Los ahogados
Una pareja con su hijo en brazos huyendo de la dictadura. Una atmósfera inquietante. Una tensa calma que envuelve la travesía y el desarraigo. Un pueblo recién amanecido, con unos pocos faros de luces mortecinas. Una casa abandonada testigo de los primeros encuentros amorosos. Y el río, alrededor del cual se articula la historia, como evocación del pasado y como amenaza del presente. La perturbadora presencia de unos “bultos” en la costa.
En esta historia breve, María Teresa Andruetto logra situarnos en la larga noche genocida de la dictadura cívico-militar y en su brutal accionar represivo con extraordinaria sutileza. No abunda en detalles descriptivos a la hora de hablar de los personajes, sólo las referencias necesarias para ubicarnos en la decisión de su huida. Palpitamos su temor, su angustia frente a un futuro incierto, la esperanza depositada en aquella casa de sus años juveniles en la que deciden refugiarse clandestinamente. Y el miedo a despertar sospechas en el pueblo y ser acusados de “guerrilleros” o “comunistas” (únicas alusiones que nos ubican de manera explícita en nuestro pasado reciente).
Los “ahogados” será la manera de ponerle nombre a esos “bultos” que el río deposita en la playa y que en un primer momento los protagonistas presumen que se trata del cuerpo de algún animal. Pero al descubrir que se trata de una persona, comienzan las conjeturas sobre su origen: podrían ser turistas o trabajadores de algún barco pesquero “…yo creía que era nomás el que vimos en la playa, pero hay otros, mujeres también… casi todos jóvenes…”. Serán los indicios, las referencias sutiles y la potencia de lo no dicho o apenas insinuado, lo que llevará a lxs lectores a la construcción significativa de sentido como parte de su devenir histórico y de la memoria colectiva.
Las ilustraciones de Daniel Rabanal cumplen un rol significativo. A diferencia de otros libros ilustrados en los que las imágenes se intercalan con el texto para graficar partes de lo narrado, aquí están puestas al inicio y al final. Los tonos en escala de grises nos introducen en un escenario sombrío y de una atmósfera inquietante, mezcladas con algunas ilustraciones en color rojizo que aluden los años de juventud de los protagonistas. Las imágenes finales de inmensa potencia simbólica, develan la dimensión de la tragedia: no son ahogados.
Los ahogados es un relato que conmueve no sólo por la historia contada y por su estética narrativa, sino por cómo dialoga con nuestro pasado reciente y todo lo que evoca su lectura. Leyéndolo recordé a Pierre Nora, el historiador francés que acuñó el concepto de “lugares de la memoria”, aquellos lugares en los que se cristaliza y se refugia la memoria colectiva. Y no puedo dejar de pensar en el Parque de la Memoria y el río que lo circunda. Tal vez el río sea uno de esos lugares de la memoria. Tal vez la escultura flotante sobre el río en homenaje a Pablo Míguez, el adolescente de 14 años víctima de los vuelos, sea ese lugar de memoria imprescindible para no olvidar la barbarie, para no llamar “ahogados” a los que fueron condenados a tener el mar como sepultura, para renovar nuestro compromiso inclaudicable con la verdad, la justicia y el NUNCA MÁS.
*Liliana Morales, docente jubilada y desde hace años, dedicada a la promoción y mediación de la lectura. En la escuela 324 de San Carlos de Bariloche, desarrollé un proyecto llamado “Desafío Lector” que recibió el premio VivaLectura 2011. Desde el año 2016 y como parte de mi militancia en UnTER (Unión Trabajadores de la Educación de Río Negro) llevo adelante diferentes actividades alrededor del libro y la lectura, entre ellas la capacitación “Había una vez: una experiencia para reencontrarnos con nuestro camino lector”, dirigida a docentes de nivel Inicial y Primario. Actualmente, estoy terminando el postítulo de Pedagogía de la Lectura con orientación en Literatura para Niños y Jóvenes, dictado por la Fundación Mempo Giardinelli.
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