El secreto de sus óleos. Sobre “Aquel cuadro”, de Elsa Bornemann
Repasamos “Aquel cuadro”, de Elsa Bornemann, el más pictórico de los cuentos de terror de su ya clásico ¡Socorro!
Por Julio Mendoza
Hace tiempo, durante los cortes de luz de los tempranos noventas, lo que comenzó como una suerte de revancha sádica de mi hermana hacia nosotros, sus hermanitos menores, se fue convirtiendo en ritual: leer a la luz de las velas los cuentos de ¡Socorro!, de Elsa Bornemann.
La imagen amigable de Frankenstein
en la tapa era engañosa. En un principio no me parecía una lectura apropiada
para los más chicos. Me indignaba pensar que esas historias hubieran sido pensadas
para niños y más aún en lo perverso que era que mi hermana nos las leyera.
Recién hoy veo la advertencia en su primera página: “Se recomienda para
lectores a partir de los 11 años”.
Los cortes de luz se hicieron más
frecuentes al igual que el ritual de lectura. Esa mirada sobre el libro fue
cambiando y con los años me di cuenta de que la lectura de ¡Socorro! fue
determinante para disfrutar del horror en general: en el cine, la pintura o la
música.
Las historias podían transcurrir en el lugar
más lejano del planeta, o a la vuelta de la esquina. Pero lo maligno estaba
siempre vinculado a lo que nos es próximo o cercano: las personas o los objetos
del entorno de los protagonistas.
Uno de los cuentos que en un
principio capturó mi atención fue “Aquel cuadro”,
quizás por mi interés precoz por las Artes, o simplemente por el miedo a que
los objetos inanimados cobren vida repentinamente.
“Aquel cuadro” es la historia de Hilario, un joven que después de la muerte de su madre, descubre en un placard un cuadro pintado por ella cuando era niña.
El óleo, que retrataba a la casa de la familia vecina, guardaba un secreto que
su madre se había llevado a la tumba. De alguna manera la pintura cobra vida y comienza a enviarle señales a Hilario para que descubra su secreto.
El secreto que guarda la pintura es la identidad del autor
del crimen de la familia vecina de su madre. Bornemann elige una pieza de arte
infantil como un testigo “vivo” de los crímenes del pasado, y que nos los
revela, pero es ignorado por el mundo
adulto. El miedo de la madre y del propio Hilario, nos hace pensar en los casos
de abusos en los que los victimarios a pesar del paso de los años siguen siendo
una amenaza para quien revele los crímenes
que se mantienen en secreto.
También es inevitable relacionarlo con la última dictadura
militar, cercana todavía a la publicación del libro. Hay cierta atmósfera de
pesimismo y una insistencia particular en el destino de sus protagonistas, que se
presenta casi como un leitmotiv de época: la desaparición de personas.
“Aquel cuadro” es uno de los cuentos que se destaca de una
antología fabulosa que sirvió como introducción al género del terror a una
nueva generación de niños y niñas que a fines de los 80 estaba creciendo ya
alejándose del “terror real” que significó la última dictadura militar.
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