Sebastián Vargas y Eugenia Nobati: "Siempre pensamos que somos maravillosos con los que vienen de afuera"
La relación con el lector es todo. Es todo lo que hace a un libro y sus lecturas, a las múltiples capas de lectura que un mismo texto puede contener, al impacto, a la interpretación que pueden darle los distintos públicos a los que llegará. La segunda parte de la charla doble de Mario Méndez con Sebastián Vargas, escritor y Eugenia Nobati, ilustradora, de Son tumikes, la novela cuya presentación se llevó a cabo como parte de los encuentros de "Literatura de inmigración". Libro de arena publica la conversación con ambos autores, que tuvo lugar el lunes 30 de mayo, en La Nube.
MM: Sí. Eso está bueno como desafío. Me contabas que esto fue un poco un experimento y andás en otros. ¿Cómo es eso?
SV:
A
mí me salen muy fácil las ideas para escribir. No es que tengo períodos en
blanco en los que no se me ocurre nada. Lo que tengo más fácil son ideas. Tengo
montones. Lo que a veces me falta es tiempo para sentarme y escribirlas. Y
muchas veces, me da ganas de escribir cosas que me presentan un desafío fuerte,
aunque no tenga la menor idea de si voy a poder escribir algo así y si va a ser
potable. En este caso, me pregunté si yo sería capaz de escribir un libro que
tratara sobre la inmigración. Ese fue el desafío inicial a partir del que
empecé a hacer un experimento. Y el tema de la inmigración me llevó a buscar un
clima que no fuera alegre. Porque para mí, en nuestro mundo, no es un tema
alegre para nada, es un tema muy conflictivo y que está a flor de piel en
nuestra sociedad y en todas partes. Claramente, no podía ser un libro alegre,
para mí. A partir del experimento empecé a imaginar eso que, en este caso,
quedó. Hay otras ocasiones en las que empiezo algo que dejo por la mitad… Y a
veces escribo todo y no sé qué hacer con eso que tengo: no cierra en ningún
lado, o lo llevo y me dicen que no, y saben lo que están diciendo.
MM:
Sé
que en uno de los cuentos de Diez en un
barco escribiste un cuento de ciencia ficción. ¿Es lo único del género que
habías escrito antes de Son tumikes?
SV:
Sí.
MM:
O
sea que también había parte de experimentación en hacer una novela.
SV: Sí,
y también aquel era un cuento en el que se contaba un encuentro con un
extraterrestre, el de ese libro.
MM:
Lindo
cuento de un lindo libro. ¿Y vos experimentás?
EN:
Cada
tanto me aburro y arranco con alguna cosa. Uno tiene siempre un estilo general
que va siguiendo. Pero cada vez que se puede trato de probar con algo…
MM:
Y
este te lo permitió…
EN:
Este
no se parece mucho a lo que yo tengo hecho, es bastante diferente. Últimamente
me metí con cosas para chicos más grandes, Drácula…
Poe… Cosas que no tienen que ver con lo que venía haciendo. Y ahora estoy por
meterme en un nuevo experimento. Vas a probar qué sale. Porque si no, lo que
pasa es que uno se aburre de sí mismo. A diferencia de lo que les pasa a los
escritores, nosotros tenemos una cosa de “tablero continuo”. Son muchos
trabajos por encargo y consecutivos. Y lo que suele ocurrir si trabajás de esa
manera, es que “te lleva el caminito”. Y cada tanto hay que tratar de borrar y
arrancar para otro lado. A ver qué sale…
SV:
Como
para no automatizar la onda, digamos.
EN:
Claro.
Termina siendo todo muy parecido. Y más allá de que nos guste o no, uno termina
por aburrirse.
MM: Me imagino que salir de lo seguro produce una cierta angustia…
EN:
Y
si, a veces te lo rebotan también. Porque te llamaron por eso que hacés
siempre. ¿Qué vamos a hacer? (Risas). A veces se puede y a veces no, pero uno
lo intenta.
MM: Otra de las cosas tristes de la novela es el final. Vamos a spoilear. Total, si no la leyeron la van a leer igual. Acá tomaste una decisión muy fuerte. Y pasás de hablar de la inmigración y del rechazo que a veces ocurre, más o menos light, a la expulsión o incluso al genocidio. No sabemos… ¿Cuál de las dos cosas es?
SV:
Parece
más probable que sea un genocidio a que sea una deportación.
EN:
Y
la esperanza casi ingenua que tiene la narradora.
SV:
Sí,
que elija creer en la deportación, pero cree que lo más lógico sería el
genocidio.
Asistente:
Lo
terrible para mí es la sumisión con la que ellos aceptan el destino. No se
rebelan…
SV:
Se
rebelan un poquito, pero no hubieran tenido mucha chance…
Asistente:
Igual
están en la Comisión…
SV:
Sí,
ellos protestan, hacen lo que pueden, pero no les va a alcanzar. Los tumikes no
tienen muchas chances. Y algunos humanos protestan, pero los meten presos.
MM:
Además
se borran los registros…
SV:
Se
borran todos los registros, sí. Es o que suelen hacer los genocidas.
MM:
Se
niega el genocidio.
SV:
Por
supuesto. Igual, no quería que estuviera representado un genocidio en
particular. De hecho, en la primera versión había un capítulo al que yo le
había puesto como título “Solución final”. Y una de las cosas que arreglamos
con las editoras, sobre todo con Cecilia, fue que eso terminaba funcionando
como una clave a partir de la cual todo el libro se podía interpretar como una
analogía del nazismo. Y yo no quería que se interpretara así, como analogía de
algo, sino que hablara de una situación en general, no de algo en particular.
Hubiera sido un error mío como autor, y si se les hubiera escapado, de la
edición.
Asistente:
Le
hubiera quitado profundidad, porque cuando se usa la comparación en la
cotidianeidad, se desbarata la profundidad de análisis. Si ponés eso en juego,
se acabó la discusión.
SV:
Por
suerte lo vieron las editoras y lo cambiamos.
EN:
Te
permite situarlo y trasladarlo a cualquier situación posible.
SV:
Sí,
no habla de ningún genocidio ni de cualquier situación histórica en particular.
Asistente:
Sacás
del juego lo que ya se sabe.
SV:
Exactamente.
Asistente: Ponerlos dentro de una balsa hacia un continente helado, sin saber nada más que eso… hay un desamparo del lector y una cosa que no se termina de resolver. Hay un anuncio de la Junta de Gobierno que dice que están muy bien los tumikes donde están…
EN:
Igual
te pasa un poco lo mismo que le pasa a la narradora. Quedás en la misma
posición.
SV:
Tenés
que elegir si creer o no creer. Y qué hacer con eso.
MM:
Sí,
es una deportación, como dijo la compañera, pero criminal. Hay una referencia a
unas balsas…
SV:
Les
dan remos…
Asistente:
¿Tuviste
respuesta de chicos?
SV:
Tuve
respuestas individuales. Lo leyó Silvia Lanteri con Santino, el hijo, que me
mandó un mensaje de esos grabados, por wasap, llorando, pobre. Y me decía que
mi libro le había gustado mucho. (Risas). Me decía: “Ojalá que vuelvan los
tumikes…” Le pedí disculpas. Pobre Santino[1].
Asistente:
¿Y
tu hija, Mario? ¿Qué dijo?
MM:
No
he tenido todavía una devolución. Se lo di y va a leerlo, porque es lectora de
Sebastián, pero todavía no lo leyó.
SV:
Por
ahora la mayoría de las devoluciones que tuve son de adultos. Y la verdad es
que gustó.
MM:
Pienso
en por qué mi hija todavía no lo agarró. Y eso nos trae a la discusión anterior
sobre en dónde lo ponemos. La discusión editorial. Mi hija, que es muy lectora,
y que es lectora tuya además, tiene catorce años. Está en la secundaria. Yo le
di este libro que está publicado en una colección para chicos de nueve, y le
dije que estaba buenísimo. Pero creo que va a haber que insistirle bastante con
el libro.
SV:
No
le insistas. Dejala que no lo lea. (Risas). Yo agarro un libro que dice que es
para ocho años y lo leo igual. Y es algo que hacemos nosotros, que somos más
lectores. Pero creo que no todos los adultos lo hacen.
Asistente: Editorialmente me parece que siempre se baja. Si uno lo baja de serie, se amplía el público.
SV:
Pero
no funciona siempre así…
Asistente:
Pero
no vas a ponerlo en Serie Roja si podés ponerlo en Serie Naranja y venderlo
desde que son más chicos.
Asistente:
Es
más probable que un chico más chico lea un Rojo…
SV:
Lo
toma como desafío. En cambio uno de catorce agarra uno de Serie Naranja y te
dice que es para chicos.
Asistente:
En
términos económicos, vende más.
SV:
Tampoco
es una regla fija.
Asistente:
No,
pero cuarto y quinto grado es un momento en el que se lee mucho.
SV:
Tres espejos se
lee un montón en quinto grado. Y no es de la Serie Naranja. Es supuestamente
para chicos mucho más grandes.
Asistente:
Podría
ser un desafío interesante cambiar el libro de categoría a futuro y ver qué
pasa…
MM:
Dependerá
de los resultados.
SV:
O
ponerlo en Serie Azul, y que estalle todo. Que salgan juicios y todo. (Risas).
Termino preso.
MM:
Como
dijimos de entrada, este libro tiene muchísimas capas para leerse. Incluso
desde las decisiones editoriales. Esto no pasa siempre. Pasa con algunos
libros. Este es uno. Aun cuando Susana Aime anunció que iba a saltar esa
barrera hay que ver. Ojalá que sí, porque la verdad es que se lo merece
muchísimo.
Asistente:
¿Ya
está a la venta en librerías?
SV:
Sí.
MM:
Incluso,
como diría Les Luthiers, acá en el hall del teatro pueden comprarlo. Ya que
hablamos de ciencia ficción, unas preguntas a futuro para ir terminando. ¿En
qué proyectos andás, Eugenia?
EN:
Como
cinco cosas al mismo tiempo…
SV:
Yo
también…
EN:
¿Vos
también trabajás mejor bajo presión?
SV:
En
general, sí.
EN:
Estoy
haciendo como cinco cosas al mismo tiempo. Me gustan los animalitos y me gusta
el humor. Me dijeron que eligiera un clásico para hacer y busqué uno en el que
pudiera despacharme a gusto, con un ojo acá y el otro allá, y una pata por un
lado y otra para el otro. Y voy a hacer Los
músicos de Bremen. Estoy haciendo uno
de humor escatológico con Fernando de Vedia. Está por salir un proyecto con un
escritor español que en realidad es editor, con el que trabajamos muy a gusto,
sobre pollos…
MM: ¿El español que estuvo acá el año pasado?
EN:
No.
Se llama Fernando Rubio, y tiene una pequeña editorial que se llama La Guarida,
que se cargó su proyecto al hombro en medio de la crisis, igual que hicieron
editoriales chicas acá. Y ahora tiene un pequeño catálogo (debe tener siete
libros). Drácula acaba de salir en
Una Luna…
SV:
Es
buenísimo, porque es siniestro pero a la vez tiene una cosa tiernita…
MM:
¿Con
quién?
EN:
Con
Una Luna, que tiene una colección de
clásicos ilustrados.
MM:
¿Los
textos también son versiones tuyas?
EN:
No.
Ahí ya no me meto. Zapatero a tus zapatos.
MM:
Dirían
los tumikes. (Risas). Lo de las manos era de Bela Lugosi…
EN:
Claro.
Están también las viejas fotos de Nosferatu. Uno cuando dibuja esas cosas pone
caras. Cuando dibuja gallinas también. ¿Vos cuando escribís ponés caras?
SV:
Nunca
lo pensé, eso. Capaz que sí…
MM:
Yo
hago ruidos. “Se escucha que está escribiendo”, dice mi hija. Cada loco… ¿Y los
tuyos, Sebas?
SV:
Estoy
con varias cosas. En medio de una novela larga, un proyecto a mediano o largo
plazo que no sé si me saldrá, y haciendo algunos experimentos. Algunos los
tengo que arreglar a ver qué pasa y en otros casos estoy empezando. Estoy
experimentando con algunas cosas en verso. Otro de los experimentos que hice es
un texto que es todo diálogo, que le gustó a Cecilia y quizá salga el año que
viene, y una novela larga.
MM:
¿Y
cómo haces? Esto se lo he preguntado a varios escritores que vinieron. ¿Te
sentás y abrís archivos al azar y ves con cuál te enganchás? No es muy común
que los escritores trabajen con varias cosas a la vez… ¿Cómo es en tu caso?
SV:
Los
días que puedo escribir, que no son todos en general, en mi cabeza ya sé con
qué voy a trabajar. Por lo general no escribo más de una cosa en el mismo día.
Pero sí puede pasar que está con dos archivos distintos en la misma semana.
MM:
¿No
se te cruzan los tonos?
SV:
No,
porque siempre son cosas muy distintas unas de otras. No hay casi posibilidad
de cruce.
EN:
¿Funciona
como descanso?
SV:
A
veces, sí. Si estoy mucho tiempo con un libro, funciona, para cortar un poco,
escribir otra cosa.
MM:
Muy
bien. ¿Alguna pregunta del público que haya quedado pendiente?
Asistente:
A
mí la novela me hizo acordar mucho a la película Sector 9, la de unos aliens
que caen en un iceberg…
SV:
Ah,
sí. La vi.
Asistente: Son
como insectos, langostas…
SV:
Sí,
quizá hubo algo.
Asistente:
Es
una película sudafricana que es una metáfora del apartheid…
SV:
Esos
aliens comen comida para gatos. Quizá fue una influencia esa película (aunque
nunca pensé en ella mientras escribía).
Asistente:
El
protagonista es un tipo que es como si fuera el inspector de los seres humanos,
y hace algún trabajo en relación con los aliens,
pero los tienen viviendo aparte y los tratan como basura. Les pasan lista…
SV:
Sí,
los tienen como en un guetto.
Asistente:
Al
final hay como un híbrido entre ese inspector y los bichos.
EN:
En
realidad era un racista que termina padeciendo la segregación de los otros en
carne propia.
SV:
Esos
bichos tenían un arma muy poderosa…
Asistente:
No
podían usarla porque se les había roto. La nave queda flotando.
SV:
Necesitaban
insumos que solo venían de su planeta.
MM: Esto me da pie para un comentario más, y que tiene que ver con las armas. Una de las cosas que trabajas muy bien, y que tiene que ver con los balseros y la inmigración actual, es la pobreza…
SV:
Son
pobres, sí.
MM:
Los
tumikes son pobres.
SV:
De
hecho, cuando hablaba con amigos sobre este proyecto, les decía que era “El
libro de los aliens pobres”.
MM:
Tienen
naves prestadas…
SV:
Tampoco
tienen conocimiento, no traen nada, no aportan nada visible. Después resulta
que les gusta arreglar zapatos, pero de entrada vienen con dos manos atrás y
dos adelante. (Risas).
Asistente: Desconocen
por completo todo lo monetario. Y no hay ningún humano, ni siquiera los que
están a favor, que les enseñe. Únicamente se enojan cuando los tumikes reclaman
o cuando los matan. Pero nadie les enseña.
EN:
Da
la impresión de que tampoco entenderían. Lo que pasa con los pueblos
originarios, los contratos y la tierra… La tierra no es de nadie…
SV:
La
relación entre los tumikes y los humanos está exasperada, llevada casi hasta lo
cómico, en el sentido de que por momentos esa incomprensión es bizarra.
Asistente:
Los
humanos se toman tiempo para enojarse, pero no para hacerles conocer…
Asistente:
Rompe
un poco con el imaginario que uno tiene del extraterrestre como un ser que
siempre es mejor que nosotros, que trae tecnología, poder y conocimiento.
SV:
Sí.
También intenté que fuera una ruptura la imagen que tenemos de nosotros mismos
respecto de los inmigrantes que llegan. Siempre pensamos que somos maravillosos
con los que vienen de afuera, y en la cantidad de cosas que les damos, cuando
en realidad no es así. Vos lo decías en el encuentro con Sandra. Está esa idea
de lo bueno que es nuestro país con los inmigrantes, y la verdad es que no
suele ser así. Ni acá ni en ningún lado.
MM:
La
inmigración tiene una cosa asimétrica. En general los inmigrantes son pobres.
Ahora me olvidé del nombre, pero hay unos que vos mencionás que son muy
glamorosos…
SV:
Los
nabrils. Que bailan muy bien…
MM:
Me
hacen pensar en Sarmiento cuando quería que vinieran escandinavos. No eran los
tanos del sur…
SV:
Los
nabrils vinieron solo para la temporada teatral y se fueron. (Risas).
MM:
Bueno,
hasta acá llegamos. Me parece que es una novela que ha dado que hablar. Espero
que los que no la leyeron la lean y la disfruten y ojalá que circule mucho por
los lectores niños, jóvenes y adultos. Gracias Eugenia, gracias Belén, hermoso
tu relato, gracias Sebastián. Un aplauso.
[1] Pocos días después de la entrevista, Sebastián Vargas concurrió a
una escuela, y esto me contó: Mario, hace pocos días estuve en el colegio San
Agustín, en 9 de Julio, y allí conversé con chicos de cuarto grado que habían
leído Son tumikes. Hicieron montones
de preguntas muy interesantes. Cuando me preguntaron qué les había pasado al
final a los tumikes, yo les repregunté, cauto: “¿Y qué piensan ustedes que les
pasó?”. La mitad del curso, quizás más, gritaron entusiasmados: “¡Los
mataron!”; la otra mitad, “¡Se fueron en balsa!”. Me impresionó, porque los
chicos sienten (o al menos, estos chicos expresaron eso) mucho menos terrible
el final de lo que lo percibimos los adultos.
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