Viaje a los pueblos fumigados

Este inusual 2020 nos encuentra cerrando el ciclo de cine y literatura que junto a Mario Méndez sostuvimos a pesar de la pandemia. Lo celebramos conmemorando el cine de Pino Solanas, en este caso comentando su última película, Viaje a los pueblos fumigados.




Por Laura Ávila


Pino Solanas hizo una saga de documentales, verdaderos legados que, desde principios del Siglo XXI, indagaron actualidades de nuestro país: sus zonas de falencias, sus desigualdades y los latrocinios de las clases dirigentes. Extraordinarios documentos precedieron al estreno de este Viaje: “Memorias del saqueo”, “La dignidad de los nadies”, “La próxima estación”, entre otros, señalan aún hoy problemas estructurales de nuestra constitución social, económica y cultural, y nos abren los ojos para reparar en ellas.

“Viaje a los pueblos fumigados” (2018), es la confirmación definitiva de que los cultivos transgénicos no son buenos para nuestra salud, ni para nuestra forma de relacionarnos con el entorno. Tampoco es buena esta manera de hacer negocios a costa de envenenar nuestros suelos y a nuestra descendencia. 

"Las consecuencias sociales del cultivo intensivo de soja transgénica con agrotóxicos, fueron el desmonte de millones de hectáreas de monte nativo, monocultivo, éxodo rural. La población quedó expuesta a la contaminación de las fumigaciones. El control sanitario en nuestro país es inexistente porque no se controlan los centros de producción. Tampoco hay programas de investigación en hospitales y universidades sobre sus efectos en el organismo" aseguraba Pino, que estuvo años investigando en el interior del país (la filmación se hizo en diferentes momentos en Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Salta, Chaco y Misiones).



 "Los testimonios recogidos demuestran que una parte de la población está envenenada con agrotóxicos, a lo que se suman los efectos nocivos de alimentos producidos con sustancias químicas", denunciaba por aquel entonces, en plena era macrista, cuando todavía no se vislumbraba el posible acuerdo con China para instalar contaminantes factorías de cerdos en nuestro país.

Sin embargo, y en eso radica el valor intrínseco de la obra, a pesar de este presente apocalíptico, el film propone un camino de salida.

Ese camino tiene que ver con una conciencia política que termine con esta manera de producir los alimentos. Con una decisión que tenemos que tomar para volver a las fuentes.

Hay testimonios de personas que trabajan con agricultura tradicional, tratando de rescatar los valores integrales de lo orgánico. Ellos también son parte de este paisaje, que a manera de cuadros, viñetas o capítulos, Pino fue desgranado, ayudándose con su voz en off, obligándonos a despertar y a luchar para torcer nuestro destino.

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