Florencia Esses, Guillermina Marino, Cecilia Pisos y Mariela Schorr: “Lo más lindo es que en un libro cada uno deja lo mejor de sí.”
La segunda parte de la entrevista
múltiple a Florencia Esses, Guillermina Marino, Cecilia Pisos y Mariela Schorr, que fue parte de los
“Encuentros con autores de Literatura infantil y juvenil en el Bicentenario de
la Independencia”, continuó la conversación acerca de la relación personal que cada una tiene con la literatura, la escritura, la edición. Libro de arena publica la charla coordinada por Mario Méndez, que se llevó a cabo en La Nube, el 25 de julio de 2016
GuillerminaMarino: Yo me considero una especie de
mutante. A mí me interesaba el libro. Más allá de la ilustración. A mí me
gustaba el libro y empecé estudiando Letras. Hice el CBC de Letras, después
seguí por el lado del dibujo, pero a mí siempre me interesó esto. Por eso trato
de trabajar en promoción de la lectura. Además de trabajar en ALIJA estoy en la
Comisión Directiva de la Biblioteca de San Isidro, en donde estamos haciendo
actividades para traer a los chicos a la biblioteca.
MM: ¿Te interesaba el libro en
general?
GM: No, el infantil. En casa
teníamos biblioteca y a mí me encantaba, mi mamá me compraba todos los libros
que quería. A ella le gustaba el libro, por eso me compraba. Empecé así
MM: No sé. Está más lejos de mi
experiencia. ¿Y tu llegada al libro infantil y juvenil, Cecilia?
Cecilia Pisos: Empecé escribiendo poesía. Sin
edades. Y después, durante varios años fui editora en Hyspamérica, y ahí edité
una colección de Félix Luna. Ahí me encontré por primera vez con estos temas de
la historia que ahora retornaron. Después pasé a Aique. Y ahí, editando libros
escolares tuve contacto con todo el universo de la literatura infantil que
estaba mucho menos desarrollado que ahora. Me impactó, empecé a acercarme,
empecé a leer, y cuando dejé de ser editora empecé a escribir.
MM: Hiciste el corte como editora
y te pusiste a escribir…
CP: Sí, escribí libros de texto de
Primer Ciclo. Me especialicé un poco en eso, y ahí empecé con poesía para
chicos, después me animé y seguí con cuento, y al final lo más difícil que es
la novela.
MM: ¿Es lo más difícil?
CP: Y…no sé… ¿Para vos?
MM: No, para mí no; yo soy incapaz de escribir una poesía.
CP: A mí me sale por las orejas,
me sale muy fácilmente. Tengo que tener cuidado, porque es muy fácil.
Sebastián Vargas: ¿Cuál fue tu primera novela?
CP: La primera fue Como si no hubiera que cruzar el mar.
Pero ahí me inventé una técnica para poder escribirla, porque no tenía tiempo,
porque además me estaba mudando de país. Yo me la propuse en módulos. Y ahí fue
que inventé la estructura de los capítulos dobles breves. De la nena que se iba
a España en la crisis del 2001, y retomé un poco la historia de mi abuela, que
había venido desde Galicia a la Argentina. Entonces cada capítulo de cada parte
tenía el mismo título, y lo escribía en un día, que era lo máximo que podía
escribir. Yo tenía chicos muy chiquitos es esa época, y muy poco tiempo porque
estaba preparando el viaje. Así logré escribirla, y eso me animó a escribir otras novelas. Me
di cuenta de que segmentando el trabajo lo lograba. Era mucha disciplina.
MM: Sí, disciplina hay que tener.
CP: Y hay que trabajar días
corridos, porque si te desconectás un día es difícil retomar. A esta, ¡Invadido!, también la escribí en un
momento de mucho movimiento en mi casa, había toda una movida familiar en
diciembre y enero, justo cuando escribía, fueron muy movidos para mí. Me
levantaba a las cinco de la mañana y escribía de cinco a siete. Y así la
congelaba hasta el día siguiente. Pero era el único momento en el que estaban
todos durmiendo y ni el perro ladraba. Los vecinos no hacían ruido… entonces yo
escribía. Ahí me reencontraba con mis personajes.
MM: Es realmente disciplinado eso
de las cinco de la mañana. Puede el entusiasmo más que el madrugón.
CP: Es que a esa hora estoy
lúcida. Después, ya no.
MM: Qué curiosas las diferentes
formas de llegar al texto de cada uno.
CP: ¿Puedo mostrar originales?
Porque yo me hago unas cosas muy jeroglíficas que ustedes no vieron nunca.
Estos son como grandes esquemas que yo me hago con los capítulos, que después
les muestro a los chicos en las escuelas. Me hago unas grillas que voy
rellenando, y a veces respeto, y a veces no. Acá está capítulo por capítulo,
más o menos lo que iba a pasar en la novela. Después, los personajes hacen lo
que quieren.
MM: ¿Por qué no hacés estos
esquemas en la compu?
CP: No, yo escribo a mano.
MM: ¿Escribís a mano?
CP: Sí, escribo todo a mano, hasta
que lo termino. Y después viene lo peor para mí, que es pasarla. Pero no puedo
escribir en la computadora. No me gusta estar sentada en la computadora.
Escribo siempre en otros lugares. Generalmente compro estos cuadernos y tengo
muy mala letra, como verán ustedes. Mis hijos me dicen que no muestre esto en
las escuelas porque es una vergüenza, pero esto es lo que se llama escritura “a
vuelapluma”. Uno escribe al ritmo del pensamiento y lo que se le va ocurriendo,
sin censurarse y sin corrección. La corrección viene cuando lo paso. Igual
tacho, agrego, a veces ni me entiendo, porque cada vez tengo peor letra, y eso
es medio terrible. Para esta novela llené un cuaderno y medio. Traje este nomás.
SV: ¿Numerás las páginas?
CP: Sí, a veces las numero, y
después pasarlas es una tortura, porque tengo que estar sentada en la
computadora, que es lo que no me gusta.
MM: Y es el momento de corrección…
CP: Sí, ahí voy corrigiendo.
MM: Como método está bueno, pero
hay que escribir a mano…
CP: Muchos escriben a mano. Pablo
De Santis, por ejemplo. Yo prefiero. Y una birome cualquiera, y un cuaderno
cualquiera como este. Pero de este tamaño. Cuaderno más chiquitito, no puedo.
MM: Mirá vos. No lo esperaba.
Además sos una escritora muy prolífica. ¿Cuántas novelas publicadas tenés ya?
CP: Y… no sé… porque algunas son
sagas, unas cuantas…
MM: Una veintena, por lo menos…
CP: Sí, igual tengo mi límite,
porque después de cinco páginas ya me sale cualquier cosa, así que cinco
páginas por día es el límite, que a mano son más.
MM: Y lo tipeás una vez que
terminaste todo…
CP: Sí. Ya hay cosas de las que no
me acuerdo…
MM: Está bueno porque volvés al
texto.
CP: Sí, y ya es otra mirada. Ahí
sigo el consejo de Laura Devetach, que dice que hay que dejarlo levar… Lo dejo
descansar un par de semanas. Y ahí junto fuerzas para pasarlo, porque es la
parte que menos me gusta. Y les digo eso a los chicos, porque viste que ahora
los maestros les hacen corregir… Una vez una maestra me preguntó si estaba bien
que ella les hiciera hacer ocho versiones…
MM: Pobrecitos…
CP: Y le dije que no, que les
hiciera hacer dos. Cuando ya tengo el libro corregido y se lo largo a la
editora, es terrible, porque a veces tardan en responder, y pienso en si les
gustó o no les gustó, Los originales los guardo porque después los llevo a las
escuelas.
SV: ¿Y antes de pasarlos?
CP: ¡No! Antes están guardados,
nunca los saco a la calle.
MM: El “síndrome Hemingway”, que
perdió una valija con una novela entera.
CP: No, nunca los saco a la calle.
Asistente: ¿Y escribís cuentos?
CP: Lo segundo fueron los cuentos,
sí. Me animé con los cuentos. Y cuando pude con los cuentos, pasé a la novela.
¿Por qué no?
Asistente: ¿Con los cuentos hacés lo
mismo?
CP: No, el cuento es de una
sentada.
Asistente: Pero a mano…
CP: Sí, y poesía también, a mano.
Es todo artesanal. Leí una cosa que decía Eco, y es que antes los filólogos
miraban los originales de los autores. Y ahora, prácticamente no hay originales,
porque son todos archivos. En los originales encontrabas anotaciones marginales
que iluminaban los textos. Ahora, por ejemplo, hay una exposición de los libros
anotados de Borges. Los que había leído y anotaba. Yo también anoto. Es
interesante para ver el trabajo del escritor, pero ya tampoco hay filólogos.
MM: Son cosas que se van
perdiendo… como las plumas de ganso.
CP: Sin embargo, a los chicos esto
de los borradores les importa, porque es más cercano al trabajo que ellos hacen
con los textos. Cuando te preguntan si escribís en un cuaderno, les decís que
sí, que igual que ellos. Y que igual que ellos tengo una seño, que es la
editora. Que se lo mando a la editora y me dice que en una parte está un poco
largo. Que corte acá o acá, o si me parece, que el personaje haga tal o cual
cosa. Y que entonces yo vuelvo y corrijo. Y ese es un proceso que es muy
cercano a ellos y a lo que hacen con la maestra.
MM: Pero no ocho veces…
CP: No, claro. Hay un límite. No
va ser perfecto. Como no es perfecto el texto de uno. Hay que aprender a
convivir con la imperfección de la novela. Sobre todo si uno es muy
perfeccionista, como en mi caso.
MM: ES cierto. Igual, como no sé
hacerlo, me sorprende mucho el tema de la poesía. Como por ejemplo en tu caso,
Flor. Cómo llegan a trabajar con la rima…
FE: o no lo hago a propósito…
MM: Te sale…
FE: No, no me sale, empiezo y
sigo. (Risas).
MM: ¿Cómo es eso?
FE: No me sale rápido. Empiezo y
pruebo, y después si me gusta lo sigo, y si no, no.
MM: ¿Y cómo es? ¿Vas anotando posibilidades?
FE: No, en general, primero tengo
una idea, más que palabras o rimas. Ahí pienso cómo escribirla. Y me sale la
primera y después pienso la segunda. Y después la tercera.
MM: ¿Y no vas anotando rimas
posibles? Sé que hay poetas que van anotando tres o cuatro posibilidades para
la rima.
Florencia Esses: No. En un momento dado aparece
un patrón…
CP: Cuando yo leo algo y me parece
que suena bien trato de seguirlo… Es música, es respiración, es mirada… porque
el poema empieza en algo que ves.
FE: Después me sirve mucho que me
corrijan. Porque si pienso mucho, no puedo relajarme…
MM: Ese es un buen título. “No me
puedo relajar si pienso mucho”. (Risas).
FE: Lo mando a ver si está bien o
quieren otra cosa. A veces me dicen que sí, y otras que vaya por otro lado. Y
así.
MM: Las dos parecen tener una
relación muy fuerte con los editores. Vos decís que es "tu seño",
Cecilia, vos, Flor, que decís que te orientan…
FE: Imaginate… que te den ideas… A
Mariela le quemé la cabeza. Preguntale. (Risas). Un día le hablé una hora.
(Risas).
Mariela Schorr: Sí, pero estuvo buenísimo.
MM: Uno deja el teléfono y sale.
(Risas).
FE: No, personalmente. (Risas).
FE: Me aguantó una hora.
MS: Es ver el proceso. Estaba yo
ahí, pero estaba hablando ella. Pensando y dándole forma a todo. Está
buenísimo.
FE: Además me da confianza. Porque
yo no pienso siempre que lo que escribo está buenísimo.
MM: Eso creo que no le pasa a
Nadie. Uno no dice de entrada “Esto está buenísimo”… Y a veces de salida
tampoco.
MS: A veces hay autores a los que
no les gusta que empieces a interactuar en la mitad del proceso, porque les
gusta hacer su camino y después darle participación a los demás. Y hay otros
con los que eso pasa desde el inicio. Y eso fue lo que pasó con este libro. Por
ahí en otros casos, Flor, trabajás de otra manera… Pero se dio eso, teníamos
determinados tiempos, también, pensando en cómo ilustrar una historia con la
casita de Tucumán, surgió la idea de llamar a Guille. Cómo ilustrar hoy eso que
tantas veces vimos en Billiken, cómo hacer algo que no fuera trillado. Fuimos
buscando y apareció Guille y fue perfecto, porque encima era simple, la
síntesis de lo que para cada uno representa la casita de Tucumán.
MM: ¿Vos pensaste en esa técnica
de Guille del papel calado?
MS: Sí, con Cecilia Repetti y
Vanesa Chulak, del departamento de arte.
GM: Cecilia había visto el libro
que habíamos hecho con Alicia. Y no me pidió los originales, pero se los llevé.
La tapa sobre todo. Porque el libro de Andersen es solo un pequeño condimento
de los calados. Solo los marcos. En realidad lo hice con témpera. Y a Cecilia
le había quedado el tema de la tapa. Por eso quiso replicarlo. Y esta idea de
estampa…
MS: La búsqueda era esa, la de
hacer algo que no fuera trillado, y cuando apareció la técnica de Guille nos
pareció que podía funcionar muy bien, a pesar de que nos costaba imaginarnos
cómo podía quedar finalmente…
GM: Sí, porque el otro libro no
era de papel. Este fue el primero en el que pude aplicar la técnica en todas
las ilustraciones. También pensaba en el tema de las poesías que mencionó
Cecilia, en esta idea de serie, como que sale de un lugar y se va armando. Pero
no es que lo vas copiando. Vas tratando de que la esencia continúe a lo largo
de todo el libro. En mi caso, el proceso empieza por hacer una ilustración que
no puede faltar. Una que tiene que estar. Y desde ahí es como un ovillo.
También juega un papel el color. “En este usé más negro, en el próximo más
blanco”, para formar una serie que tenga sentido. Me pareció que eso es un poco
como lo de la poesía.
CP: Que haya como ecos, cosas que
se repiten con variaciones…
MM: ¿Y vos, Mariela, llegaste de
entrada al libro infantil?
MS: No, yo empecé editando textos
escolares en distintas áreas. Editar literatura infantil me parecía tan genial
que ni se me cruzaba que podía llegar a hacerlo. Y un día se dio la posibilidad
en la editorial, y con mucho miedo al principio, y a continuación, y ahora
también (Risas), pero ahí estoy y es increíble. Me acuerdo de los primeros
tiempos, en los que me sorprendía que tal vez me pasaba un día entero
trabajando en el pedido de ilustraciones para un texto. ¡No lo podía creer!,
porque era hermoso como trabajo. Llegué desde los textos escolares, después
pasé a literatura y ahora me puse a estudiar magisterio. El camino inverso de
los que se dedican a esto.
MM: ¿Con la idea de trabajar?
MS: Con la idea de ver qué cruces
salen de eso.
MM: ¿En el Acosta?
MS: No, en el María Auxiliadora.
Asistente: ¿Cuál fue el primer libro de
literatura infantil que editaste?
MS: Uno de Martín Blasco, sobre un
monstruo que va a comerse el mundo. De esta colección. Se había presentado para
el premio y había quedado. Hay autores que quieren que uno intervenga más,
otros que menos, Martín es de dejar que uno aporte. Era el primer libro, con lo
cual tenía un miedo tremendo. Cada libro es una historia distinta con sus
particularidades. Siempre pasan cosas en el proceso de cada libro. Es un
trabajo tan en equipo que es complejo y es hermoso.
Asistente: Lo que acabás de decir me
provoca una pregunta, y me gustaría una respuesta que no fuera políticamente
correcta. (Risas). Guillermina dijo algo fuerte, y es que ella empieza con una
imagen de algo que considera que no puede faltar. ¿Qué pasa cuando surge ese
sentimiento, esa idea, y el editor dice que eso no va, y que tendría que
agarrar por otro lado?
GM: Igual no importa, porque es el
inicio. De ahí podés disparar para cualquier lado. Es una manera de empezar.
Por algún lado hay que empezar, y a veces lo que parece más obvio no es lo que
termina dentro del resultado, pero te sirvió.
MS: Es todo muy conversado con el
autor, con el ilustrador, con el departamento de arte, que también participa de
las decisiones. Y después hay algo que creo que es la parte más linda, que es
cuando el otro te sorprende. Le pedíamos a Guillermina detalles como que el
pasajero de la carreta tuviera la boca abierta y nadie se imaginaba cómo iba a
hacer para resolverlo y cuando llegaban los bocetos, estaban buenísimos, y nos
sorprendía a todos. Entonces el otro te va llevando para otros lugares también,
si uno se deja llevar. También hay situaciones más críticas y menos amorosas…
(Risas).
Asistente: Que se resuelven hablando y
hablando y hablando… (Risas).
MS: Sí, se va negociando también.
Para mí, el noventa por ciento del trabajo del editor es la mediación con el
ilustrador, con el autor, con el departamento comercial de la editorial, que
también participa todo el tiempo, con el departamento de arte… Es una tensión
constante, donde hay que cuidar al autor y su texto. Hay mucho de mediación, de
charla.
FE: Para mí, lo más lindo es que
lo más importante es el libro. Que cada uno hace lo mejor que puede.
SV: Muchas veces los autores
tenemos una idea de un estilo de ilustración. Y quizá eso a la editorial no le
conviene. Vos Cecilia, con Gonzalo Kenny y con la tapa de ¡Invadido!...
CP: La verdad es que yo tengo que
nombrarla a Cintia Roberts que trabajó, cabeza a cabeza, en la edición del
libro. Es una editora en la que uno puede confiar. Yo considero muchísimo las
opiniones de los editores. Hubo un capítulo al que no le encontraba la vuelta,
y Cintia se la encontró poniéndolo medio al revés, y la verdad es que quedó
mejor. Y después, el chequeo de todo. Ella es una fact checker. Antes, en los diarios había. Ahora ya no hay más, y
no hay correctores tampoco. (Risas). Ella es muy minuciosa en eso, entonces me
quedo tranquila, porque sé que va a mirar cada cosita. De hecho, ese mapa que
aparece adelante en ¡Invadido!, lo
fuimos chequeando calle por calle. Fue y vino miles de veces. En este mapa, el
lector puede ir siguiendo todas las aventuras que tiene Juan desde que sale de
su casa. Están documentadas las calles por donde va. Cada capítulo puede
seguirlo en el mapa. De hecho, Juan en la historia vive enfrente de donde yo
daba clase cuando estaba leyendo y escribiendo para este libro, en Casa de
Letras, el edificio de Perú y Belgrano que ocupa actualmente lo que era la casa
de la Virreina vieja. Yo lo hice vivir a Juan en ese lugar, porque supuse que
desde ahí, en esa época en la que no había tanta edificación, podía ver
perfectamente la Segunda Invasión, que tuvo un episodio muy impactante en la
iglesia de Santo Domingo, sobre la avenida Belgrano. Cada lugar tuve que ir
buscándolo, viendo, chequeando con ella. En el entusiasmo, en un momento dado
me fui a San Isidro, (ya estaba totalmente tomada por la novela), a la quinta
de Pueyrredón, donde está la banderola del Regimiento 71 que llevaba el gaitero
en el pendón de la gaita. También hay cosas de Beresford ahí. Pueyrredón es el
que se apropia de esa bandera. Ahí saqué
un montón de fotos, de cómo era el piso del patio, de cómo eran las paredes…
Todo eso se lo mandamos al ilustrador…
MS: Hubo mucho cuidado por los
datos históricos en todos los libros del Bicentenario. Los autores hicieron
mucha investigación, en la editorial hubo lectura crítica de editores de
Sociales… Eso estuvo muy cuidado, porque era un aspecto fundamental de estos
libros. Porque era ficción pero partiendo de nombres, de lugares, de acontecimientos…
Era un poco lo que hablábamos con Flor ese primer día. Ver hasta dónde avanzar
con la ficción, o no. Me parece que el punto era ese. Partir de datos, partir
de nombres, de lugares, y después ficcionalizar.
CP: Claro, pero tenés un horizonte
que ya está fijo. Es muy distinto cuando
vos podés inventar todo el universo. Acá hay cosas que no podés inventar… los
objetos, los uniformes… en este caso las calles. Además, todas las escenas de
guerra se dan en días como hoy, porque
en los dos casos, la Reconquista y la Defensa, se dieron con tormenta, con
sudestada, con un tiempo espantoso. La primera escena a mí me costó mucho. Me
la imaginé sacando la cabeza de la pileta. Pensé que podría empezar con que
Juan saca la cabeza del río y se ven todos los barcos a ras del horizonte. Es
impactante así, me digo, me pongo a escribir, y me doy cuenta de que no puede
ser, porque es en junio. (Risas). Seguí dando vueltas y busqué. La temporada de
baños en el Río de la Plata empezaba el 8 de diciembre, el Día de la Virgen.
Ahí la gente iba a bañarse al río. Hombres y mujeres separados. No podía ser
que Juan se estuviera bañando el veintipico de junio… hasta que dije:
“¡Veranito de San Juan!”. Y dejé la escena, que me había gustado mucho. Y fui
resolviendo todas las dudas que el chico lector podía tener. Si los ingleses
están viniendo, ¿por qué no bajan en la playa? Y no, porque podían quedarse
encallados, tenían que ir hasta Quilmes a desembarcar, que no era tan bajo.
Cada cosa que el personaje se pregunta, responde un poco anticipadamente a la
inquietud del lector. El personaje sirve un poco de comodín. También, el hecho
de que las infancias de antes eran tan distintas de las de ahora. Los chicos
andaban sueltos por ahí y mucho la gente no se preocupaba. Me sirve mucho que
él pueda manejarse así, y meterse en lugares, escuchar conversaciones. Los
personajes que yo creé son el primer plano y el fondo son los personajones
históricos. Está mirado al revés que en la Historia. Un artificio que me
inventé leyendo estos libros sobre la vida cotidiana es la casa. Porque la casa
con los dos patios, con tantas habitaciones me permitió poner uno de cada uno.
Puse un par de esclavas, puse al criado guaraní, puse al tío, que era un
comerciante español, y entonces da un punto de vista distinto del de los
criollos; el papá que era voluntario y estaba armando una de las milicias; la
mamá, que conversaba con el obispo Lué… Y él siempre escuchando las
conversaciones.
MM: Además hay una investigación
sobre los distintos puntos de vista que son más de los que acabás de mencionar.
Porque entre los criollos había posturas de las más disímiles. Gente que quería
que se quedaran los ingleses, gente que ya estaba pensando en eso…
CP: Es que los ingleses mismos
estaban confundidos, porque en un principio, esto fue una aventura de Popham,
el comandante de la escuadra. Se enteró por White, que era amigo de él, que
había un tesoro, que es el que se lleva Sobremonte escapándose, y así a lo
pirata, decidió venir…
MM: Y es que finalmente el tesoro
se lo llevan…
CP: El tesoro se lo llevan porque
hacen un acuerdo con los criollos. Cuando ellos llegan, el Virrey se va hacia
Córdoba con el tesoro, y acá quedan peleando con los ingleses, los criollos y
los comerciantes. Los ingleses incautan todos los barcos que hay en el puerto,
y dicen que si el tesoro no aparece se quedan con los barcos. Y ahí se produce
una negociación, porque los criollos y los españoles quieren sus barcos para
seguir comerciando. Y a los ingleses no les servían de nada, porque no iban a
volverse remolcando todos esos barquitos chicos hasta Inglaterra. No tenía
sentido. Los mismos criollos les suministran baqueanos para rastrear el tesoro,
que no era totalmente de las arcas oficiales. Era un tesoro de la Compañía de
Indias que a los criollos no les iba ni les venía. Hay muchas cosas que
nosotros no aprendimos en la escuela. No era todo tan blanco y negro. Los
ingleses no sabían qué hacer, porque en el medio de las invasiones se les murió
el Primer Ministro. Entonces Beresford no recibía órdenes y no sabía qué hacer
y se peleaba con Popham. Hubo un montón de internas que nosotros no conocimos.
El hermano de Liniers era negrero. El mismo Liniers era comerciante, y después
de la Reconquista, en la Segunda Invasión, atrás de la primera línea de barcos
de guerra, venía una segunda línea de barcos mercantes. Al ganar los criollos,
toda esa mercadería quedó boyando, los ingleses tuvieron que venderla a precio
de costo, y uno de los principales compradores fue nuestro gran héroe Liniers.
Lo que se pregunta Juan cuando escucha, es un poco eso. El tío hablaba de
contrabando y decía que los ingleses eran piratas. Y Juan se pregunta por qué
si el contrabando lo hacen los españoles está bien y si lo hacen los ingleses
está mal. Esa cosa del doble discurso, que también tiene que ver con los dobles
discursos de nuestras épocas. Eso le hace eco al chico, de algún modo, y va
creando una línea en esa historia, en la que uno puede insertarse.
MM: Y es actual también. Es
absolutamente relacionable… Desde Malvinas…
CP: Yo me encontré con estas
cosas, me sorprendí de muchas cosas que nosotros creíamos que eran de cierta
manera. El pueblo creyó mucho en la Defensa. Pero las clases altas,
principalmente los comerciantes, estaban viendo qué les convenía. Hay mucho de
acomodamiento. Por ejemplo, la mamá le compra telas a White, que es un
comerciante norteamericano, o sea que es lo mismo que comprarle a un inglés. Y
el papá se enoja y le dice que mientras ellos los están combatiendo, ella les
compra telas. Y la mamá le pregunta si lo que él quiere es que se haga ponchos
nomás. Le dice que no hay otras telas que las inglesas y que Napoleón mismo las
usa para los uniformes de sus soldados. Esas contradicciones le hacen ver al
chico que hay que mirar todo un poquito más, que no es todo ni tan blanco ni
tan negro.
SV: ¿Qué los ingleses venían con
familiares fue así?
CP: Eso fue así. Cuando encontré
ese dato cerré la novela. Al principio iba a ser solamente Juan el que iba a
mirar todo. Hasta que encontré ese dato. Era muy común que las mujeres fueran
detrás de los ejércitos para hacerles la comida, coserles la ropa, las amantes…
cosas así. Y acá habían venido niños. Ahí me cerró todo. Por otra parte, el
personaje de John tampoco es monolítico, porque no es inglés, es escocés. Y la
relación entre ingleses y escoceses es más o menos como la de criollos y
realistas. Eran ciudadanos de segunda. Aún ahora hay ecos de eso.
CP: Los irlandeses se dan vuelta
porque hace trabajo la Iglesia. El obispo Lué y otros sacerdotes, para minar
las filas del enemigo, empieza a convencerlos de no luchar contra otros
católicos. Hay muchos disidentes. Incluso hay un corneta enemigo, que es el que
toca los llamados de “A la carga”, que en la Segunda Invasión ya estaba
combatiendo para los criollos y confundía a los ingleses con los toques de
retirada o de avanzada. Hay muchas cosas muy interesantes.
MM: Bueno, hablaron de sus
lecturas previas para documentarse y para escribir los libros del Bicentenario
o previos al Bicentenario. ¿Y sus lecturas actuales por dónde andan?
CP: Yo estoy leyendo a Jorge
Leónidas Escudero, que es un poeta sanjuanino que murió el año pasado, al que
desconocía y he descubierto este año. Y estoy fascinada, porque es una persona
que vivió buscando oro en la provincia de San Juan y así como buscaba oro
buscaba la veta del verso. El oro eran las piedritas de sus versos. Por
momentos, tiene una dicción coloquial, por momentos más formal. Un poco a la
manera de Gelman. Aparece todo en él sin ningún tipo de pretensión. Fue
publicado muy tarde, porque alguien lo descubrió de casualidad y lo llevó a
Ediciones en Danza. Después ellos mismos editaron sus Obras Completas. Ahora salió un libro de Mágicas Naranjas que tiene
un poema de él. Habla mucho de la cordillera, de las piedras, de la búsqueda…
Es un poeta interesantísimo.
Asistente: Hizo un documental desde su
casa que es una belleza. Están todas las piedras, una cosa muy despojada, muy sencilla.
CP: No lo vi. Me impactó mucho su
poesía, es una voz poética muy potente.
MS: Yo estoy leyendo algo extraño,
un libro de Herzog que se llama Del
caminar sobre el hielo. Él recibe la noticia de que una actriz francesa se
está muriendo. Y él siente que no puede ser, que es una actriz maravillosa, que
todavía tiene mucho para dar, entonces sale de su casa hacia Francia, caminando
hacia la casa de la actriz. Porque siente que mientras él esté caminando, la
actriz no se va a morir. Es el relato de este viaje, y de las ampollas que
empieza a tener en los pies, y de lo que va viendo. Sale de su casa sin nada, y
es esa caminata; en su cabeza pasa de un tema a otro.
MM: ¿No lo filmó eso?
MS: No lo sé, tendría que fijarme…
MM: Parece Fitzcarraldo o cualquiera
de esos personajes locos, típicos de Herzog…
MS: Un pensamiento atrás de otro.
En eso estoy ahora.
MM: Guille, ¿qué leen los
ilustradores?
GM: En este momento estoy enfocada
no a la lectura sino a la búsqueda de libros, con respecto a los premios
Andersen que están publicados en Argentina. Los ilustradores. Estoy atrás de
Sendak, Blake... Viendo qué es lo conseguible como para poder replicarlo.
Porque me parece que está bueno saber quiénes son los premiados. Pero también
empecé a leer Las brujas, de Roald
Dahl.
MM: ¿Y vos, Flor?
FE: Yo estuve leyendo Siete casas vacías, de Samantha
Schweblin, que me encantó. Tengo que conseguir los otros. Y lo que estoy
leyendo también ahora son letras de tango.
MM: ¿Para algún proyecto?
FE: Porque me gustan. Me relaja,
me gusta mucho leer canciones. Las cosas que escucho… me gusta ver cómo están
escritas.
MM: ¿Y en el mundillo nuestro de
la LIJ, que es lo último que les gustó especialmente?
CP: Los de ustedes… el de Mario,
el tuyo… (Risas).
MM: Nos leemos mutuamente. Está
bueno.
CP: Estuve leyendo Rosaura a las diez para ayudar a mi
hija…
MM: Es buenísimo.
CP: ¡Ah!, estuve estudiando un
poco de italiano y conseguí algo de Gianni Rodari en italiano que estoy
leyendo. Algunas cosas me gusta leerlas en su idioma original. Conseguí una
edición muy linda en varios tomos, y lo estoy releyendo. Hay muchos cuentos que
ya conocía y otros que no. Tiene unas ilustraciones hermosas. Gianni Rodari
para mí es entrañable. Su literatura y la Gramática
de la Fantasía, y
lamentablemente, todo el tiempo descubro que hay gente que no la conoce en las
nuevas generaciones. Así que hay que difundirla.
MM: Ya que te tenemos acá como
espectador, Sebastián. ¿Cómo fue tu experiencia con tu libro del Bicentenario?
SV: Yo entré medio de casualidad
al Bicentenario, porque el libro que empecé a escribir, que es La maldición del Arribeño, respondía a
un pedido de Cecilia Repetti de hacer un libro de aventuras. No me pidió ni que
fuera histórico, ni ubicado en el Bicentenario. Primero pensé la historia, que
no podía ocurrir en el presente. Podía haber ocurrido en distintas épocas y
lugares. Ya cuando estaba muy avanzada la idea de la historia definí que se
ubicara alrededor de 1816. Y eso fue cambiando cosas, pero no fue algo muy planeado.
Salió así. Además, lo escribí en el 2013 y salió en 2014. Ni siquiera pensé que
iba a formar parte de algo que se iba a llamar Bicentenario. Tenía presente que
iba a ser el Bicentenario, no que iba a ser una movida editorial.
MM: Pienso que quizá tu libro o el
de Cecilia, pueden haber ayudado a movilizar la cosa.
MS: Sí, también la experiencia del
2010.
MM: Los específicos del
Bicentenario fueron el de Ricardo Lesser, próximo invitado, Aquel baile del 10 de julio de 1816…
MS: El de Florencia y el tuyo.
MM: Bueno, como para ir cerrando,
¿alguna pregunta del público?
Asistente: Me surgió una idea, porque hay
un dulce de leche en Como si no hubiera
que cruzar el mar, y hay un arroz con leche en el de Florencia. Sería
interesante el asunto de las cocinas como investigación, porque antes se vivía
mucho en las cocinas. El centro de la vida cotidiana era la cocina. Era el
salón a la noche, pero de día era la cocina.
MM: Me parece que todavía pasa
bastante. Me parece que la cocina sigue siendo un lugar central…
Asistente: Se podría hacer otro debate.
Una vez que muchas personas grandes ya no cocinamos, no estoy muy segura.
Además la mujer está mucho tiempo fuera de la casa. Yo que he conocido la casa
de mis suegros o la de mis padres, en las que la cocina era grande y realmente,
la gente llegaba y dejaba la ropa allí. Directamente, la entrada era por la
cocina. Yo tengo esa visión de otras épocas. Lo que quiero decir es que me
encantaría tener un libro de esos.
CP: Recetas coloniales… (Risas).
Asistente: Cocinas coloniales.
CP: En la tertulia de ¡Invadido! (los chicos están ayudando a
preparar la tertulia y se empachan y se emborrachan un poquito), toda la
enumeración de golosinas que hay es lo que se servía en esa época.
MM: Hoy nos reíamos en la previa.
Cuando visitás escuelas muchas veces te hacen cosas que tienen que ver con lo
que escribís, el arroz con leche que contó Flor, las golosinas de Cecilia, el
té… en mi caso las frambuesas, así que estábamos pensando con Sebas en escribir
sobre algo que nos guste mucho, así cuando vamos nos convidan. En mi caso puede
ser pastel de papas… El monstruo del
pastel de papas. Para cerrar, ¿en qué proyectos andan?
GM: Tengo una amiga que es
psicóloga, trabaja en un hospital infantil y estamos “armando una sociedad”, en
la que ella me da textos, y los debatimos mucho. Estamos con dos proyectos. La
idea es llevarlos a una editorial.
MM: ¿Cecilia?
CP: Esta semana presento dos
libros. Uno el miércoles en la Casa de la Lectura, un libro de poesía con
Mágicas Naranjas, que se llama Piedritas.
Mágicas Naranjas empezó hace poco, es una editorial de poesía que edita a
Alicia Genovese, María Teresa Andruetto, Irene Gruss, ilustrados. Como para
acercar la poesía de los grandes a los chicos. Mi libro, Piedritas, inaugura una colección de poesía ilustrada con
fotografías. La fotógrafa es Leticia Fraguela. Estoy muy contenta. Y después
presentamos en Bibliomate, en la Feria del Libro Infantil, con La Brujita de
Papel, un libro que se llama Tablet.
Ya se imaginarán de qué trata. Lo ilustró Caru Grossi.
MM: Mariela, ¿además de ser
maestra?
MS: En la editorial estamos
elaborando el plan para el año que viene y el que sigue. Estamos en pleno
proceso de lectura de originales, de algunos que llegaron y otros que tenemos
que pedir, así que estamos en esa etapa súper interesante de ver cómo ser va
armando el rompecabezas de lo que queremos sacar para cada serie. Hay una
cantidad de títulos para cada una.
FE: Estuve terminando varios
cuentos para libros de texto, tuve una seguidilla que ya terminé. Y tengo que
hacer el último título de una colección de dinosaurios que ya tiene cinco
títulos, y este sería el sexto, para Albatros. Estoy con el último, el del
tiranosaurio. Y algo sobre un superhéroe…
MM: Bueno, muchísimas gracias. La
verdad es que la pasamos bárbaro. Las despedimos con un aplauso.
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