Eugenia Nobati, Virginia Piñón, Guillermo Höhn y Alejo Ávila Huidobro: “Cuando hay una afinidad entre el texto y el ilustrador, se nota”

Proyectos, formas de trabajo: editar o no lo que se demanda, pedir determinados temas, proponer ideas o recibir propuestas cerradas… Escribir a pedido, ilustrar aquello que no gusta, o gusta poco… así empezamos esta segunda parte de la charla, jugosísima. ¿Qué se impone en  el oficio, en la industria, en el arte? Diversas miradas, desde oficios complementarios pero diferentes, para hacer una charla muy, muy rica.


Mario Méndez: Hablemos de proyectos, ya que estamos. ¿Cómo fue que te lanzaste a hacer proyectos integrales, Virginia? No sé si fue el primero, pero Helena y Lilla es uno.
VP: Mi primer libro como autora integral fue Mi lápiz. La paradoja es que justamente este libro es integral mío, pero no tanto, porque si bien es la idea y el texto, está hecho con fotografías, y yo no soy fotógrafa. La idea del libro no daba para hacerlo con ilustraciones, tenía que ser algo que existiera, sí o sí. Por eso las fotografías. Lo que tiene este libro, es que lo hice íntegramente yo. Lo diseñé, la idea es mía, estuve al lado del fotógrafo, puse mi capital (hice todo, imprenta y distribución en librerías). Fue como dejar lo que estaba haciendo como diseñadora y lanzarme a algo propio, empezar a confiar en mí misma.
Asistente: ¿Ese fue el primero?
VP: El primero como autora integral. En todo sentido, porque hice todo yo. Y aposté a eso. Por eso también lo del tamaño, que si bien es un tamaño que encaja perfecto con el mensaje del libro, lo hice chico porque era mi presupuesto. Lo que pasó después fue, que como trabajaba en una editorial estaba adentro del circuito de librerias. Porque si vas a una librería con un solo título, no te dan bolilla. No te lo van a agarrar. Pero yo ya tenía todas las bocas compradas, se podría decir. Hasta Jenny. Porque yo tenía una editorial con mi ex marido y ya teníamos otros títulos adentro. Entonces me dije que esa era mi oportunidad de hacer mi propio camino. Y lo empecé a vender por ahí, pero también después pasó que yo no sabía manejar esto por mi cuenta, entonces los primeros libros se vendieron un montón. Y después, siendo u libro chiquito se empezaba a perder en las librerías, hasta que Calibroscopio decidió comprarme el remanente que quedaba, que no era mucho, y comprarme los derechos. Seguí con ellos y hace doce años que el libro sigue a full. La verdad es que yo no soy editora, hice bien en ceder los derechos a ellos. Ellos lo manejan muy bien. Ese fue el primero. Después salió Una mano. Calibroscopio me dijo que con el éxito que había tenido El lápiz, querían algo que fuera como una continuación. Y es cuando salióUna mano. Lo que pasó acá, con Helena y Lilla, que sí fue escrito e ilustrado por mí, fue que al principio la idea del libro era la historia de una niña que entabla una amistad con una polilla, muy fuerte, y la madre no acepta esa amistad porque odia a las polillas porque se comen la ropa y todas esas cosas. No sé si alguno conoce el libro. Y la primera idea que yo tenía, era que Helena se comiera a la polilla, y que se transformara en polilla. Toda esa cosa medio kafkiana que estaba buenísima. Pero lo ve una editora de Brasil y empezó a hablarme de todas las contras. De que no se podía comer la polilla, porque todos los niños se iban a comer la polilla. (Risas). Yo no tenía mucha experiencia y me lo bajoneó.
EN: Lograr el permiso para esas cosas…
VP: Me decía que tenía que escribir un texto atrás, diciendo que los niños no tienen que hacer esto o lo otro. Tremendo. Cuando voy a los talleres les pregunto a los chicos si ellos se comerían una polilla. Y los chicos se ríen…
MM: Aparte, si fuera así, los chicos comerían espinaca. Hacemos un libro con eso…
VP: Tuve que hacer todo mucho más sutil. Así y todo, cuando hice el proyecto, yo tenía miedo, porque Helena se sigue metiendo la polilla en la boca, pero después la libera. No es que se transforma. Si bien la polilla termina dejándole sus poderes de polilla, ella la esconde un rato y la deja en libertad. Esa fue la resolución que le di en su momento. Así y todo, seguía siendo un libro “difícil”, pero cuando se los mostré, no sé si la primera que lo vio fue Jaqui y ellos apostaron al libro. Y me pareció buenísimo, porque no cualquier editorial iba a agarrar esta historia en su momento. Ya tenía casi todo armado. Ellos solo pusieron el diseño.
AAH: Sí, ya estaba completo el libro.
VP: Sí, a lo mejor lo que hubo que hacer fue adaptar lo que era un proyecto propio a la colección. Tuve que achicarlo un par de centímetros… Pero no fue complicado para mí.
EN: ¿Tenías original en papel?
VP: Sí. Si bien está hecho con óleo, es un collage. Los personajes están recortados y después pegados. Ves que es como bastante despojado. Si bien tuve que cortar algunos bordes, no había problemas. Sí me complicó, me acuerdo, que la colección tenía cuatro páginas más de las que yo había pensado. Entonces tuve que armar un par de páginas. El tema es que este libro, yo lo había hecho, entre pitos y flautas, en dos años. Es decir que en ese momento, volver a agarrar óleo y pintar de la misma manera era imposible. No lo sacaba ni loca, así que lo que tuve que hacer fue una especie de collage “Frankenstein” del personaje. Agarrar el brazo, la cabeza, cambiarle las miradas… todo con PhotoShop, y armar un par de dobles nuevas. La cama esta, claramente no existía. Fue difícil, pero lo logré.
Asistente: Debe ser difícil tener que adaptarte a lo que te piden, ¿no?
VP: A la colección, que ya existía. Porque yo puedo haber apostado a que Del Naranjo me iba a comprar el proyecto. ¿Y si me decían que no les interesaba? Yo ya tengo armada una cantidad de páginas. Del Naranjo trabaja esta colección con una guarda de una página, hay otros que trabajan la guarda de doble página, quiere decir que eso puede eliminarte cuatro páginas de un saque. Pero bueno, el ilustrador sabe de antemano que está la posibilidad de que tenga que cambiar cosas.
EN: Es parte del baile.
MM: ¿Y vos llevás proyectos así también, Euge?
EN: A veces. Como el de Vero de ahora.
MM: ¿Y lo pensaron para Del Naranjo?
EN: En realidad, nosotras lo pensamos originalmente para concurso. Y cuando estuvo terminado empezamos a buscar editor, pero ya estaba como muy cerrado. Por suerte, el tema del formato no fue un problema, porque el que habíamos pensado originalmente era bastante similar al de la colección.
MM: ¿Para la misma colección?
AAH: Para Luna de Azafrán.
EN: En eso no hubo que hacer demasiados ajustes. En general para los ilustradores es difícil encontrar el tiempo para los proyectos. El tiempo que podés destinar “en seco”, digo yo, para sentarse a trabajar en algo que no te va a dar de comer en lo inmediato, hay que armarse una espaldita. Entonces se deja para cuando se puede, o lo vas mechando, con los bemoles que eso tiene, porque a veces, interrumpir un proceso de algo que ya está en fabricación…esto que te pasaba a vos, de agarrar un trabajo de dos años atrás, es un tema. Porque te cambió la intención… no es igual. En general, uno termina abandonando cuando les pasa mucho tiempo por encima. O los reformula por completo. Lo que estoy intentando ahora cuando puedo, cuando tenemos un proyecto con un escritor, es juntarnos y tratar de armarlo en boceto (el escritor no puede hacer eso). Intentar presentar el proyecto a las editoriales, justamente por este tema de los formatos, y porque usualmente, el editor va a querer intervenir en el proceso.
Asistente: Si vas con el libro cerrado por ahí es más difícil.
VP: Hay editoriales que prefieren que sea así, como decís vos.
EN: Tiene un límite, obviamente.
VP: Porque si es muy abierto te jugás a que la editorial toque todo…
EN: Tiene un límite, pero por cuestiones de índole práctica, como la del formato. Eso te lo modifica bastante. Te da una cintura mucho mayor ir con un bocetado y no con una pintura final.
Asistente: La cantidad de páginas, por ejemplo, fijate que influye.
EN: Más que nada por esta cuestión del tiempo invertido. Porque para nosotros es un montón. Y no siempre tenemos la espalda económica para sostener ese tiempo sin trabajar en algo rentable
VP: Seguro.
MM: ¿Cómo decidís vos, Euge, “trabajar en seco”? ¿Qué es lo que te convence de un proyecto?
EN: En general, cuando te llega un texto, o cuando vos llevás algo (esa parte no me salió nunca, yo les llevé cosas a escritores pero todavía no logré que alguno pique)…
VP: ¿Agarrar a un escritor y preguntarle si quiere que hagan algo juntos?
EN: Sí, o saliendo de una Feria plantearle hacer algo juntos… Porque lo principal es que uno tenga onda con la otra persona, que enganches por algún lado. Igual, me ha pasado que salgan proyectos divinos con gente con la que no tengo una amistad, pero por lo general, cuando uno entiende las cosas de una manera similar, la cosa fluye mejor… ¿A qué venía? (Risas).
MM: Lo relaciono con lo que decía Guillermo antes, o Alejo. Aquellos proyectos que uno sospecha que van a funcionar. ¿Vos vas por ese lado? ¿Te pesa? ¿O es que te gustó la historia?
EN: Yo creo que esto les pasa a todos los ilustradores. Vos leés un buen texto, con el que tenés afinidad, e inmediatamente te empieza a correr la película. No es que sepas exactamente lo que vas a hacer, pero tenés una idea de hacia donde vas a ir. Tenés un tono, como mínimo. Cuando te pasa eso, es porque ese proyecto va a salir fluido. No sé si lo vas a vender, pero sí va a ser un trabajo grato de hacer. Si ya cuando lo leés bajaste la cortina, ni lo intentes porque no va a salir. No quiere decir que el texto sea malo, quiere decir que quizás uno no tiene afinidad con el tema, o con el estilo de escritura.
MM: A las dos: ¿ Y cuando les llega un  texto que no las engancha demasiado, pero es de una editorial que les dice que tiene ese cuento, y les pregunta si quieren ilustrarlo, les importa mucho? ¿Les importa poco?
VP: A mí… en general siempre necesito la plata. Tiene que ser algo que vaya en contra de mí para que no lo haga.
MM: Es un buen título ese. “Siempre necesito la plata”. (Risas)
VP: En contra de mis principios, nunca me pasó, pero textos que no me parece que estén muy buenos, pero los agarro igual.
EN: Hay cosas…, en épocas de bonanza económica, que para nosotros no quiere decir viajes a París, sino que pagamos las cuentas y estamos tranquilos, he rechazado textos que son aleccionadores. Por ejemplo, estas cosas con moraleja, “porque los niños tienen que comportarse de determinada manera”…
MM: No comer polillas. (Risas).
EN: Esas cosas me molestan mucho.
VP: Nunca me pasó.
AAH: Con enseñanza…
EN: Con enseñanzas, exacto. Yo soy lectora antes que nada. Entonces, cuando me llegan esa clase de textos, un poco de asquito me da… Y en los momentos en los que puedo prescindir y decir que no, lo hago.
VP: Nunca me pasa. (Se ríe).
EN: Prefiero hacer un manual.
VP: Sí rechazo si viene un escritor que ya tiene vendido el proyecto. Y me lo propone, y veo que el texto no me gusta… no. No voy a jugarme e dibujar algo que no sé si se va a vender…
MM: O sea Euge, que preferirías no laburar en manuales, en lo posible…
EN: Cuando lo necesito lo hago. A ver, nosotros trabajamos de lo que nos gusta. Y tener esos laburos comerciales, nos permite seguir trabajando de lo que nos gusta, en vez de tener que hacer otra cosa. Yo podría seguir diseñando. Ya hace muchos años que no lo hago, por ahí me sería difícil, pero en caso de necesidad, podría solventar mi cuestión económica por otro lado, pero decido no hacerlo.
VP: Igual, me mandan un texto, que veo que está ahí… Con la ilustración, yo trato de levantarlo. Pienso que el texto es más o menos, pero si yo e mando un juego divertido, interesante con  la ilustración, lo va a levantar. También es la idea, es un desafío.
MM: Lo que ustedes decían antes, que la ilustración también “cuenta”, narra…
VP: Seguro.
EN: Antes que nada, es un oficio.  En el cual, hay cosas que uno aprende a hacer. Porque a veces te tocan las que yo llamo “roquitas”, textos áridos a los que tenés que laburar como la gran siete. Y los hacemos también, es oficio. Te sentás, y te sale.
MM: Pasa menos con los editores, esto de tener que trabajar con “roquitas”…
GH: Yo, decididamente, no lo hago. Me ha pasado un par de veces y siempre contesto lo mismo. Muchos escritores vienen a preguntarme qué necesito. Y contesto directamente que yo no necesito nada. Que hagan el mejor libro que puedan y me lo traigan. Para mí, como escritor es un error ir preguntando qué busca el editor. Yo no iría nunca a preguntarle a Alfaguara qué necesita. Escribo una buena novela y la llevo…
GH: Sí, es que lo debe haber, lo ves en los catálogos.
Asistente: Cuando fueron los aniversarios… el Bicentenario…
GH: NI hablar. ¿Querés que te cuente?
Asistente: Cuando fue el de la Independencia, yo lo cargaba a Mario y le decía “Bueno, escribo para el 2016”.
GH: ¿Y qué hay para este año, de fútbol? Un montón.
AAH: Yo tengo dos de fútbol este año. (Risas). Es por demanda.
GH: Para mí, el chiste, cuando alguien me preguntaba qué onda, era decirle que si escribía como Andersen o como Poe, me trajera algo. (Risas).
VP: Pero qué maldad la tuya… (Risas).
GH: No, porque también es eso. ¿Con quién te comparás? ¿Qué leés? Si sos escritor, ¿qué leés y dónde te ubicás? Si te gusta escribir ciencia ficción, por ejemplo, ¿quién es tu referente? ¿Bradbury? ¿Cómo quién escribís? Una de dos, o escribís mejor o escribís peor que eso. No falta el que te manda el mail en el que te dice que es una mezcla de Poe, Stephen King, y algo más…
AAH: Casi nada…
EN: Nosotros los ilustradores zafamos de eso porque no tenés manera. Vos mandás la ilustración, en todo caso dirán “qué porquería”, pero no tenés necesidad de andar diciendo a qué se parece.
VP: Al contrario, nos pueden matar, mejor no parecernos a nadie.
AAH: Para mí, siempre está primero el texto, antes que la ilustración. Mas allá de que el proyecto puede venir junto, si no me gusta el relato, no lo trabajo, ni aunque lo ilustre Poly Bernatene. No me importa, no lo hago. Y trato de mantener un nivel que me permita asegurarme que cualquier libro que estoy sacando, puede no gustarte la temática, pero va a estar bien escrito. No va a fallar en eso. Puede fallar la ilustración, me ha pasado. Pero probablemente no falle el texto.
VP: ¿Y cómo hacés eso? Cuándo decís que falla la ilustración… ¿Vos ves desde el boceto que ya está fallando o cuando ya tenés el trabajo terminado?
AAH: En mi caso… No se es especialista en esto. Lo que más me ha pasado más frecuentemente es trabajar con una idea… Lo que hacemos habitualmente, la llamo a Eugenia, le digo que está tal libro, le pregunto si quiere ilustrarlo, me dice que sí o que no. Si hablo con alguien que no conozco, le pido que me mande algo, porque vi alguna cosa pero no sé cómo lo va a resolver, y quiero ver por dónde vamos. Ves dos páginas, que está bueno, cerrás los ojos, te ponés con otra cosa, te ocupás del PVP, a los seis meses te aparece terminado y decís “¡ah!”
EN: ¿Sin boceto?
AAH: Alguna vez me ha pasado. Ya no me pasa.
VP: Qué arriesgado el ilustrador, también.
AAH: Sí, pero pasa…
GH: Pasa mucho, a mí me pasó alguna vez en Puerto de Palos, que es típico que vas a buscar un ilustrador, mirás las carpetas, le pedís un boceto (en historieta pasa más todavía, lleva mucho tiempo hacerla), que un libro de cuarenta y ocho páginas, de principio a fin, son dos años de trabajo. Del ilustrador, solamente. Lo que se hace habitualmente, es que se agarra el proyecto, tenés el guión completo, ves las primeras cinco o diez páginas bocetadas, están bien, las ves coloreadas, y están bien, y salís. Y te arriesgás, porque no podés parar la cosa después. Y al tipo hacer esas cinco páginas le costó cuatro meses. Cuando vos tenés que terminarlo en tiempo y forma, va aflojando. Y en historieta se nota muchísimo cuando aflojás el dibujo o cuando aflojás el color, porque las historietas mal hechas no tienen fondo. No hay casas, no hay nada. Empieza a aflojar, ves que se está yendo y te puede pasar. Hoy en día, a mí no me pasa, pero me ha pasado en un par de libros, que no son lo que quería lograr. El nombre de la persona que dibuja está bien, ves otras cosas y son buenas, trabaja bien, pero a lo mejor no es lo que vos querías lograr. El criterio es súper personal. No quiere decir que está mal o está bien, quiere decir que a uno no le gusta.
Asistente: Puede tener que  ver con que es un texto tuyo…

GH: No, tiene que ver con los gustos personales. En mi caso, como soy el editor y el que decide el texto, el dibujo, todo… Como decía Eugenia… el año pasado, en las jornadas para profesionales de la Feria, yo les decía a los chicos que para mí, un catálogo es la manifestación corpórea de la  cabeza de un editor. Lo que vos ves ahí, es lo que el editor piensa. Salvo que tenga problemas de personalidad múltiple. Entonces, si lo que vos sacaste no te termina de gustar, evidentemente algo falló, no coincide con lo que vos querés.

EN: La verdad es que es un proceso difícil, porque es un poco entrar en la cabeza del otro. A veces, cuando el trato es directo ente el autor del texto y el ilustrador, es que el escritor se sorprende de lo que le llevás bocetado. A veces para bien, y te dice que le sumó, y a veces te dice que le restó…

MM: ¿Y en ese caso?

GH: Algo así sucedió con Emily en elpaís de la mufa, que está ilustrado por O’ Kif. Yo escribí ese libro en Bolonia, sentado en una mesa, aburrido. Se lo mandé a Alejandro, al que también había conocido en Bolonia, y cuando me devolvió los bocetos yo me quería morir. Porque construyó algo sobre el texto que yo jamás hubiera soñado. Yo sabía lo que decía el texto, sabía lo que quería mostrar. Pero además había algo que era recontra distinto. Ahí, no solo la pegué yo, sino que la pegó más el ilustrador. Cuando hay una afinidad entre el texto y el ilustrador, se nota. Y me gusta estar en ese lugar, en el “casamiento”: encontrar el ilustrador justo para el texto justo. Que no lo ilustre cualquiera, porque a mí me da la impresión de que no sale bien.

VP: Cada texto tiene unos requerimientos que casan mejor con Fulano que con Mengano.
GH: Sí, claro. Yo a Eugenia la tengo ahí, siempre está ahí, en la lista. Pero no siempre tengo el texto. Por ejemplo, los dos últimos libros que publicamos son El lobo y las siete cabritas y La oca deoro. Y con el segundo estuve dos años. Ustedes van a decir que soy un exagerado, que es un librito chiquito… Y no, porque lo primero que me surgía era que La oca de oro es un cuento humorístico. Y El lobo y las siete cabritas, no. Y la ilustración humorística tiene sus representantes…
VP: Sí. Por ejemplo, a mí no me llamarían nunca para trabajar con Silvina Rocha, que es re amiga, porque yo soy re melancólica con mi ilustración. Imposible. Hasta me han dicho: “¡Qué sonría un poco más!” (Risas).
GH: Es que es así. A mí me surgían cierto tipo de ilustradores, para ese tipo de libro, que no me gustan. Son súper, pero no me gusta la figura humana, no me gusta cómo se representa una cara, pero es un gusto personal, no un juicio. Y así funciona, entonces a veces sí te equivocás. O pensás que va para un lado y termina yendo para el otro. Pero eso es lo divertido de esto también. Trabajás de lo que te gusta… Hoy me levanté y tenía la tapa de un libro en la cabeza. Prendí la computadora antes de bañarme, la dejé prendida para acordarme de que tenía que ir a la computadora, bajé, desayuné y volví a hacer eso. Todo bien, ya sé lo que tengo que hacer. Pero eso es el gusto. Sabés con quién querés hacer la tapa, cómo tiene que quedar, sabés que va a quedar bien. Lo otro sería no trabajar así, que es como me gusta hacerlo. Lo que hacía antes, quizá ya no lo pueda volver a hacer, que es entrar a la oficina a las ocho, salir a las seis, manejar cinco colecciones, hacer todos los años la Revolución de Mayo… (Risas).
EN: Es otro trabajo…
GH: Se pueden hacer bien ambas cosas, pero lo lindo es esto.
EN: Pero es lo que te decía, hay un lugar para cada cosa.
MM: Tal cual. Me quedé pensando un poco en eso de pedido, de la demanda, porque por ejemplo, Alejo dijo que ellos sacaron dos libros del Mundial. O de fútbol. Yo escribí cuentos este año. ¿En Pictus no hay pedidos en general?
GH: En general, no. Porque a mí no me gusta. Yo sé que suena como una postura medio intransigente, pero…
MM: ¿No has pedido por género, por ejemplo?
GH: Las únicas cosas que yo pedí, pero que no fueron pedidos, fueron con Franco Vaccarini. El primero fue El misterio del holandés errante, que fue una charla. Con Franco habíamos trabajado en Cántaro, y en una charla le pregunté si nunca se le había ocurrido escribir eso. Y Franco, que no deja pasar una, al tiempo me dice que había comprado un libro, había escuchado la ópera de Wagner, y escribió la novela. Y le fue muy bien. Anda muy bien. Yo no le dije cómo tenía que ser, él escribió la historia de un periodista en Londres que decide investigar leyendo El holandés errante. Yo, como escritor, hubiera escrito la versión de la leyenda. Pero lo de él estaba bien, y por lo tanto valía la pena publicarlo. La segunda vez fue con el siguiente libro de Franco que publicamos, son los únicos que tenemos, que es el de la vida de Merlín. También tenía la idea del libro, íbamos caminando por la Feria y le pregunté qué le parecía si lo hacíamos. Me dijo que lo dejara ver. Fuimos específicamente a buscar el libro de Siruela, que es el original de la leyenda de Merlín, lo compramos… “Tenés tarea, andá a trabajar”. También hizo su versión de Merlín, no la clásica. Combinó historias… No hay una sola historia sobre el nacimiento de Merlín, ni de la muerte tampoco, así que fue como armando algo, que quedó muy bien. Pero en general, a mí, como idea, me gusta anteponer el valor del texto antes que la temática. No iría a pedirle a alguien que escribiera algo de terror, salvo que esté haciendo una antología de terror y necesite hacerlo. Pero me da que no va a surgir algo para mi gusto con una temática. Yo sé que se hace mucho, obviamente, está lleno de libros en los que la temática está antes. Y si un día me preguntan a mí si no quiero escribir para un libro de terror, voy a escribir el cuento de terror que me pidan. Pero no lo haría yo desde el punto de vista del editor. Prefiero recibirlo, no pedirlo. Yo sé que el tema es polémico.
MM: Sí, porque a través del pedido han surgido libros maravillosos, obras de arte maravillosas.
GH: Sí. Yo me peleé cuando hablamos de los aniversarios, porque me acordé del aniversario de Tucumán, y me acordé de la proliferación de libros sobre el tema. Y en algún punto yo estoy en desacuerdo con ese tipo de cosas. Voy a hacer una digresión. Algo que me interesaba decir, tiene que ver con lo de la polilla. Me van a decir que qué tiene que ver la Revolución de Mayo, o el Congreso de Tucumán o el cruce de la cordillera, o el Mundial con la polilla. Bueno… yo trabajé mucho tiempo en una editorial de libros de texto. Me aburrí de hacer actividades sobre Hamlet, sobre lo que fuera. Y no solo me aburrí, sino que me llegó a pasar que una docente me llamara por teléfono a la editorial, para preguntarme cómo se resolvían las actividades de un libro de texto de secundaria… No del libro de texto, sino de literatura. Y me dijo que al miércoles siguiente los chicos tenían que entregar, y que ella necesitaba las respuestas… Decí que no se puede disparar a través del teléfono. (Risas). Llega un punto en el que vos te empezás a plantear qué estás haciendo. Yo no hago más libros con actividades. No los hago. Cuando empecé con la actividad hice las guías, pero las tengo ahí guardadas. Nunca las publiqué. Es como una cosa pendular. Llegaste hasta un lugar, en el que no querés estar más. Pero vamos a hacer una conexión gigantesca que va desde San Martín, el 9 de julio, el Mundial, la polilla y Barbazul. Antes de la Feria del libro les dije a las personas con las que trabajo que empezaran a contar los días que faltaban para que en algún momento nos llamaran para criticarnos por algún libro. Y me refería a Barbazul. En la primera semana de la Feria viene alguien, lo compra, y a los pocos días llega un mail preguntando cómo publicamos esas cosas. Que cómo se nos ocurre publicar Barbazul, un libro con femicidios, con asesinatos, con cadáveres… Chau… No se puede leer más, se acabó. Olvidate de Poe, que es una instigación al asesinato, cualquier aventura que termine con una muerte, porque los chicos se van a matar. Olvidate de comer polillas, olvídate de leer cualquier cosa que sea metafórica. La gente no puede leer. No puede leer American Pshyco… y ni hablar de infantiles. Así no se puede leer nada. Entonces te preguntás qué estás publicando. Una lectura tan extrema, hace que parezca que todo lo que publica una editorial infantil tiene que estar adaptado al mercado escolar, a determinadas pautas y determinados gustos. En este momento yo estoy negociando un contrato en Estados Unidos de un libro en el que el protagonista encuentra una pistola, y me dicen que la tengo que sacar. Es una pistola de rayos, de ciencia ficción…
VP: ¿Puedo contar una cortita de esas?
Asistente: Justo en Estados Unidos…
MM: Las muertes en las escuelas…
GH: Ellos mismos te dicen que ya saben que es así, pero que no pueden hacer otra cosa.
Asistente: Cuando trabajás en las escuelas esa así. Cuando vino Inés Garland, me mandó un mail una madre preguntándome si yo había leído antes la novela, que cómo se me ocurría… (Risas).
EN: El noventa por ciento de la historia de la literatura y el cine queda afuera.
GH: Toda. El error está en cuando nos dicen qué estamos queriendo decir. Yo no estoy queriendo decir nada.
Asistente: Si el pibe está leyendo sobre un incendio, tampoco va a agarrar un balde para apagar el fuego. Pero a la madre no le podés decir eso.
EN: Lo que se puede decir es que el temor no tiene que ver con la lógica, porque Tomi Ungerer no habría publicado ningún libro. Tenés que trascender determinado umbral, para que se te permita hace determinadas cosas. Cuando vos mirás los años de publicación de Roald Dahl…
GH: Matilda tendría que estar prohibido…
Asistente: O hablando de los clásicos.
Asistente: De los clásicos no cierra ninguno.
Asistente: Hace unos años salieron tres ediciones de Barbazul. Una de Calibroscopio, una del FCE y una de Libros del Zorro Rojo. Y estaban por ahí, en mi casa. Yo tenía un taller para chicos en mi casa. Y empezaron a mirar uno de Edelvives que tiene cosas del pop art, y una de las páginas es Barbazul. Y yo no me animaba a leerlo, porque estaban tocando el timbre las madres. Y les conté todo el episodio. A las chicas no les pasó nada. Nada. Al rato, veo que una está mirando la página, creo que de la edición de Fondo, en la que aparecen las mujeres desnudas, es medio caricaturesco… se estaba matando de risa porque se les veían las tetas. (Risas). La sangre coagulada en la que se reflejan los cuerpos no les hizo nada. (Risas).
EN: Pero además, antes que nada uno es lector. Y en mi caso he tenido dos hijos, he visto su recorrido como lectores también, he tenido talleres para chicos… Cuanto más les restringís, menos herramientas tienen para aprehender el mundo. ¿Qué sentido tiene retacearles información?
Asistente: Además, les retacean un libro… y después prenden la tele.
EN: Por eso, metiéndome en un campo que no es el mío, cuando el chico puede tener una aproximación a las cosas a través de la literatura, tienen otro recorrido y otras herramientas para afrontar la realidad. No es igual no tenerlo. Cuando vos se lo restringís y le edulcorás todo, y le sacás todas las cosas que puedan molestar o sobre las que puedan preguntar, no estás generando algo bueno, estás restando. Incluso con las palabras complicadas. Muchos escritores tienen el talento para tener la medida justa entre las cosas nuevas que les incorporan en marcos que ellos puedan comprender, y no lo hacen específicamente con el sentido didáctico. Solamente dicen que se dan el lujo de hacerles más rica esa narración, sin recortar cosas ni sacar nada. Sino agregando cosas. En Ema Wolf se ve todo el tiempo, por ejemplo. O en Devetach. Que son cosas que los chicos enseguida mastican.
Asistente: Yo no pensé que el editor recibía mails…
GH: Todo el tiempo. Tremendo.
MM: En realidad es más fácil llegar a la editorial que al escritor.
EN: Con respecto a que te requieran cosas para que sean adecuadas, o más digeribles, en mi caso en muchos libros me ha pasado que cuando represento maestros o maestras, las maestras, sobre todo, no pueden ser feas. A mí me gusta mucho deformar, hacerlos medio grotescos, y los editores muchas veces me han bochado…
GH: ¿Qué editores? ¿En manuales?
EN: No quiero escrachar a nadie, pero ocurre tanto en ficción como en manuales, en los libros para la escuela, ni hablar. Todos los personajes pueden ser feos, la maestra no. Una bibliotecaria no puede ser fea.
VP: ¡Nunca me pasó eso!
GH: Porque son los destinatarios. (Risas).
EN: Los feos tenemos derecho a existir…
VP: ¡Qué bárbaro! Como si todas las maestras pudieran trabajar de modelos…
EN: Pero aparte no tiene que ver ni siquiera con eso. Por ahí, le daba una vuelta de rosca más. Me acuerdo de que cuando era chica, veía los dibujos de Napoleón en la época de Polidoro y decía “qué feeeeo”. Había placer casi escatológico en eso, era algo atractivo. Que me limen los personajes, que me digan que tienen que ser lindos o correctos, que me pidan que le saque la verruga, o que los brazos no sean tan largos… A mí me gusta feo. Me da un poco de bronca que hagan esto con el fin de que sea “digerible” para la mayoría, que no reciba ningún tipo de cuestionamientos.
MM: Igual es buena la pregunta de Guillermo, porque en general hay una diferencia grande entre los textos, los manuales y la literatura. Hay cuentos que sabés que no pasan por el manual, y sí pasan como literatura.
EN: Sí, igual hay lugares donde ni lo intentás.  Uno sabe dónde lo intenta… en un libro de ficción.
GH: Es un espectro amplio. Hasta dónde llega la influencia de ese formateado, que incluso en la literatura tiene que ver con la cantidad de páginas, con la cantidad de palabras… El extremo son las ediciones americanas para estudiar inglés. En veinte páginas, hasta ochenta mil caracteres, todo recontra formateado. Me parece que la herencia de eso es peligrosa para los escritores. Y esto yo se lo he dicho a algunos amigos. Y es un desafío. Busquemos un libro de literatura argentina para chicos o jóvenes que exceda las doscientas o trecientas páginas.
MM: Y… está difícil.
AAH: Sí…
GH: Vayan a buscar afuera, y son todas de trescientas para arriba. Y no me digan que los chicos en Europa leen más que acá, porque cuando se publicaba Harry Potter, que tenía más de trescientas páginas, lo compraban (y lo compran), como agua. Y lo leen además. ¿Entonces cuál es el problema acá? Que en algún punto, estamos atados a pautas del mercado. Yo mismo. No es que estoy afuera…
AAH: Es eso.
Asistente: ¿No puede ser una cuestión de costos también?
AAH: Es de costos, pero un colegio no te va a pedir un libro caro. Si es un libro de quinientas páginas y sale seiscientos pesos, un colegio no lo pide. Si sale cuatrocientos, tampoco.
GH: Yo acabo de publicar una novela de quinientas páginas que se llama Las páginas del mundo, buenísima, que sale cuatrocientos pesos, en la Feria vendí bien. Pero yo ya sé que no me la van a comprar. Es más, no lo hago para la escuela. Decididamente, sé que no.
AAH: No te lo van a comprar nunca.
GH: Ahora, cuando vos decidís que sí, que tenés que vivir de los treinta ejemplares que se pueden vender para un aula, ya sabés que vas a un formateado. Ciento veintiocho páginas, ciento cuarenta y cuatro, ciento cincuenta y seis en el mejor de los casos. Que la letra sea grande, etc. Vos ya sabés un montón de cosas que te van a pasar. Y creo que eso influye mucho en la producción de literatura local, porque el escritor tiene que vivir de algo. Y se vive de eso. Si Mario publica una novela que se vende muy bien, va a vivir de eso. Los escritores que yo conozco viven de tener un huevo en cada canasta. Los que conozco más, como Franco, Liliana… Tienen todas las editoriales, y felizmente viven de lo que producen. Pero las editoriales son escolares. Difícilmente vamos a ver la producción de un libro, una novela a lo Rowling, que le dedica un año de escritura. Vos acá no podés escribir durante un año. No podés hacerlo. Estás atado a esa fuente de ingresos. Me refiero a cómo todo de alguna manera se va formateando en torno a eso, y el peor de los casos es este, en el que el receptor te dice que algo no es políticamente correcto. Como en las películas. ¿Vieron que ahora en las películas los personajes son inclusivos. Todo tiene que estar incluido.
VP: Sí, pero después allá son todos rechazados…
GH: Vas juntando piecitas, todas tienen que estar, para cumplir con la expectativa. Ahora, cuando vos agarrás una novela buena, agarrás un Stephen King, y no hay nada de eso.
Asistente: ¿Hace cuánto que está pasando esto?
GH: No sé, mi visión es parcial, es mi visión como editor, como profesor, como persona, como lector. Es cómo lo veo, cómo se corta.
Asistente: Claro, pero ¿es una tendencia? ¿Ustedes cómo lo ven? Una tendencia que busca que no se discrimine…
EN: No sé si hace veinte años era así…
VP: En principio, no está mal…
EN: El tema es que se cumpla en la realidad.
GH: Si hoy en día te planteás publicar un antihéroe, un tipo que realmente haga macanas, no sé si no te va a llamar alguien para preguntarte si estás proponiendo que maten gente, o que se roben bancos, de verdad.
MM: Por suerte hay algunas excepciones. Ahora que hablaste de robar bancos, si ustedes leen la última novela que escribieron a cuatro manos Andrea Ferrari y Martín Blasco, tiene dos personajes. Una es una “argenchina”, como ella misma se llama, una adolescente hija de chinos, y el otro personaje no es ni un adolescente (que es uno de los errores que suelen ocurrir, buscar la referencia y que siempre sea un jovencito, un espejo), sino un tipo grande que afana celulares en los trenes. Y es un antihéroe antipático, porque la verdad es que a todos los que alguna vez nos han afanado un celular, nos da mucha bronca. Y la verdad es que la novela está muy bien. Y Loqueleo, que es una editorial de Santillana, textera, se atrevió a publicarlo. Por suerte aparecen cosas así, y excepciones a la regla. Por ejemplo, pensaba cuando Guillermo preguntó por la cantidad de páginas, Liliana Bodoc, como ejemplo, con La Saga de los Confines. Hubo un editor que se animó…
AAH: No era para chicos eso.
MM: Era juvenil, y se animó.
EN: En el caso de la novela de Martín, él ya tiene un cierto recorrido y un reconocimiento que también le permite eso. Si va un desconocido no sé…
MM: Es cierto que eso es más fácil para Blasco y Ferrari que para alguien que recién empieza, por supuesto. Tendría montones de preguntas más, pero son las ocho de la noche…
Álvar Torales: Los libros de la colección Robin Hood eran de doscientas hojas…
Asistente: Pero tenían dibujos…
EN: Algunos tenían. Pocos.
MM: Nos estamos yendo un poco del tema, pero que lo que pasa es que eso también es parte de la historia de la literatura juvenil. Lo que después se convirtió en novela juvenil, era novela escrita para adultos de la que se apropiaron los lectores jóvenes. Eso eran los libros de Salgari, de Verne…
GH: Ahí entra lo que vos decís.
Asistente: Cuando Alma Maritano empezó, fue como una pionera en su momento, en escribir sobre chicos conflictivos, familias ensambladas, hace treinta años.
MM: Sí.
GH: Una evolución. Que la literatura juvenil sea exclusivamente sobre chicos, es parte de la evolución y es parte de la  necesidad aparente de captar público. Harry Potter es un niño que está creciendo, cumple con el cánon.
MM: Por suerte cada tanto aparecen excepciones.
GH: Las hay y no las hay. Pero todo va adecuándose de alguna manera. Se va formateando distinto.
Asistente: A lo largo de la historia siempre estuvo este problema. Lo económico y el arte, ¿no?
GH: Sí.
MM: Incluso hay novelas juveniles muy exitosas que han roto la estructura del espejo, de que sea un adolescente. Por ejemplo, Los vecinos mueren en las novelas, de Sergio Aguirre. O La venganzade la vaca. Casi todo Sergio Aguirre. No pone adolescentes, no pone temáticas de iniciación, no parecen novelas juveniles y sin embargo son exitosísimas en los colegios secundarios, y los docentes las piden. Misterios.
Asistentes: Los pibes me pedían más novelas como esas.
MM: Y sí, no hay muchos. Ojalá aparecieran más “Sergios Aguirres”. Insisto, les haría muchas más preguntas. No sé si alguien quiere preguntar algo más… ya estamos.
AT: ¿Hay mayoría femenina en el campo de los ilustradores?
EN: Entre los infantiles puede ser. La verdad es que no sé muy bien por qué. O sí sabemos por qué. Nos han estado restringidos durante mucho tiempo, determinados ámbitos. Pero ahora se ven cada vez más mujeres en otras ramas de la ilustración. Por ejemplo, antes no había mujeres que dibujaran cómics. Ahora, empieza a ver cada vez más, empiezan a ser conocidas, y algunas son impresionantes. Empecé a conocerlas hace poco. Hay una chica que se llama Abril Barrado, impresionante y  yo ni enterada…
VP: Mi hija tomaba clases de anatomía humana con ella. Tenía dieciocho años, empezaba a dibujar y se fue directo a esta mujer que te mostraba cuerpos abiertos. Anatomía pura. Muy buena.
MM: ¿Vos tenés publicado algo de ella?
GH: Nosotros tenemos justamente un libro de historietas sobre cuentos de Quiroga. Hay una, “El alambre de púa”, que ella lo hizo con caballos humanizados. Los originales están expuestos en Europa. Unos óleos… Fue la última en entregar porque no se le secaban los óleos. Es un fenómeno.
MM: Bueno, Quiroga es otro fenómeno. Ya lo hemos dicho acá, que hoy no se publicaría en manuales, no creo que lo publicaran. Y no se publicarían sus cuentos, si no fuera Quiroga.
GH: Si vos o yo, presentáramos hoy a una editorial “El almohadón de plumas, o “La gallinadegollada”, nos sacan corriendo.
MM: O “EL paso del Yabebirí”, donde se matan yaguaretés a  balazos.
GH: Pero no es eso, es cómo la lectura va volviéndose más estructurada y de alguna manera pareciera que tenés que evaluar los libros con casillitas. ¿Tiene inclusión? Sí. ¿Tiene tal cosa?
Asistente: En los catálogos de algunas editoriales está la grilla…
GH: Sí. Así se hace el catálogo. ¿De qué es? ¿De amistad? Sí. Y eso es horrible.
MM: Por suerte los escritores pasamos de eso. Nos enteramos después. Del catálogo ya sabemos, pero qué nuestro libro habla de la amistad…
GH: Por suerte no arranca así.
AAH: El escritor no lo sabe.
GH: Si no, te dirían que te fijaras en las casillas tres, cuatro y cinco y que escribieras una novela sobre eso. Sería espantoso.
VP: Cuando yo hice este, y fui a buscarlo a la librería lo encontré en “Autoayuda”. (Risas). Pero lo hice sin pensar en ningún público. Hice lo que me salió, y fue catalogado en Autoayuda. Me moría de risa. Después lo miraba, y puede ser… (Risas).
Asistente: ¿Cómo se te ocurrió el tema de la historieta en tu editorial?
GH: Es algo que estaba ya de entrada. Yo siempre fui fan de la historieta y ya formaba parte del plan editorial. Simplemente lleva más tiempo desarrollarlo; lleva mucho tiempo crear cosas, contar la historia, ilustrarla… Necesitás más tiempo para poder lanzarlo.
MM: Bueno, los despedimos con un aplauso.
APLAUSO FINAL.

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