La malasangre, de Griselda Gambaro
La literatura teatral es el
tema del mes de agosto en Libro de Arena. Leer teatro pone en juego
categorías particulares por las cuales la mirada del espectador completa el
hecho artístico. Para dar comienzo a este tema, y a modo de celebración de la
autora, que el pasado 28 de julio cumplió 90 años, compartimos la mirada de
María Trombetta sobre La malasangre, de Griselda Gambaro.
Por María Trombetta
Los textos teatrales exigen un esfuerzo del lector: la estructura que proponen los diálogos y las didascalias, la información fragmentada que hay que ir extrayendo de las palabras de los personajes, y, sobre todo, el ir construyendo aquello que ocurre, más allá de lo que se dice.
La edición que tengo frente a mí de La malasangre, de Griselda Gambaro, dice que “fue estrenada el 17 de agosto de 1982 en el teatro Olimpia, Buenos
Aires, con el siguiente reparto”, y continúa con la lista de actores
celebérrimos que participaron: Soledad Silveyra, Oscar Martínez, Lautaro Murúa,
Susana Lanteri, Patricio Contreras y Danilo Devizia, dirigidos por Laura Yusem.
Manejando esta información, es imposible leer la obra sin imaginarse todas sus
situaciones en los cuerpos de estos actores y actrices, algo que por otra parte
facilita bastante el trámite. Y a pesar de no haber visto la puesta, no puedo figurarme
al personaje, tenebroso, por cierto, del Padre con otra cara que no sea la de
Lautaro Murúa, la ternura de Rafael sin los rasgos del joven Oscar Martínez, ni
la determinación de Dolores con una voz o una energía diferentes a las de
Soledad Silveyra.
Como todas las obras maestras, La malasangre interpela desde un tema universal, como es la
violencia ejercida por los poderosos hacia otros más débiles, y acepta nuevas
lecturas. Las referencias a la época de Rosas (está situada en 1840, el rojo es
el color que rige la puesta, según las indicaciones de la autora, y se escucha
pasar, amenazante, una carreta que transporta “melones”), ubicadas en el
contexto del año de estreno, estremecen al permitir establecer la relación con
la dictadura:
-
DOLORES: - ¡Mi padre es un imbécil!
¡Latín! En una ciudad salvaje. La mejor cabeza es la cortada. El mejor ruido es
el silencio. Quiere que aprenda latín. ¡Hay que ser imbécil!
Leída varias décadas después, sorprende la potencia de la
metáfora tanto como la valentía de los artistas (la autora, claro, pero también
los actores, la directora, y todos los que formaron parte) para hacerse cargo
de lo que estaban contando.
Tal vez, a las adolescentes de nuestros días, ocupadas en
develar otros tipos de violencia, les resuene más la relación abusiva de ese
hombre con su esposa y su hija.
-
PADRE: - ¡Sólo mi cara tenés que
mirar, puta!
-
MADRE: - Te miro, ¡y no me insultes!
-
PADRE: (Como si hubiera oído mal, se toca la
oreja. Mira a su alrededor, divertido)
¿Qué? Yo dicto la ley. Y los halagos. Y los insultos. Dije lo que dije, y lo
puedo repetir. (Muy bajo) Puta.
En 1982 Griselda Gambaro era ya una autora consagrada. Había
dejado atrás el estilo absurdo de la década del ’60, para virar hacia el
realismo reflexivo. En sus inicios, había tomado el modelo de los autores
europeos del género para combinarlos con recursos propios de la tradición
teatral argentina. A partir de los años 70 sus textos van tomando otras
características, a través de la clarificación de la metáfora y la adopción de
una estructura dramática que le permitiera trabajar una tesis social,
conservando a su vez los procedimientos que caracterizaron su teatro desde sus
primeras obras.
La forma en que están construidas las situaciones, las
características de los personajes, las fuerzas que se establecen como motores
de la acción, el recorrido de las circunstancias de los protagonistas como si se
tratase de una tragedia griega, hacen de La
malasangre un texto apasionante, en el que la tensión se acumula línea tras
línea hasta liberarse con una violencia abrumadora.
-
DOLORES: (ríe) - ¿Qué? ¿Cómo no te das cuenta, papito? Tan sabio (furiosa) ¡Ya nadie ordena nada! (Con una voz
áspera y gutural) ¡En mí y conmigo, nadie
ordena nada!¡Ya no hay ningún más allá para tener miedo! ¡Ya no tengo miedo!
¡Soy libre!
-
PADRE: (furioso) - ¡Silencio!¡Nadie es libre cuando yo no quiero!¡En esta casa, mando
yo todavía! ¡Dije a dormir!
-
DOLORES: - ¡Jamás cerraré los ojos!
Si me dejás viva ¡jamás cerraré los ojos! ¡Voy a mirarte siempre despierta, con
tanta furia, con tanto asco!
-
PADRE: - ¡Silencio! (…) - ¡Fermín,
llevátela! ¡Sáquenla de mi vista!
-
DOLORES: (Forcejea. Mientras Fermín la
arrastra, grita furiosa) - ¡Te odio, te
odio!
-
PADRE: - ¡Silencio!
-
DOLORES: (Con una voz rota e irreconocible) - ¡El silencio grita! ¡Yo me callo, pero el
silencio grita!
No sé si es muy habitual que uno pueda recordar, muchos años después,
la sensación exacta que le provocó una lectura. Todavía me acuerdo de la
conmoción que me generó La malasangre,
después de haberla leído de un tirón. Un texto que tiene tantas capas como
para establecer diálogos de lo más
diversos con los más variados lectores, y permite ser visitado una y otra vez,
para ofrecer siempre nuevos rincones para explorar y establecer significados.
- Pellettieri,
Osvaldo -UNA HISTORIA INTERRUMPIDA – Teatro Argentino Moderno (1949-1976),
Editorial Galerna.
-
Pellettieri,
Osvaldo – HISTORIA DEL TEATRO ARGENTINO EN BUENOS AIRES – El teatro actual
(1976-1998)
La malasangre y otras obras de teatro
Griselda Gambaro
Editorial Santillana, 2015.
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