Sobre la fotografía, de Susan Sontag
En
el clásico Sobre la fotografía, de
Susan Sontag, la notable intelectual reflexiona sobre los comienzos del arte
fotográfico y la relación que puede establecerse con la concepción de la
belleza de Walt Whitman, el gran poeta estadounidense del siglo XlX.
En las primeras décadas de la fotografía, se esperaba que las fotos fueran imágenes idealizadas. Ésta es aún la meta de casi todos los fotógrafos aficionados, para quienes una fotografía bella es la de algo bello, como una mujer o un crepúsculo. En 1915 Edward Steichen fotografió una botella de leche en la escalera de incendios de una casa de vecindad, e! ejemplo prematuro de una noción muy diferente de fotografía bella. Y desde los años veinte los profesionales ambiciosos, de esos cuya obra se conserva en los museos, se han apartado sin cesar de los temas líricos para explorar concienzudamente un material llano, cursi, y aun insulso. En las décadas recientes, la fotografía ha logrado más o menos revisar, para todos, las definiciones de belleza y fealdad, siguiendo las directrices de la propuesta de Whitman. Si (en palabras de Whitman) «cada objeto, condición, combinación o proceso precisos exhibe una belleza», es superficial señalar que algunas cosas son bellas y otras no. Si «todo cuanto hace o piensa una persona es relevante», es arbitrario tener algunos momentos de la vida por importantes y la mayoría por triviales.
Fotografiar es conferir importancia. Quizás no haya tema que no pueda ser embellecido; es más, no hay modo de suprimir la tendencia intrínseca de toda fotografía a dar valor a sus temas. Pero el significado del valor mismo puede alterarse, tal como ha ocurrido en la contemporánea cultura de la imagen fotográfica que es una parodia del evangelio de Whitman. En los palacios de la cultura pre democrática, quien se fotografía es una celebridad. En los campos abiertos de la experiencia estadounidense, que Whitman catalogó apasionadamente y Warhol evaluó encogiéndose de hombros, cada cual es una celebridad. No hay momento más importante que cualquier otro; no hay persona más interesante que otras.
El epígrafe de un libro de fotografías de Walker Evans publicado por el Museo de Arte Moderno es un pasaje de Whitman en que suena el mismo acorde de la búsqueda más prestigiosa de la fotografía estadounidense:
Whitman pensaba que no estaba
aboliendo la belleza sino generalizándola. Lo mismo pensaron durante
generaciones los fotógrafos estadounidenses más talentosos, en su polémica
busca de lo trivial y lo vulgar. Pero entre los fotógrafos estadounidenses que
han madurado después de la Segunda Guerra Mundial, el mandato de Whitman de
registrar por entero las extravagantes franquezas de la experiencia
estadounidense real se ha vuelto amargo. Al fotografiar enanos no se revelan la
majestad y la belleza. Se revelan enanos.”
Walt Whitman
1819 - 1892
Estados Unidos visto por fotografías, oscuramente
(fragmento)
“Cuando Walt Whitman
contemplaba las vistas democráticas de la cultura, trató de ver más allá de la
diferencia entre belleza y fealdad, importancia y trivialidad. Le parecía
servil o relamido establecer distinciones de valor, salvo las más generosas.
Grandes pretensiones le concedió a la franqueza nuestro profeta más audaz y
delirante de la revolución cultural. Nadie se inquietaría por la belleza y la
fealdad, supuso, si se consentía un abrazo lo bastante amplio de lo real, de la
heterogeneidad y vitalidad de la efectiva experiencia estadounidense. Todos los
hechos, incluidos los medianos, son incandescentes en los Estados Unidos de
Whitman, ese espacio ideal, vuelto real por la historia, donde «al emitirse los
hechos son bañados en luz».
La gran revolución cultural
estadounidense pregonada en el prefacio a la primera edición de Hojas de hierba
(1855) no se produjo, lo cual ha defraudado a muchos pero no ha sorprendido a
nadie. Un gran poeta no puede cambiar en solitario el clima moral; incluso si
el poeta tiene millones de Guardias Rojos a su disposición, aun así no es
fácil. Como todo visionario de la revolución cultural, Whitman creyó vislumbrar
que el arte ya era usurpado, y desmitificado, por la realidad. «Los Estados
Unidos mismos son en esencia e! poema más grandioso.» Pero cuando no hubo tal
revolución cultural y e! poema más grande pareció menos grandioso en tiempos
de! Imperio que en los de la República, sólo otros artistas tomaron en serio e!
programa de trascendencia populista, de transvaloración democrática de la belleza
y la fealdad, la importancia y la trivialidad, propugnado por Whitman. Lejos de
haber sido desmitificadas por la realidad, las artes de Estados Unidos -la
fotografía en particular aspiraron entonces a efectuar la desmitificación.
Fotografiar es conferir importancia. Quizás no haya tema que no pueda ser embellecido; es más, no hay modo de suprimir la tendencia intrínseca de toda fotografía a dar valor a sus temas. Pero el significado del valor mismo puede alterarse, tal como ha ocurrido en la contemporánea cultura de la imagen fotográfica que es una parodia del evangelio de Whitman. En los palacios de la cultura pre democrática, quien se fotografía es una celebridad. En los campos abiertos de la experiencia estadounidense, que Whitman catalogó apasionadamente y Warhol evaluó encogiéndose de hombros, cada cual es una celebridad. No hay momento más importante que cualquier otro; no hay persona más interesante que otras.
El epígrafe de un libro de fotografías de Walker Evans publicado por el Museo de Arte Moderno es un pasaje de Whitman en que suena el mismo acorde de la búsqueda más prestigiosa de la fotografía estadounidense:
No dudo que la majestad y belleza del mundo están latentes en cualquier
minucia del mundo [...]
No dudo que en las trivialidades, insectos, personas comunes, esclavos,
enanos, malezas, desperdicios hay mucho más de lo que yo suponía [...]
Walt Whitman
1819 - 1892
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