Flon Flon y Musina
La guerra no es sólo
territorio de los adultos, también habita el universo infantil. Sin embargo, en
el tratamiento de este tipo de temas duros y complejos es necesaria siempre la
mediación de un adulto que explique y acompañe, con la reflexión y la palabra,
a la lectura. Libro
de arena comparte el cuento “Flon-Flon y Musina”
Flon-Flon
y Musina siempre estaban juntos. Unas veces jugaban en la orilla de Musina.
Otras,
jugaban en la orilla opuesta, que era de Flon-Flon.
-Cuando
sea mayor, me casaré con Musina– afirmaba FlonFlon.
Y
Musina añadía:
-Cuando
sea mayor, Flon-Flon será mi marido.
Pero
una tarde, mientras leía el periódico, el padre de Flon-Flon exclamó:
-¡Malas
noticias! Pronto llegará la guerra.
Al
día siguiente, la guerra ya estaba allí.
Aún
no podían verla.
Pero
su padre tuvo que marcharse.
-Adiós,
querida esposa-
Adiós,
mi pequeño Flon-Flon.
Volveré
pronto
-les
dijo, apretándolos en su pecho.
A
la mañana siguiente,
Flon-Flon
le dijo a su madre:
-Me
voy al riachuelo, a jugar con Musina.
Pero
su madre le mostró por la ventana
que
ya no había un riachuelo.
Ahora
había una cerca de espino.
-Es
para que nadie pueda entrar en casa, le explicó su madre.
-¿Ni
siquiera Musina? –preguntó Flon-Flon.
-¡Calla!
–replicó su madre-.
No
hables de Musina. Está prohibido.
-¿Por
qué?
-Porque
está del otro lado de la guerra.
-¿Dónde
está la guerra? –preguntó Flon-Flon, enfadado-.
Voy
a decirle que quite esta cerca de espino. Voy a decirle que se vaya.
-Eso
es imposible –repuso su madre.
La
guerra era demasiado grande. No escuchaba a nadie. La oían ir y venir.
Hacía
mucho ruido. Encendía unos fuegos inmensos. Destrozaba todo…
Duró
mucho tiempo. Parecía que nunca iba a acabar…
Pero
por fin, de repente, dejaron de oírla. Entonces, al ruido sucedió un inmenso
silencio.
Ese
día regresó su padre. Parecía muy cansado.
-Ya
está –dijo-. La guerra ha terminado.
Pero
Flon-Flon seguía viendo la cerca de espino:
-¡No
es verdad! ¡La guerra no ha muerto! ¿Por qué no la has matado?
-La
guerra no muere jamás, hijo mío. Sólo duerme de vez en cuando.
Y,
cuando duerme, hay que tener mucho cuidado para no despertarla –suspiró su
padre.
-¿Acaso
hacía demasiado ruido cuando jugaba con Musina? –preguntó Flon-Flon.
No
–respondió su madre-. Los niño
s son demasiado pequeños para despertar la
guerra.
Entonces,
Flon-Flon salió al prado. Allí jugaba con Musina antes de la guerra.
Caminó
a lo largo del cerco. De repente oyó una voz. Era Musina que lo llamaba.
Flon-Flon
y Musina
Elzbieta
Buenos Aires, SM, 1993
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