Las otras islas. Rompecabezas (im)posible de la Guerra de Malvinas
No hace mucho vivimos un aniversario más del inicio de la Guerra de Malvinas, hecho traumático de nuestra historia reciente que tanto la literatura para adultos, como la infantil o la juvenil reflejaron. En este caso, una colección de cuentos reunidos por la editorial Loqueleo, con el eje puesto en el conflicto, para lectores juveniles… y más.
Por Adriana Grosso*
Un cielo blanco sucio, casi gris. Apenas más claro que el perfil de los adivinados montes. Un poco más opaco que el espejo de agua lejano. Vegetación mínima. Paisaje inhóspito. Unos soldados con armamento liviano. De espaldas.
La foto de prensa que ilustra la tapa de Las otras islas es imagen de silencio, distancia, otredad. Como búsqueda de sentido de lo inenarrable, la palabra literaria quiebra el silencio, acorta la distancia, otorga rostro e historia a esos jóvenes anónimos. Porque, como dice la voz narradora del cuento que da nombre a la antología, "de ellos, si no hablo yo, no habla nadie".
Los nueve relatos que integran el volumen reconstruyen, desde la ficción, la experiencia de esos muchachos. También la de los que, sin ir a las islas, recibieron el testimonio de los sobrevivientes o registraron las pérdidas en sus cuerpos y afectos. Y la de los que quisieron o creyeron reparar de algún modo las consecuencias de la Guerra, sea por culpa, vergüenza o necesidad de compensación simbólica.
Las islas y la guerra son mencionadas con referencias precisas o simplemente aludidas en cada texto. Pero siempre son un “allá” ("La guerra está dada allá, se gana o se pierde en las islas", El alimento del futuro, Pablo Ramos). Solo dos cuentos transcurren en ese espacio: El puente de arena, de Liliana Bodoc, y No dejes que una bomba dañe el clavel de la bandeja, de Esteban Valentino. Y solo en ellos aparece la voz de un narrador externo, en tercera persona, aunque focalice en algún personaje y cuente desde esas subjetividades. Cercanía en el espacio, distancia en la voz. Tan arduo es lo que hay para contar.
Sin embargo, no todo es dolor en el realismo literario predominante en la mayoría de los cuentos. Hay espacio para el humor, lo insólito, la ternura, el deseo. Piezas diversas para armar el rompecabezas de nuestra historia reciente. Como dice Liliana Bodoc en su texto, "A veces, los cuentos son retumbos y destellos de hechos ciertos. Contamos lo que ocurrió. Otras veces, los cuentos son pedazos de sueños. Contamos para que ocurra".
Entre lo que ocurrió y lo que queremos que ocurra pueden ubicarse las Palabras preliminares de la antología, cargo de Edgardo Esteban, periodista, director del Museo Malvinas y ex-combatiente: "Después de treinta años de la Guerra de Malvinas (ahora son casi cuarenta) me pregunto cómo narrar a las generaciones venideras ese acontecimiento que marcó a fuego la historia de nuestro país... A partir de estos relatos de un pasado común, ojalá construyamos juntos un futuro en paz, cada vez más democrático y justo".
Para darles voz, rostros, historia a esos jóvenes del 82. Para acercarlos a los jóvenes de estos días. Para que sepan, sepamos, más que datos; para que comprendan, comprendamos, con la inteligencia y la emoción. Como, en lo que quedaba de la trinchera, “Emilio Careaga supo que esa mañana se terminaba para ellos la guerra y que ahora sabía algo más de sí mismo" (No dejes... Valentino).
Tras la bruma
los niños que fuimos
nos están gritando: adiós. (1)
1- Haikus de guerra (ilustrado con xilografías de Julieta Warman), Martín Raninqueo, edición artesanal, La Plata, 2011.
Martín Raninqueo nació en La Plata en junio de 1962. Es poeta, músico y ex combatiente de Malvinas.
*Adriana Grosso nació en la ciudad de Buenos Aires (1960) pero vivió siempre en el conurbano bonaerense. Profesora en Letras (UBA), tallerista y coordinadora de talleres literarios para adultos, ejerció en instituciones de Nivel Medio y Superior. Descubrió con felicidad la LIJ en la Especialización cursada en la UNSAM.
Loqueleo, 2016.
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