La mula
Irreconciliables como lo son, el bien y el mal, la vida y la destrucción, la esperanza y la guerra, conviven, sin embrago, en la novela La mula, de Juan Eslava Galán, que es hoy el comentario elegido por Libro de arena para abordar el tópico del mes, y la relación de la literatura con otros discursos.
Por Belén Leuzzi
La mula, ¿quién pudiera decir que era posible encontrar ternura en una novela de la Guerra Civil Española? Acostumbrada a que los relatos se centraran en los ataques bélicos y las estrategias militares, me he topado con la novela La mula, de Juan Eslava Galán. Para ser más honesta, primero me habían recomendado la película homónima dirigida por Michael Radford, y luego me enteré que estaba basada en la novela. Pero, en fin, llegué a ella deseosa de repetir esos episodios tan graciosos que giran alrededor de la mula. Es que esta novela es más bien una comedia y, a su vez, una crítica a lo absurdo de la guerra. Vemos que muchos de los soldados, que en su vida cotidiana son simples campesinos u obreros, se encuentran en la batalla casi por inercia, sin saber del todo qué es lo que sucede, sin ser conscientes de lo que implica cada bando o sin decidir del todo voluntariamente sobre sus vidas. Y es así como llega a la guerra el joven Juan Castro Pérez, que en realidad es el padre del autor, un campesino devenido en cabo acemilero del regimiento de la Falange de Canarias. Pero eso no quita que, de vez en cuando, los vecinos y amigos de Jaén se crucen y se muestren afectuosos por más que pertenezcan a distintos bandos. Franquistas y republicanos, que antes de la guerra jugaban y trabajaban en comunidad. La luz de la esperanza llega cuando Juan encuentra a una hermosa mula, a la que va a llamar Valentinilla, porque hay que ser muy valiente en tiempos difíciles. Ella se va a convertir en su tesoro más preciado y es por eso que tendrá que esconderla y rebuscársela para que no pase a formar parte del ejército. Él pretende quedarse con la mula una vez finalizada la guerra, pero para eso no tienen que verla sus superiores porque si no pasaría a ser parte del botín y la perdería. En este casi juego de proteger a su mula van a consistir las “estrategias de guerra” del protagonista, sus tácticas se aplicarán a su deseo de conservar a “su” mula. También aparecerá el amor de una mujer. O mejor dicho, algo parecido al amor. Porque es una relación basada en las mentiras y en las apariencias. La única manera de llegar a ella es fingiendo ser un rico acomodado, cosa que luego descubre que es mentira. Pero “perdonará” a Juan cuando se entera que éste se ha convertido en un héroe de guerra con condecoraciones de Franco y todo. Aunque el episodio por el que es ensalzado también será una mentira. Unos soldados republicanos, cansados de los abatimientos de la guerra, le proponen a Juan que los tome como prisioneros, para no quedar como traidores a su causa. Sin embargo, el brillo de las medallas no le bastará para hacer que la joven se quede a su lado, y al de Valentinilla, claro está. Cuando aparece un militar de mejor rango, su prometida decide dejarlo. Entonces, el único amor puro y honesto que ha tenido en estos tiempos ha sido el de la mula fiel, con la cual, lamentablemente, no permitirán que se quede.
Por Belén Leuzzi
La mula, ¿quién pudiera decir que era posible encontrar ternura en una novela de la Guerra Civil Española? Acostumbrada a que los relatos se centraran en los ataques bélicos y las estrategias militares, me he topado con la novela La mula, de Juan Eslava Galán. Para ser más honesta, primero me habían recomendado la película homónima dirigida por Michael Radford, y luego me enteré que estaba basada en la novela. Pero, en fin, llegué a ella deseosa de repetir esos episodios tan graciosos que giran alrededor de la mula. Es que esta novela es más bien una comedia y, a su vez, una crítica a lo absurdo de la guerra. Vemos que muchos de los soldados, que en su vida cotidiana son simples campesinos u obreros, se encuentran en la batalla casi por inercia, sin saber del todo qué es lo que sucede, sin ser conscientes de lo que implica cada bando o sin decidir del todo voluntariamente sobre sus vidas. Y es así como llega a la guerra el joven Juan Castro Pérez, que en realidad es el padre del autor, un campesino devenido en cabo acemilero del regimiento de la Falange de Canarias. Pero eso no quita que, de vez en cuando, los vecinos y amigos de Jaén se crucen y se muestren afectuosos por más que pertenezcan a distintos bandos. Franquistas y republicanos, que antes de la guerra jugaban y trabajaban en comunidad. La luz de la esperanza llega cuando Juan encuentra a una hermosa mula, a la que va a llamar Valentinilla, porque hay que ser muy valiente en tiempos difíciles. Ella se va a convertir en su tesoro más preciado y es por eso que tendrá que esconderla y rebuscársela para que no pase a formar parte del ejército. Él pretende quedarse con la mula una vez finalizada la guerra, pero para eso no tienen que verla sus superiores porque si no pasaría a ser parte del botín y la perdería. En este casi juego de proteger a su mula van a consistir las “estrategias de guerra” del protagonista, sus tácticas se aplicarán a su deseo de conservar a “su” mula. También aparecerá el amor de una mujer. O mejor dicho, algo parecido al amor. Porque es una relación basada en las mentiras y en las apariencias. La única manera de llegar a ella es fingiendo ser un rico acomodado, cosa que luego descubre que es mentira. Pero “perdonará” a Juan cuando se entera que éste se ha convertido en un héroe de guerra con condecoraciones de Franco y todo. Aunque el episodio por el que es ensalzado también será una mentira. Unos soldados republicanos, cansados de los abatimientos de la guerra, le proponen a Juan que los tome como prisioneros, para no quedar como traidores a su causa. Sin embargo, el brillo de las medallas no le bastará para hacer que la joven se quede a su lado, y al de Valentinilla, claro está. Cuando aparece un militar de mejor rango, su prometida decide dejarlo. Entonces, el único amor puro y honesto que ha tenido en estos tiempos ha sido el de la mula fiel, con la cual, lamentablemente, no permitirán que se quede.
Juan Eslava Galán
Barcelona, Planeta, 2003
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