Fragmento de "Hacia la boda" de John Berger
Diciembre
en Buenos Aires. El agotamiento no consigue malograr que se respire
aire de fiesta. Y por esto, transitaremos el mes sumergidos en relatos
de agasajos, galas, conmemoraciones, brindis y desbordes. Comencemos
celebrando con Gino y Ninon su casamiento en Italia, narrado
deliciosamente por John Berger en su novela Hacia la boda.
"Gino y Ninon serán los primeros en salir a bailar. La novia, le anunciará, va a bailar, ¿le gustaría a su esposo acompañarla? Y bailan solos para que todos los vean y recuerden.
Pronto se les unen otras parejas. La música suena muy alta. Atrae a todo el pueblo a la plaza. Los camareros sirven vino. Federico organiza un juego en la hierba para los más pequeños. El sol está bajo en el oeste, y cada vez hay más gente bailando en la pista: una tarima de planchas de madera dispuesta delante del grupo para nivelar el suelo. Las planchas son del mercado de pescado de Comacchio. Hay muchos espectadores, incluso un hombre en una silla de ruedas. Sólo al perderse entre el resto de las parejas, sienten Gino y Ninon que la música se acerca a ellos.
Es extraño como cambia el lugar del que procede la música. A veces se mete en el cuerpo. Ya no entra por los oídos. Se instala en él. Cuando dos cuerpos bailan juntos, eso sucede rápidamente. Oyen entonces la música que se está ejecutando como si fuera una grabación, una millonésima de segundo posterior, de la música que ya está sonando en sus cuerpos. Junto con la música entra en el cuerpo la esperanza. Todo esto lo he aprendido en El Pireo.
En la pista improvisada en la plaza de Gorino, las parejas bailan en el crepúsculo. Fanegas ha encontrado en el silencio el más seguro de los compases.
Zdena baila entre los brazos del guardavías, que, debido a su parecido con cierto actor de una película checa, está destinado, cree ella, a ser su amigo. Dondequiera que Jean deje sus huellas, estarán también las suyas, a su lado.
El guitarrista se contorsiona para impedir que la guitarra eche a volar como un tucán, hacia el cielo nocturno.
…
El ritmo entra en la sangre de Ninon, desafiando el número de linfocitos, Nk y Beta 2. Hay música para Gino en mis rodillas, dice su cuerpo, música bajo mis clavículas, en mi pelvis, entre los dientes, encima de mis nalgas, en todos mis agujeros, en el rizado perejil negro de mi entrepierna, bajo mis brazos, bajando por mi esófago, llenando mis pulmones, en el intestino grueso y en el intestino delgado, hay música para Gino, música en los huesecillos de mis manos, en mi páncreas y en el virus que me matará, en todo lo que no podemos hacer y en las preguntas sin respuesta que hacen mis ojos, hay música que suena con la tuya, Gino.
El grupo deja de tocar y Gino se encuentra frente a Ninon y dice: Podemos hacerlo ¿no?, podemos hacerlo sin hablar de la felicidad.
Ella duda, luego lo besa en la boca, con lágrimas de felicidad anegándole los ojos.
¿Qué haremos antes de la eternidad?
Tomarnos algún tiempo.
¿Bailar descalzos?
Ella se desprende de los zapatos y los lanza fuera de la pista. Luego, remangándose y extendiendo discretamente el vestido, se agacha y mete los brazos bajo la falda para desabrocharse o quitarse las medias blancas de encaje. Y a partir de entonces baila descalza sin música sobre las tablas, que son suaves como un mantel de tantas veces que las han fregado las pescaderas de Commachio. Bailando así, Ninon parece más una vagabunda que una novia. Como si un caballero hubiera venido a llevársela en su caballo, como había profetizado el calvo en el autocar camino a Venecia.
Marella y Lella sirven más vino. El cantante se seca la cabeza con una toalla. El guitarrista se examina la mano derecha; tiene los dedos con los que puntea manchados de sangre. El batería camina solo por el dique. Han salido las estrellas. Dante dice: En su infinita profundidad vi recolectadas y unidas por el amor en un solo volumen las hojas dispersas de todo el universo.
Ninon encuentra a su padre y le da un beso, como si con él, y sólo con él, pudiera volver a ser una niña.
Papá, ¿me llevarás mañana a dar una vuelta en la moto? Será mi primer día de casada.
He traído un casco de más.
¿Rápido?
Rápido, si tú quieres.
Nunca me da miedo contigo.
Vendrán más habitantes del pueblo a la pista. Los músicos volverán a tocar. Las viejas bailarán juntas para volver a sentir la alegría en sus cuerpos.
La música empezó –eso lo saben todos los músicos de rembetica – con el aullido de una pérdida. El aullido se convirtió en una plegaria, y la esperanza que encierra la plegaria hizo nacer la música, la cual nunca olvida el origen.
En ella, esperanza y pérdida forman una pareja.
…
Los músicos están recogiendo. Una o dos parejas siguen bailando al son de la música que tienen todavía en la cabeza. Ninon está de pie, frente a Gino. Un poco antes, él la estrechaba contra su pecho y sintió una erección. Tiene el traje de novia sucio, como una bandera después de la batalla; la piel brillante, los pies negros. Mueve la cabeza como si se estuviera sacudiendo el agua del pelo. Las treinta trencitas se ponen a dar vueltas, frenéticas. Se para. Ya no giran. Solo tiemblan ligeramente. Ahora, dice, ahora ha llegado el momento de que me deshagas una..."
"Gino y Ninon serán los primeros en salir a bailar. La novia, le anunciará, va a bailar, ¿le gustaría a su esposo acompañarla? Y bailan solos para que todos los vean y recuerden.
Pronto se les unen otras parejas. La música suena muy alta. Atrae a todo el pueblo a la plaza. Los camareros sirven vino. Federico organiza un juego en la hierba para los más pequeños. El sol está bajo en el oeste, y cada vez hay más gente bailando en la pista: una tarima de planchas de madera dispuesta delante del grupo para nivelar el suelo. Las planchas son del mercado de pescado de Comacchio. Hay muchos espectadores, incluso un hombre en una silla de ruedas. Sólo al perderse entre el resto de las parejas, sienten Gino y Ninon que la música se acerca a ellos.
Es extraño como cambia el lugar del que procede la música. A veces se mete en el cuerpo. Ya no entra por los oídos. Se instala en él. Cuando dos cuerpos bailan juntos, eso sucede rápidamente. Oyen entonces la música que se está ejecutando como si fuera una grabación, una millonésima de segundo posterior, de la música que ya está sonando en sus cuerpos. Junto con la música entra en el cuerpo la esperanza. Todo esto lo he aprendido en El Pireo.
En la pista improvisada en la plaza de Gorino, las parejas bailan en el crepúsculo. Fanegas ha encontrado en el silencio el más seguro de los compases.
Zdena baila entre los brazos del guardavías, que, debido a su parecido con cierto actor de una película checa, está destinado, cree ella, a ser su amigo. Dondequiera que Jean deje sus huellas, estarán también las suyas, a su lado.
El guitarrista se contorsiona para impedir que la guitarra eche a volar como un tucán, hacia el cielo nocturno.
…
El ritmo entra en la sangre de Ninon, desafiando el número de linfocitos, Nk y Beta 2. Hay música para Gino en mis rodillas, dice su cuerpo, música bajo mis clavículas, en mi pelvis, entre los dientes, encima de mis nalgas, en todos mis agujeros, en el rizado perejil negro de mi entrepierna, bajo mis brazos, bajando por mi esófago, llenando mis pulmones, en el intestino grueso y en el intestino delgado, hay música para Gino, música en los huesecillos de mis manos, en mi páncreas y en el virus que me matará, en todo lo que no podemos hacer y en las preguntas sin respuesta que hacen mis ojos, hay música que suena con la tuya, Gino.
El grupo deja de tocar y Gino se encuentra frente a Ninon y dice: Podemos hacerlo ¿no?, podemos hacerlo sin hablar de la felicidad.
Ella duda, luego lo besa en la boca, con lágrimas de felicidad anegándole los ojos.
¿Qué haremos antes de la eternidad?
Tomarnos algún tiempo.
¿Bailar descalzos?
Ella se desprende de los zapatos y los lanza fuera de la pista. Luego, remangándose y extendiendo discretamente el vestido, se agacha y mete los brazos bajo la falda para desabrocharse o quitarse las medias blancas de encaje. Y a partir de entonces baila descalza sin música sobre las tablas, que son suaves como un mantel de tantas veces que las han fregado las pescaderas de Commachio. Bailando así, Ninon parece más una vagabunda que una novia. Como si un caballero hubiera venido a llevársela en su caballo, como había profetizado el calvo en el autocar camino a Venecia.
Marella y Lella sirven más vino. El cantante se seca la cabeza con una toalla. El guitarrista se examina la mano derecha; tiene los dedos con los que puntea manchados de sangre. El batería camina solo por el dique. Han salido las estrellas. Dante dice: En su infinita profundidad vi recolectadas y unidas por el amor en un solo volumen las hojas dispersas de todo el universo.
Ninon encuentra a su padre y le da un beso, como si con él, y sólo con él, pudiera volver a ser una niña.
Papá, ¿me llevarás mañana a dar una vuelta en la moto? Será mi primer día de casada.
He traído un casco de más.
¿Rápido?
Rápido, si tú quieres.
Nunca me da miedo contigo.
Vendrán más habitantes del pueblo a la pista. Los músicos volverán a tocar. Las viejas bailarán juntas para volver a sentir la alegría en sus cuerpos.
La música empezó –eso lo saben todos los músicos de rembetica – con el aullido de una pérdida. El aullido se convirtió en una plegaria, y la esperanza que encierra la plegaria hizo nacer la música, la cual nunca olvida el origen.
En ella, esperanza y pérdida forman una pareja.
…
Los músicos están recogiendo. Una o dos parejas siguen bailando al son de la música que tienen todavía en la cabeza. Ninon está de pie, frente a Gino. Un poco antes, él la estrechaba contra su pecho y sintió una erección. Tiene el traje de novia sucio, como una bandera después de la batalla; la piel brillante, los pies negros. Mueve la cabeza como si se estuviera sacudiendo el agua del pelo. Las treinta trencitas se ponen a dar vueltas, frenéticas. Se para. Ya no giran. Solo tiemblan ligeramente. Ahora, dice, ahora ha llegado el momento de que me deshagas una..."
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