Nadar de pie
Como parte de los textos acerca de la guerra, Libro de arena comparte el comienzo de la novela Nadar de pie, que trata de Malvinas, escrita por Sandra Comino y recientemente reeditada por la editorial Comunicarte.
Mavi baja del Jeep, camina por la playa y va hacia el mar. Con la mano derecha sujeta una botella de plástico. En el trayecto comprueba, por décima vez, que esté bien tapada. Avanza contra el viento que allí es constante. No puede dejar de pensar qué lejos está de su casa. Camina hasta que percibe que se encuentra a centímetros del agua, se arrodilla y, sin largar la botella, observa el paisaje, piensa en situaciones pasadas y presentes, sin reparar en nada especial, solo deja pasar imágenes, adentro y afuera. Trata de reunir acontecimientos, dibujar el pasado en su conjunto. Acaricia con la vista la línea del mar, busca un punto, un objeto en el horizonte, sin ver nada más que cielo y agua. El recorrido visual es casi simultáneo al repaso mental que hace de su vida y obtiene una perspectiva superficial, tanto de lo uno, como de lo otro. La mirada profunda, la reflexión y la historia están dentro de la botella. Hacia el otro lado del paisaje: montañas. Hacia adentro de su cuerpo: sosiego.
Mavi examina el horizonte sin soltar aquello que lleva en las manos. Sostiene entre los dedos la historia de su propia vida, la de sus padres y la de su lugar. El frío es cortante. El tiempo parece detenido. Los malos indicios fuerzan una dirección. Todo debe tomar un rumbo. Los fantasmas se disipan en el aire. Los recuerdos la buscan para atraparle aquellos dolores que lleva en sus entrañas desde siempre. El silencio es vapuleado por el viento. La botella sigue atrapada, por las manos de Mavi. Los papeles enrollados, en el interior del envase, burlaron el rollo apretado que había preparado para que entraran por la boca del recipiente y una vez en el interior se aflojaron.
Mavi se pone de pie y da unos pasos hacia atrás. Otra vez ejerce un control con la mirada sobre el horizonte. Vigila también ambos lados, este y oeste. Deja la botella en la mano izquierda. Aprieta el plástico que cruje y prepara el brazo, lo balancea tres veces, y al mismo tiempo que avanza, hasta que el agua le acaricia las botas, arroja la botella al mar. Como es de plástico, el aire la resiste, la mantiene en suspenso unos segundos. Luego: las vueltas y la caída a una distancia prudente. El descenso es menos perezoso. Cae. Las olas impiden ver con claridad. Mavi no sabe si la botella flota. No sabe si hizo bien. No sabe... El frío domina el lugar. Una llovizna, casi esperada, viene a besarle la cara humedecida por las lágrimas. Los recuerdos se le adhieren. Buenos Aires, el pueblo, los eucaliptos, su madre, su padre muerto en aquel mar... Ernesto. Mavi vuelve a mirar el mar. La botella comienza el viaje. Está segura, piensa que hizo bien, por fin.
Está en Malvinas. Allí murió su padre. Alguien se acerca. Sin darse vuelta detecta una presencia desconocida que le habla en inglés. Ella detesta hablar en inglés, pero su abuela Joselina le había exigido, desde niña, aprender el idioma. Mavi no es la misma persona. Ha cambiado. Ha crecido. Y por primera vez utiliza sus conocimientos y se prepara para responder al joven que la mira profundo.
La botella que contenía un rollo de papel siguió flotando, Mavi dejó de observar su recorrido. En realidad, era una carta. Una carta que ella había comenzado a escribir meses atrás en Maipú, el pueblo del abuelo Mateo, cuando el viaje a Malvinas era una locura y solo un deseo utópico de su madre, Gabriela, quien vivió la mayor parte de su vida llorando por la muerte de Nardo, el padre de Mavi.
Nadar de pie
Sandra Comino
Buenos Aires, Comunicarte, 2016
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