Al niño lector


Seguimos recorriendo la colección Robin Hood. En éste caso, María Laura Migliarino se refiere a un tomo que reúne literatura infantil y juvenil de distintas zonas de nuestro país, apartándose del criterio editorial de la colección de las tapas amarillas.




Por María Laura Migliarino

“El libro que has abierto es distinto de los que publicamos en la Colección “Robin Hood”. En esta obra he querido mostrarte ejemplos de lo que han escrito para los niños –desde los días del nacimiento de la patria libre- muchos autores de todas las regiones del país.
Por eso encontrarás en estas páginas un centenar de obras, particularmente cuentos y poesías, agrupados en regiones: aquellas en las que cada autor nació o vivió su infancia.”

Así comienza el volumen número 219 de la colección Robin Hood, Nuestra literatura infantil y juvenil, a cargo de Juan Carlos Merlo; profesor de enseñanza media, superior e universitaria, escritor, investigador, director de la colección y coordinador de los Servicios de Extensión Cultural de la Biblioteca Nacional.

Editado por primera vez en marzo de 1983, este título resulta imprescindible porque reúne 118 textos provenientes de la Región Metropolitana, Llanura y Sierras pampeanas, Mesopotamia, Chaco, Noroeste, Cuyo y Patagonia. “Por eso este libro está ordenado así. Para que, cualquiera sea el lugar en que vivas, puedas reconocer a los que desde su tierra o desde la gran Capital, dedicaron buena parte de sus vidas a forjar poemas o a imaginar relatos que sirvieran de gozo y amena diversión en la lectura para todos los chicos argentinos, de cualquier tiempo y de cualquier lugar”.

El libro comienza con “Los papagayos y la lechuza”, un poema del denominado primer fabulista argentino, Domingo de Azuénaga (1758-1821) Y culmina con un poema del fueguino José María Castiñeira de Dios (1920-2015) En sus páginas podemos encontrar  algunos clásicos como M. Elena Walsh, Elsa Bornemann, Beatriz Ferro, Fryda Schultz de Mantovani, Javier Villafañe o Álvaro Yunque. Pero también aparecen muchos otros nombres olvidados o desconocidos por la gran ciudad que vale la pena descubrir porque también forman parte de nuestro acervo literario y de nuestra cultura de la infancia.

En su breve prólogo, J. C. Merlo aclara que lamenta no haber sumado a aquellos autores y autoras que comenzaron a publicar después de 1970 y se despide dejando en claro su lugar de mensajero como responsable de entregar al autor o autora contemporáneo/a aquellas impresiones de lectura que cada niño o niña envíe por correo postal.
No ha pasado tanto tiempo desde el año de publicación, sin embargo pensar en un intercambio epistolar en pleno siglo XXI nos parece algo remoto.

Reproducimos aquí –y también nos despedimos- un poema de la poetisa tucumana y antropóloga Dora Fornaciari,  nacida en Tafí Viejo (Tucumán) allá por 1934:

Vuela ligero en el viento
por el cielo la cometa,
el niño la está mirando
dele vuela que te vuela.

El niño se va subiendo
por el hilo de la pena
mientras le tiembla en la mano
el carretel de la abuela.

Vuela el sol, vuelan las nubes
más arriba y más arriba,
y la cometa desciende
como un pájaro sin vida.

El niño le está mirando
entre las hojas caídas,
cuando se termine otoño
serán más cortos los días.

Vuela que vuela
ay abuela
no te vayas todavía.


Nuestra literatura infantil y juvenil
Juan Carlos Merlo
Colección Robin Hood, 1976.
El libro es gentileza de la biblioteca La Nube -infancia y cultura-, se puede consultar allí.

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