Salgari, el nombre de la aventura

Para homenajear la vida y la obra de Emilio Salgari a ciento diez años de su fallecimiento, el Programa Bibliotecas para Armar pone el eje de sus publicaciones de abril en la aventura. Más precisamente, en la novela de aventuras, ese subgénero de la narrativa del que se apoderaron los jóvenes y que las editoriales transformaron en una de las más ricas fuentes de sus colecciones de literatura infantil y juvenil.


Por Mario Méndez


Si uno piensa en literatura de aventuras, inmediatamente piensa en Emilio Salgari. También, por supuesto, la memoria nos trae a Alejandro Dumas, a Robert Louis Stevenson, o a Julio Verne, entre otros, pero el primero, creo, es Salgari. Si uno piensa en aventuras, al menos los que tenemos cierta edad, se acuerda de la colección Robin Hood, la de tapas amarillas, y recuerda, inevitablemente, al Corsario Negro o, tal vez más aún, a Sandokán, ese aventurero de la Malasia, ese Tigre, anticolonialista, valiente y libertario que fue paladín de los niños lectores por lo menos hasta mitad del siglo XX.

Confieso que, en mi caso, Sandokán, su amigo Yáñez, y las aventuras de los piratas de la Malasia, me llegaron más por mi padre que por mis propias lecturas. Era mi padre el que me contaba, emocionado, las peripecias de Sandokán, el que me hablaba de la amistad con Yáñez, tan querido, de la valentía de los dos. Estas aventuras de las que Salgari fue una fuente incesante, yo las viví, en cambio, más por intermedio de sus continuadores, sus hijos literarios. Yo leía Kabul de Bengala, el personaje que tanto le debe a Salgari, creado nada menos que por Oesterheld, o Dago o Nippur o Los aventureros, del gran Robin Wood, que en otro formato, el de la historieta (“el domicilio de la aventura”, como bien la llamó Juan Sasturain, en un ensayo imperdible) continuaron una línea que hizo del exotismo, los viajes, las peripecias llenas de misterio y permanentes riesgos, su materia literaria, así como se sirvió de la figura del protagonista, siempre un héroe valiente y decidido, un hombre sin dobleces ni dudas, maestro de la navegación, as de la esgrima, campeón de la lucha cuerpo y adalid de la equitación, como el eje de las obras: sobre la espalda poderosa de estos héroes a los que ninguna muestra de coraje y habilidad les estaba negada, descansaba el andamiaje de las novelas.

Hoy seguimos teniendo hijos ficcionales de las obras de los precursores como Salgari: ahí están los súper héroes de las sagas cinematográficas, los piratas del Caribe, los defensores de la galaxia. Por supuesto, con cambios. Con matices. Matices y diferencias ideológicas que ya existían, desde luego, en los primeros tiempos: mientras Salgari hacía de Sandokán un luchador contra el colonialismo, en la vereda opuesta el inglés H Rider Haggard, con su personaje más conocido, Allan Quatermain, se ponía definitivamente a favor del imperio y las pretensiones coloniales de la corona británica.

Las novelas de aventuras poblaron la imaginación de niños y jóvenes, nutrieron el cine y la historieta y, adoptadas por los niños y los jóvenes, fueron fuente de la ficción que, en todos sus formatos, les estuvo y les está destinada.

Recordemos los más famosos libros del gran Salgari, ordenados por ciclos:

Ciclo Piratas de la Malasia: once novelas protagonizadas por Sandokán, el tigre de la Malasia, junto a Yáñez, su fiel amigo portugués: entre otros títulos, Los tigres de Mompracem, Los piratas de la Malasia, El desquite de Yáñez.

Ciclo Piratas del Caribe: cinco novelas, cuyo protagonista principal es Emilio di Roccanegra, señor de Ventimiglia, el Corsario Negro. Principales libros: El Corsario Negro, La Reina de los Caribes, El hijo del Corsario Negro.

Ciclo Piratas de las Bermudas: tres historias ambientadas en la guerra de la independencia norteamericana. ¡De haberse inspirado en nuestras tierras, bien podría haber sido Hipólito Bouchard uno de sus personajes, por cierto!

Ciclo Aventuras en el Far West, saga protagonizada por el coronel Devandell, también constituida por tres novelas.

Además de los llamados ciclos, Salgari escribió gran cantidad de novelas independientes, ambientadas en Rusia, en su Italia natal, en Oceanía, en los polos, en América del Sur y hasta en el futuro (Las maravillas del 2000, su novela de Ciencia Ficción). Poco antes de cumplir los 49 años, Emilio Salgari se suicidó, con la técnica del Seppuku más popularmente conocido como Harakiri. A pesar de que había escrito 84 novelas y un enorme número de cuentos, nunca ganó mucho dinero como escritor. Si bien algunas de sus obras tuvieron tiradas de hasta cien mil ejemplares, muchas veces tuvo que pedir prestado para sobrevivir. En la carta que dejó dirigida a sus editores, les pide que, ya que se han enriquecido con su piel y lo han mantenido, junto a su familia, en un estado de semimiseria, se hagan cargo, al menos, de los gastos de sus funerales.

Emilio Salgari legó a sus lectores un mundo perdurable de aventura y heroísmo, mientras hacía de la escritura su propia aventura.

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