Robin Wood, un clásico entre clásicos
En Libro de arena seguimos atravesando febrero con la relación entre la literatura y la ilustración. En esta nota, Mario Méndez nos cuenta la importancia que tuvo un clásico, el historietista Robin Wood, en su formación como lector.
Por Mario Méndez
Si hay un clásico en la historieta argentina (y me atrevería a decir que en toda la historieta, sin distinción de nacionalidades, sobre todo en la historieta de aventuras, precisamente la más clásica) ese clásico es el señor Robin Wood. Y nos ponemos de pie.
Nacido en el campo paraguayo, autodidacta, con un nombre de héroe que parece seudónimo pero no lo es, el gran Robin Wood escribió más de diez mil guiones y creó decenas de personajes inolvidables, que lo hicieron la estrella indiscutida de El Tony, D’Artagnan, Fantasía e Intervalo, las revistas de la mítica editorial Columba.
En la larga lista de personajes notables creados por el genio de Wood podemos mencionar, entre otros, a Savarese, Or Grund, Jackaroe, Dennis Martin, Mark, Pepe Sánchez y, por supuesto, al más grande de todos sus personajes, Nippur de Lagash, tan grande que hasta tuvo su propia revista.
Tan notable como la cantidad y la calidad de los personajes de Robin Wood es la variedad. Veamos los ejemplos mencionados: Savarese es un policía de la época de la ley seca, Jackaroe un mestizo del Far West; Dennis Martin un sofisticado espía estilo 007, Mark un personaje posapocalíptico que lucha con mutantes; Or Grund un guerrero prehistórico y Pepe Sánchez un espía paródico de una imposible agencia argentina, hincha de Chacarita, gracioso y, a su rara manea, eficaz y ganador.
Dejo para el final a Nippur, el más grande. Guerrero de la antigüedad clásica, no es casual que Wood lo haya hecho sumerio. La historia, ya se sabe, nació entre los sumerios. ¿Habrá nacido también la historieta? Sería mucho decir, desde luego, pero no puedo dejar de mencionar que la historia nació con la escritura, que la primera obra ficcional de la humanidad, que inventaron precisamente los sumerios, es Gilgamesh, el inmortal, y que, como no podía ser de otra manera, también con Gilgamesh se atrevió Robin Wood. El genial Wood, que junto a Lucho Olivera nos deslumbró con las aventuras del inmortal, guionó muchas de sus historias, desde el pasado clásico, cuando era un rey de la Mesopotamia obsesionado con la inmortalidad, hasta el futuro, cuando se convierte en guardián de la humanidad y parte al espacio en una misión hecha a su medida de inmortal.
Clásico de clásicos, clásico entre clásicos, así como me hizo conocer la historia del inmortal Gilgamesh en plena niñez, el señor Wood me paseó por pueblos y civilizaciones antiguas (yo nunca había oído de hititas, sumerios, asirios o acadios hasta que los leí de su pluma, mucho antes de que fueran tema de Historia antigua y medieval, y contados de manera mucho más divertida de lo que contaban José Cosmelli Ibáñez, Alfredo Drago o José Carlos Astolfi, por supuesto), me mostró el pasado más clásico y glorioso, me hizo vivir historias policiales negras, pero a la vez románticas, y me aterró con futuros distópicos.
Podría decir, y debo hacerlo, que el gran Robin Wood (y nos volvemos a poner de pie) me enseñó a leer.
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