“De la literatura no se puede vivir en esta tierra”

Libro de arena continúa celebrando el centenario del nacimiento de Clarice Lispector. En esta oportunidad, compartimos unas reflexiones sobre la escritura y la lectura que hizo, en una entrevista de Eric Nepomuceno, publicada en Crisis en Julio de 1976.



“De la literatura no se puede vivir en esta tierra”


Se sabe que usted no relee sus libros. Se dice incluso que usted no oculta un cierto desprecio por ellos. ¿Es así?


-Más o menos. Lo que siento es que un libro, una vez terminado, pasa a tener vida propia. Es como el cachorro de un animal. La realización del libro sea cual fuere su contenido -el de un cuento o el de toda una novela- siempre es algo doloroso. Un proceso angustiante. Terminado este sufrimiento, o sea consumado el parto, quiero que el libro salga por ahí, que se las arregle. No retrabajo el estilo, no retoco nada.


¿Cuáles son, según usted, las condiciones ideales para escribir?


-Si con eso de condiciones ideales a lo que usted se refiere es a la paz de espíritu, a la tranquilidad material, al sosiego, quiero decirle que para mí todo eso es una gran mentira. No hay condiciones ideales para escribir. En mi caso particular, empiezo un relato cualquiera y termino totalmente ganada por él. Ahí comienza el proceso que para mí es penosísimo. Hay un detalle: ese proceso se desarrolla allí, en aquel sofá donde yo me siento con la máquina de escribir en la falda. Así escribo siempre con la máquina de escribir sobre la falda. Cuando mis hijos eran pequeños, escribía mientras los cuidaba o sea con ellos potreando a mí alrededor. Siempre quise evitar que ellos tuvieran de mí la imagen de una madre escritora. Escribía entonces cerca de ellos. Tratando de no aislarme. Se puede imaginar lo que eso significaba; interrupciones a cada instante, uno que venía a pedirme que le cuente un cuento, otro que venía con preguntas locas, típicas de los niños. Así trabajo yo. Las condiciones ideales están dentro de cada uno.


¿Esa actitud que usted asumió en relación con sus hijos, o sea la decisión de rechazar la imagen de "madre escritora" se extendió al mundo en general? Quiero decir: usted se niega, y lo ha hecho siempre en términos más o menos enérgicos, a asumir la posición de la mujer escritora. ¿Por qué?


-Siempre rechacé los llamados "medios intelectuales". Tengo amigos escritores, pero en primer lugar son amigos y después escritores. Nunca me acerqué a nadie por el hecho de que, como yo escribiera. Me repugna el mundo superficial de los literatos, no me mezclo con ellos. Soy una persona, amiga de otras personas. Y hay otra cosa que quiero decirle: escribir para mí es algo natural aunque extremadamente angustiante, penoso. Soy una mujer que escribe porque para mí escribir es como respirar lo hago para sobrevivir. Tal vez por eso no me guste hablar de mis libros. Lo que tenía que decir está en ellos: y fue tan difícil escribirlos.


Muchos dicen que usted es una escritora complicada ¿cómo reacciona ante este tipo de observación?


-Mucha gente se acercó a decirme: ''Qué hermoso aquel libro suyo, ¡pero qué complicado! Dígame: ¿qué quiso decir con tal frase o con tal imagen?" Yo siempre contesto con otra pregunta: "¿Y usted qué entendió?" No creo en soluciones ni en explicaciones absolutas. Creo, eso sí, en la interpretación de cada lector. En mi opinión, un libro - o un cuadro, o una melodía, o una película- no puede, no debiera pasar desapercibido. Yo quiero que cada uno entre en el relato, en el conflicto. Y que a partir de allí, encare de una manera personal lo que yo escribí a mi manera. ¿Se entiende?


¿Y qué pasa cuando alguien da un sentido diferente, incluso opuesto, a aquello que usted pretendió decir?


-Eso es algo normal, pasa siempre.


¿Y usted cómo lo toma?


-Me parece bien. Cada uno tiene que dar la interpretación que quiere. Cada uno tiene que entender las cosas a su manera. Recién le dije que hay personas que se acercan a decirme que algún libro mío es hermoso pero complicado. Pero también es cierto que hay mucha gente que se acerca a decirme simplemente que no entendió nada o que le pareció todo demasiado complicado. A esta gente yo le pido una segunda lectura. Suele ocurrir que, pasado algún tiempo, uno vuelve a un libro y ve todo diferente. Porque las personas cambian, ¿no es cierto?


¿Se venden mucho sus libros?


-No sé, no entiendo nada de best sellers, la venta de mis libros no me preocupa. Ya le dije: cuando termino alguno, lo entrego al editor y se acabó. Soy como una madre animal, los libros son mis cachorros, me olvido pronto de ellos. Pero los editores insisten constantemente para que publique. Como no ando con ganas de sumarme al carnaval de las relaciones públicas, decidí, el año pasado, reunir en libros cosas conocidas como entrevistas, cuentos pero que hasta ahora fueron publicados en forma aislada. Estoy un poco cansada de los libros, cansada de escribir, no quiero presiones, no quiero fechas, no quiero nada de eso.


¿Y sus libros fuera del Brasil, cómo andan?


-No sé. A veces llega algún recorte de crítica. Me gustaría poder seguir de cerca las traducciones, porque ése me parece un punto delicado. Supe de algunas críticas sobre alguno de mis libros que señalaban graves defectos de traducción. Pero eso, claro, no puede ser generalizado. Me parece bueno ser leída en otro idioma fuera del Brasil pero nunca pensé mucho en eso.


Con todo ese desprecio que usted siente por sus libros está de más preguntarle si no le gusta ninguno de ellos.


-Claro que me gustan y mucho. Lo que pasa es que no los releo nunca. Son algo acabado para mí. De vez en cuando me acuerdo de uno u otro cuento. Hasta me acuerdo a veces de largos párrafos de libros míos. Pero no me quedo en ellos. No recapacito, no analizo, no fomento en mis orgullos falsos. Es eso: no estoy enamorada de lo que escribí.


Sé que está escribiendo. ¿Qué está escribiendo?


-Nunca hablo de lo que estoy escribiendo. Al contrario de algunos escritores amigos, que al hablar maduran "la cosa". Si yo hablo de lo que escribo, después no puedo seguir.


En términos de corrientes literarias, ¿cómo clasificaría sus libros?


-Escúcheme: yo solamente me considero escritora en el momento exacto en que estoy escribiendo. Fuera de eso, no me sentí nunca obligada a pertenecer a una escuela o a estar el día con determinadas obras.


¿Usted lee poco?


-Depende, actualmente estoy cansada de la literatura. Cansada de los libros.


Aun dejando de lado lo de las corrientes literarias, ¿usted estaría de acuerdo en lo que se refiere a su obra, en reconocer que ella es, digamos extraña?


-No, no me parece extraño lo que escribo. Me parece sorprendente. Me asombra mucho. No entiendo cómo con esta indomable impaciencia mía, con esta inquietud salvaje que tengo yo, puedo producir cuatrocientas páginas de prosa. El trabajo, para mí, está hecho de esperas. El mayor trabajo es esperar. Una persona termina aprendiendo a vivir de sus esperas.


¿La literatura es importante?


-Sí. Pero no la literatura de los literatos, sino la de los apasionados. Yo me considero una aficionada. Los literatos son los de frac y galera, los otros, los que no son intelectuales son los que tienen la magia. Me considero una aficionada porque no sé escribir por obligación. Sólo consigo escribir por inspiración. Odio la popularidad, es algo pernicioso para los escritores.


¿Cómo trabaja usted?


-Para escribir necesito abstraerme de todo. Cuando escribo no pienso en nadie, ni siquiera en mi misma. Lo único que me preocupa es captar la realidad íntima de las cosas y la magia del instante. Mis novelas y mis cuentos vienen de a pedazos, anotaciones sobre los personajes, el tema, el escenario, que después voy ordenando, pero que nacen de una realidad interior vivida o imaginada, siempre muy personal. No me preocupo nunca por la estructura de la obra. La única estructura que admito es la ósea.


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