Ruth Kaufman: "La lectura debe provocar la inquietud. "
La segunda parte de la charla con Ruth Kaufman continúa con los temas polémicos iniciados en la primera parte, como el de cuán válidas son las adaptaciones de textos clásicos de la literatura, la función de las actividades en la lectura escolar, qué se entiende por enseñar literatura, la tensión entre la lógica cultural y editorial, del mercado, a la hora de seleccionar lo que se publica, además de abordar los detalles de la publicación de sus propias obras. Libro de arena presenta el cierre de la charla coordinada por Mario Méndez, que tuvo lugar en La nube y formó parte del ciclo "Encuentro con autores de literatura Infantil y Juvenil" organizado por el Programa Bibliotecas para armar.
MM:
Bueno,
vamos a seguir polemizando un poquito. En el primer encuentro de este nuevo
ciclo vino Lidia Blanco. Uno de los temas que discutimos y charlamos fue el de
las adaptaciones. Ella tajantemente dijo que no, yo dije “ni”, inclusive (no sé
si lo comenté en ese momento), yo he hecho adaptaciones. Y además, esto sí lo
dije, yo aprendí a leer leyendo adaptaciones. Leía de la colección Billiken.
Vos has hecho adaptaciones. Por ejemplo, esta es de El Cid Campeador ¿alguna otra?
RK: Me
pidieron, por ejemplo, una adaptación de Peter
Pan. Ahí me negué. Me pareció que no podía. Que no había necesidad de
adaptarlo. Les dije en todo caso que lo cortaran. Pero para acortar no
necesitás un autor. Me decían que era muy largo y que los chicos no iban a
entrar en tantas descripciones. Les dije que lo cortaran, pero yo no puedo
reescribir Peter Pan. Yo hice mi
“remake”, de La escuela de las hadas.
Con Peter Pan, hubiera hecho eso, pero no era lo que quería la editora. En este
caso, el principio me gusta, pero después me parece que se me cae el texto.
Incluso leí otras adaptaciones mucho mejores, que hacen un traspaso en el
tiempo. Porque en realidad, el Cid es un mercenario. No es un señor feudal.
MM:
¿No
es señor de un castillo, de un territorio?
RK:
Va
donde le pagan. Ataca. Gana territorio. Saquea. Reparte el botín…
MM:
Eso
lo hacen todos los caballeros…
Asistente:
No,
de ahí viene la pelea con los Infantes de Carrión, que sí tienen tierras y
propiedades. El Cid las gana todas en las guerras. Es de la baja nobleza.
MM:
¿No
tiene su castillo propio, hasta que lo echan? Cuando la jura de Santa Gadea, en
la que obliga al rey a jurar, y lo echa a la miércoles, se va de España y
vuelve como un héroe porque pelea contra los moros…
RK:
Él
negocia con los moros, también. Después lo hacen “héroe de la hispanidad”.
Detesto esa zona de la “hispanidad pura”. Él negocia con todos. No digo que sea
más mercenario que los otros…
Asistente:
Es
un momento en el que no hay nación.
RK:
No
sé si la nación se está formando en esa época, o es como con Artigas, para
volver a Uruguay, que en su momento no era un héroe, y cuando les viene bien lo
sacan de algún cajón que tienen…
MM:
Pero
el personaje, ¿a vos te gustaba?
RK:
Me
pareció interesante. Me gustó ese momento en el que él deja todo, me parece que
es la parte que quedó más linda. Mira para atrás y va dejando todo. Y el
vínculo que tiene con sus soldados…
MM:
Es
un conductor de hombres…
RK:
Claro.
Para volver al tema de Lidia Blanco, tengo una muy buena amiga, que es
profesora de literatura. Ella se enfurece si no es una adaptación. Andá a
meterte en una secundaria, a que los chicos te lean El Cid, el texto puro en
español antiguo. Es lindo defender el texto real, pero andá a hacerles leer el
texto original como lo leí yo porque le tenía terror a la profesora, que
agarraba la lista y todos temblaban. Así cualquiera lee El Cid, pero andá a
enseñarlo ahora.
MM:
A
ese, Lidia contestó, más o menos, que no hay que leerlo. Que si el chico no
puede leer el Quijote de 1605, tal
como fue escrito en ese momento, que no lo lea. Y que habrá gente que no va a
leerlo nunca.
RK:
Yo
creo que hay intermedios. Vos podés hacer una adaptación de El Quijote para historieta, y poner
zonas de texto puro, pero no las seiscientas páginas. Como se dice
coloquialmente: el “no”, ya lo tenés. Que no lo lea. Bueno, ahora vamos a
intentar que ese no se transforme en un sí. No me parece un mal camino la
historieta, la película, la adaptación literaria es delicada. En Moby Dick podés sacar un montón de cosas
que son muy densas… preferiría un recorte a que alguien lo reescriba. Que esa
escritura sea buena es muy difícil. Si lográs hacer una buena escritura, es
válido. En ese sentido, por ahí en otro género, pasarte a la historieta, hacer
un Quijote en historieta, podés hacer una primera entrada, sin usar el mismo lenguaje.
Porque si usás el mismo lenguaje, es muy difícil que esa obra llegue a las
rodillas de la otra.
MM: Me
pregunto, ahora que lo decís… Yo leí Moby
Dick a los nueve o diez años, de la Colección Billiken. Quizá es un género.
No solamente otra obra. Quizá la literatura infantil adaptada es otro género.
Por ahí está bien. Además, nadie pretende que el señor (que en esa época no
figuraba) o la señora que hizo Moby Dick
escriba como Melville. Sin embargo, yo conocí la historia de la ballena blanca,
y de Ahab, y del maorí, Queequeg, y lo
leí con pasión.
RK:
Entonces
era alguien que lo había hecho bien.
MM:
O
quizá a mí no me importaba. Andá a saber
el criterio estético que tenía en ese momento en la cabeza, pero leí una
historia que me atrapó. No me importaba otra cosa que la historia, lo que
estaba pasando. Y jamás lo hubiera conocido, a menos que viera una película.
RK:
Por
eso. Siempre me parece mejor el sí que el no. Abre más caminos. Por ahí, textos
con menos historia, son menos adaptables. El Quijote ¿cuántas historias tiene?
MM:
Igualmente
mencionaste adaptaciones en el tiempo y en el género. Peter Pan es una novela
infantil o juvenil, más cercana en el tiempo. ¿Para qué tenés que adaptarlo?
Pero Moby Dick o el Quijote…
RK: Las
primeras páginas con todo el glosario…
MM:
Claro,
en cuarto año hacíamos así…
RK:
Y
nadie lo leía, tampoco. ¿Quién lo empezó?
MM:
Yo
lo leí a los treinta y pico de años.
RK:
Aparte,
en nuestra época existía el Resumen Lerú, te daban a leer el Quijote, vos te
leías el Lerú y sabías contar el argumento. Era una adaptación culposa…
(Risas).
Asistente:
Estaba
prohibido el Lerú.
RK:
Estaba
prohibido pero existía. Se vendía. Y ahí estaba el argumento. Puede ser una
buena prueba para algunas obras de trama fuerte. ¿Se bancan una adaptación?
Clarice Lispector no da para adaptarla. Y no porque no sea buena escritora.
MM:
Para
terminar con la polémica, y después vamos a hacer un repaso por tus libros,
este libro, como otros de Cántaro, Estrada u otras editoriales, tiene actividades.
¿Vos participaste en estas actividades?
RK:
Sí.
MM: ¿Y
qué opinás?
RK:
Yo
soy autora de los primeros libros de Cántaro. Esta colección la fundó Silvina
Marsimián, junto con Raúl González. Para mí, primero está GOLU, de Kapelusz;
después Leer y Crecer de Colihue, y después viene esta colección de Cántaro.
MM:
¿Más
que los Azulejos, de Estrada?
RK:
Sí,
muy anterior. Para mí, el problema de las actividades es si son buenas o malas.
No las actividades en sí. Yo trabajé en un profesorado en Uruguay, formando
profesores de Literatura, y las actividades del Hamlet de Cántaro, no sabés las cosas interesantísimas que les hizo
pensar. Eran adultos jóvenes. Eran actividades muy potentes, que los hicieron
pensar mucho. Para mí, depende de las actividades. Vos sos profesor de
Literatura cuando comprás este libro. No lo comprás para leerlo en tu casa.
MM: Sos un mediador, y posibilitás que llegue al chico lector. Hay fundamentalistas del tema, por ejemplo, los que compran en algunos Ministerios, ven un libro con actividades y no lo compran. Piensan que un libro con actividades no es literatura.
RK:
Para
mí es una pavada. La literatura es el libro, no son las actividades.
MM:
Estoy
de acuerdo.
RK:
El
libro en sí, según cómo esté hecha la obra, cuán buena sea la traducción, cómo
esté hecha la edición… sobre eso se discute si es o no es literatura. Si una
antología tiene buenos autores seleccionados, eso es la obra. Si vos no querés
hacer las actividades, no las hacés. No podés decir que no es literatura porque
tiene actividades. Podés decir que no es literatura porque es una adaptación, o
porque es una traducción mal hecha. Son cosas diferentes. La obra es la obra.
El “Cuarto de Herramientas”, de esa colección, es súper lindo, porque trae
cosas de otros lados, que amplían la lectura para los chicos. Yo hice, por
ejemplo, Cuentos Clasificados 0.
Entonces, estaba, por ejemplo, El soldado
Sonajera, que es un cuento popular que lo tomé de Berta Vidal de Battini, y
uno de Arreola, que es Un pacto con el
diablo. Son historias que tienen muchos paralelismos. Después hay un texto
de Galeano, que cuenta un mito de los indios del Amazonas, que es tal cual,
Orfeo y Eurídice, y la idea de este libro es poner en relación la tradición
oral y la tradición escrita. Y en las actividades hay un cuento de Monterroso,
que es sobre un cura al que lo agarran los mayas y lo están por sacrificar. El
tipo, re piola, les pide que no lo sacrifiquen, porque si lo hacen la luna se
va a tapar y se va a oscurecer todo. Entonces el sacerdote maya le recita los
eclipses de los próximos cien años, y después lo mata. En las actividades, yo
puse unas páginas de Tintín, en las que está en Perú, y los incas lo atrapan.
Lo están por sacrificar, y él les dice que no lo maten, porque va a haber un
eclipse. Y entonces los indios temen porque el blanco es superior, lo salvan y
además lo hacen rey. Esa actividad está buena, es casi la misma estructura,
porque los incas sabían tanto de eclipses como los mayas. En una son unos
boludos atómicos, y en la otra, no. De repente, tenés en el mismo libro a
Tintín y al cuento de Monterroso para comparar la concepción de los indios. A
mí, esa actividad me gusta. Si las actividades son malas, son malas. Y si están
buenas… vos como docente a veces no tenés tiempo de pensarlas o de armarlas. A
veces yo me peleo mucho con la gente
porque lleva mucho tiempo pensar actividades. No digo que los docentes no
tengan que hacerlo, pero lleva mucho tiempo. Si tenés que dar clases, corregir
un montón de escritos… si las actividades están buenas… Por ejemplo, cuando di Hamlet, con las actividades de Cántaro,
me sirvió un montón. Por supuesto que lo que yo sabía lo usaba para lo que los
alumnos me iban diciendo, y enriquecía la discusión, pero las actividades me
armaron esa clase de una manera que yo no hubiera inventado. No me parece que
los maestros o los profesores, además, tengan que inventarse todas las
actividades.
MM:
Hay
gente que piensa que la actividad, buena, mala o más o menos, no debe estar en
el libro. La rechaza.
RK:
Depende.
Si vos hacés una compra para formar una biblioteca, como la última compra del
Ministerio, estoy de acuerdo. Yo ahí no hubiera comprado libros con
actividades. Si vos hacés un libro que el docente de Literatura va a usar como
un libro de estudio…también podríamos discutir si vale la pena que la
Literatura sea “estudiar textos”. Pero mientras lo sea, ¿por qué no acompañar
al texto con elementos que favorecen el estudio? No lo compraría para una
biblioteca, porque creo que uno entra a una biblioteca buscando otra cosa. Sí
lo compraría para dar Literatura en la secundaria. En primaria, no. Nosotros,
en la editorial hicimos actividades en la página web, si alguien las quiere,
puede buscarlas. Hay actividades que son voladas. De estructura, de taller…es un
problema el de la Literatura. Si sos maestro o profesor, vos tenés que enseñar.
No podés prender sahumerios. (Risas).
MM:
La
parte polémica ya está.
RK:
Discutiste
bastante poco, Mario.
MM:
Yo
quiero ver después, cuando lo subamos a la web.
RK:
Ahí
me van a tirar con todo. (Risas).
MM:
Discutí
poco, ya que me mojás la oreja, porque en el fondo estoy de acuerdo. No estoy
con el fundamentalismo que está en contra de las actividades. Incluso estoy de
acuerdo en que no se compre para la biblioteca de un pibe, un libro que tiene
actividades. Pero es cierto que la mayoría de las editoriales hacen esto que
hace Pequeño Editor, lo hace Amauta… No sé si lo hace Abran Cancha. La escuela está presente, y las actividades se ponen en la
web, para la maestra o profesora que quiere.. Entonces, rechazarlo tan
tajantemente, me parece, a veces, un poco hipócrita.
RK:
Acá
hicimos un libro que era un inédito de Quiroga, que es el que menos vendió en
la historia de Cántaro. Yo encontré que estaba en Arca, de Uruguay, y que no se
había publicado en Argentina. Pablo lo debe saber, que estaba publicado en
Caras y Caretas. Con unos dibujos hermosos, que reprodujimos. Son todas
descripciones de la vida de los animales. Yo le comenté a Raúl que era un
Quiroga inédito, que lo sacáramos (él es fanático de Quiroga) que todo el mundo
iba a quererlo. Me llevó mucho tiempo entenderlo. ¿Por qué sacar Cuentos de la selva, si lo saca todo el
mundo? Y se vendió muy mal. Lo que pasa, es que si sos profesor, tenés una
oportunidad de dar Quiroga. ¿Y por qué no le vas a dar la posibilidad de leer
ese Quiroga que todo el mundo alguna vez leyó? Y si el chico va a leer, que
sepa qué es “A la deriva”, porque yo
ya me leí todo Quiroga, entonces, quiero el inédito. Pero si es el primer
libro, ¿tiene sentido darle justo ese que nadie leyó? Y, no. Me di cuenta de
que tienen razón cuando les gusta más Los
desterrados, o Cuentos de amor, de
locura y de muerte. No, la perlita
esa que sólo le gusta al que ya se leyó todo Quiroga.
MM: Ahora
vamos a hacer un recorrido por algunos de tus libros. La ciudad de los magos, de la que hablé hace dos lunes, es del año
’84. Cuando eras una joven promesa.
RK:
Sí,
además, lo dibujó Oscar Rojas. Yo no lo podía creer
MM:
Nada
menos. En Kapelusz.
RK:
La
que propició eso fue Graciela Montes. Yo estaba estudiando para maestra y tenía
como profesora a Elena Pezzoni, que dio una consigna de escritura. Y me
enganché. Después leí la Gramática de la
Fantasía, de Rodari, e hice todas las consignas. Y armé un librito del cual
estaba muy orgullosa. Por intermedio de Carlos Silveyra se lo llevé a Graciela
Montes. Y me lo publicó. Siempre le estuve tan agradecida. De todos los
cuentos, ella eligió dos. El que hicimos con Elena Pezzoni y La ciudad de los magos, que es
evidentemente una consigna de Rodari, “qué pasaría si”. Acá estoy con
Zelarrayán, con Galeano, con Laura Devetach… ¿entendés?
MM:
Un
lujo.
RK:
El
único libro para niños que escribió Zelarrayán, ¿o no, Pablo?
PM: El
único. Después hicimos estos… En 1988
RK:
Con
Hebe Solves. Los cuentos los elegía Pablo.
MM:
¿La
colección era…?
RK:
Los
libros del Trujamán. Una selección muy bella. Graciela Montes hizo varios
libros en Kapelusz. Después se fue y fundó el Quirquincho.
MM:
Ya
eras inquietante, cuando recién empezabas. La
ciudad de los magos es bastante inquietante.
RK:
Pienso
que tiene algo de la dictadura. Lo de la desaparición… en el momento no me di
cuenta pero creo que sí. Es una ciudad jodida, en la que todo puede
desaparecer. Lo malo, es que pensando en que es una metáfora de la dictadura,
hay gente a la que le gusta.
MM:
También
tiene algo libertario. Es un libro que dos años antes no se podría haber
publicado. En la dictadura seguro que no. Pero tiene esta cosa de la falta de
documentos.
RK:
Sí,
eso está lindo. Ahora no pasa nada, porque todo se resuelve de manera digital.
Desaparece el papel, desaparece el dinero, desaparecen los cheques… En ese
momento temblaba más el mundo si desaparecía el papel.
MM:
Dos
años antes era impublicable, era para la lista que hubieran hecho los
militares, de lo que no se podía leer ni publicar.
RK:
Sí…
Y la escuela sin papel, es un lindo momento.
MM:
Sí.
Mirá lo que decís de la escuela: “En la Dirección hay una reunión de urgencia.
En todos los grados pasa lo mismo. Ningún chico tiene cuadernos. Tampoco hay
papeles o libros en los armarios. No hay registros para tomar lista. Ni
cuaderno de comunicaciones para notificar a los padres. Ni boletines para pasar
de grado. Las maestras y la directora discuten acaloradamente. No consiguen
ponerse de acuerdo, a nadie se le ocurre ninguna solución. Con tanta gente, en
la Dirección hace cada vez más calor. La directora se empieza a sentir mal, le
duele la cabeza, el estómago le da vueltas. Finalmente resuelve. Se levanta la
reunión. La decisión tomada es la siguiente: Ya que nosotras no sabemos qué
hacer, cada uno hará con su grado lo que decidan los chicos. Nada más. Buena
suerte. (Risas). Las maestras vuelven a sus aulas. Se miran asustadas. ¿Qué
harán los chicos? ¿Qué querrán?, se preguntan por primera vez”. ¡Por primera
vez! (Risas).
RK:
¡Qué
mala! Era muy joven. (Risas). Además estudiaba para maestra.
MM:
Yo
soy maestro también. Te mandaban a hacer unas observaciones…
RK:
Yo
estudié para maestra en plena dictadura. Imaginate lo que iba a observar…
MM:
Yo
un poquito después, pero hacíamos críticas feroces, y después cuando
trabajábamos hacíamos algo parecido.
RK:
A
mí se me escapaban los chicos del grado. Tenía que correrlos. (Risas).
MM:
“Primer
grado sale de paseo al Zoológico, segundo va a la plaza, tercero no consigue
ponerse de acuerdo, cuarto se queda jugando al fútbol y a la rayuela, quinto se
va al río a pescar, sexto también, séptimo se va a pasear por la ciudad. “¡Qué
desastre!” -dice la directora cuando ve que casi todos los grados salen-. “Esto
es el fin de la escuela.” (Risas) Y el otro cuento que acompaña es el de las
cebras.
RK:
Sí,
es una leyenda, el de la consigna de Elena, que era hacer una leyenda.
MM:
El
del color de las cebras.
RK:
Ese,
un grupo de La Pampa, lo hizo obra de teatro, el de La ciudad de los magos. Fue hermoso. Lo llevaron a Necochea, me fui
a verlos…
MM:
¿Has
escrito teatro?
RK:
No.
MM:
¿Y
lo vas a hacer? ¿Lo sentís como una asignatura pendiente?
RK:
No,
no.
MM:
Este
se los comenté el otro día. Nada a luz,
ni siquiera velas, que es una frase que dice la protagonista. Una de las
dos protagonistas de Nictálopes
Noctámbulas. Los dos cuentos son terribles. Son buenísimos. Me encantaron. La Shuca, y Nictálopes Noctámbulas, son los dos largos cuentos que forman este
libro, que es para lectores juveniles.
RK:
Ahora
lo reeditó Quipu. Le cambió el título. Es Nada
de luz… Le cambió la tapa. Hace más vínculo con los adolescentes.
MM:
Nada
de luz… es todo oscuro. O sea que el ilustrador te boicoteó.
RK:
Me
boicoteó el editor, en todo caso.
MM:
(Risa).
El ilustrador es el marido…
RK:
Tiene
un problema. Hay un personaje que en un momento está en un lugar, después viene
un espacio en blanco y está en otro. Se comieron el espacio en blanco y no se entiende.
Me llevé todos los libros a mi casa, juntamos un grupo de amigos, y con una
lapicera hicimos una rayita, para marcar que ahí había un blanco.
MM:
¿Los
mil ejemplares?
RK:
Sí,
igual no se entiende con la rayita tampoco. (Risas). Después no sé volvió a
publicar, La Shuca, pasaron muchos
años. No sé si estaba agotado, o estaba sin vender, y al final Marité decidió
republicarlo. ¿De qué año es? Se reeditó hace muy poco.
MM:
Es
del ’92. Este, claramente, es uno de esos libros en los que uno entra en duda.
Es juvenil. Pero con otra presentación, también podría haber sido un libro de
cuentos para adultos.
RK:
¿Te
parece?
MM:
Sí,
sobre todo Nictálopes Noctámbulas, un
cuento que te pone los pelos de punta. ¿No creés?
RK:
A
mí me gusta el vínculo de las hermanas. Y el vínculo con el búho. La escena de
las ratas...
MM:
Es
muy fuerte. ¿La sacarías?
RK:
No.
Es demasiado trillada, demasiado de género…ratas…
MM:
¿Viste
eso que dice Todorov de la diferenciación entre maravilloso, fantástico y
extraño? Este es buenísimo para ejemplificar el cuento extraño, me parece. ¿Lo
leyeron? Se llama “Nictálopes Noctámbulas”. Y de ahí es la frase, “Nada de luz,
ni siquiera velas”, que le dice la hermana mayor a la hermana menor, que viene
a una casa. Hay un subtexto que maneja muy bien que es el siguiente: Hubo un
accidente, no sabemos qué pero imaginamos muchas cosas, y la nena más chica que
tiene doce o trece años, o menos, es una preadolescente que llega a la casa
donde vive la hermana que es diez años
mayor. No la viene a buscar al tren, que es lo primero más fuerte, y llega a
una casa oscura, caminando, en el medio de un pueblo en el que nadie la conoce.
Sinceramente, la relación entre ellas es terrible… debe ser porque no había
luz. La hermana mayor está…después entendés por qué, no lo voy a contar. ¿Por
qué digo que es un ejemplo bárbaro de cuento extraño? Porque juegan con ese
límite entre lo maravilloso, y lo fantástico, no te dejan la duda (que sería lo
fantástico), y después te explica. En un momento dado entendés qué cosa rara
está pasando en esa casa, por qué están esas ratas…Vos decís lo de la relación
con el búho, que es un ser maléfico. Es un cuento buenísimo, que creo que
tranquilamente podría ir en una antología de cuentos extraños argentinos, para
adultos.
RK:
Bueno.
Si vos lo querés poner… En lo que hace a las liquidaciones de derechos de
autor, no funciona mucho. En la reedición actual tampoco. Ahora soy grande y me
la banco digamos.
MM:
¿Vos
asumís que sos una autora difícil para los editores?
RK:
Después
de tantos rebotes… (Risas).
MM:
¿Por
qué tantos rebotes?
RK:
Tengo
la lista.
MM:
¿Cómo
lo explicás? Escribís recontra bien, los premios por algo te los ganás, estos
dos cuentos podrían estar perfectamente en una antología para adultos, ¿Por qué
los rebotan?
RK:
Es
cierto que son incómodos en la escuela.
MM:
En
La Shuca, hay un juego, cuando
toquetea al maniquí, además de que después explica que el abuelo era punga, y
era para entrenarse para afanar en los colectivos, pero el juego, perdón por
decirlo, es medio masturbatorio. Esa idea del pibe en la oscuridad, en el
subsuelo, toqueteando los bolsillitos es muy fuerte. Es incómodo. Inquietante.
A mí me encantó, pero…
RK:
Lo
que pasa, es que cuando nos reunimos, y hacemos una mesa de editores, todos nos
jugamos por la literatura. Pero después te rebotan el libro. Eso es lo único
que a mí me da bronca. Igual entiendo, porque como ahora estoy en todos los
puestos, entiendo. Pero cuando hacemos la mesa, eso no lo decimos. Este libro, Nadie les discute el trono, lo terminé
en el 2002, y logré publicarlo por primera vez en el 2007. No lo toqué. En el
2002 lo mandé a un concurso. En ese momento, Maite Alvarado estaba escribiendo
una novela, y yo escribía esta. Maite no pudo terminarla. Yo tengo ahí su novela…
MM:
¿Quedó
inconclusa?
RK:
Sí.
Tengo las hojas de las impresoras viejas, las de papel continuo… A mí, me
sostuvo en esta novela, que a Maite le gustaba. Pero cuando la mandé a ese
concurso, no salió nada. El primer concurso que hizo SM acá…
MM:
El
que ganó Rafaela.
RK:
Sí.
Después le pregunté a Roberto Sotelo, de Imaginaria, si le había parecido tan
fea. Ni una mención, nada. Él era jurado. Y me dijo que él no la había leído.
Entonces le pregunté a la editora, me
dijo que la había sacado porque le parecía que no era para niños. A mí me
parece que la pregunta acerca de si algo es para niños o no, es algo que debe
decidir un jurado.
MM:
Hay
un pre jurado. Funciona así. Al jurado le llegan diez originales.
RK:
Yo
lo entiendo. Es incómodo y hay que vender en la escuela. Pero entonces, cuando
hacemos las mesas, también digamos eso. Porque todos nos inmolamos por la
literatura, todos juramos que queremos publicar literatura, sí o sí. Y la
literatura, intenta hacer cosas incómodas. No necesariamente, pero si a un
escritor le sale eso… Si a un editor no le gusta lo que escribís, está bien que
no te publique.
Asistente:
A
lo mejor le gusta pero piensa que no va a reedituar…
MM:
Ese
es el punto.
Asistente:
¿Vos,
como editora, no ves cosas que pensás que no se van a vender? ¿Lo publicás o lo
dejás?
RK:
En
principio, si me gusta lo publico.
RK:
Nosotros
hicimos una editorial que genera público: Largamos con cosas que no eran
fáciles de vender. Hay un poema de Enrique Fierro, que es un poeta uruguayo,
del que no vendimos nada. Yo estaba convencida de que iba a vender. Como me
pasó con Quiroga. En general, creo que va a vender. No me ha pasado encontrarme
algo que me guste mucho y que crea que no va a vender. Lo que a veces me pasa
es que algo me gusta pero no veo que entren los niños. Novelas, no sacamos, no
nos animamos.
MM:
Yo
tengo en mis archivos una novela inédita de Ruth…
RK:
Ahora
la terminé… pero no es novela. Tiene veintitrés páginas…
MM:
Ahora
que lo mencionás, hace como diez años, Roberto Sotelo me escribió diciéndome
que Ruth, a quién yo todavía no
conocía, tenía una novela…
RK:
Era
esta.
MM:
Mirá
vos, me perdí un Premio Nacional. (Risas).
RK:
Un
mes antes de recibir el premio, recibí un llamado porque la descatalogaban…
MM:
Y
la volvieron a catalogar…
RK:
Sí.
Yo tengo que reconocer que no soy una persona que batalla sus libros, soy vaga,
no soy de hacer presentaciones…
MM:
Bien,
pero una vez que vos la mandaste, la editorial es la que te lo mueve.
RK: Hay gente que lo mueve más. El Premio, tampoco lo empujó mucho. Yo pienso en Cervantes, en el Quijote. El tipo pasó la censura de la Inquisición.
RK: Hay gente que lo mueve más. El Premio, tampoco lo empujó mucho. Yo pienso en Cervantes, en el Quijote. El tipo pasó la censura de la Inquisición.
MM:
Sí,
ahí vamos al tema del mercado, y es interesante. ¿Qué pasaba si el Duque de
Béjar le decía que no? Por más que hubiera pasado la censura, no había mercado,
había mecenas. En realidad, sí, ya había, y el Quijote se vendió. Pero necesitó
que lo bancaran. Volviendo a lo tuyo…
RK:
Tenés
que lograr pasar todas las censuras. Como escritor, es parte de tu trabajo. Si
el Quijote pasó la Inquisición, se puede escribir con censura. Mirá lo que se
mandó el tipo.
MM:
Flor
de ejemplo te buscaste.
RK:
Te
quiero decir, es una novela que la Inquisición miró. No escribía en la libertad
total. O en un momento en el que todo se podía publicar. Y sin embargo, salió.
MM:
La
cuestión fuerte en esta época, sobre todo con la literatura infantil y juvenil,
es el imperativo del mercado. Esa literatura, muchas veces es funcional a la
consideración de que es complementaria para el colegio, y que se vende para los
colegios. Yo tengo este cuento largo o novela breve que vos me mandaste, me
encantó (lo dije también cuando vino Melina Pogoreslky y tenía uno de ella,
también inquietante). Nos presentamos a un subsidio que lamentablemente no
ganamos, y la idea era armar una colección juvenil, sabiendo que íbamos a
vender muy poco casi nada, que por ahí nos salvaba una compra estatal, o un
premio que lo levantara. Porque eran novelas o cuentos que yo, como “lector
calificado”, como editor, sabía que en la escuela no iba a entrar ni a gancho.
RK:
Una
vez fui a un séptimo grado que estaba leyendo esta, (Nada de luz), hace veinte
años. Y a los chicos, lo que más les había gustado del cuento es que decía
“carajo” y “mierda”. (Risas). Estaban fascinados. Los había emocionado que en
un libro hubiera malas palabras. En la literatura hay de todo, hay malas
palabras, hay sexo, y a ellos les llamó la atención un “carajo” en un cuento.
Estaban en séptimo y se encontraban por primera vez con algo que tenía
“carajo”.
MM:
Hoy
no sé…
Asistente:
Pasa
igual. Hace unos años llegó con una compra del gobierno, y llegaron dos libros
juntos. Y no sé quién descubrió que en uno estaba la palabra “boludo”, y todos
querían ese libro. No cambió mucho.
RK:
Nunca
hay un “boludo” porque si no, no les llamaría la atención.
MM:
Ahí
está. ¿Por qué no hay un “boludo”, si es como el segundo nombre de los chicos?
(Risas). Porque las editoriales piensan que la escuela va a poner una valla para
la entrada de ese libro.
RK:
Yo
estaba en Catamarca con una maestra que había llevado a su escuela Mi planta de naranja lima. Y ya van como por la tercera
generación que lo lee, y fueron padres a hacerle un planteo porque en la novela
había malas palabras. Y ella les explicó que el personaje vivía en la calle, y
que el escritor hacía que el personaje hablara como una persona que habla en la
calle, los padres lo aceptaron y la novela se siguió leyendo.
MM:
El
tema es que esa docente corre un riesgo, y tiene armas para defenderse
legítimamente. Y tiene ganas de enfrentarse a esos padres que van a hacerle un
planteo. Muchas veces, ni siquiera es la docente la que no tiene ganas ni
armas. Puede que el promotor o la promotora, se cuestione si vale la pena
llevar un libro que a la maestra le va a provocar un problema, cuando puede
ofrecerle otro que no.
Asistente:
No
sé si siempre es una cuestión del docente. A veces depende de la comunidad que
recibe la novela.
RK:
Puede
haber un libro buenísimo que no tenga malas palabras. Lo que pasa es que a
veces llegan cosas muy lavadas, y a los chicos les parecen un embole, porque la
verdad es que son un embole. Los textos que pasan todas esas vallas, a veces no
son cosas inquietantes, sobre todo en la adolescencia, Vos leés para sentir una
inquietud. O algo relacionado con la sexualidad… Por lo menos, cuando yo era
adolescente buscaba ciertos temas.
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