Una familia de Otamendi encontró y catalogó la biblioteca perdida del escritor Roa Bastos
Los hijos del escritor paraguayo presentaron este miércoles en Asunción un lote con 176 libros marcados, anotados y dedicados que formaban parte de la biblioteca que su padre edificó durante su exilio porteño entre 1965 y 1976, ejemplares que fueron encontrados en la calle hace dos años por una familia argentina.
Por Ana Clara Pérez Cotten
Tras un derrotero que podría inspirar una novela pero que también tiene
ecos de reparación histórica, los hijos del escritor paraguayo Augusto
Roa Bastos presentaron este miércoles en Asunción un lote con 176 libros
marcados, anotados y dedicados que formaban parte de la biblioteca que
su padre edificó durante su exilio porteño entre 1965 y 1976, ejemplares
que fueron encontrados en la calle hace dos años por una familia
argentina que, consciente del valor patrimonial y como parte de una
rutina pandémica, se dedicó a limpiarlos y catalogarlos para finalmente
entregarlos a la embajada de Paraguay.
El largo recorrido que hizo la biblioteca del autor de "Hijo de hombre" terminó en la Casa de la Literatura Augusto Roa Bastos en
Asunción, adonde los libros quedarán exhibidos por un tiempo antes de
incorporarse al patrimonio de la Fundación que lleva el nombre del
escritor, quien fue expulsado de su país por la dictadura del general
Higinio Morínigo y vivió casi tres décadas en la Argentina, donde
desempeñó varios oficios y logró destacarse como guionista de cine,
mientras pergeñaba "Yo el Supremo", una de las obras literarias más
portentosas del continente.
La foto, más allá de la alegría del
hallazgo, poco dice del camino auténticamente literario que hicieron
durante más de cuarenta años aquellos libros antes de llegar a destino,
un recorrido que Télam pudo reconstruir con los protagonistas del
"rescate". Los ejemplares esperaron al escritor en un departamento
porteño al que nunca volvió, viajaron a Barcelona, estuvieron años en un
depósito y finalmente se remataron como parte de un lote de escritores
que adquirió un argentino. En 2019, tras ser rescatados de un container
en una ruta en Chapadmalal, fueron leídos y catalogados por la familia
Brittez, que contactó a la embajada con el pedido de que se los
devolvieran a los herederos del autor.
"Los libros hoy vuelven a Paraguay porque fueron encontrados por lectores que entendieron el valor de lo que tenían en sus manos. Se cierra un círculo y en eso hay mucho más que un capricho del destino"Mirta Roa
"Mi primera impresión al recibir las siete cajas, además de la emoción
lógica de reencontrarme con cosas de mi padre, es que estos ejemplares
no valen por sí mismos sino por las anotaciones que él hizo en las
páginas y las marcaciones. Fueron años de lecturas fundamentales,
aquellos en los que estaba pensando en `Yo El Supremo´. Se puede ver el
proceso de investigación sobre la figura de José Gaspar Rodríguez de
Francia, en quien se inspiró. Son los libros que rayó en esa etapa
literaria clave en su carrera", cuenta a Télam Mirta Roa, su hija, desde
Asunción.
"Están marcados con señaladores hechos con papel.
Anotados. Es el testimonio literario de una persona que estuvo
estudiando a este héroe y antihéroe de la patria", analiza la hija y
explica que además hay varios libros de crítica literaria y de cine que
dan cuenta de su formación en los años en los que fue profesor de guion
en la Universidad de La Plata.
Desde que recibió el llamado de
la Embajada de Paraguay en Buenos Aires, Mirta Roa y su hermano Carlos
repasan los datos biográficos y ciertos hitos históricos para poder
entender el camino que hizo la biblioteca porteña del narrador, pero
además reconoce muchas de las tapas y la letra de su padre: "Pasaron 40
años, pero los veo y los reconozco. En mi casa no había adornos, pero
teníamos libros: los acomodábamos, nos divertíamos haciendo listas o
limpiándolos. Y ahora están acá", dice.
"Llevo la cuenta de mi
exilio por las bibliotecas perdidas: ya van tres...", le contó Roa
Bastos al periodista Alfredo Serra en 1995. Y esa experiencia del
desarraigo atravesó su sensibilidad literaria y definió las coordenadas
de sus textos: "El exilio es una doble mutilación: la pérdida de un
territorio y luego la pérdida de la lengua. Hoy me encuentro escribiendo
una lengua que no es la mía, es la del exilio", contaba.
Esta biblioteca exiliada y recuperada reúne parte de los libros que el autor leyó y subrayó entre 1961 y 1975.
"Después del golpe militar en Argentina, mi padre se fue a París y con
mi hermano viajamos a Venezuela. Antes de dejar Buenos Aires, mudamos
sus libros a un pequeño departamento que él tenía en el centro de la
ciudad. Después me enteré que le había entregado el departamento a la
agencia de Carmen Balcells como parte de pago de muchos adelantos que
había recibido. Sé que Carmen recogió los originales, los papeles y los
libros y los puso a resguardo en un depósito en Barcelona. Pero mi padre
no siguió pagando el espacio. En 2005 supe que estaban subastando las
cartas que se cruzaban los escritores del boom y otros materiales en
Barcelona. Me imagino que aquellos y estos libros eran parte de lo que
estuvo en ese depósito. Entiendo que un argentino compró el lote de los
libros y así volvieron al país", reconstruye la hija del escritor, en
una historia que entrecruza su genealogía con la de la literatura y la
historia latinoamericana.
Más allá del valor que tienen para
entender cómo Roa Bastos trabajó la escritura de "Yo el Supremo",
también dan cuenta de cómo fueron los años que pasó en la Argentina. "Él
pensó que iba a volver a Buenos Aires porque le encantaba la ciudad y
su vida cultural. Siempre fue un lector voraz pero en la Argentina se
dedicó a leer con intensidad. Compraba muchos libros en el Centro Editor
y en Losada y recibía textos de otros autores", recuerda.
Mirta, quien perdió libros de su biblioteca personal por lo anecdótico
de una gotera en un día de lluvia torrencial, se niega a creer que el
derrotero de la biblioteca de su padre sea una mera casualidad: "Los
libros hoy vuelven a Paraguay porque fueron encontrados por lectores que
entendieron el valor de lo que tenían en sus manos. Se cierra un
círculo y en eso hay mucho más que un capricho del destino".
"Él pensó que iba a volver a Buenos Aires porque le encantaba la ciudad y su vida cultural. Siempre fue un lector voraz pero en la Argentina se dedicó a leer con intensidad. Compraba muchos libros en el Centro Editor y en Losada y recibía textos de otros autores"Mirta Roa
La familia Brittez: una pyme de restauración y conservación
"Son
tuyos", le dijo por teléfono Mirta Roa a la socióloga Celina Brittez el
día que recibió las cajas con los 176 libros que su familia cuidó,
leyó, catalogó y embaló para que llegaran a Asunción.
La
historia de la repatriación empieza en 2019 en la provincia de Buenos
Aires. Gastón, un técnico mecánico de maquinarias agrícolas, se topó con
un container en una ruta en Chapadmalal que tenía muebles viejos,
maderas y un montón de cajas de libros. Como su novia Celina es muy
lectora, le consultó si los quería. Así fue como aquellas cajas con
libros llegaron a la casa de la familia Brittez en Otamendi.
Una
tarde, Celina (estudiante de sociología), su padre (Fernando,
antropólogo), su madre (María, profesora de inglés) y sus tres hermanos
se pusieron a ver qué había en las cajas y, en una primera impresión, se
toparon con muchos libros de teatro y poesía. "Al abrir uno de esos
encuentro en una primera página la dedicatoria "para Augusto Roa por su lucha" y en otro "Para el gran Augusto Roa Bastos".
Y después empezó a aparecer su firma, cartas y fotos. En simultáneo,
íbamos googleando su biografía porque no sabíamos bien las fechas de su
exilio e imaginábamos hipótesis e ideas fantasiosas de cómo esos libros
habían llegado a Otamendi. Yo nunca lo había leído y, lógicamente,
después de esto toda la familia se sumergió en su obra", cuenta Celina
sobre cómo el hallazgo impactó en la dinámica familiar.
Conscientes del valor patrimonial, los Brittez se propusieron catalogar los ejemplares y armar un inventario. "Uno
dictaba, el otro escribía en la computadora, otro registraba si era una
carta o foto. Y armamos un emprendimiento familiar: mi mamá, mi papá,
mi compañero y mis tres hermanos nos pusimos a trabajar con los libros
de Augusto", cuenta Celina, que ahora se refiere al autor con
familiaridad.
La pandemia alteró los planes del mundo y también
los de los Brittez. Celina, mientras resguardaba su embarazo del
coronavirus, aprovechó aquel encierro pandémico para leer gran parte de
aquella biblioteca. Empezó por "Los exiliados", de Gabriel Casaccia, un
libro que "narra el sentimiento de desarraigo de un grupo de paraguayos
en Argentina, que tiene una dedicatoria muy sentida del autor a Roa
Bastos".
"Durante
los meses de las restricciones más fuertes los libros quedaron
guardados en cajas en el garage. Hasta que un día, todos embarbijados,
retomamos el proceso. Quedaba muy poco para identificar",
cuenta y advierte que si bien había averiguado mucho sobre la familia
del escritor en Paraguay, no tenía muy en claro cómo llegar a ellos.
"Inventamos un sistema. En una planilla íbamos anotando título, autor,
año de publicación y anotamos en rojo si tenía algo adentro y en qué
parte. Después pusimos todo ese material aparte en una caja. También
había artículos periodísticos descabellados que parecen cuentos y que él
había seleccionado", explica.
"Un día, después de un sueño
vívido, sentí que el trabajo estaba terminado. Era un final que le
hubiera gustado a Augusto. Mandé un mail a la embajada de Paraguay
explicando que quería darle este material a la familia y se pusieron en
contacto conmigo", cuenta Celina sobre los trámites de la última parte
del proceso. Los Brittez recibieron al personal de la embajada con una
merienda y durante ese encuentro entregaron los libros y su trabajo de
catalogación. Se sacaron, además, una foto en la que todos miran a
cámara con el gesto del trabajo cumplido.
El domingo los sorprendió una videollamada de Mirta y comprobaron a la distancia que la biblioteca de Roa Bastos sobrevivió a 43 años de exilio y que ya se puede consultar en Paraguay.
Fuente: Télam
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