a la autora Eugenia Nobati, que hizo las ilustraciones, y a
Belén Torras, que nos acompaña, porque va a contarnos algo de Son tumikes. Así que vamos a empezar por
allí.
(Narración oral
a cargo de Belén Torras.)
(Aplausos.)
MM:
Casi
un resumen completo de la novela, hizo Belén.
Sebastián
Vargas: Una
hermosa recreación…
MM:
Maravillosa.
Las narradoras y los narradores que solemos tener entre el público hacen sus
propias versiones. Como buenos lectores. Muchas gracias, muy lindo, Belén.
Conmovedor, incluso. Como es conmovedora la novela. Supongo que la habrán
leído. Esta vez la tarea era escueta, porque la novela no solamente es breve,
sino que obliga a leerla rápido y sin dejarla. Es una magnífica novela de
Sebastián. Gracias por venir, Seba…
SV:
Gracias
por la invitación.
MM:
Magníficamente
ilustrada por Eugenia Nobati. Gracias también por venir, Eugenia. Vamos a
empezar por vos. Primero las damas. Ya estuvo Belén. Así que vamos a
preguntarte… Leíste, por supuesto, la novela. Acabás de escuchar, como todos,
parte de la descripción de los tumikes e hiciste tu propia versión de
lectora-ilustradora. ¿Qué pensaste cuando te encontraste con estos extraños
seres naranjas?
Eugenia
Nobati: Me
acuerdo de que cuando recibí la novela, le escribí casi inmediatamente después
de terminarla a Sebastián, para decirle lo mucho que me había gustado. Antes
que nada, yo soy lectora. Y una cosa difícil de hacer es generar un clima. Y él
lo logró. Vos entrás en esa lógica, en ese estado de ánimo, y eso hace que sea
más fácil tu trabajo también. La parte de cómo eran los tumikes, hice un par de
pruebas para ver cómo podían verse, porque en realidad la descripción es muy
sencilla. El trabajo que hicieron las chicas en la parte de edición fue muy
bueno. Y tomaron algunas decisiones muy interesantes, como la de poner todas
las ilustraciones al final.
SV:
O
permitir que fueran varios colores, porque en general en esa colección va un
color solo.
MM:
Es
cierto. Es un dato interesante, porque creo que no hay otro libro que tenga
todas las ilustraciones al final. De esta colección, al menos. ¿Por qué fue
eso?
EN:
Esa
fue decisión de Cintia.
SV:
Sí,
Cintia Roberts, la editora, vive en Pergamino. Iba a venir hoy pero no pudo
porque tiene al hijo mayor enfermo. Ella propuso que todas las ilustraciones
fueran al final.
EN:
Es
por el tema de la búsqueda. Como la búsqueda de información es un recuerdo de
la protagonista, pone al final todas las imágenes que pudo recabar sobre eso
que quería decir.
SV:
Una
de las cosas que pensábamos con Cintia cuando imaginábamos cómo podía llegar a
ser la ilustración, cuando yo no tenía idea de cómo iban a ser, cuando ni
siquiera sabíamos si Eugenia iba a aceptar el trabajo… la queríamos a ella,
porque queríamos ilustraciones que no fueran viñetas. Que la ilustración no
fuera un comentario del texto que está al lado. Necesitábamos que la
ilustración narrara, que le diera voz a esos tumikes que en el texto no la
tienen, que son contados por humanos pero no tienen voz propia. En los únicos
lugares del texto en donde tienen voz es, un poquito, en los títulos de los
capítulos. Sobre todo, necesitábamos que tuvieran voz a través de imágenes,
necesitábamos un ilustrador que narrara, y eso no cualquier ilustrador lo puede
hacer. Y Eugenia lo hizo. Por eso también, que estuvieran todas juntas y al
final le daba un mayor impacto y una mayor presencia a esa narración en imagen.
EN:
No
te las vas olvidando en el curso de la lectura, sino que es una especie de
resumen final de esa parte que no estaba presente en su momento.
SV:
Es
resumen y es también otra cosa, otro tipo de narración.
SV:
No
exactamente, pero sí preveíamos una cualidad... plástica. Queríamos
ilustraciones que pudieran ser de ciencia ficción, pero no duras. Que pudieran
ser como una interpretación humana de los bichos.
MM:
Los
tumikes, que tienen supuestamente una raíz humana pero difusa... ¿Sos lectora
de ciencia ficción, Eugenia?
EN:
Ahora
ya no tanto. Pero en mis épocas mozas era con lo que uno arrancaba. Después de
la colección Robin Hood venía, inmediatamente, Ray Bradbury. Y seguía.
MM:
¿Te
trajo algún recuerdo de esas lecturas Son
tumikes?
EN:
En
realidad, no de las de ciencia ficción. La verdad es que no sé con qué
compararlo. Más que el hecho de que sea ciencia ficción (en realidad cuando una
obra es buena es independiente del género) es esta cuestión del clima, de cómo
logra envolverte en este estado de ánimo y cómo te comunica la idea de esta
sensación de soledad, de abandono tan terrible. Sobre todo pensando en que es
una novela para jóvenes, en las que en general las cosas están limadas, o
edulcoradas, se le teme a los finales abiertos o directamente, son malos. Me
parecía un hallazgo en ese sentido. Es un desafío para un lector joven y eso me
parece bueno.
MM:
Sí.
Esa es una de las puntas que podríamos tomar para hablar de esta novela. Está
en una colección infantil, porque la Serie Naranja es a partir de los nueve
años…
EN:
Perdón…
una característica de algunos textos es que tienen lecturas en capas de
cebolla. Vos podés leerlos a los nueve o a los diez, como los podés leer a los
veinte o a los cincuenta. Y hacés distintas lecturas. Siempre tenés un rédito.
Y me parece que este es uno de esos casos. Seguramente la lectura de un chico
de diez años no va ser la misma que hace un adulto, que como tiene otras
experiencias entiende la parte del abandono, de los refugiados… Toda esta
cuestión la interpreta con la experiencia y el chico no. Pero el clima se
genera.
MM:
Coincido
plenamente en que hay distintas capas de lectura. Ahora, la pregunta casi editorial…
si hubiera estado en Gran Angular, o si hubiera estado en Minotauro, como
estaba La hierba roja, o en CLUB de
Bruguera, no habría habido ningún problema con el lector. Me pregunto qué
discusiones hubo, si las hubo, cuando decidieron que fuera a la Colección
Naranja, que es a partir de los nueve años.
SV:
Si
hubo discusiones, no fueron conmigo, porque como nunca le pego con lo de las
edades… Cuando lo presenté, pensé que podía ser para la Serie Azul, que era
para chicos más chiquitos todavía. Pero me dijeron que no. Que de ninguna
manera. (Risas). También pensaron que podía ser un Serie Roja, o sea, para
chicos más grandes. Al final se decidieron por esa serie, con lo cual, además,
permitían que tuviera más presencia la ilustración. En general, la Serie Roja
solo tiene ilustración de tapa. A mí me pareció bien, no hubo discusiones por
eso. De hecho, fue una decisión de Cecilia, la editora, que fuera a dos
colores, para que las ilustraciones tuvieran una presencia visual más fuerte.
MM:
Daba
para mucha charla. Estuvo bueno que vos dejaras ahí…
SV:
Es
que no me meto mucho porque soy muy malo en eso.
MM:
A
mí me llevó a pensar en Úrsula Le Guin, y en Boris Vian. ¿Vos reconocés
influencias?
SV:
De
Úrsula Le Guin, seguro. A Boris Vian no lo leí, así que por lo menos
directamente, no. Leo bastante ciencia ficción, así que de Bradbury y de Le
Guin, seguro que sí.
SV: Hubo una sugerencia de Cecilia, que me preguntó si no querría escribir un Serie Azul de inmigración… a lo que yo le dije que ni en pedo, de ninguna manera. (Risas). Pero, como suele pasar cuando Cecilia te dice cosas, te quedan dando vueltas en la cabeza. Y en un momento me pregunté qué pasaría si intentara escribir un libro para chicos sobre inmigración. Qué haría. Y ahí empecé a pensar posibilidades. Fue un libro que, a diferencia de otros que escribí, me parece que lo empecé pensando en ideas, sin saber que iba a resultar de ciencia ficción. Y menos que menos, sobre tumikes ni nada de eso. Empecé pensando en ideas sobre qué podría escribir yo sobre la inmigración. A partir de eso comencé a dar vueltas.
MM:
¿Y
cuáles fueron las ideas más fuertes que recordás ahora?
SV:
Pensaba
en una idea que es polémica, pero a veces me gusta pensarlo así, y es que todos
somos inmigrantes. En el sentido de que nadie vive en el lugar en donde nació,
ni siquiera aunque geográficamente estemos en el mismo lugar. Porque los
lugares cambian. Y siempre en algún momento alguien viaja... Entonces, en un
punto, todos estamos arrancados de nuestras raíces y es injusto cuando desde la
definición política de un territorio como país se le adjudica a otro un status de
outsider, de “vos no sos de acá”.
Porque en realidad, nadie es de ningún lado. De acá seguro que no somos, aunque
vivamos aquí.
EN:
¿Influye
el tiempo?
SV:
Sí,
claro.
MM:
Parece
la idea de Heráclito y el río.
SV:
Sí.
Jugando con esa idea empecé a pensar en los tumikes.
MM:
Y
la idea de la discriminación, que para mí es una de las más fuertes, ¿te surgió
de entrada como una línea para trabajar?
SV:
Creo
que sí, porque empecé a recordar todas las situaciones actuales, presentes, acá
y en el resto del mundo. En la historia, los distintos genocidios… Las miles de
situaciones en las que se construye un Otro y dentro de ese Otro se tiran todas
las cosas negativas de la sociedad... cuando no corresponde. La discriminación
está muy presente. De diferente tipo: discriminaciones raciales,
socioculturales…
MM:
Con
mucho ingenio, realmente, porque la novela es muy original. Tocás casi todos
los lugares comunes de la discriminación con los inmigrantes: “Nos roban el
trabajo”... Además está desarticulado con esta lógica sencilla, como de voz
baja, en esta mujer que está contando un pasado reciente con los tumikes en el
que los zapateros se quedaban sin trabajo, que en realidad no era tan cierto.
Porque en realidad muchos zapateros se enriquecían, porque hacían trabajar a
los tumikes. Y otra cosa que me parece muy fuerte y que está muy bien trabajada
es la idea del no entendimiento. No terminamos de entender las lógicas
culturales de muchos de nuestros inmigrantes. No las entendemos. Las
rechazamos. A partir de eso, hay muchos malos entendidos. Y de los tumikes no
se sabe por qué no toman más que monedas, por qué las apilan y no las usan, por
qué se guardan los “no” para cosas importantes… no se sabe, y aceptan los
peores trabajos.
SV:
Me
parece que la idea es que el entendimiento total es imposible. No habría forma
de entender completamente a los tumikes. Por lo menos, no en poco tiempo. Pero
aunque ese entendimiento total fuera imposible, si habría por lo menos la
posibilidad de intentarlo. Evidentemente, mucho no lo intentan.
EN:
Aparece
mucho la culpa…
MM:
De
la narradora.
SV:
Sí.
En un comienzo no tenía definido quién era, pero no quería que fuera un
narrador del lado de los tumikes, sino del lado humano. Y en ese sentido, que
no fuera un narrador que validara completamente una postura “pro tumike”, pero
tampoco un cien por cien la postura opuesta. Creo que lo más arriesgado fue
eso, poner un narrador que no esté a favor de los tumikes decididamente.
MM:
Esa
es una de las cosas más logradas, además de arriesgadas. La narradora, porque
para mí, es una narradora…
SV:
Sí,
la narradora es la madre de Lin. Lo que no se sabe es qué es Lin…
MM:
Tal
cual, para mí es una nena…
SV:
En
general, para las mujeres es varón y para los varones es una nena… No tiene
marcas de género.
Belén Torras: Que el lector se entere de que la narradora es la madre de Lin casi al final y que Lin no tenga marcas de género es maravilloso.
SV:
Puede
ser nena o nene.
MM:
Sí.
Decía que está muy logrado porque ella empieza siendo pro tumike, pero poco a
poco se va como aburriendo…
SV:
No
sé si aburriendo. Me parece que toda esta parte de los humanos que están a
favor de los tumikes, de alguna manera pierden fuerza como movimiento…
MM:
Claro,
se va deshilachando.
SV:
Sí,
supongo que por esta incapacidad de comprensión cabal de los tumikes, que
genera una separación incluso con los humanos que están más propensos a
aceptarlos. Y eso hace que terminen haciendo casi beneficencia con eso, en vez
de una relación de verdadera amistad.
MM: Hay una frase muy bella, la que dice: “Cada vez hablamos más de solidaridad y menos de amistad.”
SV:
Y
la narradora dice que ella no tenía tiempo para ser solidaria.
EN:
Perdón,
hago una acotación respecto a las imágenes. Los humanos son así estirados y
medio encerados, también por esa cosa de la distancia con los tumikes. Hay una
indiferencia…
SV:
Esas
caras estiradas, bizantinas… no sé cómo llamarlas. Unas más claras, otras más
oscuras…
EN:
Estiradas…
MM:
El
término académico es “estiradas”. Tiene una cosa medio Modigliani…
EN:
Ojalá…
(Risas). Lo más cerca que puedo llegar es si me tomo la trementina.
MM:
Y
está buena la proporción entre el estirado y la altura de los humanos.
SV:
En
la primera versión del texto los tumikes eran un poco más altos. Eran como
chicos de tres o cuatro años. Eso lo modificamos a partir de tus ilustraciones.
Terminan siendo todos de la altura de chicos de dos o tres años. De hecho
hablamos con Eugenia y le dijimos, que a partir de lo que veíamos que estaba
bocetando, nos dijera si necesitaba algún cambio más en el texto. Y ella dijo
que no.
MM:
La
expresión de los tumikes, que además de ser muy graciosa, también da un poco la
pauta de que debe ser difícil conectarse. No tienen orejas, la boca les da toda
la vuelta, tienen cuatro ojos, cuatro manos, no tienen pies pero les gustan los
zapatos… Son una maravilla de extrañeza los tumikes.
SV:
Los
pensé lo más raros que pude. De hecho, tienen cuatro sexos. Y yo estuve
pensando un montón sobre eso. Definí los cuatro sexos, cómo eran las relaciones
sexuales entre ellos… Eso está todo pensado, pero no quedó en el libro.
(Risas).
MM:
Eso
estaría bueno para ilustrarlo.
SV:
Sí,
pero en la Serie Naranja no creo que entre. (Risas.)
MM: Puede ser para cuando los lectores crezcan. Algo que también salió en la charla con Sandra fue todo lo que queda afuera, y que el autor tenía en la cabeza.
SV:
Una
de las cosas que trabajamos con Cintia, la editora, fue intentar decir menos.
Antes, en la primera versión no estaba Lin, no estaba la narradora y no estaba
Ani. No había personajes individuales. Solo se hablaba de la relación entre
humanos y tumikes. Los personajes eran solo los grupos. El resultado era un
texto demasiado alejado. No había nada que te enganchara, era demasiado bajón y
el lector no podía agarrarse de nada para engancharse con el texto. A partir de
eso empecé a pensar en quién podía ser el narrador, cuál podía ser el motivo
por el cual narrar esta historia, y ahí empezó a surgir lo de la narradora y lo
de Lin.
MM:
¿Eso
fue lo que hablaron con Cintia?
SV:
No,
fue antes de que le llegara. Otra amiga editora, Laura Linzuain, leyó de onda
el original y me hizo un señalamiento en ese sentido. Que el texto era
demasiado oscuro, que por un lado no se sabía por qué se narraba la historia, y
por otro no había ningún rayo de esperanza, no había nada que te sacara de la
depresión.
MM:
Igual,
no lo hiciste muy optimista…
SV:
No,
para nada. Pero que hubiera personajes individualizados era algo de que
agarrarse, me parece.
EN:
Te
involucra emocionalmente…
SV:
Esa
es la intención. Lo que sí trabajamos con Cintia fue que esta narradora decía
muchas cosas, y algunas cosas, al ser dichas, pierden fuerza. Y yo tengo una
tendencia hacia el melodrama y a la cursilería, por la cual cuando decía
ciertas palabras, perdían fuerza. A partir de ese señalamiento de Cintia empecé
a sacar algunas cosas. Otra de las cosas que trabajó ella conmigo fue que
estuviera más presente el género ciencia ficción, al que en el texto le faltaba
desarrollo. A partir de esos señalamientos empezamos a definir algunos
dispositivos futuristas que aparecen en el libro. Y eso también permitió el
recurso de la pausa. Como esto es un informe que hace la narradora, y cada
tanto lo va cortando, no lo hace todo de corrido; es como si fuera una especie
de grabación. Y esto permitía que en algunos momentos, cuando no había que
decir algo, poner la palabra “pausa” y hacer que ahí callara la narradora. Que
esté la palabra “pausa” da a entender que hay algo que ahí no se dice y que el
lector lo puede pensar.
Profesora
Silvia Calero: Yo tengo otra interpretación. A mí me encantó lo de
la pausa. Y me encantó el título, sobre todo por el doble significado que puede
tener. Por un lado, Son tumikes, con
el significado que le damos. Pero la palabra “son” tiene que ver con canto. Es
el canto tumike. Y entonces lo relacioné con la épica. En realidad esto es una
épica tumike, y las pausas tienen que ver con las tiradas de la Edad Media, en
las que también quedaban cosas sin decir.
SV:
No
había pensado en eso.
Asistente:
Por
eso está muy bien lo que ustedes dijeron: es un libro que tiene distintas
dimensiones de lectura.
MM:
Hay
otra capa más con el tema de “son”, porque es el nombre del archivo grabado.
SV: Sí,
es el nombre del soporte, el son. Es el archivo grabado. La narradora dice: “Este son es sobre los tumikes…”
Asistente: Pero
en el texto no termina de entenderse lo que es ese son. Como después lo retomás
en el párrafo final, ahí lo entendí. Porque te olvidás…
SV:
También
es una referencia a la frase “Son chinos, son bolitas, son...”.
MM:
Claro.
“No hables como tumike.”
Susana
Aime: También
está lo de “tú”, “mi”, “que”…
MM:
Ah,
sí, gracias. ¿La palabra “tumike”?
SV:
Buscaba
una palabra que no significara nada en ningún idioma humano conocido, y a
partir de eso pensé que podía ser un término armado con pronombres, que son las
palabras de significación vacía, que no tienen un significado fijo sino que
varían según el referente. Entonces armé el nombre de los bichos con palabras
vacías de significación.
Asistente:
¿Probaste
otras palabras?
SV:
Probé
bastantes, sí. Todas con pronombres.
MM:
Y
hablando del trabajo con la lengua, esto no es la Tierra. A mí, al menos, no me
parece la Tierra.
SV:
Podría
ser la Tierra en un futuro. Quizá sea más fácil pensar que no es.
MM:
Yo
voy por la más fácil. Por eso me recordaba a Úrsula Le Guin. Me parece que es
otro planeta, relacionado.
SV:
Yo
partí de la idea de que igual los humanos seríamos inmigrantes. Aunque fuera la
Tierra, funcionaría como un planeta extraño para nosotros mismos. Un lugar al
que llegamos.
MM:
Está
en los detalles con el uso del lenguaje. Es la Tierra pero en un futuro, los
perros son “perracos”, la rúcula es “rucunaca”…Cada tanto metés alguna palabra
así. ¿Cómo fue ese trabajo?
SV:
Esa
es la parte divertida. Tenía que funcionar como un extrañamiento. Esté donde
esté ese planeta en el que transcurre, tiene que resultar como algo extrañado.
Lo pensé en un futuro, que a la vez pueda funcionar como un espejo de nuestro
presente. Me parece que por más que se hable de “tumikes”, es un libro que
habla de nosotros, habla de lo humano. Y en ese sentido fuimos haciendo, junto
con Cintia, la última parte, y también un poco por mi cuenta. Armar como un
verosímil de ciencia ficción y pensar cómo es que funciona esta ciudad, con
estos animales que no son como los que tenemos nosotros, con estos dispositivos
que no son como los que usamos.
MM:
Los
“tortugatos”…
SV:
Sí.
Esos no le gustaban a Cintia. Porque no se los imaginaba, en un primer momento.
Decía que tal vez tenía que dibujarlos Eugenia. Y yo le decía que podía ser,
pero que si no era así, igual los lectores se los iban a imaginar. ¿Un
tortugato? Todos se lo pueden imaginar sin problemas.
MM: Está
clarísimo.
Asistente:
Cuando
lo leí me pareció divino para entender el glíglico de Cortázar, ese juego con
el lenguaje que hace Sebas. Una neo aproximación al glíglico que me pareció muy
interesante.
MM:
¿Puede
ser?
SV: Sí.
A mí Cortázar me encanta. Y ya un par de personas me preguntaron si lo había
escrito pensando en Historias de
Cronopios y de Famas. Por lo de los alarmas. Y la verdad es que no lo pensé
específicamente, pero leí y me encantan los Cronopios…
MM:
Cierto.
Las alarmas, las gentes y los “pro aliens”, pueden ser… Los tumikes son
cronopios. Se puede hacer esa lectura. Entre las elecciones y las cosas que
quedan afuera, ¿vos a Lin no lo ilustraste?
EN:
No.
También fue un trabajo con las editoras. Como está esta cuestión de retratar un
clima y un abandono, y una separación, lo importante eran ciertos mensajes: los
tumikes, los mensajes que ellos dejaban y en el caso de Lin era más importante
el dibujo que Lin. También es por eso que no aparecen muchas referencias de
alrededor. Más que el marco, lo potente era la revinculación entre los humanos
y los tumikes.
SV: Uno de los trabajos que tuvo que hacer Eugenia fue hacer que las imágenes se vieran como de ciencia ficción, a pesar de que lo importante es la relación entre los tumikes y los humanos. Que aun así, no se vieran como imágenes de un libro de monstruos, sino como un libro de ciencia ficción.
EN:
De
hecho hice dos o tres bocetos de tapa distintos, en los que aludía más a esta
cuestión de la extrañeza, de las diferencias, de la sensación de abandono y
eso, y no tanto a la ciencia ficción. Entonces, los chicos me pidieron algo que
nos trajera a que esto es una historia de ciencia ficción.
SV:
No
le dijimos qué, sino “arreglate”. (Risas).
MM:
Y
eso fue la nave y la cinta con la que bajan. Otra cosa de la que me parece que
hay que hablar es esto que ahora nos enteramos que decidiste incorporar
después, que es lo de la narradora hablando de su hijo o hija, Lin, y esa
referencia a la que yo como lector me atrevo a referirme como al autismo, no
sé… ¿Lo viste así?
SV:
Yo
creería que Lin no es autista. Porque si fuera realmente un caso grave de
autismo no habría podido hablar. Pero es el futuro. Lin tiene algo, no sabemos
bien qué es. Quizá podamos asociarlo a alguna forma de autismo, pero no
necesita ser exactamente eso.
EN:
Entre
Lin y las personas también hay una desvinculación.
MM:
Sí.
Ella o él está aislado o aislada, y se conecta solamente con el dibujo.
SV:
Es
casi un toque de magia, pero como es en el futuro, me pareció que eso podía
funcionar. Que dentro del verosímil, eso podía ocurrir. Que esta condición
aparentemente insalvable de Lin se moviera, se quebrara, a partir del encuentro
con el tumike. Me parecía que podía funcionar.
MM: Me
parece que funciona. Por eso te decía que no te salió muy esperanzador, que es
un poco triste. La relación de la madre…
SV:
No
es la LIJ alegre…
MM:
No,
no.
SV: De
hecho, cuando se lo mandé a Cecilia Repetti pensé que me lo iba a bochar en el
instante. Estaba seguro de que no lo iba a querer. Y lo primero que me dijo fue
que era buenísimo y que lo publicaban.
Asistente:
Hay
que tomar decisiones editoriales sobre libros tan jugados…
SV:
Sí,
me pareció muy jugada. Para mí fue una sorpresa. No lo escribí pensando en un
libro que un docente recomendaría a un chico de cuarto grado, o para que un
padre se lo dé a su hijo diciéndole: “Mirá que lindo este libro que te voy a
dar.”
MM:
Yo
lo hice con mi hija…
SV:
Puede
pasar, pero no lo pensé así.
MM:
Y
vi una cara de una maestra que me parece que piensa que lo puede recomendar.
SV:
Ojalá
que sí. Yo creo que se debería poder, pero no me parece un libro fácil.
Asistente:
Cuando
se lo diste a la editorial pensaste en la Serie Azul…
SV:
Sí,
pero yo soy un desastre con eso. No me sale.
Asistente:
Pensar
si el mediador va a poder trabajar con el libro siempre es una discusión
diferente de lo que al lector niño le va a pasar con el libro. Una cosa es si
un docente se banca Son tumikes en el
aula con todo lo que surge, y otra cosa es que a los chicos les guste…
SV:
Y
otra cosa es qué le sale contar a uno cuando se pone a escribir. O qué tiene
ganas de contar.
Asistente:
De
hecho, no quisiste quedar bien cuando te propusieron un libro clásico de
inmigración y dijiste que ni en pedo… Escribir lo que te sale, lo que te
parece. Está bueno que se muevan los cimientos. Que lo que reverbera en el aula
sea lo que le pasa a los chicos con esto, que no es nada tranquilizador, una
historia divina en la que todos somos felices. Me parece que es un libro que en
nuestras aulas puede ser muy productivo.
SV:
Si.
Lo que no me parece es que sea un libro con el que el docente los pueda largar
para que lo lean en las vacaciones de invierno. Me parece que tiene que estar
presente cuando lo leen.
Asistente:
Me
parece que el docente tiene que atreverse a generar un debate.
SV:
Yo
me mudo, cambio el teléfono, les digo a los padres que se arreglen con las
editoras, con la ilustradora… (Risas).
Ana Lucía Salgado: Es interesante como fenómeno (esto lo digo porque trabajo muy cerca de Sebastián)… Sus libros se venden muy bien. Y creo que en parte por esto Cecilia se pudo permitir el riesgo de este. Me encantaría poder ser mosca y ver los que compran el siguiente libro de Vargas, y ver qué les pasa… Si se ensartan o se maravillan. (Risas).
SV:
Sí,
porque no tiene mucho que ver con mis otros libros.
MM:
Es
interesante. Eso sin ser mosca vamos a poder verlo todos. El número, el
resultado editorial, que es importante, y que también me parece que habla un
poco de la comunidad lectora. A mí me hace acordar mucho a ese libro de ese
autor alemán o austríaco del que no me acuerdo el nombre, En el arca a las ocho. Ese libro, la editora, Laura Leibiker, nos
lo dio a varios. Yo estoy seguro ya un año antes de que Son tumikes va a ser premiado. Me parece que es un libro que va a
ser aplaudido desde la crítica, y me parece una cuestión interesantísima ver
cómo va a funcionar en las escuelas.
Asistente:
Circuló
muy rápido. Es un libro que está impreso acá y que salió hace poco.
Susana
Aime:
Yo pensaba en la historia de los autores, en la constitución de sus carreras y
de su público. Ha pasado de todo. Desde aquellos que han sido seguidos hasta la
muerte, por la escuela y por sus fans, habiendo publicado cosas muy buenas y
muy malas, pero que son aceptados porque hay una empatía y una confianza. Y me
parece que en el caso de este libro hay algo, como diría Graciela Montes, de
una honestidad y de una dignidad en el relato, que me parece que hace que se
pueda renovar la confianza. Quizá haya maestros o grupos de padres que digan
que es complejo, pero nunca van a decir que es una porquería. Y además, esa
frase a la que hicieron referencia y que habla del trato con el otro, con el
diferente. Me parece que acá la palabra “solidaridad”, no está usada en su
sentido dadivoso. Y me parece que lo que se propone es la amistad para el trato
con el otro diferente. Me parece que en esa frase está el corazón filosófico, político
de la novela. Y que lo muestra al autor. Hay un filósofo chileno, que es el
padre de un amigo mío, que dice que hay frases que permiten agarrar por el
cuello al autor. O que el autor te agarra del cuello. Con ciertas frases y
oraciones. Me parece que en esa frase nosotros vemos a este escritor que tiene
una línea por la que va y que tiene que ver con qué quiere hacer como
novelista. No es que sea más bueno ni más lindo, pero me parece que le auguro
que va a atravesar los obstáculos.
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