Lucía, no tardes

Las ficciones entran a jugar un papel dentro de las ficciones, tanto como juegan un papel en la imaginación. La mente se alimenta de ficciones y crea imágenes que se pueden “ver” con los ojos cerrados. Libro de arena publica un fragmento de Lucía no tardes, de Sandra Siemens.


-¿Otra vez el mismo?
-Sí, abuela.
La abuela Aurelia abrió el libro que mandó a comprar en una librería de Roma y que ella misma tuvo que ir as buscar al correo. Un libro gordo con historias para niños. Cappuccetto Rosso, I treporcellini e illupocattivo, Ilgattp con glistivali y Biancaneve e i settenani.
Todas las noches elijo el mismo cuento. Todavía no sé leer sola. La abuela Amelia me pregunta si quiero mirar los dibujos. Le digo que no. NO me interesan esos dibujos. Me gustan los dibujos que arma la abuela con la voz. NO sé cómo hace pero dibuja adentro de mi cabeza. Por eso cuando empieza a leer yo cierro los ojos para escucharla mejor.
Estoy acostada con las frazadas hasta las orejas. Veo la casita de paja  del primer cerdito y el lobo que quiere entrar, pero el cerdito no lo deja, entonces el lobo dice: “¡Pues soplaré y soplaré y tu casa derribaré!”. Y escucho cómo sopla el lobo hasta que la casita se desploma.
Entonces abro los ojos y pateo las frazadas, y aunque hace mucho frío no me importa, salto de la cama y corro y  corro alrededor de la mesa de la cocina igual que el cerdito que corre a buscar refugio a la casa de su hermano.
La abuela Amelia también corre detrás de mí. No sé si ella es el lobo o solo quiera alcanzarme, pero no lo consigue porque yo soy más rápida.
Después de varias vueltas, las dos, agitadas, volvemos a la cama. Yo me tapo hasta las orejas, cierro de nuevo los ojos y la abuela sigue leyendo.
El lobo llega a la casa de madera del segundo verditoy le dice: “Amigo: ¿me dejas entrar?”. Y el cerdito le contesta: “¡Vete de aquí, lobo, lo único que quieres es comernos!”. “¡Pues soplaré y soplaré y esta casa derribaré!”.
Escucho cómo sopla el lobo hasta que la casita se desploma.
Abro los ojos, salto de la cama y otra vez corro y corro alrededor de la mesa, rápido, rapidísimo, igual que los dos cerditos  que corren a buscar refugio a la casa de piedra de su hermano. Cuando me canso y vuelvo, la vuela, que ya no corre, tal vez porque se da cuenta de que yo soy más rápida y no puede alcanzarme, me reta porque estoy toda transpirada. Me tapa con las frazadas hasta las orejas y escucho la parte del cuento que más me gusta.
El lobo llega a la casa de piedra del tercer cerdito: “¡Pues soplaré y soplaré y esta casa derribaré!”. Pero por más que sopla con todas sus fuerzas, no logra derribarla.
Me río a carcajadas del lobo.
Y de a poco, los brazos y las piernas y la boca y los ojos y todo el cuerpo se me afloja y me duermo.”


Lucía no tardes
Sandra Siemens

Buenos Aires, SM, 2014

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