Florencia Esses, Guillermina Marino, Cecilia Pisos y Mariela Schorr: “La edición de un libro es un trabajo en equipo, complejo y hermoso.”
Cómo
se hace un libro desde todas las facetas de su producción es el secreto revelado en la charla que tiene por protagonista a la novela histórica Me contaron de
Tucumán, y a ¡Invadido! Escritura, ilustración y edición
del libro son abordados por Mario Méndez en la entrevista múltiple a Florencia
Esses y Cecilia Pisos, escritoras, Guillermina Marino, ilustradora, y Mariela
Schorr, editora. La conversación se llevó a cabo en La Nube, el 25 de julio de 2016, como
parte de los “Encuentros con autores de Literatura infantil y juvenil en el
Bicentenario de la Independencia”. Libro de arena publicará la segunda parte el viernes próximo.
Mario Méndez: Buenas tardes. ¿Cómo están? Con frío y lluvia, la verdad es que el mundo será de los valientes. Gracias por venir. Muchas gracias a las invitadas de esta tarde-noche lluviosa y fría, pero contentos. Aquí estamos una vez más en el Ciclo de Encuentros con Autores de texto y de ilustración, y en este caso, también con una editora, sobre los libros del Bicentenario. En este caso vamos a hablar también de ¡Invadido!, que excede el tema del Bicentenario. Voy a presentar a mis invitadas: Guillermina Marino, que es ilustradora y fue alumna de José Sanabria, y que hoy está invitada por las ilustraciones de Me contaron de Tucumán, pero además ha ilustrado otros libros. Estudió también con Istvansch, y es además Secretaria de ALIJA, la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina. Cecilia Pisos, que es la segunda vez que viene a este Ciclo de Encuentros, es una autora muy premiada y reconocida, con muchísima obra. En un momento pensé que podría haberla invitado cuando hicimos el Ciclo anterior sobre Inmigración, por Como si no hubiera que cruzar el mar y Mar cruzado, del que hablamos en el último Encuentro. Mariela Schorr, editora de SM. Trabajó en Santillana, en Mandioca, en Tinta Fresca… Es profesora de Edición Editorial, en la Carrera de Edición, en la cátedra de Patricia Piccolini, que es una editora con mucho recorrido en el medio (sobre todo en libros de texto, más comúnmente llamados manuales), y editora de la Colección Barco de Vapor, y de las nuevas colecciones que tiene SM. Trabajó, por supuesto, con Me contaron de Tucumán, y tuvo el prurito de avisarme que ella no trabajó específicamente con ¡Invadido!, así que no le voy a preguntar sobre ese. Vamos a ver tres de las patas posibles del trabajo grupal que es hacer un libro: la ilustración, la edición y el texto de Me contaron de Tucumán que escribió Florencia Esses, también invitada por segunda vez, asidua espectadora y oyente de estos Encuentros. Amiga y vecina de acá del barrio, y autora de muchos libros, entre ellos La sopa de Carola, que tuve la suerte de editar, Adivinanzas que avanzan… Podríamos hablar de muchos libros, algunos en colaboración con Graciela Repún, que fue su profesora y es su amiga. Me contaron de Tucumán es su primera incursión en el mundo de la narrativa histórica, si mal no digo…
Florencia Esses: Escribí uno de poesías.
MM: ¡Ah! Vamos a empezar por ahí…
FE: Se llama Poesías con Historia Argentina y está en Albatros.
MM: Eso tendrías que habérmelo
contado… (Risas). ¿Sobre la historia argentina en general?
FE: Con efemérides.
MM: Bueno, para ir presentándolas
e ir charlando… Hay una cosa muy linda que hace SM en su colección El Barco de
Vapor, que es un final muy coloquial, en el que además de la biografía, que es
breve, hay un “Te cuento que…”. Leo: “Te
cuento que para escribir este libro,
Florencia Esses investigó sobre cómo fueron aquellos días en Tucumán. Imaginó
cómo se habrían sentido los hombres y las mujeres en momentos tan definitorios.
Pensó en las ilusiones y los pensamientos de los congresales en sus largos
viajes, en los preparativos del Congreso, en la difícil tarea de los chasquis
recorriendo caminos peligrosos para llevar las noticias. Le gustó enterarse de
que en Tucumán se fabricaban carretas y galeras de muy buena calidad, y que
habían refaccionado la famosa Casa Histórica, que en aquel entonces todavía no
era famosa ni se llamaba así, para que entraran todos los congresales. Cuenta
que se le hizo agua la boca cuando escribió sobre las empanadas tucumanas y el
arroz con leche, y que apenas terminó el libro se puso a practicar repulgues
para que no se le escape el relleno de las empanadas”. Yo sé que algunas de
estas cosas son mentiras. Eso es lo terrible. (Risas).
Sebastián
Vargas: Es
difícil, porque hay que hablar en tercera persona…
MM: Acá Sebastián dice algo
interesante. Estos Te cuento que… que
están narrados en tercera persona, por un narrador que podría ser un editor, en
realidad nos lo piden a los autores que tenemos que escribirlos.
Mariela Schorr: Hay una colección de SM, que
es Hilo de palabras, en la que en
esta página hay una para el autor y otra para el ilustrador. Lo que tardan los
ilustradores en hacer esa página… (Risas). Después mandan cosas hermosas,
porque escriben desde lugares muy originales, pero tardan…
MM: Si a nosotros nos meten en un
brete, como dice Sebas, y somos escritores, me imagino lo que será para los
ilustradores... Voy a terminarlo, porque a partir de esto se me ocurrió un
jueguito. “Nos contó que el relleno se
empecinó en escaparse igual, y que planea hacer un viaje a Tucumán con la
esperanza de aprender”. Vamos a ver si en el viaje realmente aprendemos a
hacer repulgues. (Yo lo hago con el tenedor). Cecilia Pisos, por ¡Invadido!, también tuvo que
escribir un Te cuento que… “Te cuento que
Cecilia Pisos tomó prestados los nombres de Juan y John, del poema de Borges
cuyo fragmento aparece al comienzo del libro. Borges lo escribió en la época de
la Guerra de Malvinas, la invasión inglesa de la que ella sí fue testigo en su
adolescencia. De ese poema de guerra dice que le gusta el tono melancólico con
el que se refería la suerte final de los protagonistas, destinados a ser
enemigos por el mandato de sus banderas cruzadas. Así ellos, confrontados en lo
bélico pero que hubieran podido ser
amigos en otras circunstancias,
conociéndose no por las armas sino por
las letras, terminaban en las últimas líneas de ese texto, enterrados bajo la
misma nieve. Por eso puso la cita y repitió los nombres. Para que en este libro
estuviera el eco de esa memoria triste más reciente. Pero como la literatura, a
diferencia de la historia, piensa Cecilia, es el territorio de la posibilidad,
hizo que Juan y John, que también parecían encaminados a ser antagonistas nada
más que por ser criollo uno, inglés el otro, y claro está, por estar ubicados
en Buenos Aires donde las papas quemaban en 1806, en vez de eso, fueran amigos.
Después de todo, y las que siguen son palabras textuales de su personaje, Juan
descubre, mientras juega a la guerra de juguete con John, que la diferencia
entre un soldado y otro era simplemente un color. Porque en el resto eran
exactamente iguales” .Y eso está en el capítulo 22, “Soldaditos de madera”. Esto ya nos pone en tema con los dos libros,
de la novela ¡Invadido! Y de Me contaron de Tucumán, que ya vamos a
ver cómo lo califican ustedes. Pero ahora las voy a poner en un brete a
Guillermina y a Mariela. ¿Qué nos contarían de este libro? Vos, Mariela, como editora…
MS: Fue hermoso hacer este libro,
porque desde el principio trabajamos muy cerca con Florencia. Fue un equipo con
ella, con Guillermina, con Cecilia Repetti, que es la gerenta de LIJ de SM.
Para un editor, arrancar desde el comienzo con un libro es lo más lindo que
hay. Ves todo el proceso acompañando al autor, tenés un intercambio que para
uno como editor es súper interesante. Participar de todo el proceso y ver los
avances de Flor que nos iba mandando el material. Porque a veces te llega el
original del libro ya cerrado, y hay un trabajo, pero está el original. Acá
hubo mucho de ida y vuelta, y cada cosa que llegaba nos sorprendía: uno se
imaginaba que iba a ir para un lado y venía por otro… La verdad es que fue muy
lindo hacer este libro.
MM: Y Guillermina nos cuenta que…
Guillermina
Marino: A mí
me gustó mucho trabajar este libro, porque además lo veía como algo original,
en el sentido de que es una historia que a la vez tiene recetas… Me parece
especial en ese sentido. Pasa por distintos tipos de narrativa. Eso me pareció
súper original, y además el tema del Bicentenario tiene un atractivo. Era el
Bicentenario, eran cosas muy icónicas que traté de transmitir en las
ilustraciones. Yo trataba de resumir cada historia en una ilustración en la que
se formara una especie de estampa de la situación. Y también la forma en la que
trabajamos con Mariela, en la que yo recibía muchas ideas, porque las chicas
tenían muy en claro cómo querían que fuera el libro y entonces los aportes eran
muy interesantes. Por ejemplo, ellas me daban como una tarea y yo agregaba mi
personalidad, mi estilo, les proponía ir por un lado y siempre estaban muy
abiertas a escuchar. Fue muy interesante trabajar de esa manera.
MM: Que no es lo más habitual.
GM: No. También está lo otro.
Cuando te dicen que les gusta tu estilo, que lo hagas como quieras, pero
después te dicen que no, que vayas por otro lado. Acá hubo mucho intercambio,
mucha puesta en común.
MM: Ahora vamos a volver, porque
si han leído el libro o por lo menos han visto las ilustraciones, verán que son
bellísimas y que tienen un trabajo de papel y calado que Guillermina nos trajo
para mostrarnos algunos originales. La verdad es que es muy lindo y da para
hablar de un tema que en estos encuentros abarcamos poco, que es la
ilustración. En general nos centramos más en los textos, así que lo vamos a
aprovechar. Me decías hace un rato, Cecilia, que el tema de esta novela, ¡Invadido!, surge por las Invasiones
Inglesas, pero también por Malvinas que te quedó atravesado.
Cecilia Pisos: Sí. La verdad es que tuve la
invitación de Cecilia Repetti a escribir sobre algún tema del período que me
interesara. Ella no me pidió algo que fuera estrictamente sobre el Bicentenario
de la Independencia. Entonces empecé a leer, ya estaba el libro de Sebastián, y
quería ver que me interesaba. Empecé a
leer sobre el período y me atrajo esto de las invasiones. No hay tanta
bibliografía como de otros temas. Hubo libros y artículos, pero en comparación
no tantos, alrededor del 2006. Me llamó la atención y me pegó, la cuestión del
conflicto, como me pega cada vez que se discute el tema Malvinas. No sé si a
ustedes les pasa, pero a mí me da mucho rechazo cuando veo a la gente muy
enfervorizada con la cuestión de volver a Malvinas. Sí, pero ¿cómo? Por la
palabra, por la diplomacia, de ningún modo por las armas. Porque me asusta
mucho, porque muchos de los que estamos acá lo hemos vivido. Yo tuve compañeros
en la Facultad al año siguiente o a los dos años, que estaban muy mal. Viví eso
de tejer las medias y que no llegaran, viví esa cuestión triunfalista… Una vez,
yendo a bailar, en los carteles electrónicos del boliche decía Argentina 2 -
Inglaterra 0… Esa cuestión futbolística un poco maniquea. Entonces creo que me
tomé una pequeña revancha con la novela, género que te permite trabajar en
profundidad todos los personajes. En general, cuando los militares van contra
el enemigo, lo mejor es que sea solo eso, el enemigo, que tenga la etiqueta.
Que no tenga nada de profundidad, que no sea un tipo como vos. Entonces, en
esta novela me tomé el trabajo de cincelar a los dos personajes. Para que se
notara que el enemigo podría haber sido yo, y que yo soy el enemigo para el
enemigo. Esa mirada más en profundidad creo que puede ser útil para los chicos.
MM: Pretendiste eso y lo lograste. La relación de John y Juan que Cecilia tomó prestada de Borges, pero ubicó en 1806, es la relación de cualquier par de chicos, que empiezan con cierta enemistad y cierta competencia, porque uno se siente invadido por el otro. Porque al chiquito inglés lo ubican para que viva de prestado en la casa de la familia de Juan, que se siente completamente invadido, pero no por una cuestión bélica, eso es menor.
Sino porque le está ocupando el lugar, la habitación, el cariño y la atención de la madre, de las hermanitas chiquitas… hasta de la esclava negra que trabaja con ellos y del criado guaraní que los acompaña. Y como logra luego que esos dos chicos terminen siendo amigos. Eso es algo que está muy logrado y es muy emotivo. ¿Qué respuesta has tenido en las escuelas con ¡Invadido!?
CP: Todavía no fui a muchas
escuelas con este libro, porque salió en la segunda mitad del año pasado, y
recién en esta mitad lo han estado leyendo. En general lo recibieron bien, y
esta cuestión de la guerra les atrajo mucho. Traté de construir los capítulos
como en una novela de aventuras. Dejaba picando el suspenso en la última parte
del capítulo, con aperturas y títulos intrigantes para que siguieran leyendo.
Lo trabajé como novela de aventuras. Es una especie de híbrido, si se quiere.
Eso pasa también en las novelas históricas de adultos. Hay mucha variedad en
estos libros históricos. Incluso, el libro de Florencia y Guillermina es muy
lindo porque trabaja con poesía y cuento, y hay como ecos y “ritornellos” en
ciertas frases. Tu libro, El fantasma de
Francisca, Mario, también. La estructura es muy interesante, los nombres de
los capítulos… Yo creo que hay una producción que también es muy interesante en
lo genérico. A veces se tiene la idea de que estos libros son para las
efemérides, que son una cosita así nomás, escrita de compromiso… Y creo que todos
los que estamos acá los hemos trabajado como trabajamos los otros libros que
escribimos. ¿No?
MM: Sí, sí. Con el agregado de la
investigación. ¿Cómo fue en tu caso?
CP: En proporción, me llevó más la
investigación que la escritura. Una vez que elegí el episodio que quería
trabajar estuve cuatro o cinco meses leyendo. Leí sobe el episodio en sí, leí
sobre la vida cotidiana de la época… Porque claro, por ejemplo, la primera cosa
que quise hacer fue ponerlos a jugar con soldaditos de plomo a los chicos. Y en
esa época, no había soldaditos de plomo. Menos mal que investigué. Había muy
pocos. Los tenía, por ejemplo, el hijo de Napoleón. Eran de producción alemana
y muy caros. Se producían de a uno, no en serie, como empezaron a producirse
cerca de 1840. ¿Con qué los hacía jugar? Yo quería representar en chiquito la
guerra. Entonces, lo hice venir al Río de la Plata a John con dos soldaditos
como su gran tesoro. Él venía de Europa con dos soldaditos, y los chicos
jugaban con uno cada uno, como el jefe de sus tropas. Y ahí lo tuve que
inventar a Curuzú. Muchas cosas tuve que inventarlas en el momento. Curuzú
venía de las misiones jesuíticas. Había aprendido a tallar en madera con los
jesuitas, y entonces les hizo un ejército en madera. Ahí me arreglé con eso. Tuve
muchos de estos problemas, de objetos y de cosas.
MM: Me contabas que hay una ayuda
doméstica también en la investigación histórica.
CP: Sí, mi hija Carolina. Uno de
los libros que yo tomé es de un profesor de su carrera de Historia, Klaus
Gallo; el libro fue su tesis de doctorado y me dio el enfoque global de las
invasiones, porque nosotros lo vemos como algo que pasó en Buenos Aires, pero
es el coletazo de lo que estaba pasando en Europa con Napoleón. A partir de
ahí, ella me ayudó a buscar la bibliografía. Hay un libro muy preciso que usé
que es el de Carlos Roberts, de 1943, que tiene absolutamente todos los mapas,
y es súper minucioso con todos los detalles: la cantidad de soldados, los
bastimentos… Eso me sirvió para localizarme en la contienda misma. Cuando había
terminado el primer borrador, usé otra bibliografía más que encontré de
casualidad, comprando los regalos de Navidad. Empecé a escribirlo a principios
de diciembre y lo terminé a mediados de enero. Lo escribí muy rápido, fue más
difícil la investigación. Comprando los regalos de Navidad, como decía, en una
librería me encontré con el Cancionero de
las Invasiones Inglesas, de Pedro Luis Barcia, que tiene composiciones
populares y de autor de la época, referidas al episodio. Entonces las fui
intercalando después en algunos capítulos que me parecieron.
MM: ¿Es un libro antiguo?
CP: No, es una recopilación
actual.
Asistente: Más allá de este libro que
encontraste de casualidad, ¿cómo ibas encontrando todos los otros libros?
CP: Los libros sobre la vida
cotidiana los saqué de la biblioteca de mi papá que es “historiador amateur”, y
le gusta mucho la historia de Buenos Aires. Hay muchas crónicas de los ingleses
hablando de Buenos Aires. Había una pequeña comunidad inglesa ya viviendo antes
de las Invasiones, de hecho. Fui haciendo encajar algunas piezas de ficción con
otras históricas. Otro de los problemas que tuve fue cómo se iban a entender
los dos chicos si uno hablaba español y el otro inglés. Para la comprensión
entre ellos y a la vez, la del lector. Pero yo no podía hacer hablar en español
al chico inglés. Entonces, tenía que buscar mecanismos de traducción dentro del
mismo libro. Fui inventando distintas cosas, por ejemplo que la amiga de la
mamá fuera Anita Perichon que después fue la amante de Liniers. Y como Anita
era una mujer de mundo, sabía inglés, francés, y le había enseñado un poquito a
Juan. También hice que Juan tuviera una amiga con una niñera inglesa, porque
descubrí que en 1797 acá había naufragado un barco que iba de Inglaterra a
Australia y que llevaba prostitutas. Como naufragó, muchas se quedaron viviendo
y trabajando en Buenos Aires. Entonces utilicé a una de ellas. Fui usando
distintos datos históricos para hacerlos encajar en mi ficción.
MM: La pusiste de niñera… (Risas).
CP: Y bueno, de algo tenía que
trabajar… Otro personaje que sí existió, William Pious White, era un
comerciante norteamericano, negrero, que estaba instalado en Buenos Aires, y él
fue un poco el intérprete y el negociador en las invasiones, en las
capitulaciones entre los ingleses y los criollos. Lo metí en la escena en la
que Juan entra en el Fuerte, confundido por su amigo, vestido con la ropa de
John, y ahí es él el que traduce. Porque como hacía rato que estaba en el Río
de la Plata, algo de español sabía. Me fui valiendo de distintos artilugios
para que pudieran entenderse. Y traducirle al lector. “¿Qué me quiso decir?” Y
siempre hay alguien ahí a mano que dice que quiso decir tal cosa. Y hay
diálogos en los que los chicos mismos deducían por contexto las palabras en el
otro idioma. Usé también una lotería de figuras con las que se jugaba en esa
época y que llegaban desde del Alto Perú. Yo las he visto en México. Y
"cantando" las figuras, cada
chico iba aprendiendo las palabras del otro.
MM: ¿Y vos Flor, cómo
investigaste? ¿Cómo fue tu proceso de investigación?
FE: En realidad el libro iba a ser
un cuento, que es el de la pluma. El primero que escribí fue ese. Empecé a
mirar imágenes, a leer todo lo que encontré. Estábamos muy apuradas para hacer
este libro. Tenía claro que quería hacer
algo ágil, para chicos chicos, y que
fuera entretenido. Y pensé qué pasaba si en ese momento no tenían con qué
firmar el acta. Y empecé a pensar qué tenía que pasar para que no estuviera la
pluma. Ahí me puse a investigar. Después vienen esas obsesiones que me di
cuenta que no hacían falta. Necesitaba saber de qué ave eran las plumas… Y
después de investigar, de que estuvo el primer cuento y de que me lo aprobaron,
Cecilia me preguntó qué me había quedado afuera. Y le empecé a contar todo lo
que había leído. De las galeras, de que en Tucumán eran expertos en fabricación
de carretas y que había muy buenas maderas. Y quise saber de qué árboles eran.
Qué bailaban… y me dieron ganas de escribir un cielito. Y Ceci me dijo que
siguiéramos.
MM: Y lo escribiste, porque hay un
cielito…
FE: Sí, lo escribí para los dos personajes que se enamoran. Después,
en otro cuento, estaba la receta del Arroz con leche, pero alargaba demasiado
el texto, y la transformamos en poesía, y así fuimos enganchando todos los
cuentos con poesías.
MM: Claro, todos los cuentos están
relacionados…
FE: Sí, pero fue así, de a poco.
MM: Casi casi se podría decir que
es una especie de novela.
FE: Y se termina armando algo así…
MM: ¿Y por qué estaban tan
apuradas? ¿Qué pasaba?
MS: Siempre estamos apuradas…
(Risas). Siempre es para ayer. Se fue ampliando el proyecto del Bicentenario, y
en la editorial las decisiones llevan un proceso que hace que siempre sea
tarde.
MM: También me acordaba, Flor, de
que te contactaste con el periodista de La Gaceta de Tucumán…
FE: Ah, sí, también, con el
historiador Carlos Páez de la Torre. Porque después quería escribir sobre lo
que había pasado después de que se firmó la declaración, sobre el destiempo…
porque la noticia tardó en llegar a Buenos Aires. Quería saber cosas muy
precisas que después nunca puse, pero tenía mucho miedo de pifiarla. De poner
cosas que estuvieran mal. Por suerte me recontra ayudaron.
MM: Hoy hablábamos en la previa de
que hay una especie de responsabilidad especial, cuando uno escribe sobre
historia para chicos y jóvenes…
FE: Además eran preguntas muy
puntuales. Necesitaba saber el tiempo, las fechas, de qué era la pluma. Sobre
las empanadas vi un video sobre la campeona. Y seguí escribiendo. Ya nos
divertíamos.
MM: ¿Tardaron como cuatro meses en
enterarse acá?
FE: Dos. Ahí me ayudó el
periodista de La Gaceta de Tucumán, muy macanudo, al que le preguntaba un
montón de cosas y me las contestaba. A mí me parecía mucho, y él me decía que
no, que el apuro era algo de estos tiempos. Muy simpático. O me mandaba toda
una descripción hermosa de cómo eran las carretas. Con detalles. Cuánto
duraban, que eran todas de madera…
MM: Sí, leí en uno de los mails
que no tenían ni hierros ni clavos. Tenían tarugos, supongo. Lo que sí sabía
por lo que leí es que era la provincia que se destacaba por las carretas.
FE: Todavía me falta saber el
nombre de los árboles. “No creo que ni acá sepamos cómo se llaman los árboles”,
me dijo. (Risas). Como diciendo “¿Y qué importa?”.
MM: ¿Y la receta de arroz con
leche de dónde salió?
FE: Es un poco inventada. (Risas).
La busqué pero más o menos.
MM: Vamos a volver con
Guillermina. Como les decía, uno de los trabajos que hace Guille (porque
supongo que también hacés otros), es el del papel calado. ¿Querés mostrarnos algo?
GM: Sí, traje dos originales y la
tapa, que es como el resumen, y que es difícil porque ahí tenés que contar de
qué trata el libro, pero no podés decir demasiado. Tiene que ser atractiva… Les
traje estos dos originales; esta es la doble. Esta técnica de calado surgió
como un proceso, de un libro anterior que hice con Alicia Salvi, que me contaba
de Andersen y de esto que tenía de recortar figuras. Alicia quería que eso
estuviera en un libro que hicimos juntas, y también tenía esa idea de que fuese
como una especie de grabado. Con ese libro también estábamos cortas de tiempo,
teníamos quince días. Y le dije que lo del grabado en ese tiempo lo veía
difícil. Y en base a eso surgió lo del calado que trajimos a Me contaron de Tucumán. Yo invento
técnicas. Una vez inventé una cosa rarísima de pintar con cera de vela que
tenía en esos hornitos… Quedó bien, pero después quise repetirlo y no me salió
más. Quise respetar la técnica tal cual la inventé. Esto de tratar de que la
ilustración saliera en un solo pliego. Por ejemplo, si se saca la casa, es un
solo pedazo, no son pedacitos.
Asistente: En el libro hay una pluma
amarilla…
GM: Sí, creo que fue la
diseñadora. El aporte de la diseñadora siempre es algo más, algo que suma. Creo
que también quiso que estuviera representado el sol.
MS: Sí, originalmente habíamos
pensado hacerlo en cuatro colores pero cuando probamos no funcionaba tan bien,
y así, en dos colores, quedaba mucho mejor. Entonces a la diseñadora se le
ocurrió pintar la pluma de amarillo, para completar los colores de la bandera
GM: Y el tema del agregado del
color, para mi estructura de la técnica fue otra prueba. Las plumas en un solo
calado las intenté aprovechar ahí.
MS: Contá con qué recortaste…
GM: Con un bisturí de cirugía,
porque te permite estar cambiando las hojas continuamente y tener siempre hojas
afiladas. Así que un farmacéutico amigo me trajo una caja de hojas. Lo
principal con el bisturí es cambiar la hoja… Acá el marco viene con toda la
ilustración, es solo una hoja. Yo saqué lo que sobraba para formar la
ilustración. También me parece que el ilustrador tiene que sentirse cómodo.
Esta es una técnica que a muchos les resulta muy complicada y que para mí es lo
más fácil. Y no me lo interpretan. Me parece que yo pienso en blanco y negro. (Risas). Y la tapa fue lo más
difícil, porque al tratar de respetar esto de que fuera solo un calado, me era
difícil incorporar color.
MM: Esa era una decisión tuya… nadie te lo imponía.
GM: Claro, para seguir fiel a esa
técnica. Que no fueran cortes de papelitos, sino calados. Toda esta estructura
la hice de una sola vez…
Asistente: La parte blanca que sale de
debajo de la negra que daría la carreta, vos la vas haciendo a partir del negativo que ponés arriba para que
después vaya el color, ¿no? No quiero creer que te imaginás en blanco la parte
que falta de la negra… Como que todo esto lo hacés después con el calco del
blanco.
GM: Por ejemplo, en esta (que no
se las traje) es solo negro sobre el blanco. Es una sola pieza.
Asistente: En las pruebas, se nota que es
una sola pieza y cómo está recortado. De lejos da la impresión de que no se
puede hacer una cosa así. (Risas).
GM: Otra cosa que ayuda mucho
cuando se trabaja así, de contra-forma, es pasar el boceto sobre papel negro.
Yo entre como boceto el recorte, la hoja negra y el lápiz era como un
enchastre.
MM: ¿Eso lo trabajabas con la
diseñadora?
GM: Sí… En general, los mira el
editor, y los diseñadores o el jefe de arte.
MS: Nos pasaba eso, nos
imaginábamos las técnicas pero después, cuando venía, era increíble.
SV: ¿Vos les mandabas bocetos
primero?
GM: Les mandaba estos bocetos que
yo hacía en papel negro, un poco de lápiz de color, lo que se distinguía, y la
que veía que era la figura importante la recortaba y la pegaba. Cuando mando un
boceto, mando una lista en la que digo que podría ir por un lado o por otro.
MM: O sea que el trabajo lo fueron
construyendo entre las tres más la diseñadora…
GM: Sí, por eso me parece que en
este caso la editora fue como la intérprete.
FE: Fue la víctima. (Risas).
MS: Había cosas en el pedido, en
las que una pensaba que no iba a poder. Y venía y estaba genial.
GM: La interpretación nació con
eso que me había dicho Alicia que hacía Andersen con la tijera y hacer esos
calados. Siempre disparé la técnica para ese lado. Es difícil de interpretar, y
me ha pasado con otro libro también, que cortás mucho papelito y parecen
plenos. No se dan cuenta de que son muchos papelitos cortados. Algo que quería
comentar, es que en un colegio que visitamos con Florencia, hablé con una
maestra de Plástica que me comentaba que trabajó la técnica con los chicos. Y
que se engancharon muchísimo con la síntesis y con esto de sacar todo de una
sola vez. Incluso vi unos trabajos que me mostró Florencia, y le decía que me
querían serruchar el piso. (Risas).
FE: Me pedían que se los firmara.
Eran hermosos. También había trabajos que habían hecho los padres. Habían hecho
todo el acto con el libro. Tenían una cartelera con los dibujos, otra, con
recetas…
MM: ¿Ya habías tenido devoluciones en escuelas por tu trabajo como ilustradora?
GM: No, es la primera.
MM: ¿Qué te pareció?
GM: Me encantó. La verdad es que
quedé sorprendida de cómo defienden sus interpretaciones. Por ejemplo, todo lo
amarillo lo relacionaban con el sol de la bandera. La maestra de Plástica, que
también había trabajado con las escenografías del acto, me dijo que los pibes
se habían re enganchado. Igual, la estrella era Flor. (Risas). Todos querían
saber sobre la historia de amor, las carretas, la receta del arroz con leche…
pero sí, me sorprendió mucho.
MM: Flor nos contaba en el
cafecito previo una historia muy simpática con el arroz con leche…
FE: Simpática para vos… (Risas).
Cuando fuimos a esa escuela, los chicos preguntaron todo muy rápido, y yo soy
medio torpe. Me preguntaron si me gustaba el arroz con leche y les dije que más
o menos. Y enseguida me di cuenta y me puse toda colorada… En la cocina había
una olla de arroz con leche. Un papelón. (Risas).
MM: Está bueno eso de la
interpretación, de que los chicos leen las ilustraciones…
Asistente: Nosotros no las leíamos….
Asistente: Tampoco teníamos ilustraciones
tan bellas…
Asistente: La ilustración era como un
complemento de lo que se había leído.
Asistente: Es que todo estaba preparado
para que uno centrara la atención en la lectura, en la palabra. Y ahora hace ya
unos años la ilustración ha cobrado mucha importancia.
FE: Acá, el que ve el cielo de
galeras, se muere de amor…
MM: El tema es que hay que leerlo,
y hay que verlo ahí, y ver también la escarapela, y todo lo que hay para
encontrar en esa lectura. A mí me falta entrenamiento. Tengo que ponerme,
dedicarme a eso.
MS: Los chicos van al detalle muy
rápidamente.
GM: Incluso escuchaban comentarios
en la escuela, de personas que decían que antes no se habían dado cuenta de
ciertas cosas en ciertos libros. Los chicos hacen una interpretación nueva.
También hay que tener en cuenta que la maestra de Plástica trabajó el libro. Y
eso no sé si se da en todas las escuelas.
MM: Supongo que quizá con el
libro-álbum. Si no, preparan los dibujos para cuando uno va de visita y están
de acompañamiento.
GM: Yo en el colegio trabajaba con
artistas plásticos clásicos. No sé si a alguien se le habría ocurrido trabajar
el libro. No se usaba.
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