Ciencia-ficción para monjes ciegos

A manera de anticipación del nuevo ciclo Laboratorio de Análisis y Producción de Literatura Infantil y Juvenil Contemporánea, a cargo de Mario Méndez, Libro de Arena comparte una reflexión de Alejandro Alonso acerca de la ciencia ficción como género. 




Por Alejandro Alonso

El afán de definir, categorizar y poner en caja todo eso que llamamos ciencia-ficción puede resultar tan poco satisfactorio como el intento por definir objetivamente la literatura y “lo literario”. Hay demasiados factores como para resumirlos en un párrafo o dos, y esos factores se van modificando (crecen, se multiplican) en la medida en que pasan los años y la ciencia, la tecnología y las sociedades evolucionan o involucionan.

Con todo, vale la pena repasar algunos de los intentos por definir la ciencia-ficción y encontrar sus particularidades para usarlos como escalones precarios hacia un abordaje personal al tema. Porque de eso se trata este post con pretensiones de ensayo, de encontrar un primer abordaje a la ciencia-ficción que nos permita apropiarnos y escribir algún texto emparentado con ella. Lo peor que podría pasar es que algún lector diga de ese texto “no es ciencia-ficción”. No importa el resultado, la jornada vale la pena. La metodología (si es que podemos llamarla así) para emprender esta jornada será la misma que emplearon los monjes ciegos de la parábola india. La c-f será nuestro elefante.

El problema del nombre equívoco
Una primera aproximación al “género” es la que ofrece Jorge A. Sánchez.

En forma didáctica se podría decir que es una rama de la literatura fantástica con algunas características propias, la más importante de las cuales debería ser el rigor y la verosimilitud: lo que sucede debería ser posible, o en un futuro lejano, o en una tierra paralela, o en otra galaxia, o en otra dimensión de la mente. Damon Knight denominó “capacidad de asombro” (Sense of Wonder) al efecto provocado por la cf en el lector, quien suspende sus juicios llevado por la coherencia de la trama. (Sáchez, 1978, pág. 7)

En El sentido de la ciencia ficción (1966), Pablo Capanna discute extensamente la denominación “ciencia-ficción”: una expresión acuñada a mediados del siglo XIX y tomada por los editores norteamericanos en la década de 1920 para etiquetar lo que publicaban. Sobre este término arbitrario (donde se da algo similar a lo que sucedió en el policial con la denominación “novela negra”)[1], Capanna dice:

“Ciencia-ficción” se ha impuesto por razones fortuitas, y resultaría ya vano intentar cambiarla. La aceptamos pues, pero dejando en pie todas las salvedades que una autoridad como Judith Merril hace cuando se trata de definir el género.
Esta autora, compiladora de algunas de las mejores antologías del género, intenta salir de la maraña de definiciones analizadas estableciendo algunas distinciones. Merril acepta y emplea la sigla “s-f” (science-fiction) haciendo la salvedad de que la “S” puede significar tanto “ciencia” (science) como “especulación” (speculation) y la “F” abarca tanto “ficción” (fiction) como “fantasía” (fantasy) o “hechos” (facts).
Su definición es aún una de las mejores que hemos recogido: “ciencia-ficción es la literatura de la imaginación disciplinada”. (Capanna, 1966)

Capanna y otros han demostrado que el nombre “ciencia-ficción”, al contrario de lo que sucede en las novelas de Terramar de Ursula Le Guin con los nombres verdaderos, no guarda ninguna esencia ni otorga ningún poder sobre el objeto de estudio. En otras palabras: preguntarse en este punto cuánto debe tener de ciencia un relato de ciencia-ficción puede resultar inconducente si se desea emprender la escritura.

Con todo, Le Guin es dueña de una de las definiciones de c-f más motivadoras que he encontrado al presente. Se trata de una definición que abre puertas. Para la autora de La mano izquierda de la oscuridad, la c-f es una herramienta nueva…

…una llave inglesa alocada, proteica, zurda, que puede prestarse a cualquier capricho del artesano —sátira, extrapolación, predicción, absurdo, exactitud, exageración, advertencia, mensaje, denuncia, lo que uno guste—, una metáfora en infinita expansión, un espejo roto, roto en innumerables fragmentos, cada uno de los cuales es capaz de reflejar por un instante el ojo izquierdo y la nariz del lector, y también las estrellas más remotas que brillan en las honduras de la galaxia más lejana. (Le Guin, 1982, pág. 115)

En este contexto de abordaje por el lado de la funcionalidad, para el editor Marcial Souto, “la ciencia ficción es la literatura que mejor sabe anticipar y reflejar los cambios: los cambios que nuestro entorno tecnológico produce cada vez con mayor violencia, los cambios colosales que delatan la constante evolución del universo, los cambios de actitud de nuestras sociedades” (Souto, 1985, pág. 22). Considerado a partir de esa funcionalidad, cabe preguntarse qué diferencia hay entre ciencia-ficción y fantasía, particularmente en relación con los cuentos de hadas. Dice el escritor, traductor y editor Sam J. Lundwall en referencia a esta diferencia entre c-f y fantasía:

En realidad, se trata del viejo cuento de hadas de nuevo, utilizando los símbolos de hoy (o, como puede ser el caso, el mito de los países que nunca existieron) para entretener, y al mismo tiempo como comentario del mundo contemporáneo y de futuras o posibles evoluciones. Ciencia ficción / fantasía no es, en realidad, tanto un género como un punto de vista. (Lundwall, 1971)[2]

¿Qué es la c-f para mí?
En el Prólogo a Los juegos de la vida cotidiana, Graciela Scheines dice:

El juego permite violar los límites de la existencia, circular libremente por los casilleros estancos, burlar las jerarquías, los rótulos, las barreras infranqueables, vivir los sueños incumplidos, habitar el futuro que no existe y recuperar los lazos con el todo, aunque más no sea transitoriamente. (Scheines, 1985)

Cualquier parecido entre esta definición y mi manera de entender la ciencia-ficción no es coincidencia. La ciencia-ficción es mi patio de juegos especulativos, un campo de prueba para las ideas. En este espacio lúdico, ¡cómo no!, hay reglas. Algunas se definen a partir de pautas que yo mismo establezco, otras vienen dadas por las leyes de la física, la biología, la psicología, la sociología… y otras emergen de los planteos y premisas que se van acumulando y fermentan en el relato de ciencia-ficción que estoy escribiendo.

Y si el párrafo anterior suena a que el juego al que me aboco es de construcción, al estilo del Mecano, los Rasti o los Lego… tampoco es casualidad. En su columna “Reflections”, publicada en la revista Asimov´s Science Fiction, el escritor Robert Solverberg decía:

El trabajo del escritor de ciencia-ficción, como el de los escritores de cualquier otra clase de ficción, es contar historias, esto es, inventar personajes y situarlos en oposición dramática con otro. La tarea especial del escritor de CF, sin embargo, es proveer no sólo el drama sino también el escenario: construir todo el conjunto sobre el cual un personaje actúa sus propósitos en conflicto. De modo que debemos crear no sólo personajes y tramas, sino mundos enteros.
(…)
El lugar por donde empezar, creo, debe ser las características físicas del mundo a crear; su tamaño y masa, la naturaleza de su sol y la distancia que lo separa de este mundo imaginario, su fuerza gravitatoria, su período de revolución y rotación axial, su inclinación orbital, la estructura de su atmósfera, su bioquímica, etcétera. De estas cosas se deduce inevitablemente lo demás. (Silverberg, 2009)

Y si bien no siempre es como dice Silverberg, su apreciación encierra un par de cuestiones a tener en cuenta:

1.                 En función de la verosimilitud (y más hoy, donde todo el conocimiento está en la punta de los dedos, Google o Wikipedia mediante), siempre es bueno conocer la materia científica mencionada en el relato. Dependiendo del tipo de relato que se escriba, a veces hay que documentarse concienzudamente. Sin embargo, nada impide crear, inventar, dibujar todo lo que está más allá de los límites a los que han llegado los investigadores. 
2.                 En función de la legibilidad, los escritores de c-f deberán aprender a situar al lector en ese mundo que no es el de todos los días. Uno de los grandes desafíos del escritor de c-f es administrar adecuadamente la provisión de la información que el lector necesita conocer para entender la trama. 

Personalmente considero que no es función de la ciencia-ficción predecir el futuro, sino plantear escenarios posibles (incluso improbables) donde el ser humano, o su avatar, o su par de otra especie, debe jugar.

Finalmente, escribir c-f es para mí un acto de fe. Me considero un creador de universos (universos cuyas moléculas son palabras). Unas pocas premisas pueden desatar escenarios complejísimos, por el mero ejercicio de la deducción o la inducción, o el encadenamiento de causas y consecuencias. Y cada avance en ese proceso permite subir un escalón para ver cosas que no se podían ni siquiera sospechar al pie de la escalera. Yo trabajo sobre esas ideas y las plasmo en el papel, en la seguridad de que ese universo que todavía no terminé de inventar está ahí. Son los restos de una civilización que debo desenterrar, son las estrellas de una constelación a la que debo dar forma.


Bibliografía

Capanna, P. (1966). El sentido de la ciencia-ficción. Buenos Aires, Argentina: Columba.
Ferrero, J. M. (1994). Fantasía y ciencia ficción - Cuentos argentinos. Buenos Aires, Argentina: Huemul.
Le Guin, U. K. (1982). Science Fiction and Mrs Brown. En U. K. Le Guin, & S. Wood, The Language of the Night: Essays of Fantasy and Science Fiction. New York: Berkely Books.
Lundwall, S. J. (1971). Science fiction: what it's all about. New York: Ace Books.
Sáchez, J. A. (1978). Nota preliminar. La ciencia-ficción: definición y sentido. En VV.AA., El cuento de ciencia ficción (Vol. 67). Buenos Aires, Argentina: Centro Editor de América Latina.
Scheines, G. (1985). Introducción. En G. Scheines, Los juegos de la vida cotidiana. Buenos Aires, Argentina: Eudeba.
Silverberg, R. (Septiembre de 2009). Building Worlds: Part I. (S. Williams , Ed.) Asimov´s Science Fiction.
Souto, M. (1985). Introducción. En VV.AA., La ciencia ficción en la Argentina. Buenos Aires, Argentina: EUDEBA / Colección Literatura Actual.




[1] La denominación “novela negra” tiene directa relación con el hecho de que esta clase de material era publicado en la Série Noire de la editorial francesa Gallimard.​
[2] Citado por José María Ferrero en Fantasía y Ciencia ficción (Buenos Aires, 1994), editado por Huemul para su colección Cuentos Argentinos. 


Alejandro Javier Alonso nació en San Martín, Provincia de Buenos Aires, en 1970. Es periodista de ciencia y tecnología, y escritor. Ha publicado en antologías y revistas de Argentina, México y España, particularmente en Axxón, Cuásar, Próxima y Artifex (Segunda y Tercera Época). En 2005, su novela corta La Ruta a Trascendencia (ganadora del premio UPC) formó parte de la Colección de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción, editada por Página/12. Además se dedica e difundir distintos materiales sobre literatura infantil y juvenil desde su blog buhonitosblog.wordpress.com.


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