Diez años sin Leda Valladares

Hoy se cumplen diez años de la muerte de la cantante, poeta, musicóloga y folkloróloga Leda Valladares. Tuvo una vida y una carrera extensas, en las que quizá lo más recordado sea su trabajo etno musical, en el rescate de los ritmos musicales y la poesía popular del norte argentino, especialmente la baguala. A comienzos de la década del sesenta, Valladares publicó el original poemario Mutapetes. Para recordarla, en Libro de arena compartimos los textos del prólogo y la contratapa, escritos por ella misma, y algunos de los poemas seleccionados. Investigación de Diana Tarnofky.


Los Mutapetes - Leda Valladares 

Altamente inspectora introduce su alma en las brujerías de la belleza, y en castigo, queda hechizada para siempre.
Ya predispuesta a ciertas gravedades un día de esos contrae el virus de la poesía que la sumerge en el mundo del amor y de la nada. En esos estratos pesca a lápiz algunos poemas, únicos trofeos perdurables entre llantos y suspiros.
No suficientemente escarmentada pone su oído a la música del hombre y entra a las aldeas de América a los ritmos y cantos de la tierra. La belleza cantante y sonante la tiraniza hasta el punto de hacerla cantora, portadora de canciones impregnadas de pueblo.
Yendo de acá para allá entre América y Europa se trastorna de mapamundi pero al fin solamente la marca lo misteriosamente humano.
Con el correr de los sustos un día sale, muy de madrugada hacia la tinta y de puro metida novela unos dibujos con aire de personas. Y brotan los Mutapetes que recién nacidos se llaman Putapetes. Con su primer nombre vivieron siete años embutidos en cajón. Sieteañitos, hoy salen a la intemperie en fila india formando una galería de almas peculiares, almas apuradas y lentas, sofocadas o rumiantes de vida.
(Texto de la autora para el prólogo de la primera edición).


Como lapicera me declaro insurrecta, llena de embestidas a la hoja de papel.
Hago mutapetes, palabra extraída de la magia y la cosquilla y especialmente inventada para contar las mutaciones del chupete en la historia del hombre.
El mutapete nace de un garabato fulminante que va del pie hasta la cabeza. Si trae vida y carácter lo bautizo de acuerdo a sus rasgos prominentes. El dibujo ya con nombre y apellido me sugiere trozos de novelas o manías metafísicas.

Como lapicera insurrecta quiero dibujar de un sopetón, quiero escribir con libertad y puntería despeinando la mente prójima y clavándole alfileres.
(Texto de la autora para la contratapa de la primera edición)

Mutapetes
Textos y dibujos de Leda Valladares
Editorial Ledares,1963.


Poemas

Romántica de codo
(Especialista en puestas de sol)

Renace con arpegios, con trémolos solfeados. Como un vals,
languidece en las cornisas. Su dosis de ilusión, le inyecta escozor,
sigilosa alerta en la piel. Por ambigüedades como un soplo de brisa, una carta lacrada o un ruido de baúl, Romántica sufre escalofríos.
Por el lado del codo, por su extasiada punta le vienen los presagios, las reminiscencias, los tubérculos dopantes. Y así cae en los solsticios, en el sueño endovenoso.
Oníricamente acodada, se asesora en crepúsculos y puede sonreirle a las veredas, a las largas avenidas que van a dar al tupé.
Nadie sabe si flota o subyace, pero su olor a jazmín guardado en libros,
es signo de su dulce vagancia universal.

Epa de Susto
(Mamífera indefensa)

No es capaz de calmar su retroceso. Se está yendo para atrás, se consume en olvidos, en tiempos de antes.
No puede comprender los municipios, las formas del correo, los kilos de la balanza. Entiende solamente de voces telefónicas, de fantasmas sonoros,
de tuberías suspirantes. Y es capaz de llorar por un llamado a larga distancia: se le ocurre que es un alma la que le habla.
Y tiene tropezones que dan pena, delicadezas de tobillo que son para lagrimear.
Corazón animalito: yo te regalaré una almohada, un sauce melenudo, un olor a lluvia, un clamoroso verano contra tu miedo ancestral.

Pebeta en Fa
(cosquillas a la edad)

Se quedó bailando en patitas, a pleno costillar.
Para burlarse de lo feo nada mejor que desflecarse en melena, tomar las de Villadiego a través de largos rulos y encontrar la melodía en su talón.
Pebeta en Fa, digamos adolescencia en swing o cosquillas a la edad. Mirándola bien: devaneos sin antifaz.
Sacudida por la primavera se alegra a cien pulsaciones y se desparrama por el suelo. Tirada en la tierra se entrega a la música desnuda, con las ranas cantando en el charco de la noche.
Pebeta se embriaga con el tiempo, huele las horas, goza los segundos a todo corazón.
Tironeada por las flores, no sabe si dormir la hamaca, si resbalar el tobogán.

Ventolina Psiquis
(Sonidista del alma)

Con aire de vidrio impertinente, Ventolina traspasa los cuerpos sonoros, sobrevuela la región del equinoccio y da su puntapié de reina supersónica. A velocidades de orgía va del símbolo a la estrella y sufre el duro frío de la luna. En plena vía láctea Ventolina sospecha el abismo, se estremece de puro más allá.
Toda puntapié de enigmas, especialista en ramas y pájaros insomnes propone su ráfaga insolente.
Es la sonidista del alma, la acróbata del sueño misterioso.



Lungoberta
(Vals de la vida)

Lungoberta ha sufrido un colapso al romance. Asidua practicante del beso creía que besar era una cruza de destinos. La muy ilusa besaba como quien calca un latido, con un adagio espeluznante.
Dada al claroscuro y a toda clase de intensidades, hacía del beso una obra de arte, un dibujo de alma contra alma.
Un día sintiéndose eterna - como siempre que besaba profunda y milimétricamente - descubrió que el otro beso se aburría. Entonces se quedó infinita, que es como decir ausente para siempre, sola como un ladrido.
Desde ese día se dedica a la danza. Su pierna en mi bemol arrastra el misterio, baila monólogos y toda clase de profanaciones al delirio. Su brazo, como un himno vertical, busca la belleza que perdieron sus labios, el dulce engaño de una eternidad imposible.

Aturdime el Do
(Zafarrancho por doquier)

Me muero de gusto si me anarquizas, si me asustas la fantasía. Haceme reir con las babilonias, con las madréporas imberbes. Te entrego mi alma por una carcajada.
Si alguien asesta su manaza sobre mi hombro yo soy la borrachera de vivir. Aturdime el do Segismundo, empujame la índole que el despatarro me alimenta.
De vereda en vereda, yo busco el codeo emocionante; vicio mío de almadumbre, de vaho sobrehumano con olor a multitud.
Por esas calles del mundo mi consuelo es la tibieza general de las barrigas, el resoplido nasal.
Y algún día me acostaré en veredas a mirar humanos, a olvidarme de mis nanas.

Acusativo de Ponientes
(centinela del sistema solar)

Acusativo delata las tinieblas, proclama la injusticia de la noche, la caída del color en medio de la sombra.
Como buen custodia de la vida interpela las penumbras, toda huída de luz hacia el poniente.
Gozador del mediodía, enemigo de torvos tragaluces alza los brazos en nombre de las siestas luminosas.
Y a grandes manotones nos ordena: “miren el naciente, abran las ventanas tendenciosas, dejen la piel bajo un sol recalcitrante. Quiero organizar las alegrías estivales, la suave dentellada del latido entre las venas. Y a la dulce hora de la siesta entremos al reino de la blusa, al tibio sopor del más acá”.

Más sobre Lleda Valladares en www.damiselasenapuros.com.ar


Coplas de Baguala - Leda Valladares



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