LA FIESTA INOLVIDABLE

En la vida real, si nos toca participar, y mucho más, organizar una fiesta por cualquier motivo, queremos que sea un éxito, que salga todo a la perfección, que la comida alcance y que las fotos nos  sorprendan con la mejor cara. En la ficción, es mucho mejor si sucede todo lo contrario. 

Por María Trombetta.

Se movían agitados, riendo, su familia. Y ella era la madre de todos. Y si no se alzó de repente, como un muerto que se levanta lentamente produciendo terror y mudez en los vivos, la agasajada se irguió rígida en la silla, y más. Ella era la madre de todos. Y como la presilla la sofocaba, y ella era la madre de todos, impotente desde la silla los despreciaba. Y los miraba pestañeando. Todos aquellos hijos y nietos y bisnietos que no eran más que carne de su carne, pensó de repente como si escupiese. Rodrigo, el nieto de siete años, era el único al que consideraba carne de su corazón. Rodrigo, con esa carita dura, viril y despeinada, ¿dónde estaba Rodrigo? Rodrigo, con la mirada somnolienta e inflamada en esa cabecita ardiente, confusa. Ése sería un hombre. Pero, pestañeando miraba a los otros, ella, la agasajada. ¡Oh, el desprecio por la vida que fallaba! ¡¿Cómo!?, ¿cómo habiendo sido tan fuerte había podido dar a luz a esos seres opacos, de brazos flojos y rostros ansiosos? Ella, mujer fuerte, que se había casado a su debido tiempo con un buen hombre a quien, obediente e independiente, respetara; y que a su vez la había respetado y le había dado hijos y pagado los partos, y respetado las abstinencias. El tronco había sido bueno. Pero había dado esos amargos e infelices frutos, sin capacidad siquiera para una buena alegría. ¿Cómo había podido dar a luz a esos seres de risa fácil, sin mesura? El rencor bramaba en su pecho vacío. Unos comunistas, eso eran; unos comunistas. Los miró con su cólera de anciana. Parecían ratas amuchándose, su familia. Sin reprimirse, giró la cabeza y con una fuerza insospechada escupió en el suelo.


"Feliz cumpleaños", de Clarice Lispector, cuenta la reunión organizada con motivo del cumpleaños 89 de la matriarca de una familia numerosa. Llegan los hijos, las nueras, los nietos, las cuñadas… cada uno con sus pensamientos, sus prevenciones y expectativas, que en casi ningún caso tienen que ver con el motivo del encuentro. Los niños corren, las nueras se miran de reojo la calidad y pertinencia de los vestidos, los hombres vociferan chistes sin gracia. Mientras tanto, la homenajeada participa, ausente, sentada junto a la torta. La acción avanza desde la perspectiva de los personajes: para qué fueron, quiénes no están, qué querrían hacer en lugar de estar ahí, qué imaginan de ellos mismos y de los otros. Pero lo mejor ocurre durante esos momentos en que todo se detiene y la tensión acumulada parece que va a hacer estallar todo por los aires. Aunque son una familia, entonces es mejor que la fiesta siga. 
Levante la mano quien nunca estuvo en una celebración como esa.




Lazos de familia
Clarice Lispector
El Cuenco de Plata, 2010.

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