Trelew - La fuga que fue masacre
MM: ¿Trelew en la zona era un tema tapado? ¿Era un
tabú hasta que volviste a ponerlo en la escena? Además lograste hablar con
los remiseros, con una ex mujer policía… Es el tema de traer al presente una
historia escondida, ¿no? ¿Cómo lo vivieron ahí, en la zona? |
MA: No era fácil. Porque además, pensemos el contexto.
El equipo empezó a trabajar a fines de 1999. En el año 2000 desembarcamos en
Trelew para ver qué era. Yo nunca había pisado esa ciudad. Empezar a ver las
locaciones, ver el aeropuerto viejo, estar ahí, por ejemplo, a mí me definió
que el aeropuerto era una pieza central. Pasaba algo en el aeropuerto, pero no
podías saberlo hasta que no estabas ahí. Volviendo atrás, para escribir un
guion, hasta que uno no pone los pies ahí y se da cuenta de que ese lugar tiene
una energía o un algo, que va a contar algo en esta historia, es difícil. Pero
volviendo a tu pregunta, Mario, nos encontramos con mucha cerrazón, con mucho
silencio. A lo largo de los años hubo grupos de la universidad, gente de Cultura
que trató de sostener la memoria de que eso estuviera ahí. Pero era un tiempo
en el cual no hablábamos de la lucha armada, ¿Quién hablaba de la lucha armada
en el año ’99? Veníamos del juicio a las Juntas en los ’80. Un juicio que si
bien tiene su valor, se había necesitado construir ahí, más que nada, la figura
de la víctima. Porque había que juzgar a los militares en un contexto muy
complejo. No se había podido llenar de contenido político a esa generación, que
solamente era mirada como víctima. Eso fue en los ’80. Y en los ’90, ya
sabemos. Indulto, leyes de impunidad… Entonces llegamos al ’99 queriendo hacer
una película sobre Trelew, nada más y nada menos. Bueno, no era tan fácil, en
aquel momento, que la gente se animara a ponerse frente a una cámara. Ese fue
un proceso muy complejo. Mucha desconfianza. ¿Qué es esta gente que llega acá y
quiere hacer una película? ¿No serán de los servicios? ¿Para quién laburan?
¿Qué quieren hacer? Hubo que deconstruir una enorme cantidad de cosas,
con un trabajo de campo largo y de construcción afectiva, para que al fin se
pudiera conseguir que algunos y algunas accedieran a estar y a construir
el relato que para nosotros era fundamental construir, de esa historia. Pero
hubo muchas personas que no participaron. Si uno mira un poquito más adelante,
y se fija que en 2006 el cabo Alegre denuncia espionajes ilegales
desde la Base “Almirante Zar” que seguía haciendo la Marina en la zona a
políticos, a organizaciones sociales, incluso al mismo equipo de la película…
Estábamos siendo observados y había un relato sobre lo que hacíamos, sobre lo
que la Marina consideraba un potencial riesgo con esta película, que iba a
hacer que se pudiera llegar a abrir una causa por crímenes de lesa humanidad.
Ellos mismos se daban cuenta de que una película podía llegar a abrir esta
situación. Que finalmente, lo hizo, entre otras cosas. La película terminó
siendo prueba en la etapa de instrucción de la causa. Hay fotos de los
espectadores que fueron al estreno de nuestra película en Trelew. La Marina
mandó fotógrafos, para sacarles fotos a las personas que estaban entrando a la
sala. Si todo eso estaba sucediendo en el 2006, ¿cómo esa comunidad no iba a
tomar recaudos? ¿Cómo no iba a haber temor, o una sensación de estar siendo
mirados? Estaban siendo mirados. Hay algo ahí, para pensar la historia en
términos de continuidades, y no siempre de rupturas. La democracia abrió
algunas cosas, pero hubo continuidades en un montón de aspectos, de las que tal
vez podamos hablar otro día. Nos encontramos con eso, Mario, que fue un proceso
difícil, largo, pero también muy feliz. Cada vez que una persona decidía
sumarse a este proyecto de la película, lo hacía por sus propias razones.
Nuestra presencia interpeló motivos, generó que cada uno y cada una encontrara
su razón y su propia necesidad de poner palabras a una historia que estaba ahí,
atragantada. Y entonces la película empezó a ser, de alguna manera, la
posibilidad de poner palabras colectivas e individuales, sensibles a esa
experiencia que había dejado tanto dolor en esa comunidad. Tremendo dolor. Esos
militantes fusilados en la Base, habían sido, si se quiere, compañeros de la
comunidad de Trelew y de Rawson. Había habido comisiones de solidaridad, la
gente de Rawson y de Trelew habían sido apoderados, habían dado sus casas para
recibir familiares… Todo eso se había construido como una historia que era
política y amorosa a la vez. Entonces, cuando suceden los fusilamientos, el
golpe es brutal. Lo es en todo nuestro territorio argentino, pero es especialmente
brutal en las ciudades de Rawson y Trelew. Porque esos vínculos eran cercanos,
esos pobladores iban a la cárcel como apoderados, se reunían con los abogados,
se reunían con los presos, conocían a sus familiares, los hospedaban… ¿Cómo no
iban a quedar mal? ¿Cómo iba a ser tan simple ponerse frente a una cámara y no
romperse de la emoción? Fue necesario un trabajo muy delicado, y también con
mucho acompañamiento de algunos referentes de la zona que estuvieron mucho.
Entre ellos, Juan Arcuri, que había sido Secretario de Cultura, tenía muchos
lazos construidos allí, y nos acompañó muchísimo en la posibilidad de articular
los lazos necesarios de confianza para que esto fuera posible. Así que eso fue
un trabajo de campo intenso en la zona.
LA: Tuvieron mucho tiempo con los entrevistados, ¿no?
Es un hallazgo la gente que consiguieron que hablara. El tipo de la morgue… una
señora que era policía… Como que todos querían contar un poco lo que había
pasado. ¿Cuánto tiempo tardaron en contar con la confianza de esa gente?
MA: Fueron muchas visitas, para explicar cuál era el
sentido de todo esto. No fue igual con todas y todos. Los taxistas, por
ejemplo, me habían dicho que no iban a participar. En realidad uno de ellos,
Rubén, me había dicho que no iba a participar. Que no lo iba a hacer de ninguna
manera. Habían sido varias visitas y él había dicho que no. Y ya rodando la
película, con las personas que habían dicho que sí, con un plan de rodaje, en
un momento determinado, a dos personas, que habían sido apoderados en ese
momento y me habían dicho que sí, deciden suspender su participación en
el lugar donde ya teníamos armado todo. Fíjense cómo es. Entonces se cae
ese rodaje, con todo lo que implicaba, una tremenda decepción, angustia… Y en
ese momento dije: “Bueno, tenemos los equipos, tenemos las luces, los ponemos
todos en la camioneta (estábamos en Trelew) y nos vamos a Rawson a tratar de
que el taxista sí nos dé la entrevista”. Ya nos había dicho que no un montón de
veces. Nos fuimos a Rawson con la camioneta, la cámara, las luces, le toqué el
timbre al señor. Era 15 de agosto, el día del aniversario de la fuga. Él me
había contado que a partir del ’72, festejaba el cumpleaños dos veces: el día
en que había nacido y el 15 de agosto de nuevo. Porque sentía que había vuelto
a nacer ese día. Por todos los riesgos que había corrido, en esa situación de
trasladar los presos, y demás. Le golpeo la puerta y le digo: “¡Feliz
cumpleaños, Rubén!”. Se sorprendió, me abrió la puerta y le dije que era en ese
momento o nunca. Que estaban la camioneta, la cámara y las luces. “¿Querés o no
querés?”. “Bueno”. Entramos a la casa, llamó a un compañero e hicimos la
entrevista así. Ese es el menor trabajo de campo en el que pueda pensarse. El
trabajo de campo había sido hecho antes. Había habido una negativa, se habían
caído unas entrevistas, y se levantó la del taxista. No con todos y todas fue
igual. En el caso del empleado de la funeraria fue una entrevista que salió al
último momento. Cuando la película ya estaba casi completamente rodada y nos
estábamos yendo en un viaje. Se acercó Juan Arcuri, que nos dio una gran mano,
y me dice que acababa de ver a un ex alumno de él, cuyo papá trabajaba en la
funeraria. Yo no sabía si irme o quedarme. Al final, regresé a la semana, y por
los lazos de confianza que había ahí, esa entrevista fue posible, sin
previo aviso. Así como algunos personajes costaron mucho esfuerzo, otras cosas
salieron por lo que a veces uno no sabe que está construyendo y construyó.
Entonces aparece algo interesante, que habilita. El otro empleado de la
funeraria nos había dicho que no cien veces. Y apareció esta segunda
posibilidad, de otro trabajador de la funeraria que sí quiso hablar. Que tenía
necesidad de hacerlo, que no le había contado esto ni a su familia. Durante
muchísimos años lo había eludido. Mucha intensidad.
MM: Qué muestra también de tu fino oído, Mariana. Eso
de decirle “Feliz Cumpleaños” al taxista. Yo creo que eso abrió las puertas. Es
hermoso. Como historia es hermoso. Y bastante menos hermoso, ¿sintieron la
amenaza o temor? Vos contás que la Marina seguía mandando fotógrafos. Ustedes,
como equipo de trabajo, estando ahí, yendo y viniendo, ¿tuvieron temor?
MA: Yo no tuve temor en ese momento en el que
estábamos rodando, pero creo que porque era muy inconsciente, la verdad. Porque
había que entrar a filmar en la Base Naval y fue todo un tema. Hubo que tener
una entrevista acá, en el Edificio Libertad, con el segundo del jefe de la
Marina en aquel momento. Fue todo muy tenso, muy difícil. Muy difícil la
situación en la Base. La Marina, acá en Buenos Aires, nos respondía que nos
iban a dejar filmar pero que no nos iban a dar ninguna nota de autorización
para eso. Que fuéramos allá y pidiéramos filmar. Imagínense ustedes, mil
quinientos kilómetros para ir a la Base a ver si nos dejaban entrar. Creo que
no tuve miedo porque no era muy consciente, porque teníamos un entusiasmo y una
pasión puestos ahí, que era todo para adelante. Sí tuve miedo y fue tema de
terapia, mucho miedo al momento del estreno de la película en Trelew. Sí tuve
miedo ahí. La escena del estreno de la película, con una sala repleta de gente
daba una sensación de mucha exposición. De tener que subirme a un escenario a
presentar ésta película, en Trelew. Tuve mucho miedo en esa escena. Y supimos
que en esa escena había gente de la Marina sacando fotos, un par de años
después. En ese momento no sabíamos que eso estaba sucediendo. Creo que ese fue
el único momento en el que tuve temor. Sí teníamos muchos ruidos en el
teléfono, durante mucho tiempo. Una vez, Adolfo Pérez Esquivel me dijo: “Sí,
sí… “
LA: La película es un testimonio, Mariana. Tus
películas son un testimonio casi inédito de cosas que no conoce el gran público
y que vale la pena conocer. A nosotros nos gusta eso de tu cine. Siempre hay
algo innovador y novedoso en esa investigación del pasado. Sin embargo, en
todas las películas estás hablando del presente. Como que ese es el puente para
las nuevas generaciones.
(…)Mario Méndez: Ibas a contar algo de los ruidos en
el teléfono que te dijo Pérez Esquivel, que seguramente era jugoso, ¿Qué éra?
Mariana Arruti: Lo que nos pasó durante bastante
tiempo, sobre todo después del estreno de la peli en Trelew en mayo del 2004.
Recién en septiembre llegó acá, a Buenos Aires. En el medio fue a algún
festival. Después del estreno acá, en Buenos Aires, cuando empezamos a ir a
otras ciudades con la película, cuando recibía una llamada, yo levantaba el
teléfono y sentía una especie de ulular. Al principio no le di bola, pero
después fui a hablar con Adolfo y me dijo que sí, que me estaban escuchando.
Que es el típico sonido que se escucha en un teléfono cuando te están
escuchando. No era demasiado jugosa la anécdota, solo que a él también le
pasaba. En determinadas circunstancias, cuando estaban en determinadas movidas
empezaban otra vez a escucharlo. Y era como inevitable. Con Trelew,
no hubo modo. Nosotros, como equipo, tratamos de que el teléfono de mi casa
estuviera más cuidado, que los llamados se hicieran a otros lados.
Laura Ávila: Yo la vi en el Festival de Mar del Plata,
y a la gente le picaban las manos de aplaudir. Trelew es una película
que hacía falta, la recibieron muy bien. ¿Cómo le fue a la película después del
estreno?
MA: Le fue increíble. Tuvo un recorrido muy hermoso en
el país. Se estrenó en muchísimas provincias a sala llena. Acá en Buenos Aires
estuvo en Cinemark, para que ustedes se den una idea. Después estuvo seis meses
en el Premier. No la bajaban porque la gente seguía yendo a verla. Fue una
película que tuvo mucho público y cuando fue a festivales internacionales, de
cada festival al que iba traía un premio. Yo ya creo que la película es aparte
de mí, hay como una apropiación de eso por fuera. Trelew tuvo los dos
premios Cóndor de Plata a “mejor documental” de la Asociación de Críticos
Cinematográficos. Tuvo premios en La Habana, en Los Ángeles, en Trieste, en
Alemania, siempre traía un premio. Y eso es fuerte también porque es una
historia muy nuestra. Pensar que una película que está en un festival
internacional donde los jurados pueden ser un francés, un belga y un no
sé qué, que de golpe pueden apropiarse de esa historia, eso es fuerte. Yo me
acuerdo que en La Habana vi una escena que me conmovió. Estábamos en una
segunda proyección de la peli, en una sala chiquita. Una proyección extra que
yo había pedido, porque tenía pocas pasadas y traté de tener una proyección
más. Era una sala chiquitita, me acuerdo que estaba Fernando Birri, una
maravilla. Y había una piba alemana, joven, que tendría veinte años, sentada
dos filas delante mío, y la piba no paraba de llorar cuando terminó la
película. Yo me preguntaba qué entendía una alemana de eso… Y entendió todo lo
que había que entender. Nos dio una alegría tras otra. Y la alegría final que
nos dio, fue que fue prueba en la causa, que yo terminé yendo a declarar como
testigo en la causa por delitos de lesa humanidad. Tenía un cagazo
tremendo igual, mal. Pero es eso que uno piensa con una película, de tratar de
reparar algo de lo que ha sucedido. Una hace la película, de algún modo, para
eso. Que en serio, de verdad, con lo fuerte que es la escena de un juicio, que
los imputados, que Sosa tenga que comerse el garrón de ver la película entera,
en el marco del juicio, es muy fuerte. El tribunal hizo eso. Pasó la película
entera, de pe a pa, en el marco del juicio oral. Yo creo que Sosa ya la había
visto en alguna oportunidad, antes de esa escena. Pero que la película de una
esté ahí, en ese escenario… No sé si hay otro premio mayor. No hay. Da la
sensación de haber servido, además de la emoción, de las generaciones que
pueden conocer la historia. Ese escenario judicial fue muy intenso. Hizo todo
esta peli. Se portó re bien.
MM: Un poco de justicia poética, con Sosa y los demás
imputados.
LA: Fue una peli de nueva generación. Nos dimos cuenta
de que podían hacerse documentales que tuvieran un ritmo narrativo, casi
argumental. Porque empieza con esa fuerza, esa música… la música de todas tus
películas es muy buena. Esa música de triunfo que va subiendo a lo largo de la
película, y cómo está ensamblada, y mostrada, con las voces de todos… Yo creo
que es una película estandarte. Y que tendrían que verla todas las personas de
esta generación también. Habría que crear un espacio para que puedan verla
adolescentes, habría que proyectarla en escuelas, donde pudiera verla gente a
la que le explote la cabeza como a nosotros cuando la vimos. La verdad es que
es hermosa.
MA: Bueno, ahora estoy también en una situación muy
loca, porque la tecnología es tremendamente tirana. Hace un tiempo me comuniqué
con la plataforma de Cine.ar porque Trelew estuvo mucho tiempo
allí y hace un montón que no está más. Está esa versión de Youtube que subió
alguien, no yo, la calidad que tiene es la que tiene. Ahí me entero de
que en realidad la habían bajado de la plataforma porque el contrato con el
distribuidor se había terminado. En realidad ahora soy yo la que da la
autorización para que la película esté ahí. Estamos viendo que vuelva a formar
parte de la plataforma, lo cual estaría muy bien, porque se va a subir un
archivo de buena calidad, se va a poder ver online, va a poder verla cualquier
estudiante. Pero hay otro tema, que es la emisión en el canal de TV. Y es un
tema que tiene que ver con la calidad. Los estándares de calidad de los
canales, para una película que fue terminada en 2004, merecen todo un debate.
Porque estaría buenísimo que Trelew vuelva a la emisión en televisión.
Se ha pasado muchísimo, hace años, y estamos ahí con Cine.ar viendo cómo son
los estándares de calidad. Es un asunto que merece otra reflexión, vinculada
con la memoria audiovisual, con los problemas de que la tecnología nos lleva
corriendo detrás del pixel, y en el medio hay una cantidad de cosas que se
pierden. Y que nos pasa con todo, con las fotos, con el cine… Es un tema muy
complejo que implica pensar cuestiones de archivística, de tecnología, de
memoria, de lo que habla de un pueblo, que terminan teniendo efectos sobre
eso.
Leer entrevista completa: primera parte y segunda parte.
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