El bombardeo canalla

La lectura de una reseña muchas veces convoca a la lectura. Otras, como en este caso, moviliza los recuerdos. Compartimos una sentida, excelente crónica de nuestro querido compañero Álvar Torales.


Por Álvar Torales


La Facultad de Filosofía y Letras de la UBA ha editado el libro La cotidianidad interrumpida. Testimonios de los bombardeos a la Plaza de Mayo, según una nota publicada en el suplemento Radar del diario Página 12, el 10-07-2022.

Entre los testimonios que cita el libro aparecen los de Jorge. "No se habló en casa de muertes. Luego fue lo de las iglesias quemadas. Eso sí que fue dramático, aunque no murió nadie" y el de Antonia, estudiante de un colegio religioso. "Cuando volvimos al colegio, lo único que nos hablaban las monjas era de la quema de las iglesias. Nadie nos nombró el bombardeo, y bastante después nos enteramos que dos alumnas compañeras habían muerto en un colectivo alcanzado por las bombas”. 

Yo era un niño de apenas doce años y aunque no leí el libro, sí fui una suerte de testigo, por lo que me atrevo a escribir esta crónica, hecha de recuerdos y de emoción.

Como dije anteriormente estaba próximo a cumplir doce años y vivía en la esquina de Sarandí y Estados Unidos, a unas veinte cuadras de la Plaza de Mayo, en lo que entonces se llamaba una casa de altos, vieja pero muy luminosa ya que tenía cuatro balcones y dos ventanas grandes. Buenos Aires era mucho más bajo que ahora y la visión periférica más amplia. Esa mañana. los curas nos hicieron salir antes al mediodía y nos mandaron a casa; primera pregunta ¿sabían los curas lo que iba a ocurrir? el colegio al que concurría estaba en zona de riesgo, a tres cuadras del Congreso Nacional. Años después no pude dejar de asociar esto a la inscripción que llevaban los aviones asesinos: "Cristo vence". Cuando comenzó el bombardeo recuerdo que lo primero que experimenté fue estupor, asombro. Asomados imprudentemente al balcón, divisábamos la silueta de los aviadores, era como que el cine se volvía realidad. Era 1955, recién habían pasado diez años de la Segunda Guerra Mundial y había numerosas películas de guerra. Mientras duró el bombardeo corríamos de un balcón a otro para tratar de ver mejor sin entender cabalmente qué pasaba.



El terror recién comenzó para mí una vez terminado el ataque, con el ulular de las sirenas, lo que rápidamente asocié con lastimados, heridos y muertes. Estaba paralizado por la angustia y el terror viendo a camiones llenos de gente que al grito de "¡Viva Perón!" se dirigían a la Plaza. Los veía pasar emocionado y pensaba "¡los van a matar!". En ese momento la estridencia del timbre de calle nos hizo correr hacia las escaleras. Era la tía Blanca. La tía Blanca, enfermera y peronista; abnegada y solidaria siempre presente en las difíciles nos preguntó a los gritos y si estábamos todos bien, y ante nuestra respuesta afirmativa dio media vuelta. Con mi hermana fuimos al balcón que daba sobre Estados Unidos y la vimos partir raudamente, montada en el estribo de una ambulancia, aferrada a la ventanilla. Ahí comencé a tranquilizarme porque comprendí que el estruendo de las sirenas lo producían muchas tías Blanca auxiliando víctimas.

Hoy, cuando escribo esto ya soy un viejo, y no puedo dejar de emocionarme al recordar aquellas jornadas. Ahora se sabe que fueron más de 300 las víctimas fatales, incluyendo decenas de niños y niñas y sus consecuencias; centenares de heridos y mutilados y millones de humildes azorados que no se explicaban lo ocurrido. La Historia está en deuda, los historiadores tendrán que investigar profundamente qué ocurrió ese día, por qué Uruguay recibió a los aviadores asesinos, porqué se desconocen sus nombres, quienes fueron los responsables de maquinar el ataque.

Solo queda claro que por única vez en la historia mundial las Fuerzas Armadas de un país bombardearon a su propio pueblo de manera imprevista y artera. Esa vergüenza no se puede borrar.

Comentarios

  1. Muchas gracias, Alvar. Terrible tragedia, bello escrito. Sentí estar ahí en el balcón. Y escalofríos cuando la tía Blanca toca el timbre.

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  2. Página triste, desquiciada y vergonzante de nuestra Historia. Alvar, tu relato es pura emoción. Gracias por tan bello texto.

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  3. Muy triste todo, por suerte hoy si las FFAA tienen 2 aviones de los 70 es mucho

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