Reinaldo Arenas y las mujeres de mi vida

El próximo lunes se cumplen treinta años del suicidio de Reinaldo Arenas. Quizá su obra más conocida sea Antes que anochezca, su autobiografía, por haber sido llevada al cine. Arenas es una de las voces más importantes de la literatura cubana del siglo pasado. En su narrativa se da cuenta de las tensiones entre lo político y lo personal que marcaron durante años a la Cuba revolucionaria. Recordamos a Reinaldo Arenas con esta nota de Camila Castro Chiesino.



Por Camila Castro Chiesino 

Para la Navidad de 2016, mi abuela Ana me preguntó qué quería como regalo. “Un libro”, le contesté sin pensarlo. Y le dije que eligiera el que ella quisiera, que fuera una sorpresa. 

El 24 de diciembre, bajo el árbol de su casa de San Telmo, me esperaba un paquete rectangular. Como “buena niña”, esperé hasta la medianoche para abrirlo. Al rasgar el papel, la figura de un hombre en blanco y negro me miraba desde la portada, enmarcado entre palabras: “Reinaldo Arenas- Antes que anochezca’’. Lo devoré en una semana. Al terminarlo corrí a la casa de mi madre, crucé la puerta y le dije: “Dame todo lo que tengas de Reinaldo Arenas”.

Haber leído su autobiografía antes que su obra me condicionó de forma inevitable al momento de leer sus novelas. Lo primero que noté fue que las referencias a su vida, a las personas que lo rodearon y los acontecimientos que vivió estaban de una u otra forma marcados en su obra, como una huella en el barro.

Nació el 16 de julio de 1943 en un lugar situado entre los pueblos de Holguín y Gibara, Cuba. Hijo de madre soltera,  vivió durante su niñez en casa de sus abuelos maternos, en el campo. Creció entre la pobreza material de la Cuba de Batista y la riqueza de la naturaleza que lo rodeaba. Entre el machismo de su abuelo, el fanatismo religioso de su abuela y una madre marcada por el abandono de su marido, situación que, en esa época, la convertía en una paria, y la obligaba a demostrar que “era una mujer decente”. 

A los 15 años cansado de pasar hambre y de ver a su familia cada vez más desdichada, adhirió a la Revolución pero no tardó en desencantarse. Su abierta homosexualidad, su rebeldía y  su resistencia contra todo dogmatismo, lo convirtieron en un ‘’peligro social’ (según sus palabras), para el gobierno revolucionario. 

Varios de estos fantasmas dan pie a sus novelas; como la locura y la desesperación que se viven en ese pueblo del interior,  en los años anteriores al castrismo en ‘’El palacio de las blanquísimas mofetas’’. O las frustraciones y añoranzas de libertad, ya durante el gobierno de Fidel Castro, que aparecen en ‘’Otra vez el mar’’ (novela que debió reescribir más de una vez porque perdió los manuscritos en la clandestinidad), por nombrar algunas.

De ser recibido como un héroe en su pueblo, tras la caída de Batista, pasó a ser un perseguido  y llegó a ser encarcelado en la prisión del Castillo del Morrol al que definió como: ’’… la peor prisión de toda La Habana’’. 

La novela de Arenas que más me gusta es: ‘El mundo alucinante’’. Me pasé unas vacaciones encerrada leyéndola. El protagonista es Fray Servando Teresa de Mier, un fraile dominico mexicano del siglo XVIII que fue perseguido, encarcelado y empujado al exilio igual que Reinaldo. Es una novela en la que el humor y la sátira fluyen con una armonía impresionante. El deseo de vivir, las ansias de libertad que alientan al fraile y al mismo Reinaldo, se funden, se hacen una sola cosa en esta novela. Cuando la terminé, quede tan fascinada que tuve que arrancar a leerla de nuevo.

Su escritura es transgresora, con un exquisito manejo de la ironía. Jamás se calló ante lo que consideraba injusto. La prueba más contundente de ello es quizás su novela ‘El color del verano’’,  en la narra con astucia y humor los atropellos y las luchas de los que se arriman al poder, el terror y la imposibilidad de acceder a un futuro mejor para los que viven en Cuba, pero también para los exiliados. Estas cualidades que hacían a su escritura le costaron la imposibilidad de ser publicado en su país (su única novela editada en Cuba es ‘Celestino antes del alba’’). No poder vivir de la escritura y los años de cárcel fueron las gotas que colmaron el vaso. Ya no había un lugar para él en Cuba, sintió que  tenía que irse como fuera. 

En 1980 Fidel Castro autorizó un éxodo masivo de opositores al gobierno. Partían desde el puerto del Mariel, pero era una emigración selectiva: los profesionales graduados en la Universidad y los escritores con obras publicadas en el extranjero, no tenían permitido salir.

Para Reinaldo, la única forma posible de irse era con la demostración de su homosexualidad. Tuvo que someterse a una serie de ‘‘análisis’’ humillantes para conseguir el permiso de salida. El día de su partida, mientras hacia la fila para entregarle su pasaporte al agente de seguridad del Estado, notó que había un inmenso libro con los nombres de quienes no tenían permitido salir. Si bien había conseguido permiso por su condición sexual, su figura de escritor rebelde pesaba más. En ese momento, aterrado ante la posibilidad de no poder irse, pidió una lapicera y cambio su apellido de Arenas a Arinas. Así logró finalmente salir de la isla de Cuba.

Reinaldo escribió y publicó siempre en condiciones adversas; vivió como un fugitivo en su propia tierra y esto no cambió durante sus años en el exterior: ‘En el exilio uno no es más que un fantasma, una sombra de alguien que nunca llega a alcanzar su completa realidad; yo no existo desde que llegue al exilio; desde entonces comencé a huir de mí mismo’’.

En 1987 fue diagnosticado con el virus del SIDA. Después de tres años, durante los que su salud se deterioró hasta el punto de impedirle escribir, el 7 de diciembre de 1990, a los 47 años, se suicidó en la  ciudad de Nueva York. Antes de morir envió una emotiva carta a la prensa y a sus amigos en la cual, entre otras cosas, culpó a Fidel Castro del sufrimiento que culminó en con su muerte.

Carta de despedida:

´´Queridos amigos: debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida. En los últimos años, aunque me sentía muy enfermo, he podido terminar mi obra literaria, en la cual he trabajado por casi treinta años. Les dejo pues como legado todos mis terrores, pero también la esperanza de que pronto Cuba será libre. Me siento satisfecho con haber podido contribuir aunque modestamente al triunfo de esa libertad. Pongo fin a mi vida voluntariamente porque no puedo seguir trabajando. Ninguna de las personas que me rodean están comprometidas en esta decisión.

Solo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país.


Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla le exhorto a que siga luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza.


Cuba será libre. Yo ya lo soy.´´


Reinaldo Arenas

 

La obra de Reinaldo Arenas puede ser interpretada como el crudo testimonio de una época. También tiene muchas similitudes con nuestro presente. Creo que la mejor manera de hacerle un poquito de justicia, de reivindicar su lucha por vivir libremente, y por defender su derecho a la identidad, es mantener sus textos en movimiento y circulación constantes. Por esto les agradezco a las mujeres de mi vida, haberme acercado a su literatura.


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