La viuda de los Van Gogh, de Camilo Sánchez.
A Johanna Van Gogh-Bonger,
se debe el trabajo minucioso que permitió recuperar la obra de su cuñado
Vincent Van Gogh. Casada con Théo, hermano menor del pintor, (y que murió seis
meses después del suicidio del artista), Johanna se dedicó a la escritura de un
diario personal, a la custodia y posterior circulación de los cuadros de su
cuñado, y a la lectura de la correspondencia que los hermanos mantuvieron entre
sí. Esta lectura le permitió advertir que además de haber sido un pintor
extraordinario, Vincent Van Gogh era también un poeta. Accedemos a esta
historia familiar a partir de la lectura de La
viuda de los Van Gogh de Camilo Sánchez. Un texto bellísimo e imposible de
encuadrar en un género, que nos acerca la voz de Johanna a través de su diario,
la de Van Gogh a través del impecable trabajo intertextual con sus cartas, y la
del narrador en tercera persona que nos refiere la historia.
Cerramos este mes, en el que
nos dedicamos a rastrear los cruces entre literatura y artes visuales, con un
fragmento de este libro hermoso e inclasificable, uno de esos que se leen y se disfrutan de a poco, sin querer que llegue el
final.
“Las cartas de Van Gogh se han
convertido en una necesidad a la que dedica su escaso tiempo libre.
Johanna lee las cartas y se
sorprende sacando cuentas. En julio de 1880, Van Gogh tenía veintisiete años y
había leído minuciosamente la Biblia, la Revolución
Francesa de Michelet, Víctor Hugo, Dikens, Esquilo, Beecher Stowe, el Buda,
Fabritius, todo Shakespeare.
¿Quién es tan misterioso como Shakesperare? Su palabra y su hacer
equivale a un pincel colorido, trémulo de fiebre y emoción, escribe.
En el Borinage, en julio de
1880, se larga a escribir un poco al azar y dice que no es ningún haragán, y
crea culpas que Théo nunca podrá procesar del todo.
Si yo he bajado, tú has ascendido; si yo he perdido simpatías, tú las
has ganado. Esto explica que esté contento contigo, lo digo de verdad,
escribe.
Esto le dice a Thèo, diez años
atrás: el momento en que Van Gogh deja todo para pintar. Johanna piensa, ahora,
mientras acuna a su hijo, que perfectamente también pudo haber empezado a
recorrer, es aquellos días, un camino de escritor.
Johanna lee las cartas: hay
muchas que le provocan una angustia de renuncia.
El camino es estrecho, la puerta es estrecha y pocos la encuentran,
lee Johanna Van Gogh- Bonger.
Luego las deja de lado un par
de días hasta regresar a la maleta y recomenzar.
Como si intuyera, acaso, que
toda escritura no es más que reescritura en ciernes, desde hace días Johanna
lee las cartas como suele leer a Multatuli o Shelley, con un cuaderno a mano
para tomar apuntes. Hay que podar estas
cartas, piensa.
Dejar de lado las confesiones
y quedarse con esos momentos en que aparece envuelto en una apertura emotiva uy
genera, como sin darse cuenta, textos de alto valor poético. Cuando describe un
cuadro propio o ajeno, y lo vive con palabras, Van Gogh es un escritor
formidable.
Dice, por ejemplo, a la hora
de describir un dibujo de mineros.
Unos carboneros
que van
a la mina
por la mañana
en medio de la nieve
a lo largo
de un sendero bordeado
por un cerco de espinas:
sombras que pasan
y se distinguen
vagamente
en el ocaso
de la civilización.
Muchas veces en su diario,
ella interviene en las cartas, les da aire a los textos, les agrega los blancos
necesarios y así aparece en las cartas de Van Gogh, el vestigio de un poema.
Solo
pintando
me he dado
cuenta
de cuánta luz
había aún
en la
oscuridad.
“Casi un haiku de Bashuo.
La carta está fechada en La
Haya, agosto, 1882.”
Se ha convertido en un vicio
secreto para Johanna Van Gogh-Bonger descubrir, en medio de una traza
abigarrada, la letra relampagueante de su cuñado. Entre pedidos de reclamos y
ajustes de cuentas familiares, Johanna rescata la descripción de cierto cuadro
de Millet.
Un rincón de jardín
con matorrales
en redondo
y un árbol llorón
y, en el fondo,
mechones de laurel rosa
el césped
recién cortado
un rastro de heno
secándose al sol
un pequeño
rincón
de cielo verde
en lo alto.
Esto escribe Van Gogh antes de
anunciar que va a emprender la tarea de releer todo Balzac. “
Camilo Sanchez
Editorial Ehasa, 2015
Editorial Ehasa, 2015
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