Nunca es tarde para entrarle a un clásico: Rayuela, de Julio Cortázar

Nunca es tarde para entrarle a un clásico: Rayuela de Julio Cortázar, por eso, publicamos esta experiencia de la lectura de este clásico en el marco del Laboratorio de LIJ de nuestra amiga y habitual colaboradora Silvina Rodríguez, docente, librera y promotora de lectura.


Por Silvina Rodríguez

Como muchos saben, además de definirme como “librera”, soy licenciada en Letras de la vapuleada y hasta vituperada UBA. Siendo este el caso, es común que desde hace unos años dé unos talleres “alla Rodríguez”, esto es, muy poco académicos, muy entusiastas y para trabajar con textos previamente leídos por los asistentes. En este contexto, alguien que no había hecho nunca taller antes conmigo, allá por abril del 2018, me pidió (“No puedo leerlo sola, no avanzo en la lectura”) que armara uno sobre la novela de Cortázar que suele traer de cabeza a más de uno. La que se podría leer según un “tablero de dirección” que el autor plantó antes de empezar. La cual él mismo definió como “...es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”. ¿Cómo trabajarla en un taller, cuando yo misma, embarazada de mi primera hija veintisiete años atrás, la había hecho con una especialista durante un año entero, cómo reeditar, actualizar, meterle mano a ese enjambre de capítulos? En total, ciento cincuenta y cinco. Con la salvedad de que los “lineales”, “imprescindibles”, tradicionales o como quieran ustedes llamarlos, son cincuenta y seis. Hay una historia que empieza y termina en ellos, allí están París primero en “Del lado de allá” (y también la Maga, El Club de la Serpiente, Rocamadour y un viejo que podría ser Morelli), Buenos Aires en “Del lado de acá” (y Traveler, Talita, el tablón, el circo y el manicomio) y uno puede componer su propia “Rayuela”. O un mandala. O tirar al arco y hacer centro sin mirar, como la Maga. O tal vez, sí, tal vez lo mejor sea ser Oliveira por un ratito. U Holiveira, cuando le da por inundar el texto de haches... Como sea, la decisión fue armar un taller de catorce encuentros en los que se leyeron cuatro capítulos por vez, y a finales de noviembre dimos las hurras y ocho damnificados (había un hombre entre todos, oh mon Dieu, rara avis en mis talleres sí las hay) tuvieron al menos una idea sobre esta historia, también llamada “anti-novela”. En el medio nos dio tiempo para escuchar jazz, leer cartas que Julio escribía a medio mundo (son cinco tomos publicados por Alfaguara), seguir de un modo azaroso el fabuloso “Cuaderno de bitácora” de Anita Barrenechea. Y reírnos y emocionarnos y conmovernos con una escritura complicada pero que resiste perfectamente los más de cincuenta años cumplidos (“Rayuela” fue publicada en el’63). Por todas estas razones y porque “Queríamos tanto a Julio”, este es el clásico que rescatamos hoy. Solo es menester animarse.


Rayuela
Julio Cortázar
Sudamericana, 1963.




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