Cuatro versiones de Judas

El tema del traidor reúne tres obras que tienen en su centro a un villano de cuento y de película. El cuento “Tres versiones de Judas”, de Jorge Luis Borges, el film La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese y El otro judas, obra de teatro de Abelardo Castillo. Y Mario Méndez comparte con Libro de arena un artículo en el que cuenta cómo las reunió para la lectura, reflexión y discusión en el ciclo de cine "El malo de la película" que se desarrolla hasta hoy en la Asociación Hebraica como parte de las actividades del Programa Bibliotecas para armar.

Por Mario Méndez
Con el programa Bibliotecas para armar, ya lo he mencionado en esta suerte de columna que tengo en unoytres.com.ar, realizamos en Hebraica un ciclo de cine cuyo eje es el villano, el antagonista reconvertido en protagonista. No hay mayor villanía que la traición, y el epítome del traidor es, diría que sin duda alguna, Judas. Judas, podría decirse, es el nombre mismo de la traición. Judas es el acólito que vende al maestro, por treinta viles monedas (el precio de un esclavo, dicen algunos, o de un burro), a un maestro que, se supone que él lo creía firmemente, era nada menos que el hijo de Dios. Pues bien, tomamos a Judas como uno de aquellos villanos que la literatura y el cine han tenido como protagonista y, antes de ver La última tentación de Cristo, esa monumental película de Martin Scorsese, leímos El otro judas, célebre obra con la que Abelardo Castillo se inició en el teatro y el muy inquietante cuento “Tres versiones de Judas”, de Jorge Luis Borges. A la hora de elegir películas y textos, y puestos a hablar de la traición, de Judas y de Cristo, como se ve, no nos anduvimos con pequeñeces.
“Tres versiones de Judas”, el cuento de Borges, está presentado como el estudio de la obra de un teólogo cristiano de la ciudad universitaria de Lund (Suecia), que habría nacido en el siglo XIX y muerto “de la rotura de un aneurisma”, dice Borges, en 1912. Este teólogo, Nils Runeberg, del que quisiéramos creer su existencia pero no la podemos rubricar, es quien se ha atrevido a postular, en tres estudios sucesivos y cada vez más complejos, tres versiones de Judas. No se queda, para iniciar la serie, con una razón de orden político, que es la que propone De Quincey, la misma que toma Castillo en su obra: aquella que sostiene que no hubo una traición sino un pacto, un pacto que servía para promover una rebelión de los judíos contra el Imperio Romano. Una razón política, que un político revolucionario, como sería Judas, toma en acuerdo con su líder, Jesús*.  La primera, quizás la menos clara de las tres que postulan Borges/Runeberg, y que para nuestra cuenta sería la segunda, es que Judas, que se considera un espejo inferior de la imagen superior de Dios, se sacrifica para corresponder al sacrificio de Cristo, al sacrificio de Dios, quien ha entregado nada menos que a su hijo para redimir las almas de los hombres. La segunda de las proposiciones de Runeberg, tercera para nosotros, postula que lo que mueve a Judas a la traición es algo así como un “ilimitado ascetismo”: Para mayor gloria de Dios, habría mortificado su espíritu renunciando al reino de los cielos. “Se creyó indigno de ser bueno”. La tercera, la más fuerte de las propuestas de Runeberg, la que lo habría llevado al ostracismo y la locura, es a todas luces terrible. Dios se rebajó a ser hombre para salvarnos. Pero no a cualquier hombre, sino al más vil de todos ellos. Se rebajó a ser Judas.
En la película de Scorsese, en el momento en que Jesús le pide a Judas que lo traicione, Judas llora y se niega. Luego le pregunta: ¿podrías traicionarme tú a mí, si yo fuera tu maestro? Jesús lo mira a la cara y le dice que no. Y remata con una frase tremenda, tan tremenda como bella: “Yo tengo el trabajo más fácil, morir en la cruz. A ti te ha tocado la traición”.
Sobre el final de la película, cuando Jesús está por morir de viejo (ha caído ingenuamente en la tentación que Lucifer le propuso, ha tenido una vida normal, y lo espera una muerte no menos normal) aparecen en la casa del desfalleciente maestro sus antiguos discípulos. El último en entrar es Judas. Está furioso, y furioso como está le grita, apenas entra, su terrible reproche: “¡Traidor! ¡Tenías que morir en la cruz para salvarnos, y nos traicionaste!”.
Judas y la traición. Cristo y la traición. La traición, quizás la más odiosa de las bajezas a las que el ser humano puede rebajarse se convierte, en estos casos aquí relatados, en un enigma. Y también en el móvil, el motor de inspiración de tres magníficas obras de arte que disfrutamos y recomendamos vivamente, para no traicionar el espíritu de nuestras búsquedas.
* A propósito de El otro Judas, en una entrevista que Silvina Friera le hizo a Castillo para Página 12, Castillo dice que “Cuando uno es joven escribe casi cualquier cosa. Muchas veces he pensado que si una historia como El otro Judas se me ocurriera hoy, tal vez no la escribiría o tendería a escribirla de otro modo porque había que ser muy arrogante e irresponsable para escribir acerca de la traición de Judas a Jesús, y proponer que eso no fue nunca una traición sino un pacto para promover una rebelión de los judíos contra el Imperio Romano. Era la primera vez que escribía teatro en mi vida.

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