Con la voz bien alta: ¡a leer y a jugar!
Una semana de
vacaciones de invierno no tiene por qué convertirse en infierno cuando los
chicos están en casa. Padres, madres, tíos y abuelos, todos mueren por encontrar con qué entretenerlos. Siempre pueden hacerse actividades que los diviertan y
a la vez desarrollen su imaginación. Por eso, en la semana que Libro de arena dedica a los juegos y lecturas de vacaciones se
publica un fragmento de un texto perteneciente a Luis María Pescetti, Juegos
de lectura en voz alta, que propone una serie de juegos con la lectura y la
escritura. Este es el entretenimiento buscado por los adultos: sin saltar,
correr, romper, hacer gastos extras o perderlos dentro de una pantalla, los
chicos juegan, se divierten, y aprenden cosas diferentes. A leer en voz alta, a
plantarse frente a los otros, a actuar en la piel de un personaje, a expresarse. ¡A no perder el tiempo, a leer y a
jugar!
Leer en voz alta no es un juego
Juegos "no tan locos"
Juegos "locos"
Leer en voz alta no es un juego
—son muchos—
Vamos a proponerles diversos juegos que se hacen leyendo
en voz alta. Algunos de ellos quizás les parezca que no están muy relacionados
con la lectura. Es un poco así y es intencional. Lo que se buscó es,
justamente, distraer a la persona del hecho de que estaba leyendo en voz alta.
Que se olvidara de eso, que la atención fuera a otra parte, a seguir las reglas
del juego, lo que fuera. ¿Por qué? Porque con esos juegos queremos, justamente,
hacer que cada uno gane confianza, no se sienta tan extraño leyendo algo en voz
alta, diciendo algo en voz alta frente a todo el grupo. Nos pareció que la
mejor manera de empezar es dejando a un lado el hecho de «la lectura» como tal.
Aquí casi no importa qué se lee, ni cómo se lo hace. De esa manera, nadie se
sentirá juzgado ni presionado por el hecho de que «se debe entender» lo que
lee.
Podríamos decir que en estos primeros juegos no importa
si se entiende o no el sentido de lo que se lee, porque no hay ningún sentido
para entender. Lo importante es que «suelten la voz» y no sientan vergüenza de
estar diciendo algo en voz alta, de que el grupo los oiga. Lo vamos a repetir,
en estos primeros juegos no importa el sentido de lo que se lee, todos están
dirigidos al hecho de leer en voz alta, y a ganar confiaza, divertirnos,
haciendo eso.
Eliminamos, muy a propósito, cualquier cosa que tuviera
que «hacerse bien», acá no hay nada para «hacer bien», cada uno lo hace como
quiere. Son juegos para divertirnos y para ir ganando confianza, ni más ni
menos que eso.
Juegos "no tan locos"
Leer el texto, variando la intensidad según el tamaño de
las letras
En el ejemplo que se da a continuación, vemos que las
letras tienen diferentes tamaños; lo que debemos hacer es leer ese párrafo
respetando el tamaño de las letras. Si es una letra grande la leeremos más
fuerte, si es una letrra pequeñita la leeremos en voz baja. Si en un renglón
las letras se achican, nosotros también iremos bajando el tono de nuestra voz.
"El mundo está preocupado porque
los tigres de Bengala se extin-
guen, por eso cada tanto mandan
a alguien para que los cuente.
"La última vez le toco a Jerónimo
Walawalkar Evans, un muy ex-
perto contador de tigres, persona
lista y meticulosa que nunca se per-
mitió distracciones en su oficio."
los tigres de Bengala se extin-
guen, por eso cada tanto mandan
a alguien para que los cuente.
"La última vez le toco a Jerónimo
Walawalkar Evans, un muy ex-
perto contador de tigres, persona
lista y meticulosa que nunca se per-
mitió distracciones en su oficio."
( Ema Wolf. Nabuco, etc. Buenos Aires, Grupo Editorial Norma,
1998.)
¿Quién Continúa?
(¿A quién le tocará?)
(¿A quién le tocará?)
El maestro preparará unos papelitos con números, del 1 al
... (tantos como niños haya en el salón). Los mezclará, bien mezclados (porque
se puede mezclar mal mezclado) en una bolsa o un sombrero. Luego pasarán los
niños y cada uno tomará un papelito, el cual deberá esconder, sin decirle a
nadie qué número le tocó en suerte. Cada niño tendrá un número escondido en su
mano, esto creará cierto misterio, porque sabemos nuestro número, pero no
sabemos qué número le habrá tocado al compañero que está sentado al lado
nuestro, o a la compañera de adelante.
El juego consiste en que, de a uno, cada niño deberá leer
un renglón completo, o, como siempre haremos, hasta el primer punto (seguido o
aparte).
Comienza con el niño al que le tocó el número 1. El debe
decir «uno», y comenzar a leer (hasta terminar el renglón o hasta el primer
punto, como hayamos acordado). Inmediatamente, el niño que recibió el 2, debe
decir «dos» y continuar él con la lectura. Luego otro niño dirá «tres» y
seguirá leyendo. Y así hasta que se terminen todos los números. De esta manera
iremos leyendo el texto con un poco de expectación, de misterio, sabemos cuándo
será nuestro turno, pero ignoramos quiénes estarán antes y quiénes nos
seguirán. Se me ocurrió que, para agregar más misterio a este juego, se podría
hacer de noche y con la luz apagada..., pero después pensé que a la noche nadie
va a la escuela (y que sin luz tampoco alcanzaríamos a leer nada). O sea que descartemos
esta última idea.
Variante
Cada niño escribe, en un papelito, su nombre, después
hace una bolita con él y se lo da al maestro, que mezclará todos los papelitos
(mezclando bien mezclado). Luego irá sacando de a uno, leyendo el nombre del
niño al que le tocará leer (un renglón o hasta el próximo punto), termina ése e
inmediatamente (para que no se interrumpa el ritmo de la lectura), el maestro
dice el nombre del niño siguiente. Y así hasta que se acaban los papelitos...,
o el texto, o suene la campana..., o vaya uno a saber qué es lo que pasa,
porque así son las cosas, y habrá que seguir otro día.
Variante (de la variante)
Esto sólo se puede hacer una vez, porque luego ya pierde
la gracia, pero puede ser divertido. Que el maestro haga trampa y repita el
nombre de algún niño al que ya le tocó leer. Si el maestro tiene buena relación
con el grupo, siempre causa risa cuando el maestro, jugando (atención:
ju-gan-do) hace una trampa y los niños lo descubren.
Juegos "locos"
(incluye unos "juegos muy locos")
Notitas de amor
Cada niño deberá escribir una notita de amor en un papel
pequeño. Puede ser una declaración de amor, o un reproche amoroso, y debe
tener, por lo menos, dos renglones. Las notitas son secretas, nadie le puede
decir a nadie qué fue lo que escribió. A medida que van terminando de
escribirlas, hacen un bollito de papel (para que no se vea cuál es o qué dice)
y lo dejan en la mesa del maestro, en la que vamos haciendo dos montañitas. Una
con los mensajes escritos por los varones y otra con las notas escritas por las
niñas (mientras tanto, el maestro va mezclando cada montoncito, por separado,
lo mejor posible).
Cuando todos terminaron, empezamos el juego, que consiste
en esto.
El maestro explica que éstos son mensajes de amor para
los niños de este salón, que el cartero dejó encima de su mesa, así que deberán
pasar a leer en voz alta el que le haya tocado.
Los chicos irán pasando de a uno a tomar uno de los
mensajes (con los ojos cerrados y al azar, sin saber cuál agarran) y leyéndolo
en voz alta. De esta manera: pasa un varón, toma un mensaje de la montañita de
las mujeres, lo lee en voz alta y se va a sentar; pasa una niña, toma un
mensaje del montoncito de los varones, lo lee en voz alta y se va a sentar. Y
así sigue.
Lo divertido del juego es que parece que el que lo lee en
voz alta hubiera recibido ese mensaje, fuera algo realmente dirigido para él
(¡incluso el maestro puede sacar un papelito..., a ver cómo le va!).
Para leer... leyendo
—juegos para leer en serio—
—juegos para leer en serio—
En enero de 1994 fui a tomar un curso sobre Filosofía
para Niños a New Jersey. Matthew Lipman, Ann Margaret Sharp y los otros
profesores nos hicieron leer de diferentes maneras. Cada uno de estos modos era
divertido y estimulante en sí mismo. Hacía que uno estuviera atento a cuándo le
tocaba leer, que conociéramos la voz de todos, incluso la de los que hablaban
muy poco (a los que hablábamos mucho a veces nos tocaba un renglón pequeñísimo,
por esas cosas del azar y de la justicia). Del recuerdo de esas prácticas y de
la experiencia de la profesora Gloria Arbonés, también de Filosofía para Niños,
comparto con ustedes las siguientes maneras de leer. Una sugerencia antes de
empezar: si la cantidad de niños del salón lo permite, si el tamaño mismo del
salón lo permite, es mejor hacer estos ejercicios sentados en rueda.
Sólo tres renglones
Para esta manera de leer, y las siguientes, es mejor que
cada niño tenga un ejemplar del libro o una copia del texto. Es mejor, pero no
quiere decir que solamente así se pueda hacer. Si hay un solo texto, o unos
pocos, se lo irán pasando de compañero en compañero. Se trata de que cada niño
lea tres renglones y luego siga otro compañero. Tres y sólo tres (o dos y sólo
dos, o cuatro y sólo cuatro, lo importante es que sea una cantidad fija de
renglones, igual para todos, y que la lectura fluya bien). No importa si esos
renglones terminan con una frase por la mitad, o si alguno es muy corto y el
que le sigue es muy extenso. Si el azar hizo que me tocara leer unos renglones
largos, bien; si fueron cortos, de una sola palabra, bien también; si era la
frase más importante del cuento, bien; y si era una frase sin la más mínima
importancia, bien también.
Hay algo muy democrático en esta cosa que, a primera
vista, parece un poco arbitraria, ya que nadie lee más «porque lea mejor».
Dicho de otra manera, si «leer bien» fueran moneditas, no se hace leer más a
los que tienen más de esas monedas. Tengan las monedas que tuvieren, a todos se
les pide el mismo esfuerzo.
Recuerdo una anécdota que me contaba mi padre, cuando él
cantaba en el coro de la escuela y la directora decía: «A ver, a ver..., usted,
Pescetti, cállese (y se hacía un silencio en el que él se callaba y todas las
miradas... y oídos... se concentraban en él, y ella completaba asintiendo) ¡ah,
ya me parecía que era usted el que desafinaba!»
En general, los coros escolares están llenos de actitudes
como ésas, que son muy buenas para la afinación, pero muy malas para las ganas
de cantar, y para la autoestima de aquél a quien hicieron callar. Leer en voz
alta es, de alguna manera, muy parecido a cantar. Nos sentimos expuestos frente
a los demás, sentimos que hay algo «que tenemos que hacer bien» y que todos nos
estarán juzgando. Entonces será bueno que quienes trabajamos con los niños
recordemos que hacer leer en voz alta no es un fin en sí mismo, sino una manera
más de desarrollar el gusto por la lectura y, sobre todo, el gusto por la
palabra. La palabra leída, la palabra en nuestra boca, en la boca de los
compañeros. La palabra que aquí suena dulce; allá, tímida; allá, demasiado
fuerte; en otro, quebrada por la emoción o el susto. En suma, el pensamiento y
el sentimiento hechos sonido.
Lo democrático del asunto radica en que más allá de quién
sea cada uno, deberá leer el renglón que le tocó en suerte.
Juegos de lectura en voz alta
Luis María Pescetti
Buenos Aires, Novedades educativas, 1999
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